UN GRAN MAESTRO HABLA……
NOTA DEL EDITOR FRANCÉS:
EL AUTOR
Dado que el propósito de esta obra no se limita al aspecto histórico,
sino que pretende ser al mismo tiempo una reprimenda, nos ha parecido necesario
justificar la posición del autor. ¿Posee éste la autoridad suficiente para defender
ciertas posturas de la francMasónería y, por otra parte, censurar algunas de sus
orientaciones? Para informar a nuestros lectores, hemos consultado la biografía
incluida en la página 47 del Dictionnaire des Franc-Maçons français, publicado en
1980.
(MICHEL GAUDART DE SOULAGES y HUBERT LAMANT, Dictionnaire del Franc-Maçons
françcais, prólogo de Henri Prouteau, 33º del Rito Escocés Antiguo y Aceptado. Ed.
Albatros, París, 1980.)
La resumimos a continuación:
Ambelain,
Robert. Nacido en París el 2 de septiembre de 1907 (a las 10.20 horas). Escritor.
Historiador. Miembros de las sociedades Gens de Lettres y Association des Écrivans
de Langue Francaise “Mer-Outre-mer”, de la Academia Nacional francesa de Historia,
de la Academia de Ciencias de Roma (sección literaria). Autor de cuarenta y dos
obras, publicadas entre 1936 y 1985, carrera en la Masónería:
- Recibido
como Aprendiz el 26 de marzo de 1939, en la logia “La Jerusalem des Vallées Égiptiennes”,
Rito de Memphis-Misraim. Padrino: C. Chevillon, Gran Maestre.
- Recibido
como Compañero y Maestro el 24 de junio de 1941. encargado por C. Savoire, R. Wibaux,
R. Crampon y G. Lagrèze –altos dignatarios del Rito de Memphis-Misraim, el Rito
Escocés Antiguo y Aceptado, y el Rito Escocés Rectificado- de mantener el Rito de
Memphis-Misraim en la clandestinidad, creó, en compañía de algunos miembros de diversas
obediencias unidos a la Resistencia masónica, la logia Alexandrie d’Egypte y, más
tarde, su capítulo. Templo: en su domicilio, plaza del Limousin, número 12, París
(13º), con insignias y accesorios rituales. Para ello, recibió durante los años
de la ocupación, con todos los poderes necesarios:
En la actualidad, posee los títulos siguientes:
- Gran
Maestre Consumado Mundial del Honor del Rito de Memphis-Misraim (1985);
-
Gran Maestre de Honor del Grande Oriente Mixto de Brasil;
- Gran Maestre
de Honor del antiguo Grande Oriente de Chile;
- Presidente del Supremo Consejo
de los Ritos Confederados de Francia;
- Gran Maestre de Francia del Rito
Escocés Primitivo (Early Grand Scottish Rite);
- Compañero imaginero del
Tour de France (Union Compagnonnique des Devoirs Unis), con el nombre de “Parisien-la-liberté”
(1945).
INTRODUCCIÓN: EL PORQUÉ DE ESTA OBRA
La contrainiciación se afana por introducir sus agentes
en organizaciones pseudoiniciáticas, a las que éstos inspiran
sin que
lo adviertan sus miembros ordinarios.
RENÉ GUÉNON
El reino de la cantidad y los signos de los tiempos
Venida de los tiempos más remotos, desde los constructores de las pirámides
a los constructores de las catedrales, pasando por las corporaciones tirias y judaicas,
los collegia grecorromanos y las cofradías medievales, la Masónería operativa ha
estado siempre dirigida por misteriosos filósofos, que le adjudican la tarea de
transmitir, conscientemente o no, lo esencial de una técnica iniciática muy precisa.
En efecto, se advierte siempre en el pasado la existencia de una iniciación,
vinculada a los oficios, que en francés se ha convenido en llamar métiers. La palabra
viene del término latino ministerium, que significa “oficio”, “ministerio”, “servicio”,
y esta raíz nos conduce a una cierta sacralización de lo que se denomina también
una profesión, voz emparentada con profeso, término con que se designa al que ha
formulado votos y ha aceptado compromisos dentro de una orden religiosa o caballeresca.
Mucho antes de que diese nacimiento a la Masónería especulativa, su gran hermana
contemporánea, la Masónería operativa había creado, ya en la Edad Media, un lenguaje
simbólico, con imágenes plenas de sustancia, puesto que el pensamiento libre, conservado
celosamente por cerebros elegidos, no corría el peligro de prostituirse. Las antenas
sutiles que la mente humana tiende a veces hacia el mundo misterioso de los arquetipos
y los universales, captan con gran frecuencia conceptos cuyas imágenes fugaces se
mantendrían difícilmente en el consciente del hombre si los símbolos, como pasarelas
tendidas entre la carne y el espíritu, no permitiesen percibirlas, representarlas
y traducirlas.
