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Rito Escocés Antiguo y Aceptado
del Guajiro
La Hermandad para toda la Humanidad
Es el método o sistema de trabajo-estudio masónico más extendido
por el mundo. Sus antecedentes remotos se encuentran en la ya mencionada calidad
del Maestro escocés, que dio origen en las ciudades inglesas de Londres y Bath,
hacia 1730, a sendas logias especiales de “Maestros Escoceses”. Sin embargo, su
lenta configuración y estructuración como sistema de trabajo masónico, a lo largo
del siglo XVIII, tuvo lugar en Francia y se completó en América.
Los maestros
escoceses establecidos en Francia, bajo la protección que Luis XIV dispensara a
su pariente, Jacobo II de Inglaterra y VII de Escocia, son mencionados por primera
vez en las Ordenanzas de la Gran Logia de Francia, de 1743, negándoles la distinción
que ellos reivindicaban como masones de mayor grado. Lo innegable es que representaban
una corriente decididamente espiritualista frente al racionalismo ascendente de
la cultura francesa de las “luces”, proponiendo, como lo harían otros movimientos
a lo largo de aquel siglo, la búsqueda de una experiencia personalizada del conocimiento
capaz de transformar al individuo, por encima de la mera ilustración. El escocismo
no hacía sino poner de relieve que la tradición de los constructores medievales
tenía sus raíces profundas en la Tradición Iniciática de las antiguas culturas.
Desde 1744, se mencionan en Francia frecuentemente “los grados escoceses” en publicaciones
divulgadoras, por lo que la existencia de los mismos viene a ser simultánea a la
del tercer grado, establecido en la década anterior y aún no generalizado ni estabilizado
en todas las logias. Por ello, y porque el grado iniciático todas las logias de
Maestro masón contiene el germen de todo el desarrollo gradual escocista, señalábamos
anteriormente que constituye el primero de los grados superiores. Por otra parte,
la Gran Logia de Francia había visto aumentar su número de miembros a costa de un
descenso cualitativo que, hacia mediados del XVIII, alarmaba a los masones más responsables.
Ello decidió al conde de Clermont, Gran Maestre de la Gran Logia de Francia desde
1743, poco después de su elección y en su calidad de “Gran Maestre de todas las
logias de Francia”” (no como Gran Maestre de la Gran Logia), a aprobar la creación
de un taller modelo en París: el de San Juan de Jerusalén, en cuyos estatutos (publicados
en 1755) se atribuía a los Maestros Escoceses cierta responsabilidad en la custodia
del legado de la Tradición masónica en las logias simbólicas.
La multiplicidad
de temas propuestos a la reflexión masónica en las logias, en forma de grado, hizo
necesaria la creación de organismos coordinadores que facilitaran una estructuración
coherente de los mismos. Éstos solían adoptar el nombre de capítulo o consejo. Así
surgieron el Capítulo de Clérmont (en 1745) y el Consejo de Emperadores de Oriente
y Occidente (en 1758), cuyo referente escocista inmediato se hallaba en la Logia
de San Juan de Jerusalén, antes mencionada.
Observemos que ya la creación
de la Logia de San Juan de Jerusalén, primer hito institucional del escocismo en
Francia, fue realizada por el Gran Maestre, conde de Clérmont, al margen de la Gran
Logia de Francia, aunque en estrecha vinculación con ella. Esta dicotomía formal
inspirará, después, el desarrollo de los Supremos Consejos del Rito Escocés, como
veremos. El Capítulo de Clérmont, establecido en París, tuvo corta vida. Sin embargo,
extendió su sistema de grados a Alemania, donde los temas basados en la leyenda
templaría darían lugar a la aparición de importantes estructuras escocista. El Consejo
de Emperadores15 fue creado en París, en torno a 1758, con el subtítulo de Sublime
Logia Madre Escocesa, emulando al Consejo Soberano de Caballeros de oriente, surgido
poco antes de la Logia de San Juan de Jerusalén. Lo importante del Consejo de Emperadores
fue su labor de estructuración y armonización del escocismo en un sistema de veinticinco
grados, llamado Rito de Perfección, reuniendo los temas estudiados y trabajados
en los diversos capítulos y consejos escoceses de Francia, que, tras su desaparición
en torno a 1782, serviría de base al Rito Escocés Antiguo Aceptado (o “y Aceptado”).
Señalemos que el Consejo de Emperadores habría creado un Consistorio en Burdeos,
del que emanarían los reglamentos y Constituciones de la Masonería de perfección,
en 1762, aunque no quedan pruebas documentales irrefutables al respecto.
