PORTAL DEL RITUAL DE EMULACIÓN DEL GUAJIRO

La Hermandad para toda la Humanidad

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Aprendiz Francmasón
(o Aprendiz Entrado) - 3

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Manual del Aprendiz Entrado Ritual de Emulación
Venerable Hermano John Sebastian Marlow Ward
La apertura en Primer Grado

1


¿Por qué debe haber una Obligación? En todos los antiguos misterios se exigía una obligación por esta razón: Las enseñanzas secretas dadas en estos misterios descubrían un significado interior, a menudo de la clase más elevada, inadecuado para el público en general, con insuficiente educación. En el mundo antiguo la religión externa, con su culto a muchos dioses, era la adecuada para el hombre de la calle, incapaz de comprender verdades espirituales más avanzadas.
Habría sido peligroso, tanto para el pueblo como para el predicador, haber proclamado en voz alta una doctrina como la de la unidad esencial de Dios, y aún más fatal haber intentado describir Su Naturaleza. El peligro para la plebe era que el predicador podría haber destruido su creencia en el sistema religioso en el que habían sido criados, fracasando en convertirlos a la nueva doctrina.
Para el predicador, el destino de Sócrates y el fracaso del llamado faraón hereje de Egipto24, quién intentó popularizar el culto a un solo Dios bajo el símbolo del disco de Aton, o disco del Sol, son evidencia suficiente de los riesgos que encontraría. Es más, la difusión de todos estos misterios, que pretenden enseñar ciertos secretos ocultos, entre hombres viciosos o ignorantes, habría sido peligrosa. Incluso en la Edad Media estos peligros eran aun muy reales.
Cualquier desviación de la ortodoxia podría haber puesto en peligro el tejido social de la comunidad, y un esfuerzo así involucraría ciertamente al defensor de las nuevas doctrinas en un forcejeo con la Iglesia y Estado que solo podía terminar en la hoguera. Dentro de una sociedad ligada por un juramento los hombres se sienten libres para especular y comparar sus puntos de vista personales, mientras continuarán conformándose a la ortodoxia en el mundo exterior.
El destino de los Templarios debe haber sido una advertencia siempre presente para las mentes especulativas de la Edad Media. Además, hay pocas dudas de que los constructores, como los demás gremios, tenían importantes secretos de su profesión y deseaban salvaguardarlos de los entrometidos. Un gremio medieval protegía, por una parte, los intereses de sus miembros, mientras, por otra, les entrenaba, inspeccionaba y aprobaba su trabajo, protegiendo así a la comunidad del fraude deliberado o del trabajo descuidado.
No debe olvidarse que el trabajo mal hecho en un edificio puede suponer un peligro real para sus usuarios. Por todas estas razones, era correcto y adecuado que nadie que no fuese miembro de la fraternidad debía estar en posesión de los secretos del oficio. La obligación es indudablemente antigua, pero son pocos los que comprenden su plena importancia. El castigo es la muerte, y no dudo de que en la Edad Media se hubiera ejecutado, aunque hoy es puramente simbólico.
Estudiándolo cuidadosamente, advertimos de paso la palabra ocultar (“hele”), cuyo significando ya se ha explicado, y también que cada ritual impreso que existe es una grieta clara en nuestra obligación. La interpretación estricta de esta cláusula es una de las razones para que no esperemos encontrar ningún ritual medieval, aunque el volumen de miembros que no podía leer o escribir en aquellos días también disminuiría la tentación de hacerlos.
Sin embargo, desde un punto de vista práctico, actualmente el objeto esencial es evitar que cualquiera que no ha sido iniciado regularmente entre en nuestras logias y normalmente los rituales impresos lo cumplen, porque los signos, palabras y toques no figuran, y un cuidadoso interrogatorio llevaría indudablemente al descubrimiento de un impostor, aunque pudiera portar un certificado de Gran Logia robado. En las perturbadas condiciones de la era presente nuestro secreto es más de la naturaleza de lo privado, a diferencia de lo que prevalece en una sociedad política secreta, que normalmente tiene tendencias revolucionarias.
Las antiguas penalizaciones tienen muchos aspectos destacables. Significa que el culpable será degollado, y su cuerpo enterrado en tierra sin consagrar. Más aun, esa tierra no puede consagrarse nunca y, según las creencias de la Edad Media y de siglos posteriores, el alma de un hombre enterrado así no podría descansar en paz, sino que vagaría miserablemente de arriba abajo hasta el Día del Juicio.
