En ninguna otra época como en la presente, ha sido tan activa
la búsqueda de la luz, la Verdad, la belleza y la sabiduría.
Jamás han existido
tantas y tan diferentes organizaciones que pretendan dar la luz de la verdad. Por
todas partes aparecen instructores que pretenden haber encontrado algún método específico,
mediante el cual el hombre puede alcanzar el conocimiento de Dios, la paz interna
y la iluminación; conseguir el dominio de sí mismo; o adquirir riquezas, bienestar
y poder.
La gente va de un instructor a otro, buscando algo que les dé luz
y sosiego. Todos pertenecemos a algún grupo organizado de buscadores de la luz;
sea metafísica, esotérica u ortodoxa. Las organizaciones tales como «Nuevo Pensamiento»;
«Ciencia Cristiana» y «Unidad» cuentan sus afiliados por miliares. Cualquier pseudoinstructor,
capaz de hacerse oír o de prometer mucho, encuentra siempre quien le escuche.
En el caos originado por estas tendencias sectarias y adherencia a determinada
presentación de la verdad, la verdad misma queda olvidada, En el choque entre personalidades,
luchando cada una en favor de determinado instructor y de su enseñanza de la realidad,
la tranquila y susurrante voz de la sabiduría se apaga en la controversia sobre
doctrinas, dogmas y cismas; y en la energía que se disipa en la construcción y destrucción
de las formas, que la verdad puede asumir, se desvanece su verdadero significado
espiritual.
Ante tal confusión, no es extraño que muchos investigadores sinceros,
al contemplar la aparición y caída de instructores y escuelas de pensamiento, se
pregunten si es que la verdad puede encontrarse en alguna parte, ¿Es posible que
la unidad pueda estar velada por tantas y tan diversas formas? ¿Será imposible encontrar
una expresión de la verdad que sea incluyente y no excluyente? ¿Habrá una enseñanza
de la Sabiduría Antigua que venga a satisfacer la necesidad universalmente sentida?
¿Será posible crear una organización cuyas características sean la impersonalidad
y la más amplia tolerancia y que, a la vez, haga hincapié en principios esenciales
que todos puedan aceptar, pasando por alto todos aquellos detalles susceptibles
de controversia?
Seguramente ha de haber algo que nos guíe con seguridad
en nuestro avance hacia el origen de toda luz y toda vida, y que hemos de encontrar
algún poste indicador que sea suficiente para guiar en su camino al peregrino que
trata de evitar los tropiezos a que está expuesto en la oscuridad.
En efecto,
existe la organización, depositaria de la verdad, cuya plataforma es tan amplia
y cuya enseñanza de la verdad es tan universal, que es capaz de satisfacer la necesidad
del mundo.
Es un hecho curioso, sin embargo, que esa organización es tan
extensamente conocida, que nuestra misma familiaridad con ella es causa de que se
nos oculte su verdadero objeto. El conocimiento que de ella se tiene es tan general,
que las enseñanzas y las verdades que tiene la misión de impartir, quedan veladas
por la importancia que atribuimos al aspecto forma. La organización a que nos referimos
es la Masonería.
En todos los países del mundo es conocido y actúa «ese sistema
peculiar de moralidad, velado en alegorías e ilustrado por símbolos». Es muy probable
que la Masonería, en una forma u otra, haya existido siempre en nuestro planeta.
El estudiante de la Masonería, capaz de asimilar el conocimiento contenido en sus
rituales, y de comprender el significado espiritual de los símbolos, mobiliario
y alhajas de una logia, y de apreciar la idea subyacente en la acción que allí se
desarrolla, percibirá gradualmente que esa Institución es depositaria de una expresión
incluyente de la verdad, y que en la forma simbólica del trabajo masónico se ha
preservado, para beneficio de la humanidad, una revelación que (cuando se investigue)
dará la clave del misterio del universo y será un guía que permita al hombre llegar
al corazón de su propio misterio.
Es opinión de muchos y profundos pensadores,
que si en un momento dado desaparecieran de la faz de la tierra todas las religiones,
iglesias y sectas ortodoxas, con sus diversas exposiciones de la verdad, esa pérdida
se compensaría con la comprensión de la Masonería. El estudio del simbolismo y la
aplicación práctica de las reglas de moralidad y ética, que ella inculca, permitirían
reconstruir todo cuanto el hombre necesita conocer acerca de Dios, de Sus obras
y leyes que rigen la economía del universo; y descubrir la relación existente entre
el alma individual del hombre y la Superalma, así como la conexión entre la unidad,
parte integrante del gran Templo en construcción, el Gran Arquitecto de Cuya idea
el Templo es una revelación .
