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Rito Escocés Antiguo y Aceptado
del Guajiro
La Hermandad para toda la Humanidad
Se ha hablado y se ha escrito mucho acerca
del secreto masónico. Algunos autores, tanto con intención crítica como
panegírica, han hecho del secreto el centro y el fundamento de toda la
Masonería. Otros, con la misma variedad de intenciones, afirman que este secreto
no existe, o que es intrascendente.
Desde nuestro punto de vista, el secreto
masónico realmente sí, existe. Y su existencia está a la vista en todo Templo
masónico que respete las normas más elementales del simbolismo.
A todos los
masones les es familiar el candelabro de tres luces que se encuentra al Oriente,
sobre el Altar del Maestro.
La similitud de este candelabro con la letra hebrea shin es evidente:
La shin, asociada con
el fuego, es una letra con multitud de significados cabalísticos. Uno de ellos
es la idea de lo secreto. Según Annick de Souzenelle: “El shin es nuestra piedra
de las profundidades, nuestra fuerza nuclear, que contiene el secreto del yod,
secreto de la unidad, rica de la multiplicidad que guarda en su seno…Grávida de
su secreto, la letra shin...”. En el mismo Oriente de los templos masónicos, por
lo tanto, brilla el fuego de aquello que se considera secreto.
Partimos, por
lo tanto, de la premisa que el secreto masónico existe y es de naturaleza
iniciática, esotérica. Esta misma naturaleza nos impide dar una caracterización
precisa de este secreto, porque lo verdaderamente iniciático trasciende las
definiciones que emplean el lenguaje ordinario. Sin embargo, podemos
aproximarnos, podemos rodear la naturaleza de este secreto, hasta asirlo con la
plenitud de nuestro ser.
El secreto masónico es de naturaleza tríplice, de
donde un triángulo podría simbolizarlo perfectamente. En cada uno de sus tres
aspectos se distinguen dos fases: la esotérica y la exotérica, de donde,
finalmente, podemos mencionar seis aspectos de este secreto, y simbolizarlo
mediante el hexagrama.
El séptimo punto, el centro de la estrella, sólo puede ser comprendido en forma personal y es, hasta cierto grado, incomunicable.
Denominaré a los tres aspectos del secreto masónico, en forma bastante arbitraria: convencional, simbólico e iniciático. Especialmente, el último término es poco apropiado, porque el aspecto iniciático está presente en las tres fases. Pero no he podido encontrar una palabra que exprese mejor su significado.
Con este término
me refiero al secreto respecto de lo que se hace en Logia, respecto de los actos
que se ejecutan, los debates que tienen lugar y las decisiones que finalmente se
toman. Esta forma de secreto no es exclusiva de la Masonería, sino que, de una
forma u otra, se encuentra presente en todas las organizaciones y, casi me
atrevería a afirmar, en todas las actividades humanas. No es, en principio, algo
demasiado diferente a la costumbre de mantener en secreto lo que ocurre en el
interior de una familia, o lo que concierne a la privacidad de una pareja. Se
trata de actos que conciernen al dominio de lo privado, y por lo tanto no
corresponde divulgarlos.
Exotéricamente considerado, el aspecto convencional
del secreto masónico es de naturaleza similar. Utilizando una comparación un
tanto lejana, los alpinistas mantienen, como parte de su código de honor, no
revelar públicamente lo que ocurre en el interior de los grupos que se dedican a
escalar elevaciones, y resumen esa norma diciendo “lo que pasa en la montaña se
queda en la montaña”. Masónicamente diríamos que “lo que acontece en la Logia se
queda en la Logia”.
Hasta aquí, por lo tanto, hemos visto que este aspecto
del secreto masónico realmente existe, pero es algo absolutamente compartido con
el mundo profano y, por lo tanto, no demasiado interesante desde el punto de
vista iniciático. Si esta forma de secreto puede calificarse de masónico, debe
ser algo más.
