Escrito sobre los templarios, rosacruces y masones, que, aunque
ya no son magos, sí han sido tres movimientos religiosos, obligados –más o menos-
a permanecer en la clandestinidad. Ya he hablado de los templarios en La religión,
invento neolítico, pero en este escrito me interesa resaltar su oriunda influencia
de los juanistas, que profesaban teorías específicas sobre Jesucristo y el cristianismo,
desde luego más creíbles que las católicas y las de cualquier Iglesia Reformada,
o secta cristiana. Los rosacruces fueron iluminados utópicos, y el mayor título
al que pueden aspirar los masones es el de filántropos.
X. - Templarios,
rosacruces y masones
Voy a hacer alusión, es este escrito, a tres
Órdenes religiosas, defensoras al principio de las verdades religiosas, y más o
menos heréticas después, vistas desde el catolicismo. En 1118 nueve caballeros
cruzados de Tierra Santa, entre los que estaban Godofredo de Saint-Omer y Hugo de
Payens, se consagraron a la religión, y prestaron juramento ante el Patriarca de
Constantinopla, tradicionalmente hostil a la Iglesia católica desde tiempos de Focio.
Su finalidad era proteger a los cristianos que visitaran los Santos Lugares, pero
tomaron el nombre –Templarios- de la casa que Balduino II, rey de Jerusalén, les
cedió junto a las ruinas del Templo de Jerusalén. Y hay quienes dicen que su objetivo
secreto era reconstruir dicho Templo, según el modelo profetizado por Ezequiel,
para convertirlo en antítesis del Vaticano, colaborando a la primacía de los Patriarcas
de Constantinopla sobre los Papas de Roma. Estos primeros templarios tomaron
por modelo a los albañiles guerreros que cita la Biblia, la espada en una mano y
la trulla en la otra, lo que corrobora ese objetivo secreto, pues estos fueron sus
símbolos, con cuádruple trulla y hojas triangulares en forma de cruz, formando un
pentáculo cabalístico conocido como cruz de Oriente. Pero se dice que la idea
de Hugo de Payens, considerado el fundador de la Orden, no era ponerse al servicio
de los Patriarcas de Constantinopla, sino de una secta de cristianos juanistas que
relataban la historia de Jesucristo como hijo de una jovencita de Nazareh, Myriam,
prometida a un joven llamado Johanan. Pero un tal Pandira o Panter abusó de ella,
vestido como su prometido, por lo que su prometido la repudió. De esta especie de
violación nació Josuah, adoptado por el rabino José, que lo llevó a Egipto, donde
fue iniciado en los ritos de Osiris, hasta el punto de ser tenido por encarnación
de Horus.
Ya en Judea Josuah y José, Josuah despertó la envidia de los sacerdotes,
que le echaban en cara públicamente la ilegitimidad de su nacimiento. José, su padre
adoptivo, corroboró lo que decían de él, y aunque su primer impulso fue renegar
de ella, después la disculpó, dicen que con estas palabras: “Mi madre no pecó en
absoluto. No ha perdido su inocencia: es virgen, y a pesar de todo es madre. Merece
por eso doble honor. En cuanto a mí, no tengo padre en la Tierra: soy hijo de Dios”.
No es así como yo interpreto el nacimiento de Cristo, pero es desde luego
una versión creíble, y me llama la atención que su padre biológico sea llamado Panter
o Pandira, porque fue Ezequías ben Panthera.
Los juanistas atribuían a San
Juan Bautista la fundación de su iglesia secreta, y le hacían responsable del equívoco
de la divinidad de Jesús. Los pontífices de esta secta se hacían llamar Cristo,
y en 1118 ese Cristo era Teocleto, que se dice inició a Hugo de Payens en sus secretos,
ofreciéndole ser su sucesor.
Se dice, por eso, que mientras la Orden se
mostraba extremadamente ortodoxa, sus jefes pretendieron ya adquirir gran influencia
y riqueza, y luchar después por establecer el dogma juanista.
Así es como
se dice que los templarios tenían dos doctrinas: la oculta y secreta de sus Maestres,
que era el juanismo; y la pública, que era católica. Doctrina juanista: panteísmo
místico, inspirado en la Cábala, prometiendo libertad y síntesis de todas las creencias
perseguidas por el catolicismo, rindiendo honores divinos al ídolo Bafometto. Doctrina
pública: regla cisterciense, redactada por San Agustín, y alabada por San Bernardo;
tan pobres, que usaban un caballo para dos; castidad, obediencia y valentía extrema,
llamándose entre sí hermanos. Vestidos de blanco, con una gran cruz roja en el pecho.
Suplían los oficios divinos con oraciones, comían dos en el mismo plato, con camisa
de lana, de tela desde Pascua a Todos los Santos. Dormían sobre un jergón, con cobertor
y sábana de tela peluda. Tenían prohibido besar a las mujeres.