Dos son las vías de acercamiento que se ofrecen
al pensador ordinario, cuyo desarrollo le han de demostrar la verdad o falsedad
de lo que se acaba de afirmar. Una es seguir el desenvolvimiento del cuerpo de doctrina
a través de las edades, tratando de encontrar los antiguos hitos, que demuestran
la continuidad de la enseñanza y su aplicación universal. Otro sería considerar
a la Masonería en su forma actual y demostrar que las verdades que ella encierra,
las enseñanzas que inculca y el espíritu que la informa son de posible aplicación
universal y servir de fundamento lógico sobre el cual pueda la humanidad edificar.
Esas dos vías de acercamiento se han seguido en sus etapas preliminares; pero no
se han llevado hasta su conclusión. Nuestro propósito en este artículo es patentizar
la amplitud todo inclusiva y la esencialidad de la plataforma masónica y demostrar
que, sí las actuales organizaciones masónicas, diseminadas por todo el mundo, reconocieran
su responsabilidad y aceptaran su herencia espiritual, la actual «oscuridad» de
la ignorancia y el general letargo e inercia, se trocarían en esperanza para los
que buscan la luz. No cabe duda de que puede elevarse en la tierra un Templo cuyas
puertas estén abiertas de par en par para que por ellas todos los hombres puedan
pasar y para que el mensaje procedente de sus precintos proclame la fraternidad,
la libertad y la igualdad; libertad de pensamiento, fraternidad de actitud e igualdad
de oportunidad, basada en la unidad de origen, de esfuerzos y de meta.
¿Qué
es la Masonería? Se nos dice que es «un sistema peculiar de moralidad, velado en
alegorías e ilustrado por símbolos». Consideremos, por un momento, el significado
de esas palabras, Sistema, según la definición de este término, es el desarrollo
de un plan determinado; la ejecución de un proyecto, con una finalidad definida
en vista, ¿Cual es el objeto, o finalidad, hacia el cual va encaminado el sistema
de moralidad, inculcado en la Masonería?
Es labrar la piedra bruta; transformar
el bloque sin labrar, por medio de las herramientas del albañil, el cortafrío, la
regla, la escuadra y el compás, en el perfecto sillar, de manera que asiente en
el templo de Salomón y sea una «piedra viviente» del Templo de la humanidad, En
la ejecución de su trabajo, y a medida que avanza hacia la luz, el aprendiz masón
pasa por muchas experiencias. Antes de llegar a Maestro artífice tiene que aprender
todas las fases de su oficio; hasta que finalmente perfecciona su técnica y se hace
merecedor del título de Maestro Masón, alcanzando así el grado superior de la Masonería,
el de Maestro de Sabiduría, Constructor bajo el G.·. A.·. del U.·. Tal es la finalidad
de la Masonería y tal es la meta de todo candidato, al ser admitido en los misterios.
Ha de convertirse en el perfecto sillar viviente; llegar a ser una columna del Templo
de Salomón o, como lo expresa el V.·. del C.·. S.·.: «llegar a ser un pilar del
Templo de mi Dios de donde no tenga que salir jamás»; ha de pasar por muchas
pruebas y ordalías y resucitar de entre los muertos, como lo hizo nuestro Maestro
Constructor, y así aprender el significado de la resurrección, por la cual se entra
en posesión de la luz y de la vida.
Según la definición, «Moralidad» significa
la capacidad de escoger entre el bien y el mal, la aptitud de discernir sabiamente.
Es muy significativo que, al instruir al candidato, se hace constantemente hincapié
en su libre voluntad, y cuando en el curso de las diversas iniciaciones ha de escoger
entre varias cosas, se le deja en entera libertad a fin de que él mismo sea el árbitro
de su propio destino. De esta manera se educa la mente a que razone y escoja, para
que llegue a ser un maestro más sabio. El candidato ha de ser enteramente libre
y venir por propia iniciativa y libre voluntad a solicitar que se le admita en una
Logia de Masones Libres y Aceptados.
