PORTAL CABALLEROS TEMPLARIOS DEL GUAJIRO

NON NOBIS DOMINE, NON NOBIS SED NOMINE, TUO DA GLORIAM"

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Jacques Bernard de Molay Noble franco último
Gran Maestre de La Orden del Temple



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⁂⁂⁂ ¡Pagarás por la sangre de los inocentes, Felipe, rey blasfemo!
¡Y tú, Clemente, traidor a tu Iglesia!
¡Dios vengará nuestra muerte,
y ambos estaréis muertos antes de un año!»,
Proclamó antes de morir! ⁂⁂⁂

Todo comienza cuando Jacques de Molay, el gran maestre de la Orden de los Caballeros Templarios es conducido a la hoguera el 18 de marzo de 1314.

En la segunda sesión del Concilio de Vienne el rey de Francia Philippe IV "le Bel" se encuentra sentado junto al pontífice Clemente V. Solemnemente se da lectura formal a la Bula de supresión de la Orden de los Templarios - los monjes-soldados - orden que había sido aprobada por la Iglesia de Roma en el Concilio de Troyes del año 1128.

La iniciativa de la persecución a que fue sometida la Orden partió del rey de Francia cuando súbitamente, de forma inesperada y bien coordinada, arrestó en sus domicilios a prácticamente todos los caballeros templarios de Francia al amanecer del día 13 de octubre de 1307. El Rey les había convocado en París el 12 de octubre para los solemnes funerales de su cuñada Catherine de Courtenay, y al amanecer del día siguiente asestó el golpe definitivo en la capital y en todos los rincones del Reino. Pero fue personalmente la Comisión papal de Clemente V quién llevó a cabo la instrucción formal del caso. Los tres legados del Papa que formaban la comisión investigadora fueron los cardenales Berenguer Fredol, Etienne de Suisy y Landolfo Brancacci. El pergamino «papel de Chinon» que redactó la comisión los días 17 al 20 de agosto de 1308 ha sido descubierto recientemente en el Vaticano y podría ser hecho público a finales del año 2007.

Los aspectos "policiales" y las torturas las llevó a cabo el Rey con los hombres de su canciller Guillaume de Nogaret. Tras la lectura de la Bula de supresión de la Orden el 22 de mayo de 1312, el pontífice de Avignon explica:

"Sin duda, los procedimientos seguidos contra la Orden no permiten condenarla canónicamente como herética en sentencia inapelable. Sin embargo, dado que las herejías que se le imputan la han difamado, tal como lo han reconocido un número importante de sus miembros, y dado que todo ello fundamenta sospechas contra la Orden, y que ya en adelante nadie querrá ser miembro de la misma, y para el bien de los asuntos de Tierra Santa, a medias entre aquellos que quieren la condenación de la Orden y aquellos que quieren ver desestimadas las acusaciones, nosotros tomamos la vía de provisión y ordenanza, y así suprimimos la Orden por sanción inapelable".

Es una decisión diplomática del Papa. Evitó reconocer ningún mal hacer por parte de la Orden. Evitó condenarla. No fue suprimida por el Rey de Francia. Fue simplemente suprimida por el Papa del mismo modo que la había autorizado el papado en el Concilio de Troyes. Los bienes de la Orden tampoco pasan a la corona de Francia como se ha escrito. Por lo menos eso dice la versión oficial. Según ella, el Rey había renunciado expresamente a este patrimonio y el Pontífice tomó la decisión de atribuir el importante patrimonio de la Orden a los Hospitalarios de San Juan de Jerusalén, excepto en Aragón, Castilla y en Portugal en donde el patrimonio de la Orden fue atribuido a otras órdenes particulares en lucha de reconquista contra los moros. Los bienes siguieron en Navarra la misma suerte que en Francia. En cualquier caso, la contabilidad de los Templarios no fue cerrada hasta después de la muerte del rey de Francia (noviembre 1314).

Hacía casi 130 años que los Templarios habían tenido que salir de Jerusalén instalándose en Europa, desprovistos de su inicial vocación de ayuda a los cristianos en las tierras de peregrinación y ayuda en defensa del reino de Jerusalén. El trabajo, disciplina, sentido de la organización, constancia, internacionalización de sus actividades y seguramente un ansia de poder de sus miembros, había hecho de la Orden un poder creciente en las sociedades europeas. Y muy especialmente en Francia. Hasta el punto de que llegaron a constituir la primera organización que comercia institucionalmente con el dinero, imaginando y creando para ello nuevos instrumentos financieros cambistas y de reconocimiento de depósito, ahorro y deuda, hasta entonces poco conocidos en el mundo. Existía la creencia popular de que la fortuna acumulada por la Orden era fabulosa. Se pensaba que tenían un misterioso tesoro escondido con el Santo Grial, el cáliz del que bebieron Jesús y sus discípulos en la Última Cena.

¿Pudo el monarca francés sentirse amenazado por una Orden cada vez más poderosa, cada vez más alejada de sus objetivos religiosos, cada vez más cercana a la médula del poder económico civil, cada vez más "secreta"? O bien, ¿temió el monarca francés que el pontificado pudiera llegar a hacer uso de esta fuerza creciente de la Orden para alejarse de la tutela a que le tenía sometido el Rey, especialmente después de haber llevado la sede del papado a Avignon?

