Los números tienen en el Régimen Escocés Rectificado significaciones específicas
estrechamente ligadas a la inspiración Martinesista del Rito, y particularmente
a la doctrina Martinesista de la materia.
Tomemos en primer lugar el número
3. En el capítulo precedente hemos puesto en evidencia una primera significación
de este número, relativa a las tres facultades divinas fundamentales, y no es necesario
insistir más sobre ello en el marco de este artículo. Esta primera significación
se extenderá indistintamente a todos los grados, tal como señala la Instrucción
por preguntas y respuestas del Maestro Escocés de San Andrés. Pero en otro aspecto
el número 3 se relaciona más particularmente con el primer grado. Entra así en una
serie coherente con los números 6 y 9, vinculados respectivamente al segundo y al
tercer grados, y la significación de esta serie está directamente ligada a la doctrina
Martinesista de la materia. Esta significación está claramente y sintéticamente
explicada en la Instrucción Secreta de los Grandes Profesos, y lo mejor que podemos
hacer es citar el pasaje correspondiente de este texto, cita algo extensa, pero
muy edificante:
“La naturaleza de los cuerpos de materia aparente ha
estado determinada por una ley superior. Se han formado y hecho ostensibles a nuestra
vista por la reunión de tres principios corporales, provenientes del concurso de
tres elementos, constitutivos invisibles e impalpables. Cada uno de estos elementos
es un mixto ternario, en una proporción respectivamente desigual en números, pesos
y medidas de los tres principios fundamentales de toda corporación temporal material.
Lo que explica los números misteriosos y fundamentales de la francmasonería primitiva
de 3, 6 y 9, que son para el iniciado el signo representativo del comienzo, la duración
y el fin de todas las cosas temporales, como veréis en su momento”.
En efecto, el número 3 del primer grado designa los tres principios fundamentales
de toda corporización, en su estado de simplicidad e inacción primitiva.
El número 6 del segundo grado, designa el principio de vida pasajera, que se le
ha unido por una potencia secundaria, para hacer a estos tres principios susceptibles
de amalgamarse y reunirse a fin de producir juntos una acción temporal. El número
9 del tercer grado designa el ensamblaje de los tres mixtos ternarios o elementos
impalpables, cuya reunión operada por un nuevo trabajo del principio vital, que
los compone, constituye la materia y los cuerpos materiales en la forma asignada
a cada uno por la ley original, que preside su formación. Este número nueve designa
el fin de las cosas temporales, porque la forma de los cuerpos materiales solo es
conservada por la presencia de esta vida particular y momentánea, que sostiene la
existencia a lo largo de la duración prescrita para cada especie. Dado que en el
universo todo es vida, el menor grano de arena tiene su principio vital, sin el
cual, pronto dejaría de ser, y se reuniría con la magia invisible de los elementos
de donde proviene. Este principio vital, existiendo separadamente del cuerpo al
que está unido, une su número particular al número 9 del cuerpo material, y es solamente
por esta unión que el individuo existe bajo su forma individual; pero inmediatamente
que el principio de vida pasiva y pasajera, que tenía estas partes en unión, es
retirado, este cuerpo queda entregado a su número novenario, que a falta de atadura,
tiende rápidamente a su descomposición y disolución final. Entonces los elementos,
los principios y los mixtos, con los que estaba formado, vuelven sucesivamente a
su fuente.
En el punto en que nos encontramos, este texto realmente no tiene
necesidad de más explicaciones. Sólo nos queda extraer algunas intenciones, precisar
algunos detalles y sacar algunas aplicaciones.
El número 3, se nos ha dicho,
designa las tres esencias espirituosas “en su estado de simplicidad y de inacción
primitiva”. Hay aquí evidentemente una alusión al caos, eco de la Instrucción moral
del Aprendiz que dice al nuevo iniciado: “Las tinieblas que os rodean os designan
también las que cubrían todas las cosas en el principio de su formación”.
¿Por qué esta alusión al caos? En primer lugar porque el caos nos remite a la
caída, a la gran perturbación inicial que ha quebrado la armonía de la inmensidad
divina y lanzado el proceso cosmogónico. Se trata, desde el comienzo de la marcha
iniciática, de definir exactamente el marco y de situarlo en su verdadera perspectiva
metafísica y gnóstica - mucho antes de que el aprendiz pueda comenzar a sondear
la profundidad de esta perspectiva.
Después porque el aprendiz es él mismo
un caos, simbolizado por la piedra bruta. De este caos no se espera en su grado
que se aparte demasiado. Ciertamente, se le ordena “trabajar sin descanso en desbastar”
su piedra, pero no se espera que haga grandes progresos, y cuando se presente para
ser recibido al grado de Compañero, el Venerable Maestro no le disimulará que “su
trabajo no está muy avanzado”. El primer grado aún no está consagrado a la transformación
de sí mismo: lo que se le pide al aprendiz es una toma de conciencia de su situación
y de sus necesidades espirituales, toma de conciencia a la cual la Instrucción moral
de su grado le llama elocuentemente, indicándole los puntos de apoyo. De esta forma
el introductor le dirá al postulante al segundo grado: “Como Aprendiz, habéis debido
buscar conocer vuestros deberes, e intentar cumplirlos”.