Lo que es irrefutable es la emisión de una patente, otorgada en 1761 por la Logia
de San Juan de Jerusalén, autorizando a Étienne Morin, caballero y príncipe de todas
las órdenes de la Masonería de Perfección, a establecer logias del Rito de Perfección
en América y allí donde fuere. En 1762, el Gran Maestre de la Gran logia de Inglaterra,
conde de Ferrest, extendió aquella autorización a las logias británicas del Nuevo
Mundo. Y así lo hizo Morin, creando la Logia de la Perfecta Armonía en Haití y pasando
luego a Jamaica, donde nombró Inspector Adjunto a Henry A. Franken, siendo éste
quien, de hecho, introdujo el Rito de Perfección en Estados Unidos.
El primer
texto completo del sistema llamado Rito Escocés Antiguo y Aceptado, conteniendo
los veinticinco grados del de Perfección más otros ocho, se dio a conocer en 1802
por circular emitida por el Supremo Consejo de Grandes Inspectores Generales del
Grado 33° y último del Rito Escocés Antiguo y Aceptado. Este primer Supremo Consejo
del Rito había sido creado en 1801, en Charleston (Carolina del Norte), por masones
franceses, procedentes de Haití y refugiados en los Estados Unidos a causa de la
guerra colonial haitiana, junto a masones americanos, todos ellos Inspectores Generales
del Rito de Perfección. Su primer presidente o Gran Comendador fue John Mitchel,
figurando como cofundadores el conde de Grasse-Tilly (que fundó, poco después, el
Supremo Consejo de Francia) y Noël Delahogue, entre otros. El sistema de 33 grados
de este Rito había sido estudiado y aprobado por Federico II de Prusia, protector
de la Masonería, que lo sancionó en las llamadas Constituciones de Berlín, de 1786.
Su origen ha sido puesto en duda por algunos críticos, como S. S. Lindsay, Albert
Lantoine y Paul Naudon. Sin embargo, Claude Gagne, investigador especializado en
el tema y miembro del Supremo Consejo de Francia, nos señalaba recientemente a este
respecto: En las páginas 2002 a 208 de L’Isle des sages, obra publicada por Francois
Nogaret en 1786, aparece la siguiente mención: “Hace poco se han recibido noticias
fidedignas de Berlín, informándonos que su Majestad prusiana acaba de concluir nuevos
reglamentos para la sociedad de los francmasones”. En este caso, la noticia corresponde
al año 1785, es decir, el año anterior al de la publicación de las Constituciones
de Berlín.
LOS 33 GRADOS DEL RITO ESCOCÉS ANTIGUO Y ACEPTADO SE DIVIDEN EN CUATRO GRUPOS O BLOQUES:
Los tres primeros grados son los comunes a todos los sistemas
masónicos, cuya temática hemos resumido en páginas anteriores. Se trabajan en las
Logias Simbólicas y contienen en sí potencialmente la iniciación masónica, por lo
que los grados superiores representan diversos aspectos de su contenido, siguiendo
enseñanzas de la Tradición iniciática universal. Las logias simbólicas suelen federarse
formando una Gran Logia o un Gran Oriente y, generalmente, practican el rito o método
que ellas mismas adoptan de entre varios existentes. Por esta razón, quedan fuera
de la jurisdicción de los Supremos Consejos del Rito escocés Antiguo y Aceptado
aquellas logias que practican otros sistemas rituales.
Los diez siguientes
(del 4° al 14°) se trabajan en logias llamadas de Perfección y su temática sigue
siendo la construcción del Templo y sus vicisitudes. Cada grado contiene una leyenda
característica y unos símbolos que se utilizan como utensilios de trabajo. Tanto
las leyendas como los demás símbolos son síntesis cuya riqueza espiritual y filosófica
va siendo desglosada mediante el estudio-trabajo de los masones simbólicos. El descubrimiento
del deber personal, a través del concepto de Ley universal, es parte fundamental
de la búsqueda de la Palabra Perdida y del “sentido” de la vida. En ese camino,
la realización de la Justicia y la práctica de la Equidad que la equilibra nos van
acercando al Conocimiento. En el grado 13° (Arco Real), la leyenda alude al descubrimiento,
en una cripta, de una trascripción de la Palabra Perdida, aunque ilegible aún para
sus descubridores, que deben proseguir esforzándose en la práctica de la Justicia
y del Bien. Estos principios deben ser difundidos por toda la Tierra y éste es el
tema de la leyenda del grado 14°.
En el bloque integrado por los grados 15°
a 18°, que se trabajan en Capítulo, se accede desde el concepto de Justicia al del
Amor universal. Partiendo del esfuerzo en el trabajo constructivo, a pesar de que
el primer Templo pueda ser atacado y destruido (como lo fue el de Salomón), el hombre
logrará avanzar ayudado por y ayudando a sus semejantes (Caballero de oriente).