Durante los
primeros años su fe fue intachable, y su piedad inagotable, por lo que alcanzaron
gran fama. Los apoyaban los Papas, y los protegían los Príncipes. Sólo el Papa podía
juzgarlos. No pagaban tributos ni peajes, aunque llegaron a ser, en muy pocos años,
los propietarios más ricos de Europa, con renta anual de ciento doce millones de
francos, pues fueron muchos los que les cedieron sus bienes. Llegaron a ser dueños
de una tercera parte de París, existiendo aún un barrio que lleva su nombre: Le
Temple; donde edificaron su templo, cuando perdieron el de Constantinopla. En él
se refugió Felipe el Hermoso, durante la sublevación de 1306, viendo sus tesoros.
En París se celebraban los capítulos generales, y de París dependían todas las provincias
de la Orden: Portugal, Castilla y León, Aragón, Mallorca, Alemania, Italia, Puglia
y Sicilia, Inglaterra e Irlanda.
A finales del XII eran unos 30. 000, al
menos 20. 000 franceses. Un mariscal y un abanderado los mandaba en la guerra, y
un prior los presidía en cada provincia. Tenían Bancos propios, prestando dinero
a reyes y nobles. Disponían de flota propia, y numerosas plazas fuertes: 17 sólo
en la provincia de Valenza.
Esta fortuna y poder provocaba ya envidia y
descontento, e incluso reproches de San Bernardo. La riqueza y el lujo minó también
su original valentía, y se les juzgó soberbios. Ricardo Corazón de León dijo al
morir: “Dejo la avaricia a los cistercienses, la lujuria a los monjes grises (franciscanos
y agustinos), y la soberbia a los templarios”.
En todas partes trataban
ahora a los reyes como a iguales, y protegían sus derechos con tratados. Comenzaron
a corromperse, y Federico II los expulsó de Sicilia, siendo abolida la Orden por
Clemente V, en 1312, tras un colosal proceso de cinco años (1307-1312).
Por supuesto, el proceso fue inquisitorial, y su gran Maestre, Jacques de Molay,
torturado durante semanas, confesó cuanto los inquisidores querían oír, siendo incluso
falseadas sus confesiones. Jacques de Molay y el Maestre de Normandía fueron quemados
vivos en la isla del Sena, entre los jardines reales y el convento de agustinos.
Los vaticanos que se atribuyen a Jacques de Moley, al morir, se cumplieron, pero
porque son leyenda.
Se dice también que la Oren permaneció secreta, pues
Jacques de Molay nombró sucesor a Juan Lamernie, de Jerusalén, y éste a Tibaldo
de Alejandría, superviviendo templarios también en Escocia, que son los que reconocieron
como jefe al maestre de los francmasones, Enrique Fritz Edwin, fundador de la Logia
de Edimburgo. Otros vivieron en Suecia, más o menos mezclados con masones. Por lo
que se les atribuye un papel muy importante en la Revolución Francesa, colaborando
especialmente a que fuesen guillotinados Luis XVI y María Antonieta, puesto que
estos ex templarios de ahora debían creer en la maldición de Jacques de Molay: “Clemente,
juez inicuo, te emplazo ante el tribunal de Dios dentro de 40 días; y a ti, rey
Felipe, no menos injusto, para antes de acabar el año”.
La Rosa-Cruz es
una secta secreta de la que históricamente apenas se conoce nada, pues Kristian
Rosenkreuz debe ser un simbolismo (la rosa-cruz cristiana). Valentín Andreas, abad
de Heildelberg, conocedor de los rosacruces, debió fundar en realidad una hermandad
paralela, hacia el 1620, y no existen pruebas de que fuera fundada por Lelio y Fausto
Socino.
La leyenda dice que Kristian Rosenkreutz, con cinco años, fue sacado
del castillo paterno de Germelshausen, en Alemania, por su preceptor, albigense
oriundo del Languedoc, cuando fue incendiado y arrasado por orden de la Inquisición,
ya que eran albigenses. Encontraron asilo en un monasterio vecino, donde el niño
fue educado e instruido, aprendiendo griego y latín. Ya adulto, acompañado de un
fraile que murió en Chipre, emprendió camino de Damasco, donde se inició en el panteísmo
místico de los albigenses (La guía de los extraviados, La alquimia de la felicidad,
Mecnesis). De allí pasó a Damcar, en Arabia, otro gran centro de iniciación. Y después
a Egipto, donde aprendió adivinación y astrología.
