La Filosofía Hermética no es a nuestros ojos sino un tejido de fantasías, tal como la Alquimia parece definitivamente relegada a la necrópolis de las ciencias muertas. Hay una dificultad especial que motiva el descrédito de esas doctrinas. Es que hemos perdido la clave del lenguaje que les sirve para expresarse. En aquél entonces se ignoraba nuestra pretensión actual de términos rigurosamente precisos. Bastaban aproximaciones pues la verdad pura se consideraba como fatalmente inexpresable. El ideal de la Verdad no se deja aprisionar bajo ninguna fórmula o, dicho de otra forma, el espíritu fundamental del pensamiento es inasible. Un lenguaje figurado debieron emplear cada vez que se trata de hacer tomar cuerpo a las nociones trascendentes. Cualquiera de nosotros no se puede privar de tener que recurrir a las alegorías y a los símbolos. Esto no sería un capricho, sino que no hay otro medio de hacerse comprender (Comentario.- Esto sería un lazo común entre los hermetistas y nosotros). El autor señala que el hermetismo se dirige a los pensadores que una vocación innata les impulsa a profundizar todo. Las leyes universales de la generación, de la conservación y de la transformación de los seres no pueden ser representadas sino por esquemas de los cuales un espíritu superficial no sabría captar la dimensión. De esta forma, la enseñanza de los sabios permanece ininteligible para quien se detiene en el sentido exterior de las palabras. Por lo tanto, corresponde a cada uno iniciarse por sí mismo.
Alejandría fue, en su tiempo, la capital intelectual del mundo antiguo. Las escuelas alejandrinas atraían a sabios de todas las naciones, tanto de oriente como de occidente. En forma posterior y paralela comenzó a desarrollarse el cristianismo, sobre el cual el pensamiento alejandrino tendría una importante influencia. Sin embargo, los primeros cristianos fueron espíritus ardientes, espantados de los vicios de su época, los cuales ellos se proponían corregir. Eran hombres de acción, muy disciplinados. A ellos se oponían los autodenominados gnósticos, quienes se decían iniciados en los misterios de los antiguos hierofantes. Para éstos, los cristianos eran ignorantes peligrosamente fanatizados y groseros. Los discípulos de la gnosis aspiraban a llegar a ser confidentes directos de la divinidad y, por consecuencia, no creían sino en ellos mismos. El gnosticismo se subdivida en una multitud de sectas que ofrecían el espectáculo de una completa anarquía intelectual. Después de la conversión del emperador Constantino, se proscribió todo lo que se ligaba a los antiguos cultos y se persiguió en particular a los partidarios de la Gnosis. Considerados como heréticos, debieron disimular sus doctrinas bajo la cubierta de velos espesos. De esta forma, nacieron las ciencias secretas u ocultas, que un simbolismo ingenioso esconde de la curiosidad de los indiscretos (Comentario.- A pesar de esta afirmación de O. Wirth sobre el origen del esoterismo no hay que olvidar que las formas externas del hermetismo o del esoterismo en general son anteriores a las grandes persecuciones iniciadas por el cristianismo triunfante). En el primer rango figura la Alquimia, el arte de las transmutaciones metálicas, que sirvió de trama a todo un vasto sistema de alegorías. Se concibió la metalurgia mística, cuyas operaciones eran calcadas encima de aquéllas que la naturaleza realiza sobre los seres vivos. Una profunda ciencia de la vida se ocultó bajo símbolos especiales, se esforzó en resolver enigmas perturbadores y lanzó las bases de la medicina universal. Con el objeto de asegurar a todos los seres una salud inalterable y alejada de las miserias de la enfermedad, se propusieron conducir a cada cosa al mayor grado de perfección que potencialmente tuviese. Este es el arte que llamaron convertir el plomo en oro. Practicaban el Gran Arte, el Arte por Excelencia, el Arte Sacerdotal o Arte Real de los antiguos iniciados. Mientras que los “sopladores” vulgares se lanzaban a una cocina incoherente, de la cual se desprendió más tarde la Química, lo filósofos retenían el espíritu vivificante de la enseñanza de los maestros. Sin embargo, el grueso público confundió a los sabios con los locos y rechazó en bloque todo lo que no estaba bajo su comprensión inmediata o que no tenía el sello de los pontífices.
