Anécdotas Aeronáuticas
Ernesto Miguel Burga Ortiz
Después de informarme de los pormenores de la búsqueda del día
nos quedamos conversando un buen rato; como es de suponer todos estábamos mortificados
y algo tristes, el “Chino” José se sentía frustrado porque las condiciones de visibilidad
habían sido malas, incluso en algún momento se puso en situación peligrosa por tratar
de ver algo que le pareció podía ser lo que buscábamos pero que resultó siendo un
tronco cubierto de hojas rojizas; comprendió que si era necesario arriesgar lo haría,
como en otros casos habíamos hecho, pero solo si la situación lo ameritaba y este
no era el caso; comprendía su pesar, se habían cumplido quince días y la búsqueda
había terminado, la última esperanza se había desvanecido, al día siguiente, 26
de octubre, dejaríamos la zona sin saber el destino corrido por nuestros camaradas.
Apenas si cené algo, casi no había comido en todo el día pero no tenía apetito,
me retiré al alojamiento que los camaradas del Ejército me habían asignado y después
de tomar una ducha me tendí sobre la cama, rendido, requintando del olor de los
benditos espirales repelentes de zancudos que te dejaban la ropa “perfumada” por
varios días.
En el silencio de la noche, entre sueños, escuché voces agitadas,
nerviosas, y pasos presurosos que se acercaban, mientras trataba de pensar qué sucedía
los pasos se detuvieron delante de mi puerta al tiempo que unas manos aporreaban
la madera.
- Mayorr, mayor.......abra la... del
helicóptero... yorrrr - las voces se confundían, eran varios los que llamaban a
gritos.
Me incorporé y rápidamente abrí la puerta, había seis u ocho personas,
unos uniformados y alguno de civil, y delante de ellos, al centro y frente a mí...
- ¡Danny! ¿Qué haces aquí? - en mi desconcierto hice
la pregunta más estúpida del mundo, pero Gutiérrez me trajo a la realidad con su
hermosa respuesta
- ¡Mi mayor, abráceme siquiera!
- me sentí avergonzado de mi reacción y de mi estupidez; Gutiérrez estaba con la
barba crecida, desliñado y con las botas muy sucias, pero su rostro resplandecía.
Recuperado de la sorpresa nos sentamos conversar; eran las tres de la mañana
del 26 de octubre.
- ¿Dónde está la tripulación,
cómo están?
- Mi mayor estuvimos juntos hasta ayer
25, estábamos todos bien, en buen estado y sanos; anteayer nos encontramos con unos
campesinos que nos llevaron a un caserío que se llama Peñas Blancas, allí pernoctamos
pero a Villalobos se le hincharon mucho los pies, tanto que ya no pudo ponerse las
botas, así que ayer que partimos para dirigirnos a la punta de carretera, tuvimos
que dejarlo al cuidado de la gente del pueblo; partimos a eso de las nueve de la
mañana, a caballo, el problema fue que Mañuco La Rosa se enfermó en el camino y
lo tuve que dejar en una casita de un poblado, al cuidado del suboficial Jibaja;
creo que le ha dado una insolación porque empezó a desvariar, entonaba canciones
a la Virgen y murmuraba algo que no entendíamos.
- Cuando lo dejaste ¿Cómo lo notaste? ¿Coherente, te dijo algo?
- No, mi mayor; estaba delirando y yo partí de inmediato con el teniente gobernador
para procurar ayuda, en el tambo sólo tenían un par de pastillas y nada más; decidí
que lo mejor era partir de inmediato.
- Sigue ¿Cómo
has llegado hasta aquí, y a esta hora?
- Cabalgamos
varias horas hasta que llegamos a la punta de carretera, ahí encontramos varios
camiones, como tres, así que me vine en el primero que salió de regreso; al comienzo
no quisieron apoyar pero lo convencí a uno, que es el que me ha traído hasta la
prevención; y aquí estoy.
- Ya tengo todo claro,
vamos a preparar el helicóptero para ir a buscar a la tripulación; ¡Chino! que el
radio operador no informe ni una letra hasta que yo vea personalmente el estado
de salud de la tripulación - luego continuó la conversación.
- Danny, el “fierro” está listo, vamos a esperar un poco, unos quince minutos antes
del amanecer partimos hacia el lugar donde dejaste a Mañuco, en una hora más o menos,
ahora cuéntame cómo fue el accidente, qué pasó.
Mientras esperábamos la hora
de partir el capitán Gutiérrez me relató detalladamente lo que había sucedido hasta
el momento en que se vio precisado a dejar a los dos tripulantes en una casa, lo
que me dio una idea muy clara de la situación.
José, que había estado en
silencio escuchando a Gutiérrez intervino con una pregunta:
- Mi capitán, más o menos a las cuatro o cinco de la tarde de ayer ¿no escuchó el
vuelo de un helicóptero? el sonido de las palas se escucha bastante lejos.
- Creo que sí, pero no estoy seguro porque se escuchaba
sólo por momentos y a lo lejos ