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Rito Escocés Antiguo y Aceptado
del Guajiro
La Hermandad para toda la Humanidad
En este grado se enseña a ser fervoroso y fiel, a ser imparcial
y benévolo y hacer de pacificador en caso de desacuerdos, de conflictos, y de peleas
entre los hermanos.
El deber es esa influencia virtuosa que controla y guía
al Masón en un camino sin rodeos en la vida. Realizar ese deber, sea este recompensado
o no debe ser la preocupación de todo Masón aún si lo que hace es desconocido por
la humanidad, si somos gobernados por la inclinación y no por el deber: si somos
despiadados, críticos ásperos o injuriantes en nuestros relaciones o tratos en la
vida - si somos amos ásperos o criados infieles -, si somos amigos traidores o malos
vecinos o competidores amargos o políticos corruptos o negociadores mañosos, nos
salimos del camino verdadero.
La fidelidad es un deber no solo con nuestras
obligaciones, es también un deber, con los compañeros y sobre todo con el Gran Arquitecto
del Universo que dirige todas nuestras acciones. Zabud era celoso y fiel en su dedicación
al rey Salomón, lo que casi le costó su vida. Si el habría sido más astuto o sagaz
de una manera egoísta, él habría sido precavido para evitar la detección, pero su
sentido del deber prevaleció sobre cualquier pensamiento que no sea el bienestar
de su Maestro Real. Tal obligación vino no por algún convenio ni por su intención
expresada pero no implicada, sino como un deber que se originaba dentro de su misma
alma.
Como Masones, nuestro deber es ser buenos y cariñosos el uno con el
otro. Debe haber mucho más del verdadero espíritu de hermandad entre nosotros, más
comprensión de las faltas de cada uno, más perdón, más preocupación por cada uno.
De ese modo, debemos corresponder amor y amabilidad como podamos o como se presente
la oportunidad. Nada debe permitirse que interfiera con esa amabilidad y afecto,
ni siquiera la competición mercenaria ni la ambición egoísta, ni la envidia y celos
de otros.
La generosidad y un espíritu dadivoso hace a los hombres comprensivos,
amistosos, generosos, sinceros, y ansiosos por hacer el bien. Valoran la amistad
más que las riquezas o fama, y la gratitud más que el dinero o el poder. La verdadera
generosidad sale inequívoca del corazón. Habla con la confortante voz de la caridad,
dispensa favores con una voluntad para compartir libremente, la Generosidad fue
ejemplificada por el rey Hiram, quien vio en Zabud verdadera fidelidad y adhesión
y así lo excusa de intenciones que no fueron otras que por una fidelidad fervorosa
y apoya con agrado su nombramiento como Secretario Íntimo o Confidencial en reconocimiento
a que la amistad del rey Salomón es de mayor valor que ciudades, Hiram no solamente
devuelve las ciudades Galileas prometidas pero también concede al Rey Salomón un
regalo de oro de su Hacienda real.
El hombre generoso nunca puede aprobar
el desacuerdo y los conflictos entre sus hermanos. Solo el malo y egoísta se deleita
con la discordia. Es lo más bajo de la humanidad hacer que los hombres piensen mal
entre ellos. El deber de un Masón es esforzarse para lograr que los hombres piensen
mejor de su vecino, acallar, en vez de agravar las dificultades, reunir a los que
han dañado sus relaciones y han perdido la amistad, evitar que amigos se conviertan
en enemigos, y persuadir a enemigos a convertirse en amigos. Para hacer esto, se
deben controlar las propias pasiones, y no ser impetuosos ni precipitados, ni muy
rápidos en tomar ofensa, ni fáciles de llevarse por el enojo. Salomón encolerizado
mantuvo el control de si mismo y, usando el juicio sano y la buena voluntad, fue
capaz de persuadir a su colega de aplacar su cólera. La cólera es una tormenta en
la cual la voz de la razón raramente puede ser oída.
Ved, por lo tanto,
que primero controlando vuestro propio genio, y gobernando vuestras propias pasiones,
vos podéis capacitaros para mantener la paz y armonía entre los hombres, y muy especialmente
entre los hermanos. Por sobre todo, recordad que la Masonería es el reino de la
paz donde no debe haber disensión.
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