Nos falta considerar las otras dos palabras:
alegoría y símbolo, que comprenden todo lo concerniente al arte masónico, los rituales,
accesorios de la logia e instrucciones, «Alegoría» es la representación pictórica
de algún hecho; es un método de inculcar en la mente no desarrollar, en forma de
cuadros, lo que los conocedores de Dios han experimentado y enseñado a través de
las edades. En las sublimes alegorías de la Masonería se ilustra para nuestro beneficio,
la acción de las leyes de Dios, según se manifiestan en la naturaleza y en el hombre,
y las consiguientes verdades acerca del desenvolvimiento de la conciencia humana,
su progreso y su destino final.
En el gran drama central de la Masonería,
se representa para nuestra enseñanza, aquello por lo cual «la entera creación ha
sufrido y laborado hasta ahora bajo el dolor esperando, que los hijos de Dios se
manifiesten»; puesto que solo un Hijo de Dios puede levantarse de entre los muertos
en la peculiar quíntuple manera en que es levantado el Maestro Constructor.
El simbolismo de la Masonería es susceptible de las interpretaciones más diversas;
sus signos, señales y palabras de reconocimiento, herramientas, pasos y mobiliario
del templo, así como el significado de sus luces mayores y menores conservan para
el iniciado aquellas verdades esotéricas que todo hombre necesita saber para encontrar
su camino «de la oscuridad hacia la luz; de la muerte a la inmortalidad; de lo ilusorio
a lo Real».
La Masonería, de consiguiente, no sólo es un sistema de moralidad,
que inculca la ética más elevada, la cual, si se practica, provoca el desenvolvimiento
de la divinidad; sino que además es una representación dramática de la regeneración.
Nos representa el restablecimiento de la oculta divinidad del hombre, haciendo que
se manifieste; representa la ascensión a los Cielos del hombre caído y, en la escena
que se representa en la Logia, nos demuestra el poder, latente en todo hombre, de
alcanzar la perfección, y la capacidad para adquirir plena visión e inteligencia
y, de esa manera, hacerse dueño de sí mismo y árbitro de su destino. Lo que es verdad
con respecto al individuo, lo es igualmente con respecto a la colectividad: por
tanto la Masonería nos ofrece la promesa del triunfo final de una humanidad cuya
medida es la perfección y cuyas filas están integradas por aquellos que, según las
palabras del L.·.del C.' . S.' .,"han alcanzado la medida de la estatura y plenitud
de Cristo", una humanidad formada por todos los hombres libres. En tal síntesis
termina el camino».
Además de ser un sistema de moralidad y un gran drama
de regeneración, la Masonería es una representación pictórica de la Gran Búsqueda.
Instintiva en todo hombre existe el ansia de saber y de expresarse, que es característica
de la evolución del reino humano, y que constituye la prueba de su verdadera naturaleza.
Esta verdad yace oculta en el nombre de nuestro Maestro Hiram Abif; pues
Hiram, según muchos estudiantes de la Masonería, viene de "Khy", que significa viviente
y de "Ram", lo que se levanta. El viviente Hijo de Dios que es levantado, de su
condición de caído, «a las alturas», según otra de las interpretaciones del nombre
«Ram». «Si soy levantado -dijo el Gran Carpintero de Nazaret- atraeré a todos los
hombres hacia Mi.» Estas palabras hacen referencia al misterio central de la Masonería.
Abiff quiere decir Padre, término con que se designa, en todas las religiones, al
Gran Aspecto Espíritu.
Los tres primeros grados de la Masonería representan
esta gran búsqueda o pesquisa. Progresivamente, el candidato recibe más luz; paso
a paso, su ansia de conocimiento va siendo satisfecha; pasa del estado de ignorancia
al del estudio, donde las artes y las ciencias le revelan sus secretos y dones.
Adquiere en su oficio la pericia que de él se espera; no obstante necesita algo
más. Ha de graduarse para algo mejor y más elevado. Debe encontrar la Palabra Perdida;
pasar por varias pruebas y probarse a sí mismo; para finalmente llegar a dominarse
y convertirse en un adepto de la sabiduría y en un instructor de otros; pagándoles
el salario que les es debido y guardando la Palabra que le ha sido comunicada ,
con su propia vida, si es necesario.