En efecto, el secreto convencional tiene también un “rostro”
iniciático. En las Tenidas la puerta del Templo permanece cerrada. Un
Guardatemplo o Centinela o Capitán de Guardias, según los distintos Ritos y
grados, cuida las Cámaras exteriores del Templo, e impide el paso de aquellos
que no están calificados. Aquellos que han sido admitidos a la reunión son (o
deberían ser) cuidadosamente retejados en las palabras, signos y toques del
grado, a los efectos de determinar su condición masónica. En la época
contemporánea, todo esto no tiene ningún sentido práctico. Bastaría con un click
en una base de datos de computadora para saber quién puede y quién no puede
participar en una Tenida. Sin embargo, todos estos actos ceremoniales se siguen
practicando, y hasta constituyen una parte fundamental del Ritual de cada grado.
Repetimos: entonces deben ser algo más.
Y ese algo más es de naturaleza
iniciática. Jules Boucher dice que la Logia se puede comparar a una célula
orgánica, y que el acto de reunirse en Logia representa la “necesaria
concentración de las fuerzas, para proceder luego a su expansión”. En otras
palabras, para generar algo grande, para producir una Obra, previamente hay que
hacerse pequeño, transformarse en un punto, en algo en lo que la concentración
sea máxima.
Todo el Ritual del retejado apunta a
ese objetivo: concentrar todo en el interior de la Logia, transformarla en una
célula cerrada, en un punto creador, en una masa concentrada que, al expandirse,
generará un Cosmos. Esto puede ser comparado con dos conceptos cabalíticos:
La letra yod, que es, básicamente, un punto, se considera el germen de donde nacieron las demás letras hebreas, que se consideran simbólicamente como los “ladrillos” que constituyen la Creación. Es, por lo tanto, un punto sin dimensiones, pero con el máximo potencial de expansión y expresión. El hecho de cubrir la Logia, de cerrar el Templo, de trabajar en secreto, es transformar la Logia en un yod, en una semilla mínima, pero cargada de posibilidades.
El Tzimzum. En Cábala, se dice que, originalmente, el Absoluto era Todo, y que esa absoluta completitud impedía que se manifestara otra cosa, que existiera el Universo. Por ello, el Absoluto (Ain-Soph) se retiró, se contrajo, y dejó un “hueco” en el que pudo ser emanado el Universo. Esta contracción inicial (tzimzum) redujo el Absoluto a un punto central, comparable a la letra yod de la que hablamos previamente. Cuando la Logia, paradójicamente, se abre, en realidad se está cerrando al exterior, está realizando su propio tzimzum, se está reduciendo a un punto para permitir una posterior manifestación.
En la Apertura de la Logia los miembros, antes dispersos en el mundo profano, son reunidos, y eso sólo puede hacerse en el secreto. Una reunión masónica, por lo tanto, si es de naturaleza esotérica y aspira a un ideal iniciático, siempre trabará a cubierto y en secreto.
Con esta
denominación, bastante arbitraria por cierto, identifico el secreto concerniente
a los signos y modos de reconocimiento, es decir, los saludos, toques, pasos,
palabras, etc.
Como herramientas de reconocimiento, como forma de impedir el
ingreso de los “profanos” a las reuniones masónicas, estos “secretos” ya no
tienen sentido. Lo tuvieron en el siglo XVIII, pero hoy, cualquiera con un poco
de paciencia y algunos clicks en Internet, puede conocer completamente todos
estos pretendidos “secretos”. En realidad, esto ni siquiera es algo nuevo: desde
hace unos sesenta años que todos estos modos de reconocimiento pueden ser
consultados por cualquiera en la Enciclopedia Masónica de Frau Abines. Esto ha
hecho decir a algún masón: “tenemos secretos…pero no los tenemos”.
Aquí,
nuevamente, si bien el exoterismo ya ha perdido su razón de ser, debemos
recurrir al aspecto esotérico. Quizás la expresión “modos de reconocimiento”
haya sido responsable de una comprensión equivocada de lo que esto significa. No
se trata de meros signos formales, que fueron elegidos arbitrariamente, y
podrían ser reemplazados por cualquier otro sin pérdida de contenido. Son gestos
corporales, o expresiones habladas, profundamente simbólicas y que, si bien con
el tiempo se han corrompido mucho, todavía hoy conservan una parte importante de
su significado.
Es a través de las posturas y de
los gestos que el símbolo de vuelve algo viviente, se hace carne, en el sentido
más literal de la expresión. Si bien los masones actuales ya no son
constructores operativos, reproducen con sus gestos y maniobras corporales el
acto de crear, la acción creadora del constructor. Los signos, gestos y toques
son un lenguaje corporal que expresa físicamente la naturaleza del acto creador.
