¡EL Santo Grial! Objeto de búsqueda eterna de los hombres de
deseo a través de los tiempos. Piedra del Exilio o Piedra angular del templo de
la Verdad perdida que, a pesar de los siglos, ha de ser reencontrada. Sagrado
símbolo de la culminación de aquella Gran Obra que ha de ser realizada en el
crisol de la propia Alma. Punto de convergencia de las más antiguas tradiciones
sagradas de Oriente y Occidente. Símbolo místico por excelencia de la Gracia de
Dios, el Grial es el depositario del secreto mismo de la unión con la Divinidad;
para algunos, vehículo de un poder cósmico más allá de lo imaginable. Cáliz de
Cristo, su búsqueda nos lleva a reinos de magia y misterio, de iniciación y de
peregrinación alquímica, en el que ambos hemisferios, Oriente y Occidente, se
unen dentro y fuera del propio ser, el hombre mortal y el hombre Divino.
EL GRIAL, SÍMBOLO UNIVERSAL
Tratándose de un símbolo
común a todas las tradiciones, intentaremos seguir sus pasos, ya que
únicamente queda testimonio de tan preciada reliquia una vez que ésta deja de
existir visiblemente en los lugares que antaño fueron su secreta morada. Aunque
su origen sigue siendo un misterio insondable, el Cáliz como símbolo sagrado
irrumpe en medio de la tradición céltica como el célebre Caldero de Keridwen,
mujer de linaje y madre de un hijo poco agraciado que decidió preparar un elixir
a fin de convertirlo en el más hábil de los hombres. Para ello, se entregó a la
elaboración de una mixtura a base de ciertas plantas, a las que confirió el
evocador nombre de Greal, pidiendo al enano Guyon que vigilara la obra durante
su ausencia. Una noche el líquido se desbordó, y el guardián del caldero vertió
tres gotas sobre su dedo, que poco después llevó a sus labios. La leyenda nos
cuenta que entonces tomó consciencia de su verdadero estado y alcanzó el más
alto conocimiento.
Al parecer, sólo unas gotas permitían la adquisición de esa visión interior,
mientras que una dosis mayor resultaba letal, pues si hay un Grial que concede
la Vida Eterna, hay también un cáliz que la arrebata. Como más adelante veremos
al evocar los relatos de la búsqueda del Santo Grial del medioevo europeo, el
Grial ha de ser custodiado, como fuente de poder y de iluminación, por hombres
puros de corazón, y su sola visión, aun de lejos o cubierto con un velo, es más
que suficiente para colmar todos los deseos humanos o divinos.
Ello nos lleva
también a pensar en el Haoma de las tradiciones iraníes. En el Yadna mazdeista
está escrito: ¡Oh, Zaratustra, yo soy el Haoma, el puro, aquel que aleja la
mortalidad!
¡Homenaje a Haoma -responde Zaratustra-, el Santo, el Perfecto y
muy Justo. Cura todos los males, concede la salvación y es la medicina del Alma!
¡Honor a Haoma que vuelve al pobre tan grande como al rico, que eleva el
espíritu del ignorante a la altura de la sabiduría de los grandes!.
A este
misterioso recipiente se le denomina en la tradición persa Djenschyd. Es de
color blanco y amarillo, el primero de los cuales representa el sacrificio
ritual del Avesta, emanado del árbol Yadbesh, de donde emana el elixir de la
larga vida, ese mismo elixir de la inmortalidad buscado por los caballeros de la
tabla redonda, que confería la Vida Eterna.
¡Pero la Vida Eterna es sólo
patrimonio del Alma! Ya que el Grial designa ante todo una vía de acceso hacia
lo divino, hacia una comunión del hombre interior con una realidad que está más
allá de los límites de la materia o del espíritu. Beber el brebaje de la
inmortalidad hace descender de las alturas o fluir desde adentro la Luz de la
Transfiguración. Experiencia trascendental que ha sido cantada por poetas y
místicos de todos los tiempos y que hiciera exclamar al poeta Rumi: Estaba
crudo, fui cocido. Me consumí... O más cerca de nosotros a Jacob Boheme: "No
puede ser descrita ni dicha, solo puede ser comparada con la vida que nace en
medio de la muerte, como la resurrección de entre los muertos". O que hiciera
cantar a Rabin- dranath Tagore: "Gusté la miel de lo ilimitado en la Copa del
Loto Eterno. Crucé el túnel de los padecimientos y hallé el recóndito camino de
la dicha. Y vi unos rayos de luz cruzar el desierto mudo de la noche".
En
innumerables tradiciones, separadas por espacios y por siglos, vemos emerger
cíclica- mente la leyenda de un cáliz perdido, un recipiente maravilloso que
contiene un Sagrado Licor de Vida. Según el cristianismo, el Cáliz habría sido
tallado por los ángeles de una esmeralda caída de la frente de Lucifer, cuando
luchaba con el arcángel San Miguel sobre el cuerpo de Moisés. Esta Piedra bien
nos evoca el Tercer Ojo de los orientales, el sentido de eternidad o la facultad
de percibir lo divino que el hombre ha perdido, sumergido ahora en la materia y
convertido en un ser ciego e ignorante de su pertenencia a otro Universo.
