Entre las numerosas controversias que resultaron desde mediados
y casi a fines del siglo XVIII por el continente europeo, y especialmente en Francia,
entre los estudiantes de filosofía masónica, los que con frecuencia resultaban con
la invención de nuevos grados y establecimiento de nuevos ritos, no siendo el menos
prominente que el que se refería a la persona y descripción del arquitecto del templo.
De aquí esta pregunta: ¿Quién fue el arquitecto del templo de Salomón? Fue contestada
de diferentes maneras por distintos teóricos, y cada contestación daba origen a
un nuevo sistema, cuyo hecho de todas maneras era sorprendente en aquellos tiempos,
tan fecundos en la producción de nuevos sistemas masónicos. La teoría general de
entonces es la misma de ahora, que éste arquitecto era Hiram Abif, el hijo de la
viuda, que había sido enviado el Rey Salomón por Hiram, Rey de Tiro como u n precioso
regalo, y “era un curioso obrero adivino”. Esta teoría la apoyan los textos de las
escrituras judías que hasta donde pueden dar una luz sobre la leyenda masónica.
La teoría de los Masones ingleses primitivos estaba enunciada como históricamente
correcta en la primera edición del Libro de las Constituciones, publicado en 1723,
y continúa considerándose, desde entonces, como la opinión de todos los Masones
ingleses y americanos; y es, hasta la fecha, la única teoría admitida por los Masones
de los dos países que conocen la teoría sobre la materia. Ésta, por lo tanto, es
la fe ortodoxa de la Masonería.
Mas no sucedió así, en el último siglo, en Europa.
Al principio, la controversia surgió, no relativa a dicho nombre, sino a su debida
denominación. Todas las partes convienen que el arquitecto del templo fue dicho
Hiram, el hijo de la viuda, descrito en el primer Libro de Reyes, (VII, 13-14),
y en el segundo Libro de las Crónicas, (II, 13-14), dice haber venido de Tiro con
los obreros del templo que habían sido enviados por el Rey Hiram a salomón. Unos
lo nombraban Hiram Abif, y los otros admitían que su nombre original era Hiram,
nombre supuesto, por su habilidad que había mostrado en la construcción del Templo,
y se le confirió el afijo memorable de Adon, significando Señor o Maestro, de cuyos
nombres proviene Adonhiram. Además, existió en el Templo otro Adoniram, a quien
será necesario dedicar una pocas palabras para el mejor entendimiento del asunto.
El primer conocimiento que tenemos de este Adonhiram en las escrituras está en el
segundo libro de Samuel, (XX, 24) donde en la forma abreviada de su nombre, Adoram,
se dice era “en el, tributo” en la casa de David; o como traduce Gesenius “perfecto
en el servicio de tributo”, o como diríamos en la frase moderna, ‘cobrador principal
de las contribuciones’.
Siete años después lo encontramos ejerciendo el mismo
oficio en la casa de Salomón, lo dice el 1 de los Reyes IV, 6, que Adonhiram, “hijo
de Abda, estaba en el tributo”. Y, por último, después sabemos que ocupaba el mismo
puesto en la casa del Rey Rohoboam, el sucesor de Salomón. Cuarenta y siete años
después se menciona en el Libro de Samuel (1 Reyes xii, 18) que fue muerto a pedradas
al hacer la dimisión de su cargo por el pueblo que estaba indignado de las opresiones
de su amo. También los comentadores se han visto embarazados y no han acertado a
decidir si el cobrador de impuestos en tiempo de David, de Salomón y de Rehoboam
fue la misma persona, pues no hay razón para dudarlo; también Kitto dice, (Encyc.
Bib.) “resulta muy inverosímil, no obstante el caso de que dos personas del mismo
nombre desempeñase sucesivamente el mismo cargo, y no aparece ejemplo alguno en
que el nombre del padre se aplicase a su hijo. Encontramos también que no transcurrieron
más que cuarenta y siete años entre el primero y el mencionado al último de los
Adoniram que fue “en el tributo”; y siendo éste también un largo período de servicio,
no es demasiado largo para una vida, y la persona que tuvo ese cargo a principios
del reinado de Rehoboam había permanecido en él bastante tiempo para hacerse odioso
al pueblo, y de todo esto resulta lo más probable el designarse en lo absoluto ser
en ambos casos la misma persona”.
Las leyendas y tradiciones de la Masonería
que relacionan a este Adoniram con el Templo de Jerusalén, se deducen y apoyan en
el único pasaje del primer Libro de los Reyes (V, 14) donde citan que Salomón hizo
una leva de treinta mil obreros de entre los israelitas, enviándolos en series de
diez mil cada mes a trabajar en el monte Líbano, bajo el mando de Adoniram a quien
les nombró como superior.
Los autores de rituales franceses, que no estaban versados
en el hebreo, confundían a veces estos dos importantes personajes de tal manera
que, en ocasiones, no encontraban la distinción entre Hiram el Arquitecto, que había
sido enviado de la corte del rey de Tiro, y Adoniram, que había sido empleado siempre
en la corte del rey Salomón. Este error se extendió aún más y se hizo más fácil
por haber usado el prefijo Adon, ‘Señor’, ‘Maestro’, haciendo entonces, Señor Hiram.
También el año 1744, Luis Travenol publicó
en París, bajo el pseudónimo de Leonardo Gabanon, una obra intitulada Cathechisme
des franc Maçons, precedé d’une abregé de l’histoire d’Adoram, etc., et d’une explication
des ceremonies qui s’observent à la récéption des Maîtres, etc., dice en esta obra
el autor: “Además de los cedros del Líbano, Hiram hizo un regalo aún más valioso
a Salomón, en la persona de Adonhiram, de su misma raza, el hijo de una viuda de
la tribu de Neftalí. Su padre, llamado Hur, era un excelente arquitecto y trabajador
en metales. Salomón, sabedor de sus virtudes, sy mérito y su talento, lo distinguió
con el puesto más eminente, confiándole la construcción el Templo, y la dirección
de los trabajadores”.
