PORTAL MARTINISTA DEL GUAJIRO
"Purificaos, pedid, recibid y obrad.
Toda la Obra se halla en estos cuatro tiempos"
Las dos tinturas de las que acabo de hablar: -la blanca y la roja-
son susceptibles de multiplicarse en calidad y cantidad, mientras no hayan sido
sometidas a la acción del fuego corriente, el cual les hace perder su humedad radical,
coagulándolas como tierra cuyo aspecto es el de una piedra.
Para que estas
dos tinturas –la blanca y la roja- se multipliquen hay que repetir por completo
la tercera operación.
Ambos polvos –el blanco y el rojo- deben ser disueltos
en el mercurio filosófico, hasta que se fermenten y entren en putrefacción y, de
esta manera, lleguen a regenerarse.
Para llegar a esto hay que repetir, poco
a poco, las imbibiciones, orientar el fuego y regularlo, de manera sucesiva, como
ya lo hemos descripto.
En esta segunda multiplicación, una parte se proyecta
sobre mil partes de mercurio y las transmuta en plata o en oro, según sea el color
del polvo en metal perfecto.
La multiplicación en calidad se realiza repitiendo
la sublimación filosófica.
Esta tiene lugar separando lo puro de lo impuro
con la ayuda del mercurio filosófico.
Se repiten puntualmente las manipulaciones
de la tercera operación, después de haber efectuado la disecación con la ayuda del
fuego de la materia y de haber reducido a polvo todo el aceite blanco si se trabaja
el blanco, y solo una parte del aceite rojo si se trabaja el rojo, a fin de conservar
la otra parte para utilizarla en el grado de Marte y del Sol, al igual que para
insertar, como ya lo indiqué, si se trabaja el rojo.
La multiplicación en
cantidad se realiza añadiendo mercurio común revivificado, como ya lo expresé.
Si se desea realizar, al mismo tiempo, la multiplicación en calidad, hay que
comenzar, por regla general, por sublimar la materia separando lo puro de lo impuro,
disecándolo en su totalidad, si se trabaja el blanco, o por la mitad, si se trabaja
el rojo, con la ayuda del propio fuego, el cual se regulará de la misma manera que
lo hice en la primera operación, a fin de reducirlos a polvo; se dividirá cada polvo
en dos partes iguales.
Se hará disolver una parte en cuatro veces su peso
de mercurio filosófico, el cual servirá para embeber la otra porción que se tiene
aparte, repitiendo por completo la tercera operación.
Si se lo desea, es
posible repetir estas manipulaciones hasta diez veces: la materia adquirirá, cada
vez, una fuerza que se multiplicará por diez, y será tan sutil que la última vez
atravesará el vaso, volatilizándose en su totalidad.
Corrientemente se interrumpe
esto en la novena multiplicación, o de lo contrario se torna tan volátil que, ante
el mínimo calor, horada el vaso y se evapora, lo cual hace que, habitualmente, haya
que interrumpir la transmutación de una parte sobre mil o diez mil a lo sumo, a
fin de exponerse a perder un tesoro tan precioso.
No describiré aquí operaciones
curiosísimas que yo he realizado para mi gran asombro, en los reinos vegetal y animal,
y tampoco al modo de hacer que el vidrio se torne maleable y que las perlas y las
piedras preciosas se vuelvan más bellas que las naturales, si se sigue el procedimiento
iniciado por Denis Zachaire, mediante la utilización de vinagre, materia coagulada
blanca y granos de perlas o rubíes muy finamente triturados, moliéndolos luego y
coagulándolos con el fuego de la materia.
Esto se debe a que no quiero ser
perjuro y dar muestras de trasponer los límites del espíritu humano.
Alquimia Tradición que no Murió
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