
Benedicto Spinoza (1632-1677), fue el segundo ideólogo de 
	relieve de la Francmasonería progresista y revolucionaria de Holanda.
Su 
	filosofía es particularmente interesante, debido a que representaba la ideología 
	de la corriente que luchó contra el fanatismo religioso y la explotación de 
	ignorancia, ejercida por los dirigentes del judaísmo reaccionario y del protestantismo 
	calvinista, -sectas opuestas al catolicismo-.
Como hemos dicho antes 
	Holanda fue una República donde la burguesía conquistó el Poder a consecuencia 
	de la revolución triunfante a fines del siglo XVI. Debido a esto florecieron 
	la industria y el comercio exterior, a la vez que la técnica, las ciencias y 
	las artes alcanzaron un progreso enorme. La libertad de conciencia y de imprenta 
	fueron respetados por los gobiernos republicanos y era posible la publicación 
	de las obras científicas contra la concepción religiosa que se oponía al progreso 
	y sumía al mundo en la ignorancia. Muchos hombres de ciencia y los grandes pensadores, 
	perseguidos por la iglesia católica y las monarquías absolutistas, encontraron 
	el refugio en Holanda y pudieron desarrollar sus actividades a favor del progreso 
	humano.También hallaron el albergue en este país los perseguidos por causas 
	de carácter religioso, -judíos de España y Portugal y las sectas cristianasprotestantes 
	y reformistas-.
Benedicto Spinoza nació el 24 de Noviembre de 1632.
	