Cristalizado, yerra a través del desierto de la vida a la búsqueda de una
respuesta a su eterna pregunta: Millones de veces formulada, jamás del todo
contestada.
Esta Caída del Hombre a los abismos insondables de la materia,
causada por una desobediencia al mandato divino, nos lleva a pensar en el
misterio cristiano del pecado original, íntimamente unido al secreto del Grial.
A pesar de que para la espiritualidad oriental el alma nace libre e iluminada,
cubierta únicamente por el espejismo de Maya, del cual ha de liberarse, para la
teología del cristianismo de la Iglesia de Piedra el Hombre nace culpable de un
error cometido por ancestros que nos son muy lejanos en el espacio y en el
tiempo. Pero a la luz de la Tradición Iniciática, el misterio de la simbólica
Caída provocada por Adám (el hombre arquetipo) tras comer de los frutos del
Árbol de la Vida, no se presenta como un error en sí, sino como una condición
necesaria para un proceso cósmico. El hombre divino se encarna por un acto de
amor, para que Dios, la unidad, el Ser Supremo, como dice la Kábbalah, se
contemple a sí mismo.
Pero Dios no deja solo al Hombre, y el Grial, la joya
perdida, aparece entonces como un vínculo eterno e indisoluble, como el símbolo
de una Gracia accesible al ser humano en su sendero de Retorno hacia la
eternidad. Unidad reencontrada que en la alquimia es representada por las
nupcias místicas del Rey y de la Reina, y en los relatos de caballería como la
unión idealizada del caballero con la dama, deseo inconsciente de unidad consigo
mismo, de matrimonio sagrado del alma y la mente.
En la Eucaristía Cristiana,
el Cáliz ocupa un lugar fundamental. Sobre El y a través del vino se vierte el
poder del Amor del Cristo en el instante de la Consagración y de allí a través
del sacerdote -debidamente protegido con mantos, joyas y piedras, en la antigua
liturgia- a los fieles, que con la cabeza inclinada reciben el Soplo Divino. Sin
embargo, la Iglesia nunca ha pretendido desarrollar el alto simbolismo del
Grial, quizá por relacionarlo con ciertas herejías que alrededor de él han ido
edificándose a lo largo de la historia, a pesar de que la Iglesia misma había
sido construida sobre una simbólica piedra. Pero si existe una Iglesia de Pedro,
exotérica, visible, mortal, existe igualmente una Iglesia de Juan, esotérica,
iniciática, invisible e inmortal, edificada sobre el propio Grial y accesible
únicamente a través del estrecho portal de la Iniciación Mayor. A esa Iglesia
Interior, Griálica, pertenecieron los más ilustres Maestros del Pasado.
La
tradición nos enseña que para el corazón sincero y valeroso pueden abrirse los
portales de ese Castillo Venturoso, ciudadela del Grial, que según la leyenda
puede aparecer en cualquier momento y en cualquier lugar. Mont-Salvage, montaña
de la salvación, centro del mundo o montaña cósmica, pero ante todo centro de sí
mismo y morada del Alma humana.
Todo nos revierte una y otra vez al misterio
mismo de la encarnación del Alma y la búsqueda de "algo que está perdido", ya
sea el Cáliz de la Última Cena, los Planos del Templo de Salomón, la Tumba de
Cristian Rosentkreuz, o la misteriosa Palabra Perdida de los Rosa+Cruces. Unidad
del Ser representada también en la tradición Artúrica por el misterioso símbolo
de la espada hendida en la Piedra. Arma de poder iluminador que en numerosas
tradiciones representa a la sabiduría que ilumina las tinieblas. Prueba
caballeresca por excelencia y condición fundamental para acceder al Santo Grial,
se dice que apareció súbitamente la noche de Navidad, durante la misa.
Hondamente hundida en una mágica Piedra, iba acompañada de un mandato profético:
Aquel que extraiga esta espada de esta piedra será rey por derecho de
nacimiento.
Pero el alto significado místico de la espada, también común a
innumerables tradiciones, nos lleva aún más lejos en nuestra búsqueda. En la
leyenda de los Nibelungos, Siegmund, padre de Sigfrido, rompió la espada que
había extraído del Árbol del Mundo contra el yelmo de Odín. Antes de morir,
Siegmund entregó a su esposa ambos fragmentos de la espada rota que ésta debía
transmitir a su hijo. Sigfrido logró recomponerla, volviéndola a forjar, y con
ella dio muerte, instado por el Rey Regín, al dragón, quien también le ordenó
cocer el corazón del monstruo. Por azar, Sigfrido probó el corazón del dragón, y
se dice que inmediatamente comprendió el Lenguaje de los Pájaros (la lengua
primordial no escrita ni dicha) quienes le advirtieron de la traición del Rey...
Excalibur, la célebre espada del Rey Arturo, forjada por los dioses cuando el
mundo aún no existía, según la leyenda, es entregada a Arturo por la Dama del
Lago. La sabiduría, una vez más, es extraída de un medio acuático. Pero la
espada es también otro símbolo del centro del mundo, del Axis Mundi o interior
del Ser. Fuerza poderosamente vertical que desciende sobre la materia virgen
fecundándola y creando la vida. La espada como vehículo iniciático por
excelencia y objeto -como el cetro- transmisor de poder, posee una importancia
primordial en la iniciación caballeresca de todos los tiempos.
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