La Búsqueda se tipifica de tres maneras
en el curso de los tres grados: primero la Búsqueda de la iluminación representada
por el determinado avance del candidato hacia el Oriente, en la actitud del oyente
y del aprendiz. Por las enseñanzas que recibe, mientras circula por la Logia, aprende
que él mismo es trino, una entidad compleja que es la suma total de sus estados
mental, emocional y físico y que, no obstante, esas tres formas del ser encubren
una luz interna, análoga a la Gran Luz en el Oriente; luz que es necesario encontrar.
Esta verdad, con respecto a la búsqueda de la luz divina, está bien expresada
en una conocida leyenda que dice así : Hubo un tiempo en la historia de la raza
en que los dioses despojaron al hombre de su divinidad y reunidos en consejo trataron
de decidir donde esconderla. Uno de los dioses indicó que se llevara a otro planeta,
donde el hombre no podría encontrarla; pero otro dios se opuso diciendo que el hombre,
por naturaleza innata, era un gran viajero y que no había seguridad de que alguna
vez encontrara su camino hacia ese otro planeta. Escondámosla, dijo, en las profundidades
del mar, en el fondo del océano, porque allí estará segura. Pero otro habló manifestando
que el hombre era un gran investigador natural y que algún día conseguiría penetrar
en lo más profundo y escalar las mayores alturas. Así continuó la discusión hasta
que un dios de inteligencia más brillante se levantó y dijo: «Ocultemos la joya
robada de la divinidad del hombre dentro de él mismo, porque jamás la buscará ahí.»
Con este acuerdo el consejo se disolvió, pues los dioses comprendieron que habían
encontrado el lugar verdaderamente inaccesible. En verdad, durante edades parecía
como si la luz oculta en el hombre se hubiese perdido para siempre.
Poco
a poco, sin embargo, algunos descubrieron el secreto y aprendieron los medios para
encontrar la luz. Este conocimiento ha trascendido a determinados grandes grupos
de pensadores; de manera que hoy la religión y la Masonería nos ponen en camino
de descubrir las leyes que gobiernan la revelación de la luz.
Los rituales
que no se le deja conocer, y el trabajo de los grados cuya participación se le niega,
dan al Aprendiz idea de su ignorancia; mientras trabaja en el exterior del Templo
del Rey Salomón, tiene conciencia del misterio interno, el cual no puede penetrar
todavía. Adquiere práctica en el manejo de las herramientas del Aprendiz, y gracias
a la comprensión de su significado simbólico, labora en la formación de su carácter.
La luz, que ya ha recibido, le basta para comprender la necesidad de sabiduría y
para apreciar su indigencia. Pasa luego el segundo grado y empieza la gran Búsqueda
de la Sabiduría. En este grado aprende que la vida es una escuela y que por el fíel
cumplimiento de sus deberes y la lealtad hacia sus compañeros, podrá comprender
un poco de la sabiduría, fortaleza y belleza que el Gran Arquitecto del Universo
trata de expresar en Su Grandioso Templo.
En su trabajo, el Compañero aprende
otras muchas cosas; ya no está limitado al recinto externo del Templo de Salomón,
sino que tiene acceso al Santuario, donde aprende que hay otra etapa de desenvolvimiento
y otro paso que dar en el corazón del misterio de la Masonería. No le ha sido dado
todavía el penetrar en el Sancta Sanctorum.
Ha avanzado en conocimiento y
en el dominio de sí mismo; trata de unirse a sus compañeros sobre el nivel y de
ejemplarizar la libertad, la fraternidad y la igualdad; pero falta algo más todavía.
Vislumbra cada vez con más claridad, que la luz está dentro de sí mismo; luz que
es una con la que brilla constantemente en el Oriente; lo cual le prepara para la
etapa final del gran drama del desenvolvimiento del Alma, y para iniciar la Búsqueda
de la Palabra Perdida.
