Este segundo grado en el cual habéis sido admitido, es el resultado
natural de vuestros esfuerzos en el primero: habiendo aprendido, tenéis que probar,
o sea demostrar en la práctica, con una actividad fecunda, vuestros conocimientos
y reconocimientos interiores. En esto esencialmente estriba la cualidad de Compañero,
u Obrero de la Inteligencia Constructora, que se ha convertido en tal como resultado
de un aprendizaje fiel y perseverante.
Su iniciación efectiva en el Arte,
como obrero o artista, lo hace compañero de todos los que lo practican en comunidad
de ideales y finalidades, compartiendo el pan de los conocimientos y capacidades,
adquiridos por medio del estudio y de la experiencia, como resultado de los esfuerzos
en una actividad útil y constructiva.
El sentimiento de solidaridad o compañerismo
que nace de tal íntima comunión, es o debería ser la característica fundamental
de este grado masónico. El Aprendiz, en virtud de sus conocimientos todavía rudimentarios,
y de su simbólica incapacidad para una Obra realmente eficiente, por no haber sido
todavía probadas su perseverancia y firmeza de propósito, no puede sentir aún esta
solidaridad que nace del sentimiento de igualdad con los que practican el Arte;
sino que debe de esforzarse constantemente para estar en aplomo con los Principios,
y poder llegar asía nivel con los que se han establecido en los mismos.
La
libertad es el ideal y la aspiración del Aprendiz, cuyos esfuerzos se dirigen principalmente
a libertarse del yugo de las pasiones, de los errores y vicios; pues cada vicio
es un vínculo (según la etimología de la palabra) que lo detiene y retarda su progreso.
Por medio del esfuerzo vertical, simbolizado por la plomada (en sentido opuesto
a la gravedad de las propensiones negativas que constituyen la polaridad inferior
de su ser), llega a conquistar aquella Libertad que sólo se encuentra en la fidelidad
a los Ideales, Principios y Aspiraciones más elevados de nuestro ser.
La
igualdad debe ser igualmente la característica del Compañero que aspira a elevarse
interiormente hasta su más alto Ideal y, como consecuencia, al nivel de los que
se esfuerzan en el mismo camino y para las mismas finalidades. En cuanto a la fraternidad
no puede ser sino el resultado de haberse identificado de una manera aún más íntima
con sus hermanos, cualesquiera que puedan ser las diferencias exteriores que, como
barreras, aparentan elevarse algunas veces entre los hombres.
Sin embargo,
el aprendizaje que habéis simbólicamente terminado, al ser admitido en el segundo
grado, no se ha acabado todavía: doquiera y en cualquiera condición, en cualquier
grado masónico, no cesamos de ser aprendices porque siempre tenemos algo que aprender.
Y este deseo o actitud para aprender es la condición permanente de toda posibilidad
de progreso ulterior.
Pero a la cualidad de Aprendiz debéis agregar algo
más: la capacidad de demostrar y poner en práctica en actividad constructiva los
conocimientos que habéis adquirido, y por medio de esta capacidad realizadora es
como llegáis a convertiros en verdaderos Compañeros.
Igualmente, la capacidad
de alcanzar un estado mental de firmeza, perseverancia e igualdad no os dispensa
de la necesidad de seguir esforzándoos para estar constantemente en aplomo con vuestros
ideales, principios y aspiraciones espirituales.
Cada grado masónico simboliza,
pues, una condición, cualidad, prerrogativa, deber y responsabilidad que se suma
a las precedentes sin que nos dispense de cumplir con ellas. Por lo tanto, la cualidad
de Compañero debe agregarse a la de Aprendiz de manera que, sin que cese el esfuerzo
para aprender y progresar, esta actividad se haga fecundos y productiva, según lo
expresa el sentido de la Palabra que indica el pasaje del primero al segundo grado.
Así, pues, por haber sido admitido en un grado superior, no debéis olvidar vuestra
instrucción de Aprendiz, ni tampoco dejar de seguir estudiando y meditando el simbolismo
del primer grado: el martillo, el cincel y la escuadra no os son menos necesarios
por el hecho de que aprendáis también el uso del compás, de la palanca y de la regla,
que los complementan, pero no los substituyen.
Cada grado masónico es, pues,
sobre todo, un nuevo grado de comprensión de la misma Doctrina, un grado ulterior
de capacidad en el uso de los mismos instrumentos, cuyas infinitas posibilidades
dependen sólo de nuestro desarrollo interior. Con el mar-tillo y el cincel, hará
el humilde cantero al principio de su carrera una piedra toscamente labrada; el
obrero experto un trabajo mucho más provechoso para los objetos de la construcción;
un artista de mayor habilidad sabrá hacer de ella un capitel u otra obra ornamental.
Pero el escultor que sabe expresar en dicha piedra un ideal de belleza, hará de
los mismos instrumentos un uso infinitamente superior, y el valor de su obra será
por cierto mucho mayor.
Lo mismo pasa con los grados masónicos, caracterizados
tanto por una mayor capacidad en el uso de los primeros y fundamentales instrumentos
del Arte, como por nuevos instrumentos simbólicos desconocidos en los primeros grados.
Más bien, el uso siempre más perfecto de los instrumentos elementales, es lo que
hace útiles y provechosos los demás que de nada servirían, para quien no hubiera
aprendido todavía a manejar los primeros.
No olvidéis, por tanto, al ingresar
en esta segunda etapa de vuestra carrera masónica, que todo vuestro progreso en
ella, como en las sucesivas, depende de vuestra crecida capacidad de interpretar
los elementos fundamentales del simbolismo del Arte, aprendiendo a vivirlos y realizarlos
en una forma siempre más perfecta y provechosa; ya que cada grado no es otra cosa
que una mejor, más iluminada, elevada y profunda comprensión y realización del programa
del Aprendiz, que será para siempre la base del Edificio Masónico, dado que en su
simbolismo se halla concentrada toda la Doctrina que se desarrolla y explica en
los grados sucesivos.
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