Pero el Homo Faber contemporáneo apartó hace mucho tiempo
de sus actividades profesionales esta vida de los símbolos... Ya se encargaron de
separarlo de ella los medios que se preocupaban por su porvenir. Y en nuestros días,
cada vez se pone más en duda la importancia y la utilidad de la parte de herencia
operativa conservada por la Masónería especulativa. Digámoslo claramente, la francMasónería,
en su conjunto, siguió el mismo descenso evolutivo que la Iglesia, su hermana gemela
y rival. El materialismo invadió los templos masónicos, se incrementó la mediocridad
al aumentar el número, y lo que debía limitarse a una discreta tolerancia se convirtió
en laxismo agresivo. Como se ha dicho, la mentalidad moderna en sus múltiples aspectos
no es otra cosa que el producto de una vasta sugestión colectiva, ejercida de modo
continuado durante cerca de cuatrocientos años en todos los campos, religioso, político,
familiar e individual, y tendente a cortar los lazos entre el hombre y sus raíces
espirituales.
Las grandes religiones exotéricas –judaísmo, cristianismo,
Islam- tienen su parte de responsabilidad en esta decadencia, por su obstinación
en querer imponer a las masas, en la actualidad ya advertidas, una serie de cuentos
chinos. Y a las corrientes revolucionarias les resultó fácil sacar partido del materialismo,
estúpido y egoísta, de las clases dirigentes. Las páginas que siguen van dirigidas
en primer lugar a los francMasónes, pero también a todos aquellos que se inquietan
por el mañana, que no da en absoluto la impresión de que vaya a ser feliz. A los
primeros les toca en serio su papel de “constructores” en la sociedad del nuevo
milenio.
GLOSARIO DE LOS PRINCIPALES TÉRMINOS MASÓNICOS
ARQUITECTO (GRAN ARQUITECTO DEL UNIVERSO): Definición general
que dan los francMasónes de la Causa Primera. Oficial de logia, conservador de los
archivos y encargado del mobiliario del templo.
BANDA: Cinta de muaré, de
diez a doce centímetros de ancho, con los colores correspondientes a los diversos
grados de la jerarquía masónica. La llevan los que están en posesión de esos grados.
Va de un hombro (derecho o izquierdo) a la cadera del lado opuesto. Se le llama
también “tahalí”.
BÓVEDA DE ACERO: Cuando un dignatario entra en una logia
como visitador o para una inspección, el Venerable hace levantarse a los presentes
y ponerse “a la orden” (signo ritual), y pide que se conduzca hasta él al dignatario
visitador, encuadrado por Maestros portadores de la espada y precedido por el Maestro
de Ceremonias, con el candelabro de tres brazos encendido. El Maestro de Ceremonias
va precedido a su vez por el Gran Experto, que lleva la espada a la altura de los
labios. Durante ese tiempo, el Venerable y los dos Vigilantes riman con sus malletes
la batería de entrada, y los Masónes de las primeras filas forman con sus espadas
masónicas la bóveda de acero. Una vez que el dignatario ha subido al Oriente, el
Venerable debe entregarle su mallete, símbolo de la abdicación de su autoridad.
Este último rito sólo se practica cuando el visitador es dignatario de la misma
obediencia. Se sigue el mismo ceremonial para la salida del dignatario. Véase “Columna
de armonía”.
COLUMNA DE ARMONÍA: Conjunto instrumental o dispositivo de reproducción
musical destinados a la ejecución de la música masónica en el curso de las ceremonias
rituales.
COLUMNAS DE ORDEN: Tres columnas enmarcan el rectángulo. Simbolizan
la Sabiduría, la Fuerza y la Belleza, virtudes determinantes en toda obra masónica.
COLUMNAS DEL TEMPLO: Representan los bancos situados al norte y al sur de
un templo masónico, en los que se sientan, en un orden preciso, los miembros de
la logia, del capítulo, del areópago, etc., de acuerdo con su jerarquía.
COLUMNAS J y B: Columnas que flanquean interiormente la puerta de un templo masónico,
en recuerdo de las dos columnas que adornaban la entrada del templo de Salomón en
Jerusalén.
COLLAR: De la misma naturaleza que la banda, pero cortado y cosido
en ángulo, rodeando el cuello y los hombros de un masón. Corresponde a los oficiales
de la orden, y también a ciertos grados de la jerarquía masónica. Mantiene colgando
sobre el pecho la joya apropiada.
CONVENTO: Asamblea general anual, que se
celebra normalmente durante el equinoccio de septiembre y que reúne a los representantes
de todas las logias que constituyen una obediencia. Esta asamblea es a la vez deliberativa
y legislativa, en el marco de las Constituciones y los Reglamentos generales de
dicha obediencia.
DECORACIONES: Las diversas insignias utilizadas por los
francMasónes, incluyendo el mandil del grado, la banda o la cinta, y los guantes,
blancos o negros según el grado practicado.
DELTA: Gran triángulo luminoso,
que lleva en su centro un ojo rodeado de rayos, el cual expresa la presencia en
el templo del Gran Arquitecto del Universo, cuando los trabajos se han iniciado
según el rito y “a Su Gloria”, fórmula secular.
ESPADA: Espada de hoja plana,
con empuñadura en forma de cruz. Lleva símbolos masónicos y se utiliza en las diversas
ceremonias.
ESTRELLA FLAMÍGERA: Estrella simbólica de cinco o seis puntas.
Hace alusión al conocimiento esotérico masónico.