Al contrario, el
grado de Compañero está centrado en la transformación de sí mismo. La piedra cúbica
“es el emblema del hombre que, comenzando a conocerse, trabaja con provecho bajo
la dirección de sus maestros en adquirir la perfección de la que su ser es susceptible”,
dice la Instrucción moral del grado, e insiste sobre los instrumentos masónicos,
símbolos de las herramientas espirituales del trabajo iniciático. Es por lo que
el segundo grado se sitúa bajo el signo de la permanencia de las cosas temporales,
siendo esta vida terrestre la permanencia que nos es impuesta para preparar nuestra
reintegración.
Es muy difícil precisar la significación del número 6 para
Martines. En el Tratado este número es sin duda el de la permanencia, pero solo
de forma secundaria. En primer lugar es el número de los “seis inmensos pensamientos
que [el Creador] había empleado para la creación de su templo universal y particular
[es decir, del universo y de los individuos en él incluidos]” (Tratado, p. 138).
Estos pensamientos debían por otra parte ser “operados” para llegar a ser efectivamente
creadores, y Martines habla también de las “seis operaciones de la creación” (p.
508). Estos seis inmensos pensamientos u operaciones, que son evidentemente el corazón
del proceso cosmogónico, y que Adán utiliza de forma perversa cuando su prevaricación,
Martines ha puesto cuidado en velar su naturaleza exacta, y los Élus Cohen lyoneses
parecían estar reducidos a las conjeturas sobre este punto. Nos presentan diversas
ejemplificaciones del senario sin poder precisar la significación radical:
“El número senario es dado a la creación universal así como a todos los
seres de vida pasiva que están contenidos en ella, porque él es la imagen de la
acción y de la reacción que le son dadas manteniendo en ellos la vida y el movimiento.
Sea que veamos este número como la imagen de las seis potencias divinas o de los
seis actos divinos que han operado la ejecución del universo, sea que lo veamos
como el resultado de la adición misteriosa de las tres facultades divinas que lo
han operado, sea finalmente que lo veamos como imagen del principio ternario que
tiene innato el principio de la acción en las formas, y la del espíritu mayor que,
cuando su descenso en el caos, por sus tres facultades potencias divinas sobre este
principio ternario opera en él una reacción que da la vida y el movimiento a todo
lo que él contiene, lo que nos es representado por el triángulo inferior y por el
triángulo superior, encontraremos en ello igualmente este número senario de formación
de los seres y de su permanencia”.
Aunque este texto no nos enseña nada
sobre la naturaleza de los “seis inmensos pensamientos”, muestra bien que el rol
del senario en la creación no concierne principal- mente, o incluso en absoluto,
a la producción de las esencias espirituosas, pero sí a su organización en formas
corporales y a la animación de estas últimas. Por otra parte, la adición aritmosófica,
a la que el mismo texto hace alusión, por la que Martines hace salir los “seis pensamientos
de creación” del número ternario de creación, muestra que estos seis pensamientos
proceden, a través del Verbo, de tres facultades divinas fundamentales.
Es
por su rol en la animación de las formas creadas que el número 6 se convierte de
forma natural en el número de la permanencia. La articulación se hace en el misterioso
Hexamerón, esos seis días de la creación de los que Martines nos advierte para no
entenderlos de forma literal:
“El número senario es aquel por el que
el Creador hizo salir de su pensamiento toda clase de imágenes de formas corporales
aparentes que subsisten en el círculo universal. ¿No enseña el Génesis que todo
fue creado por Dios en seis días? Con esto no debemos pensar que el Génesis quisiera
limitar el poder de la divinidad delimitando un tiempo, ya fuera de seis días o
de seis años. El Creador es un espíritu puro superior al tiempo y a las divisiones
temporales, pero pudo haber operado seis pensamientos divinos para la creación universal,
y este número seis pertenece efectivamente a la creación de toda forma de materia
aparente. Por este mismo número, el Creador da a conocer a su criatura, tanto espiritual
como temporal, la duración del tiempo que deberá subsistir la creación universal”.
Sobre los seis días del Génesis, símbolo de las seis operaciones creadoras,
la permanencia universal se modela. Esto hace decir a Martines, recordando aquí
una tradición tan extendida que se trata más bien de un tópico, que el mundo material
debe permanecer seis mil años (Tratado, p. 508). Más notable es el hecho de que
Martines divida el día en cuatro periodos de seis horas (Tratado, pp. 350-352).
Esta división, que acompasaba las plegarias cotidianas de los Élus Cohen (AF, pp.
80-81), ha dejado huellas en el Régimen Escocés & Rectificado (Instrucciones
por preguntas y respuestas del Grado de Aprendiz, preguntas/ respuestas 100/102).
En lo que respecta al número 9, se halla igualmente en Martines una cierta oscuridad.
Martines atribuye a este número un carácter demoniaco que no está perfectamente
claro. Lo califica de “demoniaco perteneciente a la materia” (Tratado,
p.