De regreso a Turingia,
fundó con los tres frailes que sobrevivían la cofradía de la Rosa-Cruz, enseñando
escritura secreta, y los símbolos con los que sus adeptos pudieran comunicarse entre
sí. Se dice que finalidad de esta cofradía fue influir en los hombres de ciencia,
para que investigaran en los secretos del espíritu. Vivió como ermitaño muchos años,
y murió en 1484, a los 106 años, lo que prueba que todo es leyenda, que quiere imitar,
más o menos, las historias sagradas de Cristo y San Pablo.
Paracelso anunció
esta secta como espíritu de libertad, de ciencia y de amor.
En 1614 se publicó,
en Francfurt, Fama fraternitatis Rosae Crucis, afirmando que la Rosa-Cruz reduciría
a cenizas la triple corona papal, ya que el Papa era el Anticristo. Aunque en realidad
lo que hace este libro es censurar los abusos del poder papal en las cosas temporales,
sin atacar al dogma, por cuanto reclama que se volviera a la sencillez de la iglesia
primitiva, lo del Papa como Anticristo es lo que les condenó, obligándolos a ser
secta secreta.
En 1922 fijaron en diversos puntos de París una proclama,
mediante la que pudieron obtener adeptos, sin revelar dónde vivían: uno de ellos,
ante cada proclama, esperaba contactar con los que parecían adictos, y sólo tras
convencerlos los llevaban a la orden.
Por los documentos que sobre ellos
poseemos podemos afirmar que eran una secta más de iluminados: destinados a restablecer
el verdadero cristianismo antes del fin del mundo; piadosos y sabios; conocedores
de cuanto acontecía en el universo; sin sufrir hambre ni sed, ni estar sujetos a
vejez y enfermedades; obligando a espíritus y demonios a que los sirvieran, por
medio de encantamientos; invisibles por privilegio divino.
Llamaban a su
colegio del Espíritu Santo, y hacia 1650 se fundó la Asociación de Filósofos Desconocidos,
inspirada en ellos. A partir de 1717 parece ser que se fueron infiltrando en la
Masonería, hasta el punto que el grado 18 del rito escocés, y el VII del francés,
son Príncipes soberanos de la Rosa-Cruz.
Los orígenes de la Masonería son
también algo desconocidos, pero se puede aceptar que desciendan de la asociación
libre de albañiles formada durante la construcción de la catedral de Estrasburgo,
organizados públicamente por primera vez en la Inglaterra de Cromwell. Se puede
añadir que tomaron como modelo a los templarios, son hijos de los rosacruces, y
descienden de los juanistas.
Sus dogmas son los de Zoroastro y Hermes; su
regla la iniciación progresiva, y su principio la igualdad regulada por la jerarquía
y la fraternidad. Rinden culto a la verdad representada por la Luz, toleran todas
las creencias, y pretenden conducir progresivamente a las inteligencias hacia la
razón. Su fin alegórico es la reconstrucción del Templo de Salomón, pero su fin
real es la reconstrucción de la unidad social mediante la razón y la fe. Pero en
la Masonería existen también disidentes.
Su principal leyenda sagrada es
la del supuesto Iram, arquitecto del templo de Salomón, para lo que dividió a sus
más de 150. 000 empleados en aprendices, compañeros y maestros, según sus méritos
y remuneración. Tres compañeros, queriendo usurpar el grado de maestro, asesinaron
a Iram, golpeándole, sucesivamente, con una regla el primero, una escuadra o palanca
el segundo, y un martillo el tercero. Fugitivos, el primero fue descubierto en una
caverna, y asesinado con un puñal; el segundo, por traición, fue encontrado en una
roca, junto a una zarza ardiendo, sobre la que brillaba el arco iris, con un perro
junto a él: conducido ante Salomón, pereció en el suplicio; y el tercero según unos
fue muerto por un león, y según otros ejecutado también por orden de Salomón.
No merece la pena resumir el simbolismo que para la Masonería tienen Salomón
(sabiduría), y su Templo (reinado jerárquico de la verdad y la razón sobre la Tierra).
En cuanto a Iram, es naturaleza para los aprendices; pensamiento para los compañeros,
y verdad para los maestros. La rama de acacia, plantada sobre la tumba de Iram,
es símbolo de la ciencia.
Afirman que nunca han sido contrarios a la Iglesia
católica, ni han pretendido substituir la religión. Su concepto básico es el de
beneficencia, como en el cristianismo es la caridad.
Los masones asociados
son iguales entre sí, sin distinción de grados, y admiten a todas las clases sociales,
siempre que sean ejemplares en los aspectos moral, civil y político. Cual quijotes
aspiran a combatir abusos, superar prejuicios y colaborar en el progreso de la humanidad.
El rito masónico escocés consta de 33 grados, que no especifico; y el rito
francés de siete. Existe también el rito de Misraim (Egipto, en hebreo), con 90
grados, en 17 clases, formando 4 series. Las mujeres son sólo admitidas de forma
adoptiva.