Por el lenguaje de este extracto, y la referencia en el
título del libro a Adoram, que sabemos era el nombre del cobrador de impuestos de
Salomón, es evidente que el autor del catecismo ha confundido Hiram Abif, que vino
de Tiro, con Adoniram el hijo de Abda, quien vivió siempre en Jerusalén; así es
que con ignorancia imperdonable de la historia de la escritura y tradición masónica,
supuso que las dos eran una y la misma persona. No obstante este desatino, el catecismo
se hizo popular entre los Masones de ese tiempo, y es así como surgió el primer
cisma o error referente a la leyenda del grado de Maestro.
Por fin, otros ritualistas,
viendo la inconsistencia en referir las individualidades de Hiram, el hijo de la
viuda, y de Adoniram, el cobrador de impuestos, y la imposibilidad de reconciliar
los hechos discordantes en la vida de ambos, resolvióse cortar el nudo gordiano,
rehusando dar al primero cualesquiera posición masónica y dando sólo al último el
cargo de arquitecto del Templo. No puede negarse lo que relata Flavio Josephus respecto
a Adoniram, o, como llama, Adoram, que era el que emprendía los trabajos y había
sido colocado en el mando y dirección de los obreros que preparaban los materiales
en el monte Líbano, y refiere también de Hiram, el hijo de la viuda, que era un
artesano hábil, especialmente en metales, pues él solo había hecho los trabajos
para el Templo de conformidad con los deseos de Salomón. De este aparente colorido
de autoridad sobre esta opinión, pretendieron su derecho luego los Adoniramites,
resultando de ahí uno de sus más prominentes ritualistas, Guillemain de St. Victor
(Rec. Prec.) quien propone así su teoría: “Todos estamos de acuerdo que el grado
de Maestro está fundado en el arquitecto del templo. Ahora bien, las escrituras
positivamente así lo afirman en el cuarto verso del capítulo V del libro de los
Reyes, dicha persona era Adoniram. Josephus y todos los escritores sagrados dicen
la misma cosa, e indudablemente se le distingue de Hiram el Tirio, el trabajador
de metales. Es pues Adonhiram a quien estamos obligados a honrar”.
Hubo también
en el siglo XVIII, como a mediados o fines de él, tres escuelas entre los ritualistas
masónicos, miembros estaban divididos en opinión respecto a la debida identidad
del arquitecto de este Templo:
Thory no intenta contestar a ninguna de ellas en su Nomenclatura
de los Ritos, donde si alguna cosa se supiese sobre este asunto, sería lo más probable
en encontrarla.
Ragón, es cierto, atribuye este rito al Barón de Tschoudy. Pero
como él señala la calidad de autor en la misma persona, en cuyo relato se descubren
sus errores, no cabe la menor duda que, tanto la primera como la segunda de sus
opiniones, son erróneas. El Caballero de Lussy, conocido también con el título de
barón de Tschoudy, fue en verdad un ritualista distinguido. Fue quien fundó la orden
de la estrella Flamígera, y tomó parte activa en las operaciones del Concilio de
los Emperadores de Oriente y Occidente; pero no existe una evidencia, con excepción
de las aserciones de Ragón, de haber establecido o participado de alguna manera
con el rito Adonhiramitico.
Yo atribuyo la transformación a una doctrina definida,
para lo cual estoy dispuesto si es que no fuese la creación efectiva del rito de
la Masonería Adonhiramita, a Luis Guillemain de St. Victor, quien publicó en París,
en 1781, una ubra titulada Receuil Precieux de la maçonnerie Adonhiramite, etc.
Como este volumen contenía únicamente el ritual de los primeros cuatro grados, se
publicó otro en seguida, en 1785, que abarcaba los grados altos del rito. Ninguna
persona que observe con atención estos volúmenes dejará de percibir que el autor
escribe como aquel que ha inventado, o al menos modifica materialmente el rito,
que es el objeto de sus labores. De todas maneras, esta obra suministra las únicas
relaciones auténticas que poseemos de la organización del sistema Adonhirámito de
la Masonería.
El rito de la Masonería adonhiramita consta de doce grados, como
sigue, los nombres se dan, además, en francés e inglés:
Esta es la lista completa de los grados Adonhiramitos.
Tanto Thory como Ragón están errados al insertar un décimo-tercer
grado que titulan, el Noachite o Caballero prusiano. Han incurrido en este equívoco,
debido a que Guillemain ha insertado este grado al final de su segundo volumen,
pero simplemente como una curiosidad masónica, y dice haber sido traducidos del
alemán por M. de Beraye. No tiene ninguna relación con la serie de grados precedentes,
y Guillemain positivamente declara que la Rosa Cruz es el non plus ultra, la cima
y término de su rito.
De estos doce grados, los primeros diez se ocupan de las
transacciones del primer Templo; el undécimo con asuntos relativos a la construcción
del segundo templo; y el duodécimo con la del simbolismo cristiano de la francmasonería
que es peculiar a la Rosa Cruz de cada rito. Todos los grados han sido prestados
del rito Antiguo y Aceptado, con ligeras modificaciones, que rara vez han mejorado
su carácter. En suma, la extinción del rito Adonhiramito puede de una manera muy
remota considerarse como una pérdida para la Masonería.
Mackey, A. Gallatin (1981) Enciclopedia de la Francmasonería.
Búsqueda en el
|
Copyright © 2018 - Todos los derechos reservados - Emilio Ruiz Figuerola