 
 
Los pilares más extraordinarios en la historia de la Escritura 
fueron los dos erigidos por Salomón en el pórtico del Templo, a los cuales Josefo 
(Antig. Lib. I, cap. II) describe así: “Además, este Hiram hizo dos pilares huecos, 
cuya parte externa era de latón, y el grosor del latón era de cuatro dedos de ancho, 
y la altura de los pilares era de dieciocho codos (27 pies), y la circunferencia, 
de doce (18 pies). Y encima de cada capitel descansaba un lirio de metal fundido, 
elevándose hasta una altura de cinco codos (7 ½ pies), alrededor del cual quedaba 
una red rodeada de pequeñas palmas de latón, que cubrían los lirios. Y de los lirios 
pendían un par de ristras de doscientas granadas. El pilar que erigió a la derecha 
de la entrada del pórtico (en el sur), lo llamó Jachin, y el de la izquierda (o 
norte), lo llamó Boaz”. 
Se ha supuesto que Salomón, al erigir estos pilares, 
tenía referencias del pilar de la nube y del pilar del fuego que iban delante de 
los israelitas en el desierto, y el de la derecha o sur representaba el pilar de 
la nube, y el de la izquierda o norte, el del fuego. Salomón no los erigió como 
simples adornos del Templo, sino como conmemoración de las reiteradas promesas de 
Dios de soporte a su pueblo de Israel. El pilar Jachin, derivado de las palabras 
Jah, “Jehová”, y achin, “establecer”, significa que “Dios establecerá su casa de 
Israel”; mientras que el pilar Boaz, compuesto por b, “en” y oaz, “fuerza”, significa 
que “será establecido con fuerza”. Y así los judíos, al atravesar el pórtico del 
Templo, diariamente recordaban las abundantes promesas de Dios y se animaban mutuamente 
con la confianza en su protección y con gratitud por sus numerosos actos de bondad 
hacia su pueblo elegido.
LA CONSTRUCCIÓN DE LOS PILARES
No hay ninguna parte de la arquitectura del antiguo Templo que 
sea tan difícil de entender en sus detalles como la descripción hecha en la Escritura 
de estos pilares memorables. Mientras que su significado simbólico está íntimamente 
conectado con algunas de las partes más bellas del ritual de los Francmasones, éstos 
parecen tener una noción imprecisa de su construcción y de la verdadera disposición 
de las diversas partes de las cuales están compuestos. El señor Ferguson dice (Smith, 
Dicc.Bib.) que no hay aspectos relacionados con el Templo que hayan dado lugar a 
tanta controversia, o tan difíciles de explicar, como la forma de estos dos pilares.
Su situación, de acuerdo con Lightfoot, era dentro del pórtico, en la entrada 
misma, y en cada lado de la puerta. Por lo tanto, eran vistos uno a la derecha y 
otro a la izquierda, como el visitante que entraba en el pórtico. Y éste, se recordará, 
en confirmación, es el lugar exacto donde Ezequiel (XI. 49) trasladó los pilares 
que vio en su visión del Templo. “La longitud del pórtico era de veinte codos, y 
la anchura, de once; y él me trajo a las escaleras que subían al Templo, y había 
pilares en los postes, uno en este lado, y otro en ése”. La afirmación hecha por 
algunos escritores, según la cual no eran columnas proyectadas para soportar el 
tejado, sino simples obeliscos de ornamentación, no está sustentada por suficiente 
autoridad; y como Ferguson muy justamente dice, no solamente parecería el alto techo 
terriblemente débil, sino que habría sido imposible construirlo, con la imperfecta 
ciencia de aquellos tiempos, sin un soporte como éste.
Estos pilares, como 
ya hemos dicho, eran de latón, como los capiteles que los encabezaban y que estaban 
grabados. El grosor del latón de cada pilar era de “cuatro dedos, o la anchura de 
una mano”, lo que es igual a tres pulgadas. De acuerdo con las cuentas que aparecen 
en 1 Reyes VIII 15, y en Jeremías III 21, el perímetro de cada pilar era de doce 
codos. Y, ahora, conforme el cálculo judío, el codo usado en la medición de los 
edificios del Templo era de seis anchos de mano, o dieciocho pulgadas. De acuerdo 
con las tablas del Obispo Cumberland, el codo era bastante más, alrededor de veintidós 
pulgadas; pero yo creo que la medida expuesta por los escritores judíos es probablemente 
la más correcta, y ciertamente la más sencilla de calcular. El perímetro de cada 
pilar, reducido a la escala de medición inglesa, sería de dieciocho pies, y su diámetro, 
de unos seis.
