PORTAL MARTINISTA DEL GUAJIRO
"Purificaos, pedid, recibid y obrad.
Toda la Obra se halla en estos cuatro tiempos"
En esa época yo realizaba un trabajo que todavía permanece inconcluso.
Trataba de reducir todos los términos alquímicos a sus equivalentes de la química
contemporánea.
La tarea era fácil con algunos de ellos, y dificultosa con
otros.
Cuando la mera teoría no me bastaba, entonces apelaba a la experiencia.
Fue por eso que, cuando estaba sublimando una mezcla de nitrato de potasio y
mercurio, mediante el procedimiento alquímico, observé que se produjeron tres sales
de diferente aspecto físico, aunque de idéntica composición química.
Estas
tres sales eran las indicadas claramente por los alquimistas, sin que los químicos
las mencionaran para nada.
Esto mismo fue lo que me había impulsado a intentar
la experiencia.
Todo trabajo ocultista despierta y repercute en un nivel
de ideas que guarda una correspondencia exacta en los tres mundos.
Tampoco
me asombré cuando inopinadamente recibí la visita de un hombre de unos cuarenta
años, bien vestido, quien me confesó que se ocupaba de la Piedra Filosofal hacía
diez años.
Aducía haber hallado la dirección del fuego astral y dedicarse
a mostrar su acción a la persona que pudiera, no para que le adelantara dinero,
pues no lo quería, sino para que le alquilara una casita por un año.
La persona
que eso hiciera seguiría siendo propietario de esa casita.
Eso le permitiría
concluir cómodamente su trabajo.
Puesto que “mis aposentos” están constituidos
por una habitación situada cerca del cielo, y todo lo que puedo ganar lo consagro
a difundir el Ocultismo, me era imposible adelantar los mil doscientos francos necesarios
para satisfacer el sueño de aquel alquimista.
Por ello, le llevé a ver a
diversos ocultistas ricos, pero éstos no quisieron arriesgar esa suma.
Yo
habría hecho cualquier cosa por ver la prometida experiencia, pues ésta era la condición
sine qua non de la entrega del dinero.
Para recompensar mis esfuerzos, el
alquimista, me regaló una botella que contenía una sustancia blanca, de olor muy
penetrante y dotada de curiosas propiedades físicas.
Esta sustancia es tan
higrométrica que una porcioncita puesta sobre el agua se agita de inmediato violentamente,
recordando un poco al sodio, pero sin inflamarse jamás.
Todavía no he tenido
tiempo para analizar esta materia que, según pienso, es de origen orgánico.
Desde entonces, el alquimista de quien hablo continúa sus trabajos.
Vive
en Winterthur, en la Suiza de habla alemana, y se llama H. Etter.
Es un hombre
muy serio y sumamente erudito en Ocultismo.
Si algunos de mis lectores visita
ese lugar, puede ir a ver las experiencias de este “filósofo del fuego”.
Es el único alquimista práctico a quien yo conozco, además de una Asociación situada
en los alrededores de Gortiz, en Austria.
Hice ese descubrimiento hacia la
misma época de un zapatero, portero en un callejón de Menilmontant, quien poseía
la más completa biblioteca sobre Alquimia que yo jamás había visto.
Muy afecto
a sus estudios, el zapatero al que me refiero, socialista de la escuela de Fourier
y de Torreil, durante cuarenta años había estado comprando esos libros, uno tras
otro, a revendedores de curiosidades.
Entre otras obras raras, tenía manuscritos
herméticos de gran valor.
En la actualidad se vio obligado a vender casi
todos sus tesoros.
Había leído y tomado nota de todo, y era muy erudito en
Ocultismo como para ser un interlocutor del Venerable Maestro el día de su Iniciación.
Sin embargo, nunca había intentado practicar la Alquimia.
Nuestra monografía
no sería completa si concluyéramos sin indicar, por lo menos, los libros más útiles
para quienes quieran llegar más lejos en estos curiosos estudios.
Esto es
lo que intentaremos hacer.
Alquimia Tradición que no Murió
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