El hermetismo hace remontar el origen de todas las cosas a una radiación que parte simultáneamente de todas partes: es la Luz Infinita, el Aor Ensoph de los Cabalistas (el autor señala que las teorías alquímicas han sido resumidas con claridad notoria en 1864 por el Dr. Ch. De Vauréal en su Ensayo Sobre la Historia de los Fermentos, tesis de doctorado de la Fac. de Medicina de París). Esta Luz Creadora emana de un centro que no se encuentra en ninguna parte, pero que cada ser descubre en sí mismo. El Centro – fuente de toda existencia – se manifiesta en los seres como la fuente de su energía expansiva, la cual parece relacionarse con un fuego interno, que sería mantenido por lo que los alquimistas llaman su Azufre. El Principio Lumínico se manifiesta en relación con los otros seres bajo dos aspectos opuestos: converge hacia su centro bajo el nombre de Mercurio, después ella irradia de esta fuente original a título de emanación sulfurosa. El Mercurio hace entonces alusión a lo que entra y el Azufre a lo que sale, pero entrada y salida suponen un contenedor estable, el cual corresponde a lo que resta, dicho de otra forma, la Sal.
En todo lo que puede concebirse como existente se distingue Azufre, Mercurio y Sal. Porque no se sabría imaginar de nada que no tuviera su sustancia propia (Sal), sometida simultáneamente a influencias internas (Azufre) y externas (Mercurio). El Mercurio, que también toma el nombre de Azoth de los sabios, es aquello en lo cual todo reside originalmente. Pero por operación del Espíritu Divino el Verbo se encarna en el seno de una Virgen Inmaculada, que da nacimiento al Redentor. Este último no es otro que el Querer Particular armonizado con la Voluntad General, es el Azufre aliado al Mercurio en una Sal purificada. Esa alianza permite a la individualidad conquistar la plenitud del ser, de la vida y del pensamiento, porque los individuos no existen, ni viven ni piensan sino en la medida en que ellos llegan a asimilar el ser, la vida y el pensamiento de la colectividad de que son parte. Dicho de otra forma: no somos nada por nosotros mismos: todo proviene del Gran Todo. Por lo tanto, el ser humano debe buscar unirse estrechamente a la fuente permanente de todas las cosas. La intimidad de una unión semejante depende de la pureza a la cual es llevada la Sal. (Comentario.- De aquí la importancia de las purificaciones de todas las épocas, incluida la de la francmasonería.) La dominancia del Azufre exalta la iniciativa individual y se traduce por cualidades viriles, energía, ardor, coraje, audacia, comando. Inventa, crea, actúa, otorga. El Mercurio desarrolla las virtudes contrarias: lo femenino, dulzura, calma, timidez, prudencia, modestia, resignación, no inventa pero comprende, adivina y siente, ama el reposo especialmente espiritual, ensueña, imagina. La Sal engendra equilibrio, ponderación, estabilidad, es el medio conciliador, el símbolo de la sabiduría.
La Sal comprende el conjunto de lo que constituye la personalidad, por lo tanto, a la vez el alma y el cuerpo. La una, siendo lo que hay nosotros de celeste, y, el otro, lo que nos ata a la Tierra (símbolo: círculo dividido por diámetro horizontal). El segmento superior representa lo puro o inalterable. El segmento inferior se relaciona con lo heterogéneo, cambiante y accesible a los sentidos. Este dominio está sometido al imperio de los elementos. Este concepto de los elementos no tiene nada que ver con los cuerpos simples o puros. Éstas son abstracciones metafísicas que se distinguen de las cosas elementales. Los cuatro elementos se encuentran en todo objeto físico, pues la materia elemental resulta del equilibrio que se establece entre ellos. Elemento Tierra: escapa a nuestras percepciones, es la causa invisible de la pesadez y la fijación. Elemento Aire: produce la volatibilidad. Elemento Agua: contrae los cuerpos. Elemento Fuego: los dilata. A cada elemento se ligan cualidades elementales: seco, húmedo, frío, caliente.