El lector de las descripciones de estos pilares en la Escritura 
no se quedará perplejo con las aparentes discrepancias encontradas en las estimaciones 
de su altura dadas en los Libros de Reyes y en Crónicas. En el primero se dice que 
su altura era de dieciocho codos, y en el segundo, de treinta y cinco, altura ésta 
que Whinston observa que es contraria a las leyes de la arquitectura. Pero la discrepancia 
se reconcilia fácilmente, bajo el supuesto –que, de hecho, ha tenido que ser el 
caso- que en el Libro de Reyes los pilares se tratan por separado, y en las Crónicas, 
se ha sumado la altura de ambas; y la razón por la que en éste último la altura 
unitaria es treinta y cinco codos, en lugar de treinta y seis, que sería el doble 
de dieciocho, es que han sido medidos junto con sus capiteles. La mitad de un codo 
de cada pilar estaba escondido por lo que Lightfoot llama “el capitel entero”, es 
decir, la mitad de la profundidad de un codo del filo inferior del capitel que cubre 
la parte superior del pilar, haciendo así a cada uno, en apariencia, sólo diecisiete 
codos y medio más alto, o, como se vierte en el Libro de Crónicas, treinta y cinco 
codos.
Este es un método mucho mejor para la conciliación de la discrepancia 
que el adoptado por Calcott, quien supone que los pedestales de los pilares medían 
diecisiete codos de altura –una violación de todas las leyes de la proporción arquitectónica, 
la cual seríamos reacios a cargar sobre un tan “inteligente trabajador” como Hiram 
el Constructor. El relato de Jeremías está de acuerdo con el Libro de los Reyes 
en esto. La altura, por lo tanto, de cada uno de estos pilares era, en la medición 
inglesa, de veintisiete pies. El capitel medía cinco codos, o siete pies y medio 
más; pero como medio codo, o nueve pulgadas, era común al pilar y al capitel, la 
altura desde el suelo al capitel era de veintidós codos y medio, o bien treinta 
y tres pies y nueve pulgadas.
Ferguson ha llegado a una conclusión diferente. 
Dice en el artículo Templo, en el Diccionario de la Biblia, de Smith, que “de acuerdo 
con 1 Reyes VII. 15, los pilares medían dieciocho codos de altura y doce de perímetro, 
con capiteles de cinco codos de altura. Antes de esto había (versículo 19) otro 
miembro, llamado también capitel de lirios, de cuatro codos de altura, pero el cual, 
desde la segunda mención que de él se hace en el versículo 22, parece más probable 
que haya sido un frontón, el cual es necesario para completar el orden. Como estos 
miembros miden veintisiete codos, dejando tres codos, o 4 ½ pies, para la pendiente 
del tejado, todo el diseño parece razonable y adecuado”. El calcula, por supuesto, 
con la autoridad del Libro de los Reyes, que la altura del tejado del pórtico era 
de treinta codos, y asume que estos pilares eran columnas sobre las cuales se sustentaba, 
y con las cuales se unía mediante un frontón.
Cada uno de estos pilares estaba 
coronado por un capitel de cinco codos, o siete pies y medio de altura. La forma 
y construcción de este capitel requiere cierta consideración. La palabra hebrea 
usada aquí es (koteret). Su raíz se encuentra en la palabra (keter), que significa 
“una corona”, y es muy usada en Ester VI. 8, para designar la diadema del rey de 
Persia. La versión de los caldeos llama expresamente al capitel “una corona”; pero 
el rabino Salomón, en su comentario, usa la palabra pomo, significando “un globo 
o cuerpo esférico”, y el rabino Gershom lo describe “como dos coronas unidas”. Lightfoot 
dice que “era un enorme óvalo, de cinco codos de alto, y no sólo asentado sobre 
los pilares, sino también floreándolos o extendiéndolos, siendo más grande que los 
pilares mismos”. Los comentaristas judíos dicen que los dos codos inferiores de 
su superficie eran totalmente lisos, pero que los tres superiores estaban ricamente 
ornamentados. Vamos ahora a esta parte ornamental. 
En el Primer Libro de 
Reyes, capítulo VII, versículos 17, 20, 22, la ornamentación de los capiteles es 
descrita así:
Y reticulados y coronas trenzadas a modo de cadenas para los 
capiteles de las cimas de los pilares; siete para un capitel y siete para el otro. 