Perteneció a una familia judía que emigró de Portugal a raíz del decreto 
	del gobierno, expedido en 1498, que impuso el bautizo obligatorio a los judios. 
	Estaba destinado por sus familiares a la profesión mercantil. Su primer aprendizaje 
	lo recibió en la escuela de la comunidad judía de Amsterdam, denominada «El 
	árbol de la Vida» y dirigida por el rabino Monteira. En esta escuela se enseñaba 
	el idioma hebreo, la Biblia y la doctrina religiosa de los judios. Al aprender 
	la Biblia, Spinoza conoció los trabajos de los diferentes comentadores judios 
	y entre ellos a los que sometían las «Sagradas Escrituras» al examen crítico. 
	Particularmente le gustaba las obras de Abraham ibn Ezra, Gersónides y Leon 
	Hebreo. Estos autores despertaron en Spinoza la duda de la «verdad bíblica» 
	y lo inclinaron hacia la investigación para encontrar la solución propia de 
	los problemas que no le satisfacían.
Por otro lado, Spinoza se encontró 
	y se relacionó íntimamente con el francmasón Juan Prado, eminente maestro y 
	luchador contra el fanatismo religioso, el que lo inició en una Logia de Amsterdam, 
	donde se enseñaba la filosofía de Francisco Bacon y de otros notables filósofos 
	francmasónicos. La influencia de la filosofía de Bacon causó la ruptura de Spinoza 
	con los fanáticos de la religión judía. Esta ruptura fue motivada en su escrito 
	titulado la «Apología para justificar la ruptura con la Sinagoga» y dirigida 
	a las autoridades de la comunidad judía de Amsterdam. Entonces, los directores 
	de la comunidad, aconsejados por el rabino Monteira, le abrieron un proceso 
	por las blasfemias contra dios y contra Moisés.
El día 27 de Julio de 
	1656 fue publicado el texto de la excomunión de Spinoza, redactado como sigue: 
	«Los dirigentes de la comunidad ponen en conocimiento que desde hace mucho tenían 
	noticia de las equivocadas opiniones y errónea conducta de Baruj de Espinoza 
	y por diversos medios y advertencias han tratado de apartarlo del mal camino. 
	Como no obtuvieron ningún resultado y como, por el contrario, las horribles 
	herejías que practicaba y enseñaba, lo mismo que su inaudita conducta fueron 
	en aumento, resolvieron de acuerdo con el rabino, en presencia de testigos fehacientes 
	y del nombrado Espinoza, que éste fuera excomulgado y expulsado del pueblo de 
	Israel, según el siguiente decreto de excomunión: Por la decisión de los ángeles 
	y el juicio de los santos excomulgamos, expulsamos, execramos y maldecimos a 
	Baruj de Espinoza, con la aprobación del Sto. Dios y de toda esta Sta. Comunidad, 
	ante los Stos. libros de la Ley con sus 613 prescripciones, con la excomunión 
	con que Josué excomulgó a Jericó, con la maldición con que Eliseo maldijo a 
	sus hijos y con todas las execraciones escritas en la Ley.
Maldito sea 
	de día y maldito sea de noche; maldito sea cuando se acuesta y maldito sea cuando 
	se levanta; maldito sea cuando sale y maldito sea cuando regresa. Que el Señor 
	no lo perdone. Que la cólera y el enojo del Señor se desaten contra este hombre 
	y arrojen sobre él todas las maldiciones escritas en el Libro de la Ley. El 
	Señor borrará su nombre bajo los cielos y lo expulsará de todas las tribus de 
	Israel abandonándolo al Maligno con todas las maldiciones del cielo escritas 
	en el Libro de la Ley. Pero vosotros, que sois fieles al Señor vuestro Dios, 
	vivid en paz. Ordenamos que nadie mantenga con él comunicación oral o escrita, 
	que nadie le preste ningún favor, que nadie permanezca con él bajo el mismo 
	techo o a menos de cuatro yardas, que nadie lea nada escrito o transcripto por 
	él».
La excomunión, lejos de perjudicar a Spinoza, le dio mayor popularidad. 
	La «ruptura con la Sinagoga» produce en la mente de él una crisis que lo transforma 
	del comerciante en el filosofo. Al abandonar las «riquezas, honores y voluptuosidad», 
	Spinoza sufre la «reforma del entendimiento».
Principia a estudiar latín, 
	matemáticas, ciencias naturales y las filosofías de los hombres notables, tales 
	como: Bacon, Hobbes, Descartes, etc. etc. Se relaciona con los círculos de los 
	«Colegiantes», aprovechando el espíritu de tolerancia de estos grupos frente 
	a las rivalidades de las sectas. Se rodea de los amigos inteligentes y fieles 
	que como él buscaban la verdad razonada científicamente. Del estudiante aventajado 
	pronto se convierte en muy estimado profesor y en un gran filósofo. Su fama 
	atrae la atención de los hombres notables de la época y toma incremento el interés 
	por conocer su filosofía.
En 1663 Spinoza se traslada a la Haya, -capital 
	de Holanda- y se relaciona con los hombres de Estado y, principalmente, con 
	el director de la Francmasonería holandesa, -Juan de Witt-, estadista más ilustre 
	y adversario de la casa de Orange. De Witt era secretario jurídico de los Estados 
	de Holanda y el defensor de la República. Dos partidos luchaban políticamente 
	en los Países Bajos por el dominio del Poder en aquella época: los simpatizadores 
	de los regentes y los partidarios del duque de Orange. El partido de los regentes 
	se apoyaba en la Francmasonería, en los industriales, en los comerciantes y 
	defendían el régimen republicano, basado en la libertad de pensamiento. Los 
	partidarios de Orange fueron los gomasistas, fanáticos calvinistas, dirigidos 
	por los pastores de esta secta, que pretendían dominar el poder público a través 
	de Orange de la misma manera como lo dominó el clero católico en los países 
	vecinos a través de los monarcas absolutistas. Por tanto, la diferencia entre 
	los dos partidos se degeneraba en una lucha entre el Estado y la Iglesia.
	