Esta es la búsqueda del Ego, el Alma, que es el verdadero
hijo de la Viuda, a quien la Madre ha de dar nacimiento. La palabra «viuda» tiene
origen en una palabra sánscrita que significa «faltar». Lo que falta en todas las
demás formas en la naturaleza (materia virgen, la oculta Virgen María), lo puede
encontrar y manifestar el ser humano. El candidato penetra ciego en el Templo. Destituido
y falto de luz, sabiduría y conocimiento del alma; pasa por las experiencias de
los dos primeros grados y por la dramática ocurrencia del grande y Sublime Grado
de Maestro Masón, a la plena posesión de su derecho hereditario y se convierte en
un Hijo de Dios, enriquecido por la luz, la plenitud de los dones que el Rey Salomón
confiere a sus Masones y la posesión de la Palabra, de la que se dice:
Considerada bajo este aspecto, ¿no encontramos en la Masonería
todos los elementos necesarios para la formulación de una religión universal? ¿No
es cierto, como ya se ha dicho, que si todas las religiones y todas las Escrituras
llegaran a desaparecer de la faz de la tierra y sólo quedara la Masonería en el
mundo, podríamos todavía reconstruir el gran plan de salvación? Es este un punto
que merece la más seria consideración de los Masones sinceros. Es patente, en la
esfera del pensamiento religioso actual, la gran necesidad que existe de que se
formulen las grandes verdades espirituales, de manera que lo comprendan todo y a
todos, que satisfagan y que estén libres de interpretaciones sectarias.
El
estudio de este punto convencerá al Masón sincero que, si la Masonería ha de alcanzar
su ideal, será imposible para él el ir contra ningún hombre ni contra ninguna religión.
Entonces se unirá a todos los buscadores verdaderos de la luz, cualquiera que sea
su creencia y su raza. Su preocupación será dejar brillar la luz y encarnar el espíritu
de unión y de fraternidad, en vez de dar ímpetu al odio ya la división.
Una
Masonería revitalizada, formada por Masones fieles a sus juramentos y que hayan
alcanzado la comprensión del Lazo Místico que los une en una Fraternidad real y
verdadera, nos proporcionaría un sistema filosófico tan universal y amplio,
que sería aceptable para los pensadores de toda clase y de todas las escuelas de
pensamiento. De esta manera, no sólo llenaría el anhelo del espíritu religioso proveyendo
una religión universal sino que satisfaría las ansias mentales, sentidas por todos
los pensadores de mente abierta. El mundo está cansado de las diferencias y de las
polémicas religiosas; harto de las controversias sobre cuestiones sociales, políticas
y económicas, entre los pensadores de todas las nacionalidades. El espíritu de separabilidad
y los problemas que suscita nos sofocan. La hermandad masónica, ajustada a las cláusulas
de su propia constitución y encarnada en sus propios principios, podría muy bien
ser el punto de convergencia, y dar al mundo un postulado de tanta amplitud, que
unos y otros podrían participar y desarrollar en cada uno la comprensión de los
puntos de vista y aspiraciones de los demás.
La Masonería enseña por la "voz
viviente del signo", y donde exista esta base de enseñanza no puede haber imposición
de autoridad o dictadura, porque cada uno es libre de interpretar el signo o símbolo,
como mejor pueda, y desarrollarse por el esfuerzo que para ello haga. Un signo o
símbolo es susceptible de muchas interpretaciones, y cuanto más se acerque el hombre
al Sancta Sanctórum del Templo de Salomón, mejor verá detrás de la forma y mayor
será la porción de verdad que obtendrá del símbolo. De consiguiente, la Masonería
será suficiente para muchas mentes, con tal que no trate de imponer arbitrariamente
una interpretación simbólica.
Se ha dicho que el verdadero Templo de la Humanidad,
del cual cada Logia de Francmasones es parte integrante, se ha erigido en tiempo
y espacio y que no tienen cabida en la verdadera Masonería las distinciones que
hacemos en nuestras mentes, basados en nuestros limitados sentidos. El Templo que
la institución construye es el de la unificación y armonización de la entera familia
humana; idea que está perfectamente compendiada en la bien conocida frase: «Dios
hizo de la humanidad una vasta fraternidad, «El mismo su Maestro y del Mundo Su
Logia».
En esta frase tenemos la visión y el ideal de una vastísima Fraternidad
en la que cada miembro coopere en armonía con los demás en la erección del edificio,
cada cual atento a su propia tarea. Dios mismo, el V.·. M.·., actúa por intermedio
de Sus Maestros Masones.
Al considerar este programa universal, es oportuno
hacer presente que la Masonería está basada en ciertos principios fundamentales,
tan tolerantes y de significado tan universal, que es difícil concebir cómo podría
excluirse de ella a individuo alguno de cualquier raza que fuese o a quién podría
negarse la entrada, con tal que el solicitante sea sincero y busque ansioso la verdad.