Elemento | Acción | Cualidad elemental |
Representación | Símbolo Zodiacal |
Tierra | Pesadez y fijación |
Fría y seca | Buey de San Lucas |
Toro zodiacal de primavera |
Aire | Volatilidad | Caliente y húmedo |
Águila de San Juan |
Constelaciones otoñales |
Agua | Contracción | Frío y húmedo |
Ángel de San Mateo |
Acuario en invierno |
Fuego | Dilatación | Caliente y seco |
León de San Marcos |
Zodíaco en medio del verano |
Los elementos son figurados (toman figura o forma) en el ser humano por la materia corporal pasiva (Tierra), por el espíritu o soplo animador (Aire), por los fluidos vehículos de la vitalidad (Agua), por la energía vital fuente del movimiento (Fuego). La denominada circulación vital es un flujo dinámico que se sintetiza así: la Tierra es un recipiente poroso, que pueden atravesar el Agua y el Aire, para ir a alimentar al Fuego, que arde en el centro. Excitado por el Aire, el Fuego consume una parte del agua y vaporiza el resto. El vapor se abre paso a través de los poros de la Tierra y se eleva al exterior, pero el frío la condensa en nubes que se vacían en lluvia. El Agua, manteniendo al Aire en disolución, se acumula en la superficie del suelo, al cual embebe, para retornar al Fuego central.
Se establece la hipótesis de que el dominio de la circulación de los elementos en el ámbito humano individual puede tener un efecto de salud o terapéutico capaz de prolongar la vida. En otras palabras, habría magnetizadores o controladores de la energía (Comentario.- reiki, imposición de manos) capaces de ejercer sus capacidades terapéuticas. La manera de hacer volverse a su propia Tierra permeable interesa sobremanera al psicurgo, quien desea desplegar a plenitud su potencia.
La Piedra Filosofal es una Sal purificada, la cual coagula el Mercurio, para fijarlo en un Azufre eminentemente activo. La Obra comprende entonces tres fases: a) la purificación de la Sal, b) la coagulación del Mercurio, c) la fijación del Mercurio. La Materia filosófica (una entidad espiritual individual o persona) se encontraría por todas partes, pero cualquiera no sirve. Si se encuentra Materia conveniente, es imprescindible previamente limpiarla, a fin de desembarazarla de todo cuerpo extraño que pudiera adherirse accidentalmente a su superficie.
Después de haber tomado esta precaución, el sujeto es encerrado en el Huevo filosófico herméticamente cerrado. Es sustraído a toda influencia venida del exterior (déficit de estimulación mercurial) y su fuego vital termina por extinguirse. Este lenguaje desconcertante es posible comprenderlo merced a la traducción que puede hacer la francmasonería a través de sus costumbres (o mejor dicho, ritual). Está claro que corresponde al retiro de los metales y el encierro en la Cámara de Reflexión. El individuo “muere” y su personalidad se desdobla. La parte etérea se desprende y deja un residuo sin forma. Aparece el caos filosófico (color negro, cuervo de Saturno).
La materia cae en putrefacción (prueba de la Tierra). Los elementos que formaban parte de la Materia Orgánica se separan y se confunden en el desorden. Pero la masa putrefacta encierra un germen, a partir del cual una nueva forma comienza a estructurarse y comienza a calentarse, rechazando la humedad y envolviéndose en la sequedad o sequía. Se reconstituye la corteza terrestre que le separa del Agua. Así, la Tierra impura es sometida a un lavado progresivo, hay cambios de colores desde lo más obscuro hasta el blanco. La blancura es el símbolo del soplo aéreo o divino que penetra la Tierra para hacer el Niño Filosófico (Arcano 20 del Tarot).