Y tal acto creador tiene lugar en el secreto. Es, por definición y naturaleza,
un acto privado. Poco importan, por lo tanto, que los signos, toques y palabras
ya hayan sido publicados en decenas de libros. Aunque se proclamen a los cuatro
vientos, aunque sean conocidos por el mundo entero, seguirán siendo secretos.
Y serán secretos para los mismos masones, en la medida que estos olviden los
signos, toques y palabras que son su verdadera herencia. El secreto que hemos
llamado “simbólico”, por lo tanto, no depende de que algo se oculte o no, sino,
por el contrario, de que algo se conozca.
Los signos, toques y palabras,
entonces, siempre serán secretos, y revelarán su verdadero sentido cuando sean
ejecutados en el secreto.
Sobre este aspecto del
secreto es muy difícil hablar, porque su misma naturaleza lo torna prácticamente
incomunicable. En palabras de Gerard Encausse (Papus): “El secreto no puede ser
revelado. Quien lo posee, supo cómo adquirirlo y no lo revelará ni a un Hermano
en que tenga depositada la mayor confianza, porque quien no ha alcanzado el
secreto por sí mismo y lo recibe oralmente, es incapaz de penetrarlo”.
El
secreto iniciático refiere a un cambio de consciencia, a un “cambio de Gestalt”,
en el lenguaje de algunas corrientes psicológicas contemporáneas. Es, por lo
tanto, algo que concierne al interior del individuo, es un “darse cuenta” de una
nueva condición del ser, cuya esencia no puede comunicarse, y del que puede
transferirse una sombra, apenas una imagen, a través de signos y símbolos.
En
los antiguos Rituales del grado XVIII del Rito Escocés Antiguo y Aceptado se
preguntaba: ¿Dónde fuiste Iniciado? A lo que se respondía: Bajo la rosa. Bajo la
rosa, sub- rosa, es decir, en el secreto. Pero no el secreto trivial de no
revelar tal o cual cosa, sino el secreto profundo de aquello que no se revela
simplemente porque es imposible hacerlo. Es el secreto que rodea a toda
experiencia interna, profunda, que, aún cuando se base en arquetipos
universales, nos pertenece sólo a nosotros, y por ello es íntima, propia,
inevitablemente secreta.
Desde este punto de vista, el secreto masónico es la
esencia misma de la Masonería, entendida en términos de experiencia vital, de
transformación vivida y sentida profundamente. Este secreto iniciático tiene un
aspecto exotérico absolutamente trivial, consistente en el hecho que los ritos
iniciáticos nunca se realizan públicamente. Por otra parte, si alguien se proclama como
“Iniciado”, como un Gran Maestro detentador de supuestos conocimientos
inasequibles para el común de los mortales, seguramente está mintiendo. Si
alguien ha alcanzado verdaderamente aunque sea una vislumbre de la Iniciación,
la guardará dentro de su pecho, en un profundo y sereno CALLAR.
Y si posee
alguna habilidad artística, algún talento literario o científico, alguna
facultad expresiva bien desarrollada, manifestará su vivencia iniciática a
través de su arte o de su ciencia, pero siempre guardando silencio sobre lo que
se esconde detrás de su Obra.
Decíamos en la
Introducción que, desde nuestro punto de vista, el secreto masónico realmente
existe. Pero no se trata de Superiores Desconocidos, o Maestros ocultos, o
Grupos que, en las sombras, digitan los destinos del mundo. Ni tampoco es un
secreto de poderes ocultos u otras tonterías por el estilo. Todo eso no son más
que fantasías, por cierto bastante poco imaginativas.
El secreto masónico es
una condición necesaria a toda organización realmente iniciática. Cerrar la
puerta de la Logia, y dar inicio a una Tenida, es imbuirse de ese secreto. Lo
que se hace en público forma parte de la vida profana, utilizando esta palabra
en una forma para nada despectiva. Lo profano no es malo ni despreciable, es
simplemente lo que se hace fuera del Templo.
Lo iniciático es necesariamente un
acto privado, y por ello secreto. Aunque hasta la última palabra, signo, símbolo o
toque masónico sea publicado y conocido por el mundo entero, el secreto masónico seguirá vivo,
porque es el secreto de la Iniciación.
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