Juan de Witt, como director político de la Francmasonería, en su puesto 
	de Secretario Jurídico del Estado, se oponía a los clérigos calvinistas, que 
	agitaban desde los púlpitos contra el gobierno y contra el liberalismo, tachándolos 
	de ateismo. Spinoza combatía el fanatismo de las comunidades de los judios, 
	dirigidos por los rabinos (clérigos del judaísmo). De manera que la amistad 
	de Spinoza con de Witt obedecía a las causas ideológicas que profesaban ambos 
	como francmasones. De Witt y Spinoza desempeñaban en la lucha contra el fanatismo 
	religioso de los judios reaccionarios y protestantes calvinistas de los Países 
	Bajos el mismo papel, que Cromwell y Hobbes en la lucha contra el fanatismo 
	católico de Inglaterra. Así que la filosofía de Spinoza representaba la ideología 
	y las aspiraciones de la Francmasonería holandesa.
Como cooperación de 
	Spinoza en la lucha política de la Francmasonería holandesa fue su obra el «Tratado 
	teológico-político». Las causa que motivaron la aparición de esta obra Spinoza 
	comunica a su amigo Oldenburg en 1655 en la forma siguiente: «Estoy componiendo 
	ahora un tratado sobre mi interpretación de las Escrituras.
A esto me 
	inducen: 
1.- Los prejuicios de los teólogos; prejuicios que, como es sabido, 
	impiden sobremanera a los hombres dedicar su espíritu a la filosofía, por lo 
	que me he propuesto la tarea de descubrirlos y apartarlos de la mente de los 
	más inteligentes.
2.- La opinión que se ha formado de mí, el pue- blo 
	que acusa incesantemente de ateísmo, por lo que me veo obligado a desvirtuar 
	en lo posible esa opinión sobre mi persona.
3.- La libertad de filosofar 
	y de decir lo que se piensa; quisiera defender esa libertad en toda forma, pues 
	debido al gran prestigio y a la insolencia de los predicadores, dicha libertad 
	es suprimida aquí en todas las formas imaginables».
Como prejuicio teológico 
	Spinoza señala al dogma de revelación, que considera la Biblia como un mensaje 
	de dios a los hombres.
En su crítica analiza las «Escrituras» desde un 
	punto de vista histórico y en este sentido busca el origen del «Antiguo Testamento», 
	llamándolo «La revelación temporal de la fantasía de los profetas» y sosteniendo, 
	que la Biblia solo debe ser interpretada por la misma Biblia, porque no resiste 
	la interpretación racional filosófica y, por tanto, no puede considerarse o 
	constituirse en «Verdad objetiva».
En resumen, Spinoza se pronuncia en 
	contra de la confusión de teología y filosofía y defiende el principio de la 
	autonomía de la ciencia. En su defensa contra la acusación de ateísmo Spinoza 
	asegura que tiene la «verdadera religión», basada en la revelación eterna de 
	la razón. La defensa de la libertad de pensamiento contra el fanatismo de los 
	predicadores, en opinión de Spinoza, debe estar a cargo del Estado. Para que 
	esta defensa llegue a ser efectiva es necesario luchar para que las autoridades 
	eclesiásticas no se entrometan en los asuntos temporales. Lo mismo debe ser 
	defendido, el derecho de la personalidad, -derecho que está en relación directa 
	con el principio de la libertad de pensamiento-.
Y nadie está más indicado 
	para este objetivo que el Estado, porque su fin, dice Spinoza, «no consiste 
	en transformar a los hombres de seres racionales en animales autómatas, sino 
	más bien en hacer que su espíritu y su cuerpo puedan desarrollar sus fuerzas 
	sin trabas, para que usen libremente de su razón y para que no se combatan con 
	cólera, odio o astucia, ni se sientan enemigos entre sí. El fin del Estado es 
	en realidad la libertad». Analizando la filosofía de Spinoza en relación con 
	la lucha de la Francmasonería holandesa contra el papel opresor de algunas sectas 
	religiosas y de sus iglesias o agrupaciones que rivalizaban entre sí por la 
	influencia sobre el Poder del Estado, vemos que su pensamiento filosófico coincidía 
	con la ideología y los fines de este sector francmasónico. La lucha de las asociaciones 
	francmasónicas de los Países Bajos no se enderezaba únicamente contra el catolicismo.
	
Sus enemigos principales estaban, por un lado, en las sectas protestantes 
	y reformistas, principalmente en el grupo calvinista, que pretendía el dominio 
	político a través del partido monárquico holandés y, por otro lado, en las comunidades 
	de los judios, que buscaban el restablecimiento de la estricta forma religiosa 
	de los judios orientales o aschkenasis, que se distinguían por su fanatismo 
	extremo y la persecución de otro sector más moderno, que ponía la filosofía 
	por encima del Talmud y la Cábala, y rechazaba las prescripciones alimenticias 
	y del ritual.
Entre los grupos modernistas, que se enfrentaban a los 
	aschkenasis se distinguían los dirigidos por Abraham Farrer, Uriel da Costa 
	y Juan o Daniel de Prado. Este último fue el que ejerció la influencia directa 
	sobre Spinoza en su calidad de francmasón. Juan de Prado ya negaba «la verdad 
	de las Escrituras» con todos los milagros y del Dios en ellas revelado y lo 
	sustituía por un Dios-Naturaleza que se manifiesta en las leyes naturales.
	
Spinoza parte de esta filosofía.
Su primer paso consiste en sembrar 
	la duda en los conceptos reconocidos como «verdaderos». ¿Que es una idea verdadera? 
	Como contestación a esta pregunta da una explicación, basada en la reflexión, 
	de que no es verdadera la idea que en apariencia es conforme a su objeto. Para 
	encontrar una idea verdadera no hay que aproximarla al objeto para saber si 
	es verdadera, sino a un tipo de la idea verdadera, a un método verdadero de 
	pensar, luego examina todas las maneras de conocer, yendo de las menos ciertas 
	a las más ciertas con el fin de ver si su perfección depende de un carácter 
	intrínseco de la idea o de otra cosa. Analiza los conocimientos adquiridos por 
	el oído, por la experiencia y por la deducción. Demuestra, por ejemplo, que 
	lo que sabemos por haberlo oído de que «Inglaterra existe», no puede ser tan 
	cierto como es cierta la axioma geométrica de que la suma de los ángulos de 
	un triángulo es igual a dos ángulos rectos.
En lo que toca al conocimiento 
	por experiencia, este tampoco puede ser tan verdadero en la comprobación de 
	los hechos como es verdadera una proposición de geometría. Por último, analiza 
	los conocimientos adquiridos por la deducción. Presenta el caso de cómo se forma 
	la esfera girando un semicírculo alrededor de su diámetro y deduce, que la idea 
	de la esfera que se forma girando el semicírculo es una idea verdadera, aunque 
	ninguna esfera que existe en la naturaleza se formó de esta manera. Para tener 
	una idea verdadera de eclipse es necesario representarse un plano cortando un 
	cono bajo cierto ángulo. Para tener una idea verdadera de la palabra es necesario 
	representarse que los órganos humanos, dispuestos de cierto modo, imprimen tales 
	movimientos al aire, etc.
En resumen, la verdad de una idea resulta, 
	según Spinoza, de la manera como está pensada, es decir, de cierto uso que se 
	hace del intelecto, de cierto método que sigue. No se ve ningún medio distinto 
	para el hombre de avanzar con certeza en el estudio de las cosas algo complicadas 
	del que emplea el geómetra en el estudio de las figuras y de los sólidos.
	
Para aplicar el método de deducción de una idea de otra es necesario desde 
	luego tener una y otra idea y, además, es preciso que en cada momento de deducción 
	sea conocido inmediata e intuitivamente como verdadero lo que está deducido.
	
Ejemplo: 2 más 2 equivale a 2 más 1 más 1; 2 más 1 equivale a 3; 3 más 1 
	equivale a 4, etc. otro ejemplo: «Cuando sé una cosa, sé que la sé, y sé que 
	sé que la sé, y así indefinidamente».
Reflexionando en esta forma, Spinoza 
	expone su teoría de la Sustancia material que forma el punto central de su sistema 
	filosófico.
«Entiendo por sustancia, dice, lo que es en sí y está concebido 
	por sí, y cuya idea no necesita, para formarse, de la idea de ninguna otra cosa».
	
Dios, ser absolutamente infinito, es sustancia; porque si no fuera sustancia, 
	sería concebido por otra cosa que por él; dependería, pues, de algo y sería 
	limitado. Esta sustancia-dios existe necesariamente, es única, es eterna, es 
	infinita, es causa de la existencia de las cosas y, a la vez, causa de su esencia 
	de la misma manera como la esencia del triángulo es causa de las propiedades 
	del triángulo. De esta manera, la teoría de la sustancia es la teoría de la 
	materia eterna e infinita, o sea, el materialismo, aunque revestido de una capa 
	teológica. La cosa cualquiera es conocida por nosotros de dos maneras. La conocemos 
	como un hecho cuando comprobamos su existencia en la duración y la conocemos 
	como una idea cuando comprendemos la naturaleza de esta cosa. La sustancia se 
	manifiesta por dos atributos conocidos la Extención y el Pensamiento, aunque 
	es posible que tiene infinidad de los atributos infinitos, desconocidos para 
	nosotros.
«Llamaremos, dice, modos de la Extensión de la sustancia a 
	las cosas particulares que conocemos como existentes, es decir, bajo el atributo 
	de extensión; las cosas que han nacido, que cambian y que morirán, como Santiago, 
	Pedro, ese árbol, ese libro. Llamaremos modos del Pensamiento de la sustancia 
	a las cosas particulares que conocemos en sus esencias eternas, es decir, bajo 
	el atributo del Pensamiento; por ejemplo, una esfera engendrada por rotación 
	de un semicírculo, de un círculo engendrado pro la rotación de una recta, un 
	hecho de memoria explicado por la estructura de un cuerpo organizado».Todo lo 
	que existe actualmente es, a la vez, cosa e idea.
El hombre que existe 
	actualmente es, él también, cosa e idea a la vez. Considerándolo bajo el atributo-extensión 
	es un cuerpo y considerándolo bajo atributo-pensamiento es una idea. Esta idea 
	unida al cuerpo Spinoza llama el alma. Los cambios del alma están unidos a los 
	cambios que se producen en el cuerpo. La existencia del alma no es más que la 
	percepción de lo que pasa en el cuerpo.
Cuando el alma contempla un objeto 
	ausente como presente, esta representación del alma es la imaginación y como 
	función se basa en las modificaciones de su cuerpo. Por tanto, «no conocemos 
	nunca más que la existencia de nuestro cuerpo». Como este conocimiento, que 
	es del primer género, es «incompleto y engañador». A él se debe la formación 
	de falsas ideas generales, de los errores y de las inútiles discusiones. Pero 
	hay el conocimiento del segundo género que Spinoza llama Razón.
A este 
	conocimiento se deben las demostraciones geométricas, por las cuales las propiedades 
	de la extensión están deducidas unas de otras y claramente explicadas. Un triángulo, 
	por ejemplo, tiene las mismas propiedades en cualquier parte de la extensión. 
	Tener una parte de esta idea es tenerla toda.
Spinoza reconoce, además, 
	un conocimiento del tercer género que es el Conocimiento intuitivo de la esencia 
	de cada cosa particular y lo califica como «perfecto y completo, puesto que 
	es inmediato es decir, que no depende de nada y que, por tanto, nada puede faltarle». 
	Basándose en esta conclusiones Spinoza combate el dualismo de Descartes, que 
	supone en el alma humana una voluntad absolutamente libre, cuyas afirmaciones 
	se extienden más allá de los límites del entendimiento. También rechaza que 
	las pasiones se deben «a no se sabe que vicio de la voluntad humana».
	
