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Rito Escocés Antiguo y Aceptado
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La Hermandad para toda la Humanidad

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Grado 12º
Gran Maestro Arquitecto
R.·.E.·.A.·.A.·.


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Los grandes deberes que son inculcados por las lecciones enseñadas por los instrumentos de trabajo de un Gran Maestro Arquitecto, exigiendo tanto de nosotros, y presuponer la capacidad de realizarlos fielmente y completamente, nos trae inmediatamente a reflejar sobre la dignidad de la naturaleza humana, y las vastas energías y capacidades del alma humana; y a ese tema invitamos vuestra atención en este grado.

Hay muchas cosas en nosotros de las cuales no estamos claramente conscientes. Despertar ese estado consciente a la vida y así conducir el alma hasta la luz, es una función de todo gran servicio a la naturaleza humana.

Todos no solo tenemos insinuaciones mejores, pero somos capaces de cosas mejores de lo que pensamos. La presión de alguna emergencia desarrollaría en nosotros poderes más allá del prejuicio mundano de nuestros espíritus; y el Cielo trata con nosotros de tal manera, de tiempo en tiempo, que pone de manifiesto esas cosas mejores. Hay cosas mayores y mejores en todos nosotros de lo que el mundo toma en cuenta, o de lo que nosotros tomamos en cuenta, si solo las descubríamos; y es una parte de nuestra cultura Masónica encontrar estos rasgos de poder y devoción sublime, para resucitar estas impresiones desvanecidas de generosidad, y abnegación; los legados casi desperdiciados del amor y la bondad de Dios a nuestras almas; y para inducirnos a que cedamos a su dirección y control.

El hombre no es ninguna burbuja sobre el mar de sus fortunas, desamparado e irresponsable sobre la marea de acontecimientos. La misma dificultad, zozobra, pobreza o desgracia que quiebran a un hombre, vigorizan a otro y lo hacen fuerte. Es el mismo atributo y la gloria de un hombre que él pueda dirigir las circunstancias de su condición hacia los propósitos intelectuales y morales de su naturaleza; y el poder y la maestría de su voluntad principalmente lo distinguirán del bruto.

Que el Masón no olvide que la vida y el mundo son lo que los hacemos por nuestro carácter social, por nuestra adaptación o falta de adaptación a las condiciones, las relaciones y los empeños sociales del mundo. Al egoísta, al frío y al insensible; al arrogante y presuntuoso; al orgulloso quién demanda más de lo que es probable recibir; al celoso, siempre con miedo de que no recibirá bastante; a los que son desrazonablemente sensibles de las opiniones buenas o malas de otros; a todos los violadores de las leyes sociales, el grosero, el violento, el deshonesto y el sensual, a todos ellos, las condiciones sociales, por su misma naturaleza, les presentarán molestias, decepciones y dolores apropiados a sus muchos caracteres.

Los afectos benévolos no girarán alrededor del egoísmo; los fríos de corazón deben esperar encontrar frialdad; los orgullosos, arrogancia; los apasionados, cólera; y los violentos, rudeza. Los que se olvidan de los derechos de otros no deben sorprenderse si los suyos son olvidados; y los que se inclinan a los más bajos abrazos de la sensualidad, no deben extrañarse si otros no se preocupan de encontrar su honor postrado, para elevarlo a la memoria y el respecto del mundo.

Al apacible, muchos serán apacibles; con el bondadoso, muchos serán buenos. Un buen hombre encontrará que hay bondad en el mundo; un hombre honesto encontrará que hay honradez; y un hombre de principios encontrará principios e integridad, en las mentes de otros.

En todas partes, la vida humana es una dispensación grande y solemne. El hombre, sufriendo, gozando, amando, odiando, esperanzado y temeroso, encadenado a la tierra y aun así explorando los lugares recónditos del universo, tiene el poder de comulgar con Dios. Alrededor de esta gran acción de la existencia las cortinas del tiempo son cerradas; pero hay aberturas a través de ellas que nos dan ojeadas de la Eternidad. Dios mira en esta escena de probación humana. Los sabios y los buenos de todas las edades han interpuesto por ella, con sus enseñanzas y su sangre. Todo lo que existe alrededor nuestro, todo movimiento en la naturaleza, todo consejo de la Providencia, toda interposición de Dios, centra sobre un punto: la fidelidad del hombre.

Creed que hay un Dios; que Él es nuestro Padre; que Él tiene un interés paternal en nuestro bienestar y mejoramiento; que Él nos ha dado poderes por medio de los cuales podemos escapar del pecado y de la ruina; que Él nos tiene destinados a una vida futura de interminable progreso hacia la perfección y hacia un conocimiento de Él. Creed esto: "Pongo mi confianza en Dios," como todo Masón debe, y podéis vivir sosegadamente, perdurar pacientemente, trabajar resueltamente, renunciar alegremente, esperar firmemente y sed conquistadores en la gran lucha de la vida.

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