E hizo los pilares, y dos hileras sobre uno de los reticulados, para cubrir los 
capiteles con granadas; y del mismo modo para el otro capitel. Y los capiteles que 
había en el extremo de los pilares del pórtico estaban moldeados en forma de lirio 
y eran de cuatro codos. Y los capiteles sobre los dos pilares tenían granadas, colocadas 
sobre la prominencia que estaba detrás del trenzado; doscientas granadas en hileras 
alrededor de cada capitel. Y en la cima de los pilares había una moldura de lirios; 
así terminó el trabajo de los pilares.
Procuremos hacer esta descripción, 
que aparece algo confusa e ininteligible, más clara y comprensible.
Los “reticulados” 
son el primer ornamento mencionado. Las palabras así traducidas Lightfoot prefiere 
hacerlo como “matorrales fundidos”; y piensa que el verdadero significado del pasaje 
es que “en los capiteles se habían forjado curiosamente ramas, siete ramas situadas 
en la prominencia del óvalo, y éstas y sus hojas, curiosa y bellamente entremezcladas 
y entretejidas unas con otras”. Extrae su razonamiento para esta versión del hecho 
que la misma palabra se traduce por “matorral” en el pasaje del Génesis (XXII. 13) 
donde el carnero es descrito estando “atrapado en un matorral por sus cuernos”; 
y en otros diversos pasajes la palabra se traduce de forma similar. Pero, por otro 
lado, lo encontramos en el Libro de Job, donde evidentemente significa red hecha 
de mallas: 
Sus pies le meten en la red y camina sobre un cepo. (Job XVIII. 
8).
En 2 Reyes I. 2, se usa la misma palabra, traducida como celosía:
Ahaziah se cayó por la celosía de su habitación superior.
Yo no me siento, 
por lo tanto, inclinado a adoptar la enmienda de Lightfoot, pero coincide bastante 
con la versión recibida, así como con la tradición masónica, en que este ornamento 
era una simple red o tejido consistente en líneas reticuladas –en otras palabras, 
una celosía.
Las “coronas trenzadas a modo de cadenas” de que se habla después 
son de menor dificultad de comprensión. La palabra aquí traducida por “corona” se 
encuentra en Deuteronomio XXII. 12, donde claramente significa borlas: “Te harás 
unas borlas en las cuatro puntas del manto con que te cubras”. Aquí debería ser 
traducido también por borlas. “Las borlas a modo de cadenas”, supongo, estaban por 
lo tanto atados, y colgados, del trenzado referido anteriormente, y fue probablemente 
en este caso cuando eran usados sobre las prendas de los sacerdotes judíos de alto 
rango, proyectados como una “conmemoración de la ley”.
La “moldura de lirios” 
es el último ornamento que demanda nuestra atención. Y aquí la descripción de Lightfoot 
es tan clara y evidentemente correcta, que no vacilaré en citarla con todo detalle. 
“En la cima del pilar, incluso en el arranque del capitel, había un curioso y gran 
borde o círculo de lirios de metal fundido, que sobresalía cuatro codos bajo el 
capitel, y doblado entonces, cada lirio o larga lengua de cobre, con una curvatura 
limpia, y muy parecido a una corona florecida en la cabeza el pilar, como una curiosa 
guirnalda en cualquier lugar donde el capitel tenga su lugar”.
 
                   

Hay un error muy común entre los Masones, el cual ha sido adoptado en las láminas de nuestros Monitores [Manuales de Instrucción], sobre que había capiteles encima de los pilares, y que esos capiteles estaban coronados por globos. La verdad, sin embargo, es que los capiteles mismos eran “los pomos o globos” sobre los que nuestra conferencia, en el grado de Oficio de Compañero, alude. Esto resulta evidente de lo ya dicho en la primera parte de la descripción que precede. El lirio aquí mencionado no está del todo relacionado, como puede suponerse, con el lirio común –del que se habla en el Nuevo testamento. Era una especie del loto, el Nymph, o loto del Nilo. Era una planta sagrada entre los egipcios, y la encontramos en cualquier parte de sus monumentos, y usada en las decoraciones arquitectónicas. Es evidente, por la descripción en Reyes, que los pilares del pórtico del Templo del Rey Salomón fueron copiados de los pilares de los templos egipcios. Los mapas de la Tierra y las cartas de las constelaciones celestes que en ocasiones se han dicho que han sido grabadas sobre esos globos, tienen que referirse a los pilares, donde, según Oliver, una tradición masónica las sitúa en una antigua costumbre, ejemplos de la cual encontramos en la historia profana. Sin embargo, esto en absoluto carece de importancia, ya que la alusión simbólica está perfectamente conservada en las formas de los capiteles, sin necesidad de ningún grabado geográfico o astronómico. Siendo globulares, o prácticamente, significar que representan las esferas celeste y terrestre.


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