O simplemente, como han insinuado repetidamente los historiadores ¿convendría al Rey de Francia - con toda probabilidad fuertemente endeudado con los Templarios (2) - ver desaparecer la Orden y con ello sus gravosas obligaciones crediticias? Después de todo Philippe IV "le Bel" había mostrado constantemente su preocupación por la necesidad de reforzar sus finanzas. Desde 1306 los señores feudales ya no tuvieron libertad de emitir moneda, pudiendo hacerlo solamente el Rey. También los bienes de los judíos fueron confiscados. Su consejero en asuntos de hacienda fue ejecutado a la muerte del Rey. El ataque a la Orden bien pudo haber tenido motivaciones de índole financiera.

El Rey, con acusaciones de Esquin de Floyran, conduce una investigación que le permite difundir graves sospechas sobre la ortodoxia y la moralidad de la Orden. Se obtienen testimonios sobre la existencia de doctrinas que reniegan de Cristo y prácticas rituales - el gesto sacrílego de escupir a la cruz de Cristo en ceremonias ocultas - que pueden calificarse de herejías (3), incluso de homosexualidad y en base a ello, sigilosamente y de forma simultánea, manda arrestar a todos los miembros de la Orden allá donde se encontraran en Francia. Y lo lleva a cabo con tal eficacia, prontitud y buena coordinación que pocos miembros escapan. Se abren los interrogatorios y con ellos las torturas, dirigidos por el canciller real Guillaume de Nogaret. Hasta que Clemente V - un pontífice instalado en Avignon por el Rey - decide personalmente tomar la instrucción dentro de los procedimientos eclesiásticos hasta la proclamación de la Bula citada de supresión de la Orden en el Concilio de Vienne.

Jacques de Molay, de 71 años de edad, príncipe de la cristiandad, padrino de un hijo del rey de Francia, muestra señales de cansancio tras 7 años de prisión, incluso desequilibrio mental. Sin duda una profunda depresión y decepción le invade. Tras la Bula papal la Orden ha quedado suprimida en 1312 pero existen responsabilidades que el Rey desea sean depuradas. Todo está preparado para que en el gran juicio - el Pontífice nombra a tres Cardenales jueces de la Santa Iglesia - ante el pueblo de París, 13 altos responsables de la Orden reconozcan su culpabilidad y acepten la "perpétuelle prison". Todo está decidido de antemano. Los Cardenales dictan sentencia el 19 de marzo de 1314. Jacques de Molay, subido a un podio en la explanada delante de la iglesia de Notre Dame, escucha la sentencia que es la cadena perpetua. Se espera del Gran Maestre un silencio en señal de sumisión, aceptación de su culpabilidad y acatamiento de la sentencia. Pero en contra de todo pronóstico Jacques de Molay se revuelve. Se levanta y pide hablar. Se rebela y no acepta reconocerse culpable, ni él ni la Orden. Se desdice de su confesión anterior que le fue arrancada con suplicio y pide perdón a Dios por haber aceptado entonces denigrar a la Orden. Proclama ahora en público la inocencia de la Orden. El Comendador de Aquitania sigue ahora a su Gran Maestre.

Los Cardenales, en línea con Pilatos, entregan a los condenados al preboste de París que los pone en prisión. El Rey queda informado de inmediato. Sabe que se precisa una decisión rápida y Nogaret consigue reunir el mismo día el Consejo Real en el palacio, el cual decide ejecutarlos, lo que puede hacer pues el Rey es juez. Y ese mismo día, al atardecer, Nogaret ha conseguido preparar la hoguera.

Jacques de Molay y el preceptor de Normandía Geoffroy de Charnay son conducidos a una pequeña isla en el río Sena de París donde se prepara el suplicio. Molay sube a la hoguera instalada en la isla de los judíos, detrás de los jardines del palacio del rey en la Cité, pide que le desaten las manos para poder juntarlas para rezar. Es el 19 de marzo de 1314. Otros 113 templarios le habían precedido en la hoguera en 1310.

"Dieu vengera notre mort”
"Dios sabe quién se equivoca y ha pecado y la desgracia se abatirá pronto sobre aquellos que nos han condenado sin razón.
Dios vengará nuestra muerte. Señor, sabed que, en verdad, todos aquellos que nos son contrarios, por nosotros van a sufrir."
“Papa Clemente, rey Felipe:
Antes de un año yo os emplazo a comparecer ante el tribunal de Dios para recibir vuestro justo castigo.
¡Malditos, malditos!
¡Seréis malditos hasta la trece generación de vuestra estirpe!”

Jacques de Molay fue quemado el día 18 de Marzo de 1314.

Y las predicciones o maldiciones fueron en este orden:

Clemente V (20 de abril de 1314), Felipe IV (según Maurice Druon, a causa de un accidente cerebrovascular durante una expedición de caza el 29 de noviembre de 1314) y finalmente Guillermo de Nogaret (envenenado ese mismo año).







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