ESTRELLAS: Aparecen generalmente
representadas en el techo pintado de azul de los templos masónicos. El término indica
también las luminarias (velas, cirios), fijadas o portadas por los Oficiales durante
las ceremonias.
GRAN LOGIA: Asociación de varias logias masónicas que practican
el mismo rito. Se necesitan como mínimo tres logias para constituir una Gran Logia
o un Grande Oriente.
GRANDE ORIENTE: Sinónimo de Gran Logia. Representa siempre
una obediencia. Véase este término.
GUANTES: Los francMasónes usan guantes
para las ceremonias rituales, blancos, negros o amarillos, según el ritual y el
grado jerárquico practicados. El día de su iniciación, el nuevo Aprendiz recibe
dos pares de guantes blancos, uno para él y otro para “la mujer a la que más quiera”.
Los correspondientes los Grandes Oficiales están adornados con manoplas.
GUARDA TEMPLO: Oficial de logia encargado de vigilar a la entrada del templo la
regularidad con que penetran en él los miembros o los visitadores y la seguridad
de los trabajos: discreción, alejamiento de los inoportunos, etc.
JOYA: Modelo
reducido de uno de los nueve útiles simbólicos de la francMasónería. La llevan los
Oficiales colgando del collar. Cada joya de logia designa una función dentro de
ésta.
JOYAS DE LA LOGIA: Las tres joyas de una logia son el Compás, símbolo
del Hombre, del Espíritu; la Escuadra, símbolo de la Materia y también de la regularidad
del trabajo, y el Libro Sagrado, símbolo del Gran Arquitecto del Universo. En ciertos
ritos, este último ha sido reemplazado por la regla.
LETRA G: Significativa
del Conocimiento, de la Gnosis, de la Geometría, de la Generación, según las tres
virtudes masónicas, Sabiduría, Fuerza y Belleza, sinónimas de utilidad, solidez
y armonía.
LIBRO SAGRADO: A veces reemplazado por la regla. Se trata siempre
de uno de los libros que sirven de base a una religión revelada: Biblia, Evangelio,
Corán, etc. Puede ser también, simplemente, el libro de las Constituciones de la
obediencia.
LOGIA: Reunión de francMasónes bajo una misma denominación, los
cuales practican el mismo rito y pertenecen a la misma obediencia (véase este término).
Sinónimo de templo. Logia “salvaje” o independiente: que no pertenece a ninguna
obediencia. Logia tradicional: que perpetúa un rito que ya no se practica.
LUCES DE ORDEN: Cirios encendidos sobre los pilares de la Sabiduría, la Fuerza
y la Belleza. Su número varía con el grado jerárquico practicado. En encenderlos
y el apagarlos constituye la parte esencial del ceremonial de apertura y cierre
de los trabajos.
MALLETE O MAZO: Mazo de boj, de ébano o de marfil que sirve
para ir marcando, mediante un número emblemático de golpes, las diversas fases de
las ceremonias masónicas. Son tres, el del Venerable y los del Primer y Segundo
Vigilantes.
MALLETES BATIENTES: Golpeteo cadencioso de los tres malletes
que acabamos de citar, conforme al ritmo de los tambores de antaño. Acompaña a la
entrada solemne de los dignatarios en la logia, bajo la bóveda de acero (véanse
estos términos).
MANDIL: Emblema e insignia esencial de la cualidad masónica.
De piel de cordero, seda o satén, según el grado. Generalmente adornado con franjas
de oro para los Grandes Maestres, lleva símbolos bordados en relación con la función
o el grado a los que está asociado. Su ausencia descalifica a una logia o a una
obediencia.
MEDIODÍA: Desde el punto de vista de la hora, señala el comienzo
simbólico de los trabajos masónicos. Como sinónimo de sur, designa la columna ocupada
por los Compañeros y los Maestros. Está bajo el cuidado del Primer Vigilante.
NORTE: Designa la columna situada al septentrión. La primera fila está ocupada
por los Aprendices, la segunda por los Maestros, bajo el cuidado del Segundo Vigilante.
OBEDIENCIA: Conjunto de una formación masónica que comprende cierto número de
logias sometidas a un mismo rito y a una misma autoridad administrativa.
OCCIDENTE: Designa simbólicamente la parte del templo por la que se entra en la
logia, entre las dos columnas J y B. está bajo la vigilancia del Guarda Templo.
OFICIALES DE LOGIA: Son doce:
ORIENTE: Estrado formado por tres escalones, situado al este de
la logia y en el que se acomodan el Venerable, el Secretario, el Orador, el Maestro
Consumado y los dignatarios visitadores. Designa también la ciudad en que se lleva
a cabo la actividad de una logia. Se dice: “al Oriente de...”.
ORIENTE ETERNO:
Término que designa para la francMasónería el más allá. Es el mundo de los muertos,
el de los “Maestros Consumados”, agrupados en la Logia Eterna. Significa también
el fichero de los Masónes difuntos.
PASOS PERDIDOS: Término con que se conocen
los vestíbulos, locales y corredores que conducen a uno o más templos masónicos,
y en los cuales no es necesario adoptar el mismo comportamiento que en un templo
cerrado.
