«Willermoz, apoyándose en san Basilio de Cesárea (330-379) y
su De Spiritu, y en la carta del papa Inocencio I a Decentius [Obispo de Gubbio]
sobre el “don del Espíritu”, textos cuya lectura aconsejaba a los Caballeros
Grandes Profesos, estaba convencido de algo que tomará como propio.
Será por
ello que nos mostrará cómo, por su forma y su organización que culminan en el
desarrollo de una enseñanza doctrinal, el Régimen Rectificado es absolutamente
autosuficiente y completo, no teniendo ninguna necesidad de ningún otro
complemento exterior.
Esta convicción se fundamenta en el secreto del
verdadero culto, transmitido de edad en edad, revelándose en la práctica en la
identidad que existe entre “verdad” y “revelación” del Espíritu.
Esto
hace que, para los que han sido iniciados en los misterios de la Orden, la
ciencia divina no sea otra cosa que la relación íntima e interior con Dios.
Relación en forma de “revelación”, que es al mismo tiempo, y en el mismo acto,
el descubrimiento de la “presencia” íntima del Ser eterno e infinito, en lo cual
consiste la “Chose” [“Cosa”], y práctica de la celebración del verdadero culto
“en espíritu y en verdad” (Juan IV,24), pues a partir de la experiencia del
Espíritu que el hombre es capaz de vivir y sentir en su alma, de tal forma que
esta pueda acontecer en el camino profundizado y esclarecido por la fe, se
llega, por una gracia sobrenatural, al auténtico “conocimiento” que da entrada
al “Santuario”. Tal es el secreto iniciático del Régimen Escocés Rectificado.»
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