Mendicidad
Los Morochucos
Óscar Avilés, Alejandro Cortéz, y Augusto Ego-Aguirre.
Vals Criollo del Perú
Letra: Felipe Pinglo Alva
Música: Felipe Pinglo Alva
Según se cuenta,
Felipe Pinglo se inspiró en una anciana
que le pidió una
limosna cuando se encontraba junto a unos amigos
también
músicos en el restaurante Mercedarias en Barrios Altos.
Inmediatamente
después de darle una propina,
el Bardo, ante la falta de papel,
escribió los
versos de su nuevo vals
sobre unas servilletas (Mejía, 2009).
Cubierto de harapos, la faz macilenta,
el pobre
mendigo limosnea un pan;
implorando siempre la bondad ajena,
a todos
les pide una caridad.
Camina encorvado cual árbol añoso,
es prueba
viviente de tanta crueldad
con que el mundo azota a distintos seres
para ignominia de su bacanal.
Quién es, no se sabe, su ayer es
misterio,
de dónde ha venido, jamás lo dirá;
rayando la aurora sale
diariamente
a esperar que el mundo le prodigue el pan.
«Señor,
señorita, niño, una limosna»
pide con voz llena de angustia mortal
y
un «Dios se lo pague» que nos llega al alma
es el mejor fruto de nuestra
bondad.
Tal vez en su infancia gozó de grandezas,
quizás vivió
alegre en su pubertad;
hoy que ya declina su triste existencia,
vive
porque vive de la caridad.
Mendigo sin nombre tu tragedia afrentas
a este mundo vano, artero y falaz;
tú, con tus miserias y con tus harapos
vales más que el oro que el mundo te da.
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