La nobleza del esfuerzo colaborador caballeresco y su apertura espiritual se destacan
en el grado 17° (caballero de Oriente y de Occidente), para pasar a un nuevo concepto
de la Ley: es el Amor lo que conduce hasta la Palabra Perdida, su clave. El grado
18° (Caballero Rosa Cruz) representa una síntesis del fin y de los medios de la
Masonería universal (Fe, Caridad, Esperanza son las virtudes que dan sentido a la
vida). El templo por construir no es material, sino espiritual y los trabajos del
grado 18° no se cierran nunca. Tan sólo se interrumpen.
Los grados que van
del 19° al 30° se trabajan en logias llamadas Areópagos. El proceso de búsqueda
del Conocimiento a través de la construcción, que se persigue en los grados de Perfección,
continúa con el descubrimiento del Amor Universal (grados 15° a 18°) para llevarnos
a la acción espiritual. Acción que ha de emanar del Conocimiento, consciente de
ese Amor que todo lo vincula. Es ésta la filosofía de la acción masónica y, por
ello, estos grados reciben el nombre de filosóficos. En el grado 19° el masón busca
el camino de la nueva Masonería, que ya no ha de construir templos materiales, sino
un mundo más virtuoso y fraternal, una “Jerusalén celeste”. Se subliman las virtudes
caballerescas en defensa de esa nueva Jerusalén del Amor, tan distinta de aquella
por la que lucharon los templarios medievales, aunque estos grados aludan a ellos
como mito. El espíritu de la acción templaria, así entendida, es el que convierte
simbólicamente al masón (en el grado 30|) en nuevo caballero de un nuevo Templo
al que se asciende por la escala mística de la virtud: el Caballero Kadosh.
El último bloque gradual está integrado por los llamados grados administrativos
(31°, 32° y 33°). Las logias en las que se trabajan estos grados son denominadas,
respectivamente, Soberano Tribunal, Consistorio y Supremo Consejo. El grado 31°
carece de carácter iniciático, siendo su finalidad la de velar por la conservación
de las características del Rito y la recta conducta de los masones de todos los
grados superiores. El grado 32° exalta el valor de la tradición iniciática como
tesoro heredado de los sabios antepasados de la Orden. El grado 33°, y último, está
formado por los Soberanos Grandes Inspectores Generales. De entre los miembros de
la Orden que alcanzan este grado16, se elige, por cooptación, un número limitado
para ejercer la autoridad suprema del Rito en cada país, formándose un Supremo Consejo
con potestad jurisdiccional sobre las logias de Perfección, los Capítulos y los
Areópagos. A través de esta descripción sucinta del contenido de los diversos grados
del sistema Escocés Antiguo y Aceptado, podemos constatar que recogen aspectos importantes
de la tradición universal, implícitos en temáticas características de la historia
europea y mediterránea, de forma que permite, a quienes se hallan familiarizados
con ellos, acceder a un fondo iniciático común a la cultura judeocristiana y a las
culturas más antiguas, de las que ésta surgió. Su dimensión esotérica (o de búsqueda
de lo trascendente a través de lo inmanente) hace que este amplio sistema ritual
permita asimismo comunicar con las otras culturas, puesto que, partiendo de la idiosincrasia
de un oficio que engloba otros muchos y es común a todas ellas, como el constructor,
se extiende incluyendo profesionales ideales universales, que abarcan desde la noble
caballería simbólica hasta el sacerdocio, pero de forma igualmente accesible a quienes
no están especializados o no profesan ningún credo religioso. Cada Supremo Consejo
estará integrado por un mínimo de nueve y un máximo de 33 masones del grado 33°
y presidido por un Soberano Gran Comendador con jurisdicción sobre logias del 4°
al 33° grados del Rito Escocés Antiguo y Aceptado. La jurisdicción sobre las logias
simbólicas de los tres primeros grados corresponde exclusivamente a las Grandes
Logias, presididas por sus respectivos Grandes Maestros.
No obstante, y puesto
que este sistema escocés de trabajo masónico constituye una unidad dividida en 33
grados, que han de conservar su homogeneidad metodológica, los Supremos Consejos
deben ser siempre referentes autorizados, sobre temas rituales, para todas las logias
que practiquen este Rito, a modo de especiales Academias conservadoras de su idiosincrasia
tradicional. Por ello, estos organismos sólo establecen tratados de trabajo con
las Grandes logias u Obediencias comprometidas de la misma forma, en las que se
practican los tres primeros grados básicos y a las que pertenecen los Maestros.
Un Supremo Consejo sólo puede estar formado por masones tradicionales (respetuosos
de las reglas de la Tradición masónica), que pueden acceder a los grados superiores
para pasar, eventualmente, a formar parte de cada Supremo Consejo.
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