PREGUNTAS DE ORDEN, llamadas también testamento filosófico. Tras
aislarse algún tiempo en la sala de reflexiones, preliminar indispensable para la
ceremonia de iniciación al grado de Aprendiz, el candidato debe responder por escrito
a tres preguntas:
El testamento filosófico nunca ha significado para la Masónería
la promesa, hecha por el profano candidato a la iniciación, de ser enterrado o incinerado
sin ningún rito religioso. Y en nuestra época, no faltan Masónes que, a su fallecimiento,
pasan por la iglesia, el templo o la sinagoga. Recordemos que la Iglesia Católica
autoriza ahora la incineración póstuma. Lo cual, desde el punto de vista ocultista,
supone un error. La naturaleza no incinera. Devuelve al medio ambiente el carbono,
el oxígeno, el hidrógeno y el nitrógeno.
RECTÁNGULO: Gran rectángulo en
forma de tablero de ajedrez, blanco y negro, que incluye por regla general cierto
número de casillas emblemáticas y que ocupa el centro de un templo masónico. En
sus ángulos se alzan las tres columnas que soportan las luces de orden. Véanse estos
términos.
REGULARIDAD: Clasificación arbitraria que ciertas obediencias masónicas
reservan para otras obediencias, en función de la diferencia de origen, de ritos,
de orientación. Los francMasónes no observan esta noción entre ellos, sino que es
propia de las autoridades administrativas de dichas obediencias.
REMATAR
(TUILER): Interrogar a un Visitador sirviéndose de gestos y palabras secretas, con
objeto de asegurarse de su cualidad masónica y de su verdadero grado.
RITO:
Conjunto de las ceremonias y los usos propios de una familia masónica en particular,
es decir una logia, obediencia, etc.
RITUAL: Obra que enumera en detalle
las ceremonias que se han de observar durante una tenida masónica. Cada oficial
de logia posee el suyo, el correspondiente a su función. Es el equivalente de un
sacramental o un pontifical religiosos.
SALA O CÁMARA DE REFLEXIONES: Cámara
semi-oscura en la que medita durante algún tiempo, ante los símbolos apropiados,
el candidato a la iniciación masónica.
SEPTENTRIÓN: Parte norte de un templo.
Su columna está reservada a los Aprendices y Maestros. Se halla a cargo del Segundo
Vigilante.
SUPREMO CONSEJO: Asamblea formada por un número preciso de miembros,
que dirige los altos rangos de una obediencia. Las logias ordinarias están dirigidas
por un consejo federal, con las mismas prerrogativas.
TALLER: Sinónimo de
logia. Véase este término.
TAPIZ DE LOGIA, LLAMADO TAMBIÉN “CUADRO”: Lienzo
pintado que simboliza el templo de Salomón y que se coloca extendido sobre el rectángulo,
entre las tres columnas de orden (véanse estos términos). Los tapices de logia,
que varían con el grado practicado, reemplazaron el trazado con tiza sobre el suelo
de las habitaciones en que se celebran las ceremonias masónicas en los siglos XVI
y XVII. Se trataba entonces de un rito evocador del antiguo templo de Jerusalén,
que en su origen gozó de una sacralización excepcional. Dicho rito desapareció con
la Masónería moderna, que ha perdido por completo la clave y que ni siquiera sacraliza
ya los tapices de logia.
TEMPLO: Lugar cerrado en el que se desarrollan las
ceremonias masónicas. Pasa siempre por una ceremonia de sacralización el día de
su inauguración, ceremonia que se repite cada vez que se lleva a cabo algún arreglo
material. En su interior no se debe fumar, comer ni beber, y hay que penetrar siempre
en él con las decoraciones.
TENIDA: Una tenida masónica es una asamblea de
Masónes reunidos con una finalidad precisa, es decir, tenida ritual, tenida de comité
(Oficiales de logia), tenida de familia (no ritual).
TESTAMENTO: Véase “Preguntas
de orden”.
VENERABLE: Presidente de una logia. Llamado antiguamente Maestro
de logia, su nombramiento solía ser vitalicio cuando se trataba del fundador de
la misma. En la actualidad lo eligen los miembros de la logia, y su mandato dura
tres años como máximo. En ciertas obediencias, la capacidad de elección está reservada
a los Maestros. Pero siempre se exigen como mínimo cinco años de Maestría para ser
elegible para ese puesto. La elección tiene que ser aprobada y confirmada por la
alta autoridad administrativa de su obediencia. Su “instalación” es objeto de una
ceremonia particular, en el curso de la cual “instala” a sus Oficiales, tras haber
prestado juramento de fidelidad a las Constituciones. Le corresponde conferir a
los nuevos Aprendices la iniciación masónica, abrir y cerrar los trabajos, convocar
la logia, etc. En la cumbre de la obediencia, su lugar es asumido por el Gran Maestre,
quien disfruta del poder secular de “dar la luz” (es decir, iniciar) a un profano
y convertirlo en Aprendiz, y de conferir el grado de Compañero o de Maestro a un
Aprendiz bajo su propia responsabilidad, sin dar cuentas a nadie. Ese privilegio
sólo se ejerce en circunstancias excepcionales.
1
LA FRANCMasónERÍA
Un masón está obligado, por su misma condición, a obedecer a la
ley moral. Y si entiende exactamente el Arte, no será nunca un ateo estúpido, ni
un libertino irreligioso.