208). Parece que esto se refiere a la posesión, que Martines imagina, siempre penetrando
su pensamiento, como una “unión” de tres potencias espirituales pervertidas del
espíritu demoniaco con la vida animal senaria del hombre.
Este aspecto demoniaco
del novenario no parece haber sido recogido por el Régimen Escocés & Rectificado,
que ve solamente en este número el signo del carácter compuesto e inerte de la materia,
incapaz de mantener su cohesión sin el concurso de un agente superior.
La
Instrucción Secreta de los Grandes Profesos recoge una ilustración sorprendente
de la “inercia” del novenario en la propiedad del número 9, que sus múltiplos se
reducen siempre a este mismo número por la adición de sus cifras:
“Por
el número 9 [de Maestro] se le enseña que la materia universal es inerte, que no
tiene acción y que nada puede producir, sean cuales sean las combinaciones que quieran
hacerse, si no hay en ella un principio de vida superior [?]. El número 9 es el
emblema de esta materia, teniendo como ella una apariencia muerta y pasajera; es
por esto que es multiplicado ante el candidato, por la 7 (siete) baterías de tres
veces nueve, que le dan siempre el mismo producto de 9; porque este número multiplicado
hasta el infinito por sí mismo, o por otro número, no puede producir jamás otro
número que no sea el 9”.
Terminaremos dando la interpretación del mausoleo
del tercer grado. Recordemos en primer lugar su descripción: Tipharet, Netzaj, Hod
y Yesod, que en la cábala forman junto con Malkut el “pequeño rostro” responsable
de la manifestación ad extra y en particular de la creación temporal. El Zohar pone
estos seis Sefirot en correspondencia con los seis días del Génesis, Malkut correspondiendo
al Sabbat.
Pudiera ser que en ello haya lugar para que Martines haya recordado
un elemento de tradición, no solamente hebraica, sino más precisamente cabalística
no se puede evitar aproximar los “seis inmensos pensamientos” de Martines a los
seis Sefirot inferiores: Jesed, Geburah.
La batería del tercer grado, repetida
por los dos Vigilantes, da en efecto un total de 3 x 9 = 27 golpes, y 27 ? 9 [2
+ 7 = 9].
Por otra parte, el tapiz del grado recoge ochenta y una lágrimas
(9 x 9 = 81 ? 9). La propiedad del número 9 invocada aquí es señalada por Martines
en el Tratado (p. 222), pero ahí parece que se refiere al signo de la perpetuación
de la raza no reconciliada de Caín.
“A Occidente, un poco más adelante
de la puerta de entrada, habrá en relieve, o pintado cuando el local no lo permita
hacerlo en relieve, un monumento o mausoleo, sobre una base triangular, que estará
sobre tres peldaños. En cada uno de los tres ángulos de la tumba habrá tres pequeñas
bolas juntas, de color amarillo, lo que hará un total de nueve bolas. Sobre la tumba,
que estará coronada por una pirámide triangular, reposará una urna sepulcral, de
la que se verá elevarse un vapor inflamado y separado de la urna. Se leerán estas
palabras en la parte superior: DEPONENS ALIENA ASCENDIT UNUS. Y estas otras en la
parte inferior: TERNARIO FORMATUS NOVENARIO DISSOLVITUR”
La inscripción
“Ternario formatus novenario dissolvitur” está relacionada con el cuerpo material,
formado por el ternario de las esencias espirituosas que se disuelve cuando “es
liberado a su número novenario” por la retirada del alma vital. Este “número novenario”
está indicado por los tres grupos de tres bolas situadas en los ángulos de la tumba;
estos tres grupos ternarios representan más precisamente los tres elementos fuego,
agua y tierra, que son los “mixtos ternarios” de las esencias espirituosas. La retirada
del alma vital es evocada por el vapor inflamado escapando de la urna funeraria,
esta urna siendo probablemente una imagen del corazón que es el “hogar” de la vida
pasiva; pero esta misma llama simboliza también el vuelo fuera de la materia del
alma espiritual o espíritu, con el que se relaciona la segunda inscripción “deponens
aliena ascendit unus”, así que el Venerable Maestro enseña al recipiendario cuando
le habla sobre el mausoleo:
“Todo hombre, por el mismo hecho de su nacimiento,
es ya una víctima de la muerte. Pero el sabio ve aproximarse sin temor el instante
en que la muerte le despojará de lo que le es extraño para devolverlo a sí mismo”.
Este mausoleo es pues una resumida imagen muy precisa de la doctrina Martinesista
y willermoziana concerniente a la materia, la incorporización y la descorporización
del hombre.
Ya hemos dicho que la muerte corporal es una etapa necesaria,
pero no suficiente, de la reintegración. Con más precisión puede decirse que, después
de la vida terrestre consagrada a la preparación de la reintegración por el trabajo
iniciático -este es el tema que concierne al grado de Compañero- la muerte marca
el principio del proceso que conduce a la reintegración efectiva. Es en tanto que
fase inicial de este proceso que la muerte es el tema particular del grado de Maestro.
Búsqueda en el
|
Copyright © 2018 - Todos los derechos reservados - Emilio Ruiz Figuerola