Por una razón similar, los suicidas eran enterrados en los cruces de los caminos, y para evitar que sus cuerpos fueran usados por los vampiros se atravesaban con una estaca que les dejaba clavados a la tierra. (Debe señalarse que, incluso en Inglaterra, las penalizaciones varían en diferentes situaciones). Así el culpable no solo está condenado a muerte, sino a ser un espíritu proscrito errante hasta el día en que el Gran Juez le envíe al Infierno. Quizás no es una idea muy caritativa, o cristiana, pero eso es lo que significa.
Se le corta la lengua y así él no podrá hablar en su propio nombre el Día del Juicio. El castigo más cierto es, realmente, una nota posterior, añadida en un momento cuando, debido a un mejor control policial, habría sido peligroso para los miembros de la Orden aplicar la antigua penalización. Actualmente, en Inglaterra, es la única penalización en uso —la nueva—, pero en algunos países extranjeros la muerte —el antiguo castigo—, está aun en vigor bajo ciertas circunstancias.
En estos casos, sin embargo, las logias tienen, normalmente, fuertes tendencias políticas y revolucionarias. Pero entre nosotros sigue manteniendo un obvio significado simbólico.
Inmediatamente después de la obligación, el Venerable Maestro dice “habiendo estado…“, etc. Hemos visto que ya se le han hecho varias preguntas al candidato que han llevado gradualmente hasta ésta, ¡la más grande e importante! Ahora se alcanza el clímax. Es como si el Venerable Maestro dijera “usted ha declarado que está aquí por su propia y libre voluntad, no por motivos indignos, sino llevado por un deseo serio de conocer”.
Se han probado su humildad y obediencia, y está capacitado para pedir el cumplimiento del mayor deseo de su corazón. La pregunta que se hace en ese momento solo puede ser contestada por el candidato, porque está encaminada a enseñarle la lección esencial de que ninguna petición de Luz es hecha en vano. Cuando responde, el Venerable Maestro dice “Procurad que esta gracia…”. Atención a la palabra “devuelta”.
El renacimiento místico marca el principio de nuestro viaje hacia Dios Luz, de nuestra ascensión hacia Dios, pero es una restitución, una vuelta atrás hacia Él, de Quien vinimos. Exactamente el mismo procedimiento se sigue en los ritos iniciáticos de los derviches turcos. Sin embargo, entre ellos la ocasión es seguida por una bella exposición sobre el significado místico de la Luz.
Es la Luz Divina, divisa del propio Dios, y de inspiración Divina. Más aun, está presente no solo en las Sagradas Escrituras, sino en el corazón de cada verdadero creyente. La luz del propio Sol es solo una débil analogía de la Luz Divina del amor de Dios, a través del que, y en el cual, nosotros tenemos nuestro ser. Aunque no se expresa en nuestro ritual, este acto tiene el mismo significado interno, como he explicado.
Al candidato se le devuelve la Luz y ¿qué ve? El Volumen de la Ley Sagrada, la Escuadra y el Compás. El Volumen de la Ley Sagrada está en un lugar de honor porque, sin su regla divina y autoridad, la Escuadra y el Compás puestos ahí no tendrían prácticamente sentido. Estos forman un rombo que, como ya he dicho, es un símbolo bien conocido de la Vesica Piscis, que representa el principio femenino o conservador de la Deidad, sin el que nosotros no podríamos existir ni un solo día o esperar ser preservados de los poderes de la oscuridad que nos amenazan en nuestro viaje espiritual.
Las palabras del Venerable Maestro enseñan al aspirante que tenemos un deber hacia Dios, hacia nosotros, y hacia nuestro prójimo. El candidato es levantado con el toque apropiado, pero esto no se le explica en ese instante. A cambio, su atención es dirigida a las tres luces menores que se nos ha dicho representan al Sol, la Luna y el Maestro. Tal como están organizados en la actualidad nuestros templos, el Venerable Maestro debería apuntar al Sur para el Sol, y al Oeste para la Luna, pero debe admitirse que la lección que se debe sacar de estas tres luminarias no queda muy clara.
De hecho, la Luna no juega ningún papel en nuestros misterios, que son esencialmente de carácter solar, y el contraste implícito entre Sol, Luna y Maestro no parece útil de ninguna manera. En realidad, las tres luces menores son el Venerable Maestro y sus dos vigilantes, con sus velas respectivas, y estos oficiales tienen realmente un significado simbólico de gran importancia cuyas cualidades simbólicas mantienen de forma consistente a lo largo de los tres grados.
Mi punto de vista personal es que era a las luces en los pedestales, y a sus oficiales respectivos, a quienes se refería originalmente esta frase, y que Sol y Luna son inserciones del siglo XVIII.







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