Tomado del libro “Cosmogonía Masónica”
Al comienzo del Rito de nuestra Iniciación Masónica somos conducidos
por el Hermano Experto a una pequeña y oscura estancia llamada la Cámara o Gabinete
de Reflexión, dentro de la cual permanecemos encerrados durante un período de tiempo
indeterminado, y antes de entrar por primera vez en el Templo.
Al introducirnos
en ella dicho Hermano nos dirige las siguientes palabras:
A tal fin, es indispensable que se deshaga de tosa ilusión y para
hacerse sensible materialmente a lo que debe ejecutar dentro de usted espiritualmente,
le ruego me dé lo que lleva de valioso y particularmente, todos los objetos de metal,
que simbolizan lo que reluce con brillo engañoso…
Ahora, Caballero, va a
ser abandonado a usted mismo, en la soledad, el silencio y con esta débil luz. Los
objetos y las imágenes que se ofrecen a su vista tienen un sentido simbólico y deben
incitarlo a la meditación”.
Estas palabras son sumamente reveladoras acerca
del significado de ese momento solemne de nuestra recepción.
Ellas nos advierten
de la necesidad de purificarnos de todas las ilusiones, egos y vicios que conforman
nuestra errónea “personalidad” y que hemos ido adquiriendo en nuestro contacto con
las “tinieblas exteriores” del mundo profano.
Sin ese previo “despojamiento
de los metales” – que crean una dura y gruesa costra alrededor de nuestro verdadero
ser impidiendo que se manifieste- jamás podríamos recibir la influencia espiritual
vehiculada por el rito y los símbolos de la Iniciación, impidiendo así la posibilidad
salvífica del renacimiento, de volver a nacer en un mundo nuevo bañado por una luz
mucho más transparente y sutil:
Pero lógicamente, nadie podrá hacer ese trabajo por nosotros,
razón por la cual somos abandonados a nuestra suerte, recogidos en la soledad y
el silencio, encerrados en fin, en nuestra particular Cámara de Reflexión y una
vez allí “morir” a la condición profana.
Ese acto o gesto interno de negación
y muerte a un mundo y a una personalidad ficticia se vive simbólicamente (lo que
por cierto hace válida y real esa experiencia) como un “regreso al útero” materno
o a la matriz de la tierra nutricia, es decir, a un plano de concentración extrema
donde “reflexionamos” sobre el sentido de nuestra existencia, sobre quién somos
en verdad.
En realidad, la Cámara de Reflexión es lo mismo que el Athanor,
“Huevo Filosófico” u horno alquímico, símbolos todos ellos de la conciencia Herméticamente
cerrada a las influencias externas y en donde, amparados en la íntima y generativa
oscuridad, se lleva a cabo un proceso de cocción, fermentación, destilación, sublimación
y finalmente transmutación de lo espeso en lo sutil, de lo terrestre en lo celeste.
Este proceso, como sabemos, es el vivido por la semilla en su eclosión vertical
hacia los espacios aéreos, o por el gusano de seda, que después de un tiempo encerrado
en el capullo sale de él transmutado en mariposa, en un ser completamente otro,
pasando de lo que repta a lo que vuela.
Esto que decimos está claramente
ejemplificado por los diversos objetos, inscripciones e imágenes simbólicas presentes
en la Cámara. Allí, depositados sobre una mesa, encontramos tres pequeños recipientes
que contienen Azufre, Mercurio y Sal, los tres principios Herméticos que simbolizan
el espíritu, el alma y el cuerpo, respectivamente, lo cual nos sugiere la idea de
que la Gran Obra Iniciática incumbe al ser humano considerado en su totalidad y
no tan sólo en un aspecto o modalidad de ésta; una jarra con agua y al lado un trozo
de pan, símbolos del agua de vida y del alimento espiritual que restituyen el “recuerdo”
y fortalecen al candidato después de sufrir la primera muerte Iniciática, expresada
a su vez por el cráneo y las tibias cruzadas. Este es el estado que la Alquimia
denomina NIGREDO, o “negro mas negro que el negro” que señala la descomposición
de la personalidad egótica.
Pero esta descomposición o putrefacción contiene
ya el germen de el nuevo nacimiento, anunciado por el gallo, ave emblemática del
dios Hermes, y cuyo canto proferido en lo más profundo de la noche avisa sin embargo
de la proximidad del día y de la luz del Sol nacida en el Oriente.
En este
sentido, nos dice la tradición que “cuando todo parece perdido, es cuando todo será
salvado”, pues después de descender, como Dante, a las profundidades del infierno,
no queda más remedio que ascender por el eje que une la Tierra y el Cielo.
Y precisamente ese descenso y ese ascenso están sugeridos por las siglas
V.I.T.R.I.O.L que aparecen grabadas en una de las negras paredes de la Cámara.
El significado de estas siglas alquímicas es bastante elocuente al respecto:
La rectificación de que se trata tiene que ver con el cambio de
“orientación” que se va produciendo en nosotros conforme progresamos “…por las vías
que nos han sido trazadas…”, es decir, por la vía sagrada de la Iniciación, lo que
es simultáneo al despertar de nuestras potencialidades internas que nos conducirán
a la obtención del Conocimiento, simbolizado por la Piedra Oculta (Filosofal) o
Piedra Cúbica en punta del maestro masón.
Así, pues, sólo cuando el postulante
sepa comprender –o asimilar en sí mismo- el mensaje de todos estos símbolos que
se ofrecen a su meditación, habrá “superado satisfactoriamente la prueba de la Tierra,
a la Gloria del Gran Arquitecto del Universo” y estará, por tanto, preparado para
llamar a las “Puertas del Templo”, lo que hace una vez que ha sido reducido a pura
posibilidad de ser presta a recibir los efluvios emanados del resto de los elementos
purificadores que determinarán su desarrollo y crecimiento interior: el Aire, el
Agua y el Fuego.
Para Vuestro Entendimiento Y Desarrollo Interior…
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