El Pelícano es uno de los principales símbolos de los Rosacruces
y del grado diez y ocho de la Masonería. Representa la consagración a la Gran Obra,
es decir, el cultivo del centro espiritual del Cristo. En el simbolismo masónico,
es el emblema mas característico de la caridad, como también de la muerte y del
renacimiento perpetuo de la naturaleza, ya que esta ave llega al Máximos del sacrificio,
perforando su pecho para abrir su corazón, permitiendo así que sus críos puedan
nutrirse cuando están desfalleciendo de hambre y de sed.
Dice Manlly P. Hall:
"En el simbolismo masónico, la sangre del Pelícano significa el Trabajo Secreto
por medio del cual, el hombre es elevado de la esclavitud de la ignorancia a la
condición de libertad conferida por la sabiduría".
Como el grado Rosacruz
se basa en el simbolismo rosacruciano y hermético, el Pelícano es una alegoría
del recipiente en el cual los experimentos de la alquimia, se realizan y la sangre,
es la misteriosa tintura, por medio de la cual los metales groseros son transmutados
en oro espiritual. Tanto la rosa como el Pelícano significan la más alta expresión
del amor humano y divino.
Es un ave marina que debe sumergirse en las aguas
para obtener su alimento y el de sus hijos. Los polluelos, siete, representan los
siete principales centros de energía o chakras, en relación con las glándulas endógenas:
pineal, pituitaria, tiroides, timo suprarrenales, páncreas y gónadas.
El
océano es una alegoría de las aguas de la vida que nos recuerda el primer capítulo
del Génesis donde dice: El Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas.
El agua es la base de toda vida, de toda transformación y de toda posibilidad de
evolución; es un símbolo que debiera llevarnos a meditar acerca del milagro de
la vida.
Así como en el planeta fue necesaria la existencia del agua para
la manifestación y la evolución de la vida, así también en el campo espiritual dice
la ciencia esotérica- las aguas de la existencia están representadas en la esfera
germinal, en donde duermen todas las posibilidades que se encuentran latentes en
el ser humano: el cuerpo, la salud, la genialidad, la armonía espiritual, la educción
de la sensibilidad y de la consciencia relativas.
El Pelícano representa
el aspecto crístico, es decir, la sensibilidad. Debe sumergirse en las alegóricas
aguas, para obtener de ellas su nutrición y su poder, porque es allí donde radica
la fuerza. Solamente la espiritualidad, solamente el centro místico que está en
relación con el corazón, puede dirigir a través de nuestro endoconsciente, el alimento
o nutrición espiritual a cada uno de los centros de energía.
Por eso se dice
que el Cristo se sacrifica para redimir al mundo; para redimirnos de nuestros vicios,
errores y salvarnos de la esclavitud de la materia, como así lo expresara San Pablo
en Gálatas 4, 19: Hijitos míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta
que Cristo sea formado en vosotros .
De la esfera de las aguas surge radiante
una cruz blanca (ver foto anexa); es la Cruz blanca del Redentora como bien lo decía
Eliphas Levi. La redención se obtiene cuando inteligentemente se trabaja en los
simbólicos cuatro estados de la materia, representados por la cruz, cuya radiante
blancura es la pureza, espiritualidad y sentido místico de aquél que transita conscientemente
el camino del ennoblecimiento y del perfeccionamiento espiritual.
Esta cruz
corresponde a la cruz del calvario, aquella con su base más larga que sus extremos.
La cruz no representa exclusivamente al cristianismo, pues según H. P. Blavatsky,
era ya conocida y utilizada para fines místicos, miles de años antes de nuestra
era. Era un símbolo cósmico y fisiológico, que figuraba indispensablemente en varios
rituales de Egipto, Grecia, Babilonia, India, China, México y Perú.
En Egipto,
Horus aparece algunas veces con la cruz larga latina, al igual que con la cruz pastoral
griega que también es egipcia. La cruz del calvario tan común en el mundo cristiano,
se encontró en el pecho de las momias.
Las letras simbólicas INRI, de la
cruz del calvario relacionadas con la crucifixión, significan esotéricamente en
latín: Igne Natura Renovatur Integra, es decir que la naturaleza toda, se renueva
por la acción del fuego. Profunda verdad, porque el calor en sus distintos grados
de actividad, permite todas las funciones, físicas, químicas y biológicas, actuando
en los cuatro estados de la materia: sólidos, ! líquidos, gases y el radiante o
ígneo.
Desde el punto de vista hebraico, la I es IAM (agua), N es NOUR (fuego),
R es RUACH (aire) y la última I es IABEHAH (tierra). Son los cuatro estados de la
dualidad Materia Energía, que permiten la constitución molecular y biológica y la
actividad psicoanímica del Ego evolucionante, porque son cuatro los elementos biogenesicos
absolutamente indispensables para toda vida: carbono, nitrógeno, oxígeno e hidrógeno.
La Rosa en el centro de la cruz, es el ideal místico de los Rosacruces. Es
el símbolo del alma, de la armonía y de la belleza interna que aspira a desarrollar
día tras día el sincero estudiante de lo espiritual.
La rosa es una flor
que cuando se cultiva y se cuida, es aromada, fragante, de gran belleza, de sutiles
y delicados encantos, pero si crece silvestre, sin atención, es pequeña, sin aroma
y pasa casi inadvertida. Así es el alma. El ser humano que se cultiva interiormente
se torna magnético, atractivo y esplendoroso para todos aquellos que entran en contacto
con él; pero quien no cultiva sensibilidad, bondad y armonía, sino emociones destructivas,
mente racional, egotismo, odios y pasiones de toda índole, entonces su alma, su
rosa espiritual se marchita, tornándose en un ser eléctrico y desagradable a quien
todos le huyen.
Hacer florecer la rosa en el centro de la cruz, es seguir
el sendero del amor fraternal y conscientivo.
El sendero de espinas en el
que nos punzamos con nuestros actos negativos, es el sendero del dolor, que nos
lleva a reflexionar cuando estamos transitando el sendero equivocado.
Amor
y dolor, son exactamente las dos vías que propician el despertamiento espiritual
de la humanidad. El amor, hace posible la elevación anímica y el dolor como reacción
a nuestros equivocados actos, nos lleva a meditar en que hay cosas de más trascendencia
en la vida y en la naturaleza, que nuestro egoísmo.
En la cima de la cruz
se encuentra una corona; es la consciencia que debemos actualizar día tras día
con sabiduría e inteligencia, para conocer todos los misterios de la Vida. De ella
sale un compás, símbolo masónico, que representa la capacidad de la consciencia
de incrementar los conocimientos y desarrollar mayor inteligencia y sabiduría;
el cielo infinito es la Vida Universal, el Alma del Mundo.
De la consciencia
humana normal debemos ir a la supra consciencia, que nos pone en contacto con nuestro
pasado y nos hace intuir proféticamente nuestro futuro; pero de la supra consciencia
debemos llegar algún día a la ultra-consciencia, consciencia Cósmica, que es el
ideal de todo aquel que esté transitando un sendero espiritual. Vincularse a la
consciencia Cósmica es unirse a lo Dios, a lo Divino, para seguir perfeccionándose
en tiempo y espacio.
Búsqueda en el
|
Copyright © 2018 - Todos los derechos reservados - Emilio Ruiz Figuerola