La primera cláusula de este programa se encuentra en lo que se declara con respecto
a «Dios y la Religión», en la constitución de 1723, que es la más noble expresión
que conocemos de la universalidad espiritual de la orden. Dice así :
«El
Masón, por el hecho de serlo, está obligado a obedecer la ley moral. Si comprende
debidamente el Arte, nunca será un estúpido ateo ni un libertino irreligioso. Pero
aunque en antiguos tiempos se recomendaba a los Masones de todos los países que
profesasen la religión de su país o nación, cualquiera que ella fuese, se considera
ahora más conveniente obligarles únicamente a que profesen la religión en la que
todos los hombres coinciden, reservándose sus opiniones particulares para sí mismos;
es decir, que sean hombres buenos y leales, u hombres de honor y honrados, cualquiera
que sea la denominación o creencia, por la que se distingan. De manera que la Masonería
viene a ser el lazo de unión y el medio de que personas que habían permanecido distanciadas
perpetuamente traben verdadera amistad.»
Ningún masón que acepte la declaración
que antecede y procure vivir de acuerdo con ella, llevará a su Logia ninguna cuestión
o disputa de carácter personal y mucho menos cualquier controversia sobre religión,
política nacional o internacional. Las cláusulas de carácter religioso incluidas
en dicha constitución no son más que tres y de naturaleza tan general que todos
pueden adherirse a ellas.
La primera se refiere a la creencia en Dios, en
sus tres aspectos, a quien se considera como el G.·. A.·. D.·. U.·., el Creador
del mundo material natural, que trae a la manifestación el cuerpo físico y material
(individual y cósmico). Este nombre se le aplicasen Su obra como la Tercera Persona
de la Santísima Trinidad, el aspecto Espíritu Santo, cobijando a la Virgen materia
a la que infunde vida e inteligencia. En cuanto al aspecto constructor de formas,
la gran fuerza de atracción del universo, el alma consciente e inteligente, se le
llama el G.·. G.·. D.·. U.·. La Segunda persona es la personificación de la fuerza
subjetiva que trajo los mundos a la existencia; «el Verbo era con Dios... y sin
El nada se hizo de lo que estaba hecho» (San Juan, I, 3). En el libro de los Proverbios
se representa la Sabiduría como diciendo: (otra vez el segundo aspecto en todas
las creencias) «yo estuve con El en el principio como Maestro Constructor» y gracias
a su actividad, se trazó el delineamiento del plan y se puso en movimiento el ímpetu
que llamamos Ley de Atracción en la naturaleza, o Amor, en términos del reino humano.
Finalmente, a Dios se le llama el Altísimo, significando el aspecto superior,
o Padre, la Vida Una, o Principio subyacente en toda manifestación, la energía central
que se da a conocer por medio de la fuerza y a través de la materia.
De modo,
pues, que para el Masón, Dios es la vida espiritual esencial que trajo todas las
cosas a la existencia; el factor coherente y preservador que mantiene todas las
cosas en el ser; y la substancia de Ia cual se han hecho todas las cosas. Primero
el Aliento del Altísimo; luego el Verbo y, finalmente, el descubrimiento del Verbo,
asumiendo forma material. Esta no es la representación de una Deidad antropomórfica
personal, ni se la representa de acuerdo con las diversas concepciones de una humanidad
dada a la controversia, sino que se le presenta como el gran constructor Creador
del Universo y como el Principio esencial subyacente en todas las formas. Todos
podemos coincidir en este terreno; aunque cada uno haya formado su propio concepto
y se imagine a Dios según su temperamento y tradiciones. Sin embargo, al encontrarse
con sus hermanos Masones en el recinto del Templo, se reservará su concepto privado
y limitado de la Deidad y reconocerá únicamente el gran Principio y Maestro Constructor
Cuyo «amor es más amplio que la medida de la mente del hombre» y quien es suficientemente
vasto y suficientemente grande para llenar todas las pequeñas fórmulas de verdad
con respecto a El, y, abarcándolas todas, ser más grande que cualquier concepto
acerca de El, Su Sabiduría, Fortaleza y Belleza, bastan para iluminarlos a todos
y unirlos a todos, sin dejar uno solo en la oscuridad y fortalecerlos a todos hasta
que encuentren su camino hacia la Luz.
