La historia de Perceval o Parsifal ocupa un lugar privilegiado
en el ciclo artúrico. Símbolo mismo del hombre peregrino a la búsqueda de lo
infinito, representa las sucesivas pruebas iniciáticas de todo candidato.
Terribles y desesperadas, han de ser franqueadas con éxito para acceder al
Santuario del Grial.
El joven Perceval vivía en el corazón de un bosque con
su madre, viuda de un Caballero, que odiaba el canto de los pájaros y deseaba
aislar a su hijo -como el rey Kudodano hizo con su hijo, el Buda Siddharta- de
la visión del mundo exterior. Un día, el joven vio pasar a cinco caballeros a
los que tomó por ángeles y, desde entonces, su único deseo fue ser uno de los
elegidos de la Tabla Redonda. No pudiendo evitar su partida, la madre cayó
muerta de dolor a causa de la pérdida de su hijo.
Al llegar a la corte
de Arturo, Perceval vence al Caballero Rojo y se queda con sus armas, siendo
recibido en la Tabla Redonda. Perceval, un espíritu inocente, proviene del
bosque, símbolo del error y la oscuridad del mundo, pero también de la matriz
misma de la madre universal. Su vocación caballeresca indica su deseo de
consagrarse a la búsqueda de la verdad. La madre, símbolo de la naturaleza,
intenta sujetar al hombre, sumiéndolo en los espejismos de la existencia. El
lenguaje de los pájaros, que en la tradición espiritual simboliza la llamada del
alma y la música primordial del espíritu que su madre aborrece, demuestra
claramente el deseo vehemente de la materia por enclaustrar al espíritu,
evitando así que el hombre descubra la verdad de la trama ilusoria de Maya, que
supondría el final inexorable de ésta.
Perceval posee, no obstante, el deseo
de iluminación, y su vía es la del corazón. Por ello escoge las armas del
Caballero Rojo, que tienen el color de la sangre y del sacrificio, entendiendo
el término "sacrificar" por "convertir en sagrado". Pero su inocencia es también
ignorante. Perceval es puro pero no es sabio. La pureza ha de convertirse en
sabiduría a través del proceso iniciático.
Más tarde visita a Gorneman, el
Hombre Prudente, quien le enseña el oficio de las armas y las virtudes
caballerescas, haciendo especial hincapié en la prudencia. Perceval llega al
castillo del rey Pescador, quien sufre de una enfermedad incurable, y es
introducido en una gran sala donde, asombrado, contempla a un paje que sujeta
una lanza sangrante. Detrás, una doncella sostiene el Santo Grial en sus manos.
Una gran aureola inunda la sala mientras el cortejo se detiene frente a Perceval
quien, recordando los consejos de Gonerman, no se atreve a hacer la Pregunta. Le
falta el valor, con lo que infringe una de las leyes sagradas de la iniciación.
Tras su error, que condena al mundo a continuar sumido en la oscuridad y al
hombre, simbolizado por el rey Pescador, a sufrir el tormento de una herida que
jamás se cierra, Perceval pierde la memoria de Dios y lucha en combates
terribles contra caballeros desconocidos, errando por la Tierra convertido en un
vagabundo. Entra así en el ciclo madurativo, ya que la inocencia ha de ser
ungida con la experiencia.
Un día encuentra a una doncella vestida de harapos
que le comunica que sus labios no pudieron abrirse en presencia del Grial como
castigo por haber dejado morir de dolor a su madre. Esta doncella representa al
guardián del umbral, la propia consciencia interior que le pone frente a las
consecuencias kármicas de sus actos. Al fin, Perceval es liberado del espejismo
de su propia mente, alcanza la iluminación y ve erigirse ante él la imagen del
Castillo Venturoso. El Grial aparece de nuevo y esta vez osa hacer la Pregunta.
En ese mismo instante el Rey Pescador recupera la salud y le designa como su
legítimo sucesor. La leyenda afirma que Perceval murió ante la contemplación del
Grial. En palabras de Oswald Wirth: "El iniciado debe saber morir para renacer
en el mundo superior". Consumidos los últimos residuos de la obra, Perceval es
Uno con el Universo, es Uno con Dios.
LA CAÍDA DEL REINO
Pero una
segunda oportunidad se presenta ante Lanzarote. Arre- pentido y errante, cae en
un profundo sueño en una ermita y pide entonces, humildemente y con fervor, la
contemplación del Grial. En su sueño es llevado sobre las aguas por una nave
misteriosa durante un viaje de muchos meses. Este navío le deja de nuevo en el
Castillo Venturoso y le es dado contemplar el Grial desde lejos. Lanzarote ha
reconocido la presencia divina en sí mismo y entra en el reino de la
iluminación, redimido por la sagrada visión.
De regreso a la corte, Lanzarote
anuncia a la reina su conversión, pero Agrawain les sorprende juntos y se lo
cuenta al rey. Éste, una vez más, rehúsa aceptar tales calumnias, aun sabiendo
la verdad, hasta tal punto es grande su amor por ambos. Pero por fin, ante la
evidencia de las pruebas, monta en cólera y ordena a Agrawain y a Mordred que
den muerte a Lanzarote. Los conspiradores atraen a los amantes hacia una
emboscada y el rey, convencido esta vez de su culpabilidad, condena a Ginebra a
la hoguera. Lanzarote, que ha logrado huir, salva a la reina dando muerte a
Agrawain, a Gerehes y, por error, a Gaeriet, a quien todo el mundo amaba,
refugiándose ambos amantes en el Castillo de la Guardia Gozosa.
