
			
Aunque el verano sea considerado generalmente como una estación 
alegre y el invierno como una triste, por el hecho de que el primero representa 
en cierto modo el triunfo de la luz y el segundo el de la oscuridad, los dos solsticios 
correspondientes tienen sin embargo, en realidad, un carácter exactamente opuesto 
al indicado; puede parecer que hay en ello una paradoja harto extraña, y empero 
es muy fácil comprender que sea así desde que se posee algún conocimiento sobre 
los datos tradicionales acerca del curso del ciclo anual. En efecto, lo que ha alcanzado 
su máximo no puede ya sino decrecer, y lo que ha llegado a su mínimo no puede, al 
contrario, sino comenzar a acrecerse en seguida; por eso el solsticio de verano 
señala el comienzo de la mitad descendente del año, y el solsticio de invierno, 
inversamente, el de su mitad ascendente; y esto explica también, desde el punto 
de vista de su significación cósmica, estas palabras de San Juan Bautista, cuyo 
nacimiento coincide con el solsticio estival: "Él (Cristo, nacido en el solsticio 
de invierno) conviene que crezca, y yo que disminuya". Sabido es que, en la tradición 
hindú, la fase ascendente se pone en relación con el deva-yâna, y la fase descendente 
con el pitr-yâna; por consiguiente, en el Zodíaco, el signo de Cáncer, correspondiente 
al solsticio de verano, es la "puerta de los hombres", que da acceso al pitr-yâna, 
y el signo de Capricornio, correspondiente al solsticio de invierno, es la "puerta 
de los dioses", que da acceso al deva-yâna. En realidad, el período "alegre", es 
decir, benéfico y favorable, es la mitad ascendente del ciclo anual, y su período 
"triste", es decir, maléfico o desfavorable, es su mitad descendente; y el mismo 
carácter pertenece, naturalmente, a la puerta solsticial que abre cada uno de los 
dos períodos en que se encuentra dividido el año por el sentido mismo del curso 
solar. 
Sabido es, por lo demás, que en el cristianismo las fiestas de los 
dos San Juan están en relación directa con los dos solsticios, y, cosa muy notable, 
aunque nunca la hayamos visto indicada en ninguna parte, lo que acabamos de recordar 
está expresado en cierta manera por el doble sentido del nombre mismo de "Juan". 
En efecto, la palabra hebrea hanán tiene a la vez el sentido de 'benevolencia' y 
'misericordia' y el de 'alabanza' (es por lo menos curioso comprobar que, en nuestra 
misma lengua, palabras como "gracia(s)" tienen exactamente esa doble significación); 
por consiguiente, el nombre Yahanán [o, más bien, Yehohanán ] puede significar 'misericordia 
de Dios' y también 'alabanza a Dios'. Y es fácil advertir que el primero de estos 
dos sentidos parece convenir muy particularmente a San Juan Bautista, y el segundo 
a San Juan Evangelista; por lo demás, puede decirse que la misericordia es evidentemente 
"descendente" y la alabanza, "ascendente", lo que nos reconduce a su respectiva 
relación con las dos mitades del ciclo anual. 
En relación con los dos San 
Juan y su simbolismo solsticial, es interesante también considerar un símbolo que 
parece peculiar de la Masónería anglosajona, o que al menos no se ha conservado 
sino en ella: es un círculo con un punto en el centro, comprendido entre dos tangentes 
paralelas; y estas tangentes se dice que representan a los dos San Juan. En efecto, 
el círculo es aquí la figura del ciclo anual, y su significación solar se hace, 
por otra parte, más manifiesta por la presencia del punto en el centro, pues la 
misma figura es a la vez el signo astrológico del sol; y las dos rectas paralelas 
son las tangentes a ese círculo en los dos puntos solsticiales, señalando así su 
carácter de "puntos límite", ya que estos puntos son, en efecto, como los límites 
que el sol no puede jamás sobrepasar en el curso de su marcha; y porque esas líneas 
corresponden así a los dos solsticios puede decirse también que representan por 
eso mismo a los dos San Juan. Hay empero, en esta figuración una anomalía por lo 
menos aparte: el diámetro solsticial del cielo anual debe considerarse, según lo 
hemos explicado en otras ocasiones, como relativamente vertical con respecto al 
diámetro equinoccial, y solo de esta manera, por otra parte, las dos mitades del 
ciclo, que van de un solsticio al otro, pueden aparecer real y respectivamente como 
ascendiente y descendiente, pues entonces los puntos solsticiales constituyen el 
punto más alto y el punto más bajo del círculo; en tales condiciones, las tangentes 
a los extremos del diámetro solsticial, al ser perpendiculares a éste, serán necesariamente 
horizontales. Pero, en el símbolo que ahora consideramos, las dos tangentes, al 
contrario, están figuradas como verticales; hay, pues, en este caso especial, cierta 
modificación aportada al simbolismo general del ciclo anual, la que por lo demás 
se explica de modo bastante sencillo, pues es evidente que no ha podido producirse 
sino por una asimilación establecida entre esas dos paralelas y las dos columnas 
[masónicas]; éstas, que naturalmente no pueden ser sino verticales, tienen por lo 
demás, en virtud de su situación respectiva al norte y al mediodía, y al menos desde 
cierto punto de vista, una relación efectiva con el simbolismo solsticial. 
Este aspecto de las dos columnas se ve netamente sobre todo en el caso del símbolo 
de las "columnas de Hércules"; el carácter de "héroe solar" de Hércules y la correspondencia 
zodiacal de sus doce trabajos son cosas demasiado conocidas para que sea necesario 
insistir en ellas; y es claro que precisamente ese carácter solar justifica la significación 
solsticial de las dos columnas a las cuales está vinculado su nombre. Siendo así, 
la divisa "non plus ultra", referida a esas columnas, aparece como dotada de doble 
significación: no solamente expresa, según la interpretación habitual, propia del 
punto de vista terrestre y, por lo demás, válida en su orden, que aquéllas señalan 
los límites del mundo "conocido", es decir, en realidad, que son los límites que, 
por razones cuya investigación podría resultar de interés, no era permitido sobrepasar 
a los viajeros; sino que indica al mismo tiempo -y sin duda debería decirse ante 
todo- que, desde el punto de vista celeste, son los límites que el sol no puede 
franquear y entre las cuales, como entre las dos tangentes de que tratábamos líneas 
antes, se cumple interiormente su curso anual. Estas últimas consideraciones pueden 
parecer bastante alejadas de nuestro punto de partida, pero, a decir verdad, no 
es así, pues contribuyen a la explicación de un símbolo expresamente referido a 
los dos San Juan; y, por otra parte, puede decirse que, en la forma cristiana de 
la tradición, todo lo que concierne al simbolismo solsticial está también, por eso 
mismo, en relación con ambos santos.

| Búsqueda en el | 
Copyright © 2018 - Todos los derechos reservados - Emilio Ruiz Figuerola