Ya hemos tratado anteriormente de
los otros dos conceptos del credo masón; a saber: la inmortalidad del alma y la
fraternidad del hombre. Estos dos conceptos surgen naturalmente del concepto de
Dios como Padre, al dar a cada uno de Sus hijos vida e inmortalidad divinas y desarrollando
paso a paso el proceso de evolución, hasta que la unidad de parentesco y la unidad
de destino sean un hecho en la manifestación. De esta manera, mediante la práctica
de la fraternidad y la comprensión de los lazos que unen a todos los hombres, se
realizará aquello de «Un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, Quien
está sobre todo a través de todo y en todo» .
Este programa nunca ha servido
mejor su objeto que en el caso bien conocido, ocurrido en Oriente y que se cita
en una carta que el Gran Maestre Regional suplente escribió a Jorge William Speth:
«Acabo de iniciar a Moung Ban Ahm, un birmano que ha modificado sus creencias religiosas
hasta reconocer la existencia de un Dios personal; El Venerable era un parsi; uno
de los Vigilantes era hinduista, el otro un cristiano inglés; y uno de los diáconos,
mahometano».
Para ser admitido fue bastante que Ahm creyera en Dios, en la
inmortalidad del alma y en la fraternidad del hombre. Esto debería ser suficiente
en todo el mundo. «La Masonería, debiera dar de mano a toda controversia y antagonismo
sobre puntos no esenciales y abrir de par en par sus puertas y difundir su ideal
por toda la tierra.
Debemos tener presente que la Masonería no es específicamente
cristiana. En las Logias primitivas había muchos librepensadores. La Biblia no fue
una de sus Luces Mayores hasta 1760, en que se inició la cristianización de la Masonería.
En la proclama de la Gran Logia Unida de Inglaterra, en 1842, puede verse un intento
para contrarrestar esa tendencia. En dicha proclama se afirma que la actitud de
la Masonería no responde a religión alguna y que sus filas deberían estar abiertas
para todos. Es interesante notar también, que los judíos fueron admitidos hace 150
años; los hinduistas en 1865 y los mahometanos en 1836. Apóyenos, de consiguiente,
este amplia y generoso programa y neguémonos a limitar el ideal original con la
mezquindad de nuestro punto de vista.
Sistema Masónico de Gobierno
La Masonería es un organismo verdaderamente democrático, en lo
que respecta a su sistema de gobierno. No obstante, está modelado de acuerdo con
la divina Jerarquía que gobierna, desde el lado subjetivo de la vida, todo nuestro
universo. Las dimensiones de la logia son (simbólicamente expresadas) «longitud
de Este a Oeste, y en anchura de Norte a Sud y alcanza desde la altura más elevada
al centro». Con tal que el hombre sea «libre y de buenas costumbres» no tiene impedimento
para ser masón Libre y Aceptado. Todos entran en la Logia en igual condición de
ceguera y pobreza y tienen todos las mismas oportunidades en los precintos del templo.
En la Logia ideal, todos llegan finalmente a sentarse en el Oriente y a ocupar el
sitial del Rey Salomón, lo cual simboliza la igualdad de todos los Hijos de Dios
y la unidad de la Gran Obra. Así en el trabajo dentro de la Logia todos se reúnen
en el mismo nivel y se separan siempre sobre la escuadra y son, uno en espíritu.
No es posible en los límites de un artículo como este, tratar más que ligeramente
del bello simbolismo de una Logia de Masones, en lo que se refiere al gobierno de
la misma, Aunque existe igual oportunidad para todos y un espíritu de verdadera
democracia, el gobierno de una Logia, simbólicamente hablando, está confiado a sus
tres dignidades principales, que con cuatro más constituyen una Logia de Masones.
Los tres funcionarios principales representan las tres personas de la Trinidad,
los tres aspectos de la Deidad, mientras que los siete, que constituyen la Logia,
representan el septenario de existencia espiritual, por cuyo medio, se puede considerar
que desarrolla Dios su obra. Reciben diversas denominaciones, tales como: Los «Siete
Espíritus ante el Trono», los Siete Arcángeles, Artesanos, Constructores, Rayos
y Logos Planetarios, de acuerdo con la terminología o creencia determinada de cada
exponente. Estos siete rigen durante el período de su mandato a los «Masones Libres
y Aceptados» que se sientan como «columnas» del Templo; y puesto que todos pueden
ocupar los sitiales a su vez, tenemos en una Logia de Masones la representación
simbólica de una democracia verdadera y una autocracia vital actuando simultánea
y armónicamente.
