PORTAL MARTINISTA DEL GUAJIRO
"Purificaos, pedid, recibid y obrad.
Toda la Obra se halla en estos cuatro tiempos"
Aquí es donde casi todos los filósofos inician sus operaciones,
lo cual ha inducido a error a muchas personas.
Es también en esta operación
donde se junta el azufre de los filósofos con el mercurio de éstos.
Casi
todos los sabios denominaron “fermentación” a esta última operación, puesto que
el azufre se disuelve de nuevo en ella, fermenta, entra en putrefacción y resucita
mediante su nueva regeneración en la que tiene diez veces su fuerza.
Esta
operación, difiere de las dos anteriores, lo cual hace que los filósofos la integren
con siete grados, a cada uno de los cuales asignaron un planeta.
Para efectuar
esta operación, hay que tomar la mitad del polvo que se tiene aparte, del cual ya
hemos hablado, y embeberlo poco a poco, puesto que, embebiéndolo en una cantidad
demasiado grande, se disuelve directamente el azufre en el aceite, el cual se sublima
sobrenadando en el agua, y esto impide que el azufre y el mercurio se junten.
Esta es una grave deficiencia que impide que muchos filósofos tengan éxito.
Por ello, hay que embeber la materia, gota tras gota, en aspersión, a fin de
lograr que se unan la Luna con el Sol de los Ángeles y, juntos formen una masa espesa.
El fuego externo, que sirve para efectuar estas imbibiciones, es aquel del que
ya hemos hablado en el momento en que hicimos disolver en polvo el cuarto de aceite
aurifico en la cantidad de mercurio filosófico necesario para disolverse.
Este fuego exterior se regula de acuerdo con la cantidad de la materia.
Aquí hay que tener cuidado de mantener la materia en un estado de untuosidad
mediante imbibiciones, reiteradas todo el tiempo que sea necesario para hacer que
la materia se hinche y entre en fermentación.
Su disolución termina en el
momento en el que la materia adquiere un color azulado.
A esta disolución
se la llama rebis o mercurio doble y el grado del mercurio.
Esta disolución
es seguida de inmediato por la fermentación.
Entonces se interrumpen las
imbibiciones y el fuego exterior, y se deja que el fuego interior de la materia
actúe totalmente por sí solo, hasta que la materia caiga al fondo del vaso y allí
se torne negro como el carbón.
Entonces, comienza el primer grado, llamado
de Saturno, que se destila sin fuego y cuyo líquido sobrenada la materia negra,
mientras se sigue el proceso ya descripto para las dos operaciones precedentes.
Dejar que la materia negra se seque sola.
En el momento en el que alcance
un estado apropiado de sequedad, se la embebe directamente con el fuego exterior,
interrumpiendo las imbibiciones cuando se ve que la materia empieza a secarse.
Dejar que adquiera por sí sola cierto grado de sequedad y se prosigue, repitiendo
hasta que alcance su putrefacción total: entonces se interrumpe el fuego exterior
para no dañar la materia.
Como resultado de la acción del propio fuego de
la materia, ésta se convierte de negra en gris, sin que sea necesario aplicarle
fuego exterior, entonces se alcanzó el grado de Júpiter.
En este grado se
ven aparecer los colores del aro iris, que son reemplaza dos por una especie de
piel de color negro oscuro, el cual lo adquiere por la sequedad; y se resquebraja
y pone gris, rodeada en la pared del vaso por un circulito blanco.
Cuando
la materia llegó a este punto, se la podría utilizar como medicina.
En este
caso, habría que dejar secar la materia y hacer que se convierta en un polvo blanco,
empleando los mismos procedimientos ya descriptos para obtener este color, al cual
se lo tornará rojo con la ayuda del fuego secreto.
Esta medicina tendría
entonces diez veces la virtud de la primera de la que ya he hablado.
Sin
embargo, si se desea utilizarla para la transmutación de metales, después de haberla
disecado bien, no se espere que se vuelva blanca, sino que se la vuelve así amalgamándola,
en partes iguales, con mercurio comercial común, cuidadosamente purificado mediante
destilación, bien sublimado y revivificado.
Se trata de la “leche” o la “grasa”
de la tierra.
En efecto, en el momento en el que el mercurio común se amalgama
con la materia, todo se disuelve bajo el aspecto de un líquido blanco parecido a
la leche, que la materia condensa en una sal fija, mediante la acción de su propio
fuego.
Entonces se recomienzan los lavados mercuriales que la vuelve cristalina,
con la ayuda de siete lavados diferentes; en cada uno de ellos se agrega el mercurio
revivificado, de forma pareja, como ya lo dije; después, por media, tercera, cuarta,
quinta, sexta y séptima parte del peso de la materia fija, a fin de que el peso
de la materia sea siempre mayor que el del mercurio revivificado que se emplea.
Pero desde el primer lavado, de forma pareja, no hay que interrumpir el fuego
ni el de día ni de noche, o sea, las imbibiciones que contienen el fuego de la materia,
a fin de que no se enfríe y pierda: el compuesto es el latón de los filósofos, que
hay que blanquear mediante frecuentes imbibiciones hasta que nuestra materia fije
el mercurio, con la ayuda de su propio fuego.
Esto consuma el grado de Júpiter.
Si se continúa de esta manera, el latón se torna amarillento; después, azulado,
y aparece encima una bellísima blancura : entonces comienza el grado de la Luna.
Esta bella blancura tiene el aspecto del diamante triturado y se convierte en
un polvo muy fino y sutil.
Se ha obtenido el blanco fijo.
Se lo coloca
sobre una lámina roja de cobre.
Si se funde sin echar humo, entonces la tintura
se fijó suficientemente.
En el caso contrario, se le aplica fuego, prosiguiendo
así hasta que haya alcanzado su grado de fijeza conveniente, y allí se interrumpe
el fuego, si sólo se quiere hacer la tintura blanca, una parte de la cual transmuta
cien partes de mercurio común en plata mejor que la de las minas.
Sin embargo,
si lo que se desea es preparar la tintura roja, entonces hay que continuar con el
fuego sobre la materia.
Si se quiere que se ponga roja, no hay que dejarla
enfriar.
Si se sigue aplicando fuego exterior, la materia se vuelve muy fina
y tan sutil que es difícil imaginarla.
Por esta razón, hay que dirigir bien
su fuego a fin de que la materia no se volatilice con la fuerza del fuego (el cual
debe penetrar por completo), sino que quede en el fondo del vaso, convirtiéndose
en un polvo rojo.
Entonces, éste es el grado de Venus.
Si se continúa
sabiamente con el fuego exterior, la materia adquiere el color amarillo limón: éste
es el grado de Marte.
Este color aumenta su intensidad y se convierte en
color cobre.
Cuando llega a este punto, no puede aumentar su intensidad por
sí solo.
Si seguimos las imbibiciones con el aceite aurifico, entonces la
materia se torna cada vez más roja; después, purpúrea; y por último, de color rojo
oscuro, lo cual constituye la salamandra de los sabios, a la que el fuego jamás
puede atacar.
Finalmente, se introduce el mismo aceite aurifico en la materia
y se la embebe gota tras gota hasta que el aceite del Sol se coagule en la materia
y esta última, puesta sobre una lámina caliente, se funda sin echar humo.
Por este medio se ha obtenido la tintura roja y el otro fijo y coagulante, una
parte del cual transmuta cien partes de mercurio en oro mejor que el de la Naturaleza.
Alquimia Tradición que no Murió
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