El Libro de las Constituciones, 1723 Tal es el
primer párrafo de una obra de título muy largo: Las obligaciones de los francMasónes,
extraídas de los antiguos archivos de las logias de más allá del mar, las de Inglaterra,
Escocia e Irlanda, en uso en las logias de Londres. Para leer con ocasión de la
admisión de nuevos Hermanos, o cuando el Maestro dé la orden.
La primera
edición fue realizada en Londres, por William Hunter, para John Scnex ‘del Globo’
y John Hooke ‘de la Flor de Luz’, frente a la iglesia de St. Dunstan, Fleet-Street.
Año de la Masónería: 5723; año de Jesucristo: 1723”.
Esta publicación fue
como la participación de nacimiento de la francMasónería que conocemos, y a la que
pertenecen más de cinco millones y medio de hombres en el mundo entero. Pero ¿de
dónde venía? Sus orígenes siguen siendo misteriosos y en parte legendarios. Se puede
admitir que los tres primeros grados de la Masónería “Simbólica” -es decir, que
agrupa los tres primeros grados, Aprendiz, Compañero y Maestro- nacieron, en efecto,
por cooptación Honorífica de Miembros no Operativos, pero “Aceptados”, de las corporaciones
tradicionales de canteros y carpinteros. Sin embargo, es más lógico admitir que
los Altos Grados, al menos un buen número de ellos, derivan de las Ordenes de Caballería
entonces existentes y de otras ya desaparecidas: Templarios, Teutónicos, Porta-Espadas,
del Santo Sepulcro, etcétera.
En la práctica, la Masónería se nos presenta
hoy en día como una sociedad de pensamiento, relativamente secreta, extendida por
el mundo entero. Basada en la libertad de pensamiento y la tolerancia, se fija como
objetivo la búsqueda de la verdad en todos los campos y el perfeccionamiento material
y moral de la humanidad. Sus adherentes se agrupan en logias, capítulos, areópagos
(según los grados de la jerarquía), reunidos y constituyendo obediencias: Grandes
Logias, Supremos Consejos, Soberanos Santuarios. Sus diversas formaciones difieren
por los ritos practicados, expresados en rituales. Las diferencias entre los ritos
están subrayadas por las diferencias entre sus diversas insignias, llamadas «decoraciones»,
es decir, los mandiles (de piel de cordero, seda o satén) y las bandas o collares,
con sus joyas, símbolos metálicos, plateados o dorados, que expresan un rango o
una función. Las bandas y collares provienen de los que utilizaban ciertas órdenes
honoríficas civiles históricas o ciertas órdenes militares.
Diversas tradiciones
hacen remontar la francMasónería a la construcción de las pirámides, a la del templo
de Salomón en Jerusalén, a los antiguos misterios de Egipto y Grecia, etc. Se la
puede razonablemente vincular a las corporaciones de constructores, desde los collegia
grecorromanos a los constructores de las catedrales medievales, con todos los aspectos
accesorios dependientes del simple urbanismo: puentes, acueductos, fortalezas...
y qué duda cabe que los nueve útiles simbólicos de la francMasónería actual, la
importancia dada a la geometría, el uso del mandil, la exhibición del compás y la
escuadra en las diversas ceremonias y todo el lenguaje convencional utilizado en
los rituales se relaciona con el arte de construir de las corporaciones medievales
y con sus símbolos.
Como todas las asociaciones profesionales, esas corporaciones
poseían secretos del oficio que transmitían a sus miembros, secretos sobre operaciones
manuales, habilidades y distintas sutilezas. A esto se añadía para los maestros
de obras todo el arte de la Geometría e, inevitablemente, el conocimiento de la
resistencia de los materiales.
En los lugares en que iniciaban una obra para
trabajar en ella, los albañiles (los maçons) encontraban alumnos, los Aprendices,
formados en la logia del lugar, que no se limitaba a ser un taller, sino que servía
también como emplazamiento para el descanso, la enseñanza, el intercambio de ideas.
Cuando llego el tiempo en que las corporaciones de albañiles perdieron su principal
razón de ser a causa de las transformaciones económicas y sociales, admitieron para
subsistir, a miembros honorarios, llamados en inglés Accepted Masóns, o sea, Masónes
aceptados, por oposición a los albañiles o Masónes profesionales, llamados Operative
Masóns, es decir, Masónes operativos.
Fue en Gran Bretaña, en el siglo XVII,
donde las corporaciones de albañiles, que habían cobrado desde la Edad Media una
importancia particular, empezaron a recibir miembros no pertenecientes a la profesión.
Ya en 1600 aparece inscrito en la logia de Edimburgo (Escocia) un escocés perteneciente
a la nobleza, John Boswell, lord Auchinleck. El 16 de octubre de 1646, Elie Ashmole,
el miembro más activo del Círculo Católico de Londres, fue recibido como masón aceptado
en la logia de Warrington, al mismo tiempo que su cuñado, el coronel Henri Mainwarieg
de Kerthingham, apadrinados ambos por Richard Penket, warden de los Fellow-Crafts.
Ashmole encontró allí a Thomas y George Warton, al matemático William Oughteed,
a los doctores en teología John Herwitt y John Prarson y al astrólogo del rey Carlos
I, William Lilly.