Para terminar, se puede considerar este interesante tópico
tanto desde el punto de vista del mundo como desde el punto de vista individual.
No obstante las imperfecciones de la Orden y de la materialidad con que la Masonería
en general se manifiesta actualmente; no obstante la pérdida de visión y de ideales
que la caracterizan en determinados sectores, la Masonería, como movimiento mundial,
ha sido el custodio a través de las edades de la Verdad y de un método de llegar
a ella; método que sólo ahora va asumiendo la importancia que debería tener. Los
símbolos, los rituales, los signos, los toques y las palabras de paso y todos los
elementos de los antiguos misterios se han conservado intactos.
Tenemos
la organización, tenemos la forma, tenemos el trabajo, tenemos los rituales, tenemos
el simbolismo y las alegorías y tenemos todo lo que necesitamos para representar
el gran drama del desenvolvimiento del Alma.
Se ha dicho, muy acertadamente,
que el primero y más importante propósito y el principal fundamento de nuestra Orden,
sobre el cual descansa y que ningún poder humano puede destruir, es preservar un
cierto misterio, para transmitirlo a la posterioridad; un misterio que no ha llegado
desde los tiempos más remotos, desde el primer hombre; y del cual depende, quizás,
el porvenir de la raza humana. Pero este misterio es de tal carácter, que no puede
conocerlo ni utilizarlo quien no se haya preparado por medio de una prolongada y
completa purificación de sí mismo; por tanto, no todos pueden esperar poseerlo.
Cuando hayamos puesto nuestra casa en orden y hayamos comprendido el significado
de nuestros juramentos; cuando cumplamos con nuestra Magna Carta; cuando seamos
universales, como deberíamos ser, entonces el poder Dios descenderá y tendremos
una gran agrupación de Masones espiritualmente hablando. Cuando suministremos un
programa amplio que sea todo inclusivo y no exclusivo; cuando no vayamos contra
nada ni contra nadie, dando ejemplo de fraternidad; entonces ejecutaremos la Gran
Obra y la Luz del G.·. A.·. D.·. U.·. brillará de nuevo en su templo. Entonces tendremos
en el plano físico, en manifestación objetiva y tangible, el restablecimiento de
los misterios, los cuales, aunque los hemos tenido siempre en limitada escala, han
perdido su eficacia hasta que el hombre pueda consciente e inteligentemente penetrar
en el templo por su propia y libre voluntad, Los misterios en toda su eficacia han
sido retirados desde hace muchos siglos, porque los hombres no se han libertado
todavía de la tradición, de la autoridad impuesta y de las supersticiones. Hemos
de ser libres antes de poder tomar parte en los misterios. ¡Liberémonos de trabas!
Esto no es un ideal imposible, sino realizable. Los signos de la época nos anuncian
que el día está cercano.
El movimiento masónico tiene ante sí una oportunidad
de ser útil, que a muchos les ha pasado inadvertida. La mayoría de los Masones no
se han dado cuenta de lo que ocurre y todavía no han visto la belleza de su ritual
ni la verdadera utilidad del trabajo de su taller. Cuando reclamen la herencia que
les pertenece y se den cuenta del privilegio que significa el ayudar en la unificación
de los muchos grupos dispersos y proveer una técnica y una demostración que iluminen
la investigación individual, entonces tratarán de comprender su obra y trabajarán
en la construcción del templo. Entonces tendremos en el mundo una organización apoyada
sobre una base tan amplia y tolerante que nos dará no sólo un postulado universal
aceptable para los pensadores de todas las escuelas de pensamiento, sino también
una religión universal y una forma de gobierno que pueda servir de modelo a todos
los pueblos de la tierra.
El concepto se reduce, de consiguiente, a la actitud
de cada masón individual, pues ningún grupo es mayor que las unidades que lo integran.
Él es quien ha de iniciar la búsqueda por la luz y quien ha de ir en busca de la
Palabra Perdida.
NOTA: Este artículo es una de las varias conferencias
dadas por Alice Ann Bailey en Nueva York, que mereció los honores de la publicación
en The Master Masón, Revista Nacional Masónica de los Estados Unidos, editada por
la Masonic Service Association, 910 Seventeenth St, N. W. Washigton (EE.UU.)
Tomado de "Teosofía" Setiembre y Octubre 1932. ("Teosofía" fue la revista que
continuó la obra de "Sophia" y "El Loto Blanco" en España)
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