El desarrollo seguirá su marcha, hasta obtener el color verde ( la Vida Vegetal) y luego el rojo, representante del Fuego Individual o Azufre Filosófico. Esto último se interpreta como la perfecta purificación de la Sal. Para conquistar la perpetuidad o movimiento sostenido de este estado avanzado es indispensable la iniciativa individual. Se trata de mantener la comunión del Ser Humano con Dios o armonía entre el Micro y el Macrocosmos.
En este estado el Sujeto toma el nombre de REBIS (res bina o cosa doble). Se le representa por el andrógino en el cual se une la energía viril y la sensibilidad femenina. El adepto vencedor de las apetencias básicas posee libertad y su espíritu domina sobre la materia.
Esto es conquistar la Quintaesencia, o sea, la esencia misma de la personalidad. Esta entidad tiene por símbolo al pentagrama o Estrella del Microcosmos o Estrella Flamígera.
Este es el emblema característico del Segundo Grado de los Francmasones, al cual no se puede acceder sino se ha logrado la purificación por los cuatro elementos. Por tanto, las pruebas iniciáticas están calcadas sobre las operaciones de la Gran Obra:
(Gran Obra) Alquimia |
Pruebas de la iniciación masónica |
Putrefacción | Tierra |
Sublimación de la parte volátil de la Sal |
Aire |
Ablución de la Materia |
Agua |
Espiritualización del Sujeto |
Fuego |
Según los ritos iniciáticos, la banda (en el sentido de antifaz) de la ignorancia profana cae de los ojos del Recipendiario desde que éste ha sido purificado por Los Elementos. Esta cuádruple purificación tiene por efecto de volver la corteza terrestre permeable y transparente.
También de ahora en adelante la luz exterior podrá ser percibida adentro. Pero no basta al iniciado ver la Luz, le corresponde extraerla, para concentrarla en el horno radical de su personalidad. Es lo que se llama Coagular el Mercurio. En vista de esta operación, el Fuego interior debe al comienzo ser estimulado.
El ardor central exterioriza así humedad anímica, la cual transforma la atmósfera individual en un medio propio para recoger y condensar la claridad difusa del AZOTH. Gracias a esta refracción, la personalidad acaba por impregnarse integralmente de Luz coagulada. Pero la conquista de una vida más elevada supone siempre una muerte preliminar. Ahora, esto no es más que el profano quien perece en el seno de las tinieblas para renacer a la Luz.
Es el Iniciado quien muere elevado por encima de la tierra y clavado sobre la cruz, en vista de cumplir la Gran Obra. Esta muerte representa el sacrificio total de sí mismo. Exige la renuncia a todo deseo personal. Es la extinción radical del egoísmo y, por consecuencia, la desaparición del pecado original. El Yo desaparece absorbido en el Yo de la Divinidad. Una absorción semejante inviste al ser humano de soberana potencia.
El ser que no es esclavo de nada llega a ser por este solo hecho amo de todo. Su voluntad no formula sino las intenciones mismas de Dios y a este título ella se impone irresistiblemente. Le corresponde ahora una misión redentora, desligada de toda mezquindad. Cuando la piedra filosofal es proyectada sobre los metales en fusión, es en oro filosófico que los transmuta, es decir, en un tesoro inalienable, cuyo valor es absoluto. Este oro se correlaciona con la más elevada suma de perfección de la cual es susceptible un ser, desde el triple punto de vista intelectual, moral y físico. Pero para convertir a otro a la perfección sería necesario ser perfecto uno mismo.
Esto, que parece imposible, se puede realizar porque no se habla de la perfección absoluta. Basta una modesta luz para contribuir a disipar las tinieblas y para curar a otros basta con estar sano. Sumisión y obediencia son indispensables pero solas no bastan para elevarse hacia Dios. La elevación es proporcional al grado de Amor del cual se es capaz. Es en el sentimiento que une a un individuo a todos los otros que reside la suprema virtud. El adepto que arde de este amor infinito obtiene el Sello de Salomón. Este signo dela potencia mágica se compone de dos triángulos entrelazados (Fuego y Agua). Representa la naturaleza humana unida a la naturaleza divina.
El Hexagrama o Estrella del Macrocosmos o emblema de la teúrgia, alianza de la Voluntad y el Sentimiento (la magia simple se basa sobre la sola voluntad del adepto llevada a su más alta potencia).
Su pantáculo es el Pentagrama o Estrella del Microcosmos.
El Espíritu es esencialmente activo y no puede reaccionar sobre la sustancia pasiva del Cuerpo sino por intermediación del Alma, la cual se muestra relativamente pasiva respecto del Espíritu pero activa con relación al Cuerpo.
Ahora bien, la salud exige que la influencia del Espíritu pueda ejercerse plenamente sobre el Cuerpo. A este efecto, el Alma debe ser el término medio exacto entre el Espíritu y el Cuerpo. La armonía no puede entonces ser realizada si no hay equivalencia entre los tres factores de la personalidad humana.
Éstos pueden ser representados gráficamente por tres círculos que se traslapan parcialmente. Se engendra entonces un Septenario que permite visualizar la constitución del hombre bajo un nuevo aspecto.
El Espíritu, el Alma y el Cuerpo corresponden de ahora en adelante al Oro, la Plata y al Plomo. Su síntesis es figurada por el mercurio, símbolo dela Quintaesencia, o del substrato invisible y permanente de la personalidad física.
El Alma y el Espíritu se unen en el Alma Espiritual, la cual se relaciona con el Estaño, tal como el Fierro y el Cobre se aplican respectivamente al Espíritu Corporal y al Alma Corporal. A cada metal se le relaciona por lo demás con un planeta o una divinidad olímpica.
El Plomo (Cuerpo), pesado y vil, pertenece a Saturno, el dios destronado por Júpiter que se refleja él mismo en el Estaño (Alma Espiritual), el más ligero de los metales. Estos dos metales son blandos y se oponen a otros dos, que son duros. Un es el Cobre, que oxidándose toma el color verde de Venus.
El otro es el Fierro que enrojece con el Fuego y proporciona las armas a Marte. La movilidad del Azogue (Mercurio) es recordada por los movimientos rápidos del planeta Mercurio y por la igualdad (de movimientos) del mensajero de los dioses. La Luna parece encontrar su blancura y su suave resplandor en la Plata, mientras que el Oro, brilla como el Sol. Los cuatro elementos alquímicos corresponden al Plomo (Tierra), Estaño (Aire), Cobre (Agua) y al Fierro (Fuego).
El Oro incorruptible es representado por Apolo, el dios-luz, fuente primordial de toda vida y de toda actividad. Es el Espíritu Puro que anima la recreación, de la cual es el comienzo y el fin, A y Z, Alfa y Omega, Alef y Tau, como lo indica la palabra Azoth, compuesta cabalísticamente de la letra inicial de todos los alfabetos (A), seguida del último carácter alfabético de los Latinos, los Griegos y los Hebreos.
Principio Metal Dios Proyección Planeta Elemento Espíritu Oro Apolo Sol Alma Plata Diana Sentimiento Imaginación Memoria Luna Cuerpo Plomo Saturno Saturno Tierra Síntesis Espíritu, Alma Cuerpo Azogue Hermes Cuerpo astral o doble etéreo, nudo de la personalidad Mercurio Alma Espiritual o Espíritu Anímico Estaño Júpiter y Juno Razón (Minerva) Voluntad Júpiter Aire Espíritu Corporal Fierro Marte Marte Fuego Alma Corporal Cobre Venus Venus Agua Cuando estos siete principios se contrabalancean armónicamente resulta de allí la salud perfecta. Pero la perfección no es nunca alcanzada. Esto es lo que engendra la diversidad de los individuos de una misma especie, porque ellos se confundirían en la unidad de su tipo común, si ellos fuesen estrictamente conformes al modelo abstracto. Las desviaciones son innumerables pero ellas se reúnen en un pequeño número de tipos secundarios que serán descritos más adelante.