Así, poco a poco, a través de una lenta evolución, las
logias operativas se transformaron en sociedad de pensamiento, y las ceremonias
iniciáticas transfirieron su simbolismo del plano material al plano intelectual.
No obstante, durante todo el siglo XVII los ritos continuaron invariables, sencillos
pero eficaces, teniendo en cuenta la importancia absoluta que un hombre honorable
daba a su palabra y a su juramento. Fue en el siglo XVIII cuando se produjo el cambio,
debido al escepticismo de buen tono, a la irrisión de lo espiritual, al materialismo
que invadía los salones, sobre todo en Francia. El mal alcanzó a los medios masónicos,
con mayor o menos intensidad, de acuerdo con la naturaleza de las logias. Para ponerle
remedio, se alargaron las ceremonias, las «pruebas», la gravedad y la longitud de
los juramentos, se completaron los tres grados de la Masónería primitiva con los
primeros «grados de venganza», para castigar implacablemente al posible traidor.
Personas como Helvecio, Voltaire, Marmontel, Montesquieu, D’Holbach, todos ellos
Masónes, todos ellos celebridades del Siglo de las Luces, redactores de la Enciclopedia,
tienen su parte de responsabilidad en la degradación espiritual de la francMasónería
inicial del siglo XVII.
También la tiene la llegada del «número». El esoterismo
que se albergaba en el interior de la Orden no podía acomodarse con una Masónería
nacida de una sociedad ligera y fútil, por lo cual el «número» tenía que conducir
fatalmente a la mediocridad: «Todo el mundo pertenece a ella...» escribirá María
Antonieta a su madre, la emperatriz de Austria. Cierto, todo el mundo pertenece
a ella... Y el cuadro de los Grandes Oficiales del Grande Oriente de Francia correspondiente
al año 1773 resulta impresionante. Desde el Serenísimo Gran Maestre Luis José Felipe
de Orleáns, duque de Chartres, príncipe de sangre real, hasta el modesto Gran Limosnero
de la Orden, el Muy Respetable Hermano marqués de Briqueville, mariscal de los Campamentos
y Ejércitos del Rey, se incluyen dieciocho nombres pertenecientes a las familias
más encumbradas de la aristocracia de Versalles, a los que siguen cuarenta y seis
nombres de muy buena nobleza para las diversas cámaras de la Orden.
Lo que
significa que los ritos tendrán que acomodarse a una vida mundana que carece de
relación con ellos y con lo que transmiten, y donde la beneficencia y las obras
de caridad ocupan el mayor lugar, sin más. Lo mismo ocurre actualmente en ciertas
obediencias, en las que un vago humanismo, incluso a veces irracional y sin contacto
con la realidad, no hace más que encubrir un plan político extraño a la verdadera
Masónería, cuando no se opone francamente a ella en sus esperanzas y sus resultados.
Por regla general, se fija el comienzo de la francMasónería moderna el 24 de
junio de 1717, fecha de la fundación de la Gran Logia de Londres, para lo cual se
reunieron cuatro logias londinenses en la posada de El Manzano, en Covent Garden.[2]
Por mayoría de votos, se eligió como Gran Maestre a Anthony Sayer. Se desconoce
si era o no gentilhombre (gentleman). Ahora bien, a partir de 1721 la Masónería
escogerá a sus Grandes Maestres entre la alta aristocracia, empezando con el duque
de Montagu. La obligación (muy lata) de creer en Dios, Gran Arquitecto del Universo,
se extendió a todas las confesiones y, a partir de 1723, la Masónería inglesa admitió
en su seno a los judíos. Entre ellos destacaría el célebre Falk Sheck, resh galutha
(exilarca) de toda la Diáspora (véase más adelante, p. 68). Al menos, así se creía
entonces.
Como reacción inevitable, la logia de York, logia inmemorial, se
alarmó ante esta creación y se constituyó en seguida en Gran Logia de toda Inglaterra.
Pero la Gran Logia de Londres extendió poco a poco su influencia sobre toda Gran
Bretaña. En 1717 su jurisdicción abarcaba cuatro logias, sesenta y tres en 1725,
ciento veintiséis en 1733. en 1725 se fundó la Gran Logia de Irlanda; en 1736 la
Gran Logia de Escocia. Durante la década de 1730 la Masónería pasó a las Indias
británicas, a las Antillas y a las colonias inglesas de América del Norte.
Pero no toda la masa masónica había seguido el movimiento. Seguían existiendo
muchas logias independientes, al estilo antiguo, formadas sin ninguna autorización
precedente de una Gran Logia cualquiera. Había también las logias militares, fundadas
y perpetuadas en el seno de los regimientos. Mientras que las logias civiles se
denominaban «al oriente de...» (la ciudad en que funcionaban), las logias militares
se nombraban «al oriente de tal regimiento». Comprendían a los oficiales y a los
bajos oficiales (suboficiales) de esos regimientos.
Fueron esas logias militares
las que introdujeron la Masónería en Francia, con la llegada del rey Jacobo II de
Inglaterra, exiliado en Saint-Germain en -Laye-, y los regimientos fieles que le
siguieron, compuestos de escoceses e irlandeses, católicos, protestantes o anglicanos,
todos unidos por su juramento de fidelidad al soberano. En aquellos tiempos, eso
contaba.