Los sentimientos de alegría y tristeza, de amor y odio, de esperanza y temor 
	son efectos que resultan necesariamente de la condición humana. El cuerpo humano 
	es una parte de la naturaleza y sus pasiones y sentimientos están condicionados 
	a las leyes de la Naturaleza y no a la «voluntad libre» movida por la injusticia 
	y maldad de los hombres, como lo afirman los predicadores de las diferentes 
	sectas religiosas. El hombre, dice Spinoza, no tiene «alguna razón de vivir 
	exterior a su propia naturaleza, porque la razón de vivir y la voluntad de vivir 
	no son, en un ser, más que su esencia misma». El hombre desea ser, obrar y vivir, 
	es decir, existir en acto. De este deseo nace le esfuerzo para conservarse.
	
Cuando tal esfuerzo se relaciona con el alma se llama la voluntad; pero 
	cuando se relaciona a la vez con el alma y con el cuerpo se llama instinto. 
	El instinto, pues, no es otra cosa que la esencia misma del hombre.
«El 
	esfuerzo para conservarse es el primero y único fundamento de la virtud. Virtud 
	es poder, y el hombre no tiene poder fuera de su naturaleza individual».- «Obrar 
	por virtud no significa para nosotros otra cosa que obrar, vivir y conservar 
	nuestro ser bajo el gobierno de la razón».
Es interesante el concepto 
	spinoziano de libertad y necesidad.
«Llamo libre, dice, a la cosa que 
	solo existe y actúa por necesidad de su naturaleza». - «La esencia eterna e 
	infinita que llamamos Dios o Naturaleza actúa con la misma necesidad con que 
	existe».
La contribución de Spinoza en la lucha de la francmasonería 
	holandesa contra el papel opresor de las sectas religiosas fue importante, sobre 
	todo en su intento de interpretar el mundo de sí mismo, emancipándolo de la 
	influencia supersticiosa de un dios imaginado, «cruel y celoso, que se alegra 
	de las lágrimas y del terror de los hombres y que se irrita de sus goces».
	
Spinoza fue el filosofo francmasónico notable del siglo XVII y contemporáneo 
	de Hobbes y Locke. Su filosofía materialista revela, por una lado, la influencia 
	del monoteísmo judío y del dualismo de Descartes y, por otro lado, del materialismo 
	de Bacón, Hobbes y Gassend, corrientes que estaban en pugna en aquella época. 
	Como filósofo francmasónico Spinoza es el continuador de la filosofía de Hobbes 
	y se considera como el representante más grande del ateísmo del siglo XVII.
	
El notable literato y filósofo francmasónico francés del siglo XVIII, Dionisio 
	Diderot, autor de la inmortal obra la Enciclopedia, se expresó de Spinoza: «Es 
	el primero que condujo al ateísmo a un sistema, haciendo de él una doctrina 
	íntegra y conexa».

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