El Hombre-Tipo o Adam-Kadmon representa un ideal de armonía que ningún ser concreto consigue realizar. De allí resultan idiosincrasias variadas hasta el infinito, que sólo el Hermetismo permite clasificar de una forma estrictamente lógica.
La ruptura con el equilibrio perfecto se debe a la desproporción de los factores que constituyen el ternario humano. Cada uno de ellos puede encontrarse en exceso o, al contrario, ser insuficiente. Se puede distinguir seis variaciones fundamentales, caracterizadas por el exceso o la falta de Cuerpo, de Alma, o de Espíritu.
En el centro se encuentra el equilibrio perfecto, al cual corresponde la luz blanca, en tanto que el rojo pertenece al Espíritu, el azul al Alma y el amarillo al Cuerpo.
En el intermedio se hallan el violeta del Alma Espiritual, el naranja del Espíritu Corporal y el verde del Alma Corporal.
VIOLETA
Predominancia
Espiritual
Actividad
ROJO
Abundancia
Anímica
Bondad
AZUL
Armonía
Perfecta
BLANCO
Escasez
Anímica
Fiereza
NARANJA
Debilidad
Espiritual
Pereza
VERDE
Cuerpo excesivo
Materialidad
En esta traducción se presentará la descripción de un par de tipos para comprender el mecanismo de generación de cada uno de ellos.
Tipo de la predominancia material.-
La actividad física (Marte), la savia vital (Venus) y la inteligencia práctica asfixian la idealidad (Júpiter). Poco lugar para la ensoñación, las concepciones elevadas y los sentimientos nobles. Mucho vigor muscular. Estas naturalezas están hechas para trabajar bajo la dirección de otra persona. La máxima aspiración es la satisfacción de las necesidades corporales.
La ponderación masiva de estos seres robustos les hace gozar de una salud excelente, al menos en apariencia, porque, en realidad, están predispuestos a la apoplejía y a los accidentes del temperamento atlético.
La obesidad les amenaza si ellos no gastan su fuerza. Por otra parte, sus órganos se arriesgan a ser prematuramente desgastados por la fatiga excesiva que podría serles impuesta. Estas personalidades espesas tienen necesidad de reaccionar contra la pesadez de la materia.
La imaginación (Luna) deberá idealizar la vitalidad (Venus). Diana (Luna) inspirando a Venus sentimientos puros, dará más espacio a Júpiter, sobre todo si Apolo (Sol), por su parte, llega a transformar la fuga de Marte hacia la ambición de las grandes cosas.
Tipo del alejamiento de la materialidad.- Aquí el círculo del cuerpo es desplazado hacia fuera. Esta situación no deja más que una dominancia precaria a Marte, Venus y Mercurio.
En revancha, Júpiter absorbe todo. Es el pensamiento que se ejerce a expensas de la energía realizadora (Marte), de la vitalidad (Venus) y de la trama invisible de la personalidad (Mercurio). Las personas de esta categoría son soñadores débiles.
Gustosos caen en el misticismo. Ahora, quien desea ser ángel puede llegar a ser bestia, porque nuestra naturaleza tiende fatalmente al equilibrio: el Cuerpo recupera por consecuencia con violencia al Espíritu y al Alma que intentan escapárseles. La sabiduría quiere que suframos las leyes de nuestra envoltura terrestre.
Ella nos enseña a reinar sobre la materia y no a rehuirla. Con este objeto, importa volatilizar lo fijo fijando lo volátil, o espiritualizar el cuerpo corporizando al espíritu.
Ese es todo el secreto del Gran Arte. Para atar a la Tierra a una personalidad demasiado etérea, Venus puede útilmente intervenir, inspirando una de esas pasiones que atraen a los semidioses hacia las hijas de los hombres.
Por otra parte, el ejercicio muscular y la gimnasia podrán permitir a Marte conquistar su vigor normal.
Otros tipos .- Así, igualmente, con el círculo del Alma y, luego, con el círculo del Espíritu en movimiento, con desplazamientos hacia el interior o el exterior de los otros dos círculos es posible ir perfilando una serie de otras modificaciones del tipo o arquetipo humano.
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