Más tarde, la Masónería francesa se particulariza. Se hablará de
logias estuardistas o jacobitas, nacidas de las logias militares de Saint-Germain
-en Laye-. La primera se funda en París, en 1725, la Gran Logia de Francia se constituirá
en 1732, precisemos que la actual Gran Logia de Francia no tiene ninguna filiación
(dejando aparte la filiación masónica, claro está) con la de 1732, fue fundada en
1897. El 7 de noviembre de 1894 el Supremo Consejo del Rito Escocés concedió la
autonomía a sus logias «azules» (simbólicas, que trabajaban en los tres primeros
grados) y autorizó su fusión con la Gran Logia Simbólica Escocésa, cuyas treinta
y seis logias se habían separado con anterioridad. Con las sesenta logias «azules»
que permanecieron fieles al Rito Escocés, el efectivo de la recién nacida Gran Logia
de Francia se elevaba a noventa y seis talleres «azules».
Pero volvamos al
siglo XVIII y a Francia. En 1773 se crea la Orden Real de la FrancMasónería, que
toma el nombre de Grande Oriente de Francia. Representa entonces a cerca de cuatrocientas
logias. Su Gran Maestre es el duque de Chartres, Felipe de Orleáns, el futuro Felipe
Igualdad. Los nombres más ilustres de la aristocracia francesa ocupan las funciones
de «Grandes Oficiales». Y la Orden vivirá hasta nuestros días su vida histórica,
sin misterio, aunque no sin ciertas persecuciones: bajo la Revolución y bajo el
Gobierno de Vichy, presionado por la Alemania nazi. En el curso de los siglos aparecerán
nuevas obediencias, fruto del deseo de los hombres de reunirse de acuerdo con sus
afinidades, sus teologías, sus preferencias en materia de ritualismo.
Se
producirán a veces fricciones entre esas obediencias, pero nunca entre los Masónes
que las constituyen. Y que una obediencia reconozca y reciba a otra o bien la niegue
y la rechace no cambia en nada la fraternidad que une a los miembros de ambas. La
existencia de las «fraternales profesiones» lo demuestra. Hoy como ayer, cuando
se le veía aparecer a veces en los campos de batalla, ese sentimiento sobrepasa
las fronteras de los Estados. La Masónería consiguió lo que la Iglesia no ha conseguido
nunca entre sus fieles de nacionalidades diversas: hacerles amarse, a pesar de intereses
en ocasiones divergentes, a pesar de creencias diferentes, de opiniones políticas
opuestas. No siempre resulta fácil. Pero cuando el masón se da cuenta de que se
desvía, recuerda su juramento de Aprendiz: «Consideraré a todos los francMasónes
como mis Hermanos». Y obedece.
Desgraciadamente, ese sentimiento, tan meritorio
en sí, conduce a ciertos miembros de la Orden masónica a confundir fraternidad con
complicidad. Por eso, las obediencias que tienen un jurado fraternal, independiente
de la logia a la que pertenece el masón acusado, demuestran con ello su sabiduría.
De otro modo, la amistad fraternal, desarrollada en tantas reuniones comunes, correría
el peligro de convertirse en laxismo.
En ciertas obediencias, los Reglamentos
generales y las Constituciones prevén que todo masón acusado sea juzgado por un
tribunal compuesto por miembros del grado inmediatamente superior al suyo. Se mantiene
el derecho de apelación. Las sentencias consisten en suspensiones de actividad durante
cierto tiempo o en una exclusión simple y pura, que puede ser señalada a las obediencias
hermanas cuando el delito lo justifica, a fin de evitar que el sancionado vaya a
otra parte a continuar sus desdichadas actividades. En el caso de crimen patente
-denuncia a las autoridades perseguidoras, tentativa de asesinato, etc.- y cualquiera
que sea la sentencia de un tribunal profano, los tribunales masónicos están habilitados
para pronunciar la pena de muerte masónica. Se aplica en la logia del condenado,
en presencia de numerosos Masónes y de las autoridades de la obediencia, y siguiendo
un ritual en extremo impresionante. Una severidad absolutamente necesaria, ya que
las consecuencias de toda complicidad latente, de toda indulgencia manifestada con
el único pretexto de la afiliación masónica y de la fraternidad se vuelven contra
toda la Orden masónica.
Recuérdense los acontecimientos que se desarrollaron
en Francia del 3 de enero al 6 de febrero de 1934, a causa de los cuales estuvo
a punto de caer la República. Me refiero al escándalo Stavisky, descubierto por
el ministerio francés de Hacienda. En lugar de permitir que la justicia siguiera
su curso, los Masónes comprometidos fueron protegidos por otros Masónes bien situados.
El seudo-suicidio del estafador Stavisky en el momento de su detención, y el asesinato
del juez Albert Prince, encargado de la instrucción del caso, asesinato cometido
por el policía Bony (que más tarde se pasó a la GESTAPO), dieron lugar a que el
6 de febrero de 1934, a partir de las seis de la tarde, doscientas mil personas,
desde miembros de las Juventudes comunistas a los Camelots du Roi, pasando por los
antiguos combatientes y todas las ligas nacionalistas, se manifestasen en la plaza
de la Concorde, dispuestas a pasar el puente de la Concorde e invadir el Palais-Bourbon.