Arturo sale a
combatir contra Lanzarote, dejando imprudentemente Camelot bajo la custodia de
Mordred, el infame. A su regreso, su hijo se ha hecho con el poder y Arturo debe
enfrentarse a él. En el transcurso de la gran batalla de Salisbury, Arturo acaba
con Mordred pero éste, agonizante, le hiere mortalmente. Ante la inminencia de
su final, Arturo pide a su escudero que arroje a Excalibur en medio de un lago.
La espada se hunde en el fondo de las aguas, llevada por la mano de la Dama del
Lago. Arturo es transportado al Oriente Místico, Avalon, por un navío dorado.
El poder del conocimiento perfecto, simbolizado por la espada Excalibur, le fue
dado a Arturo para unir la Tierra, no para utilizarlo en la defensa de su propio
honor o de su ego. Así, Arturo pierde su poder por orgullo, con lo que el rey y
su reino, la Humanidad misma, entran en el ciclo involutivo, la "noche oscura" o
el Kali Yuga de los orientales. Esta caída no es fortuita, forma parte de un
proceso cósmico porque Camelot no era todavía el estado espiritual perfecto. Los
caballeros han de lanzarse a una desesperada aventura, de la que sólo unos pocos
lograrán sobrevivir, guiándose únicamente por señales, prodigios o signos en el
sendero. La misión de la Caballería Terrestre ha terminado y comienza la santa
misión de la Caballería Celeste.
GALAHAD. EL MEJOR CABALLERO DEL MUNDO
Descendiente directo de José de Arimatea, Sir Galahad o Galaad y a veces
también Galaz el Puro, "aquél en el que Cristo mismo se refleja", es el único
caballero que llega a poseer el Grial, mientras los otros sólo pueden verlo,
como Perceval, y aún de lejos, como Lanzarote. Pero Sir Galahad no sigue la vía
común de los hombres porque es un "Cristo viviente". En la personalidad de Sir
Galahad encontramos profundamente mar- cadas las características del avatar del
hinduismo, término sánscrito que vendría a significar "llegado con el
consentimiento de lo más alto en beneficio del mundo inferior".
Según la
tradición, cuando Galahad llegó a la madurez fue introducido en la corte de
Arturo por un misterioso anciano de blancas vestiduras. Tras sucesivas pruebas,
fue el único que pudo ocupar el Asiento Peligroso, reservado al Mejor Caballero
del Mundo. Logró extraer una vez más la espada de la piedra, mientras una dama
anunciaba que Lanzarote ya no era El Mejor Caballero del Mundo. Durante el
banquete de los caballeros, una Eucaristía, una ceremonia cósmica, el Santo
Grial apareció "para dar a cada uno de los presentes aquello que su corazón más
ansiaba". Sir Galahad, vestido de blanco y con una cruz roja en el pecho, es a
la vez monje y guerrero, sacerdote y rey, un miembro de la Santa Orden del Sumo
rey sacerdote Melquisedec. Galahad es la meta última "donde se ocultan el Grial
y la Palabra".
La Tabla Redonda, la Santa Búsqueda del Grial, las hazañas,
aventuras y desventuras de los Caballeros del Rey Arturo, la Avalón Cósmica y su
reflejo terrestre, Camelot, son una contraparte microcósmica del secreto
designio del Universo, del "plan Divino" expresado en esta Tierra por la sagrada
Iniciación a los Misterios de la Tradición Primordial. Las pruebas iniciáticas
de cada Caballero de la Mesa Redonda y del propio rey Arturo, Merlín, Ginebra,
Morgana, Viviana, Lanzarote, Perceval, Mordred, Galahad y los demás personajes
de la trama artúrica, corresponden a los diferentes estados del ser, pruebas
iniciáticas, fracasos y triunfos de la Humanidad en el exilio cósmico.
La
búsqueda del misterioso Reino del Grial es el secreto designio de todo hombre en
la aventura del alma por la conquista de sí misma, y al igual que en cada uno de
nosotros puede existir un oscuro Mordred, también dentro del alma humana se
encuentra un reflejo del Mejor Caballero del Mundo. En el umbral de la era
cósmica, la Caballería y su ideal espiritual retornan a la Humanidad aportando
el perdido sentido de nuestra pertenencia a la Eternidad.
La comunión con el
Grial lleva a los caballeros errantes a la experiencia transfigurativa. Tras su
visión, Perceval es elevado a los Cielos; Lanzarote, quien lo contempla de
lejos, es redimido de todos sus errores y Galahad, el puro, se desvanece en el
éxtasis. El Santo Grial, tal vez el símbnrial, posee también el poder de limpiar
el karma de los hombres y abrir los portales de la vida cósmica. Ese Cáliz,
recipiente sagrado de algo que no es de este mundo, identificado con la
constelación de Virgo en la bóveda celestial, y que asume precisamente la forma
de una copa, ¡es en verdad el único objeto posible de búsqueda! Lapis Exilis,
Piedra del Exilio Cósmico del Hombre voluntariamente encarnado en la materia,
cristalizado en la forma por un acto de amor, es también un Lapis Excelsis, una
Piedra Excelsa que une al Hombre con su verdadera naturaleza divina.
La
Espada en la Piedra, la Rosa en la Cruz, la Llama en el Cáliz, la Joya en el
Loto. Un mismo estado espiritual, una misma realización prometida a los hombres
aventureros de la vida cósmica. En el umbral de esta Era Cósmica, Oriente y
Occidente, corazón y mente, se unen en un mismo símbolo: el Vacío de toda pasión
terrena en el corazón del Hombre, donde mora el Fuego Sagrado de la Divinidad.
Fuego y Vacío, amor y silencio, Grial y Cáliz, fusión, ignición del Ser en las
llamas del amor incondicional que nos lleva a creer en las palabras de Cristo:
"Yo soy el camino, la verdad y la vida...".
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