La guardia móvil abrió fuego y hubo numerosos muertos y heridos.
Esta situación
provenía de una fraternidad convertida en complicidad. Hubiera bastado que algunos
se acordasen de lo que precisaban ya las Constituciones de Anderson en el siglo
XVIII: «Un masón está obligado, por su propia condición, a obedecer a la ley moral.
(...) Es decir, a ser gente de bien, leal, hombres de honor y de probidad» (cf.
Constituciones, I, Londres, 1723).
He querido recordar este período de la
historia francesa porque existen demasiadas personas que pretenden presentar aquella
serie de escándalos como «calumnias fascistas» (sic). Cierto que los partidos de
derechas los explotaron, pero eso formaba parte de las reglas del juego. Más hubiera
valido poner en acción la justicia masónica...
Los adversarios de la francMasónería
aprovecharán también la derrota francesa de junio de 1940 para satisfacer una venganza
de la que habrían sido totalmente incapaces sin sus protectores alemanes. Saldrán
entonces a la luz todas las estupideces sobre las apariciones de Satán en las logias
y sus desapariciones ante los signos de la cruz, así como sobre los asesinatos rituales.
Y nuestros piadosos imbéciles no vacilarán en asociar el comunismo soviético, perseguidor
de los Masónes rusos y de los judíos, a lo que ellos llaman la judeo-Masónería.
Los milicianos del Gobierno de Vichy se abatieron sobre los templos masónicos
como chimpancés furiosos, llegando a veces incluso a destrozar los suelos y los
techos, como en el templo más que centenario de la calle La Condamine de París,
esperando así encontrar los esqueletos de las «víctimas» de los puñales masónicos,
pues habían tomado las calaveras que figuran en las «salas de reflexiones», compradas
en las tiendas de los osteologistas cercanas a la Escuela de Medicina, por las de
dichas «víctimas». Un policía del servicio de sociedades secretas, sito en la plaza
Rapp, lanzó incluso a sus avispados sabuesos tras la pista de Louis-Claude de Saint-Martin,
muerto en 1813 y que, en su opinión, vivía todavía en Saint-Cloud.
Se rodó
una película contra la Orden, fuerzas ocultas, presentada al público el 9 de marzo
de 1843. Hay que decir que los ritos se observan en ella con tal perfección [3]
que, en la oscuridad de la sala de proyección, se oían con frecuencia las reflexiones
admirativas del público con respecto a las ceremonias masónicas. Y la Exposición
antimasónica del Petit Palais de París tuvo exactamente el efecto contrario al pretendido.
Sus organizadores, los mismos que costearon la película, esperaban sarcasmos
y risas, y el público visitó el conjunto en un silencio recogido, a pasos lentos
y silenciosos. Puedo afirmarlo, puesto que me hallaba presente. Y recordaba entonces
lo que había escrito para concluir mi libro Dans l´ombre des cathédrales [4], publicado
en la primavera del angustioso año 1939.
«Y aunque el huracán materialista
y negador consiguiese incendiar el mundo, aunque nuevos bárbaros, asolando bibliotecas
y museos, cumpliesen la terrible profecía de Henri Heine, aunque el martillo de
Tor aplastase definitivamente nuestras viejas catedrales y su maravilloso mensaje,
nos empeñaríamos en seguir creyendo en la salvaguardia del saber esencial.»
“Pasada la tempestad, en un mundo caído de nuevo en la barbarie, quedarían aún
algunos hombres lo bastante intuitivos, ansiosos de misterio y de infinito, para
ir a reanimar, piadosa y pacientemente, la lámpara antigua junto al famoso sudario
de púrpura en el que duermen los dioses muertos. Y de nuevo, a través de la gran
noche del Espíritu, la llama verde del Saber oculto guiará a los hombres hacia su
maravilloso reino: la deslumbradora y radiante “ciudad solar” de los filósofos y
los sabios...”
Por eso, el sábado 19 de agosto de 1944, en París, salieron
los fusiles de sus escondites de cuatro años para siete días de combate.
Los dulces, aunque peligrosos, pacifistas iluminados de antes de la guerra no lo
habían previsto.
En efecto, para reparar la loca imprevisión y el rechazo
de lo real de algunos Masónes, varios miles de ellos tuvieron que morir en la deportación
o fusilados a causa de sus actividades en la Resistencia, o bien fallecidos poco
tiempo después de su regreso de los campos de la muerte, como mi queridísimo hermano
y amigo André Bastien, quien gritaba a veces en sus pesadillas nocturnas, reviviendo
lo que había sufrido en Rawa-Ruska y en Dora. Entre todos esos muertos, algunos
nombres pasarán a la posteridad, en unión de los más conocidos de Jean Moulin, Pierre
Brossolette, Gaston Delaive, Constant Chevillon.
Quiera Dios que se beneficien
del voto piadoso de la liturgia latina: “Dadles, Señor, el descanso eterno y que
la luz que no se apaga brille para ellos...”. La “luz” de la que estaban tan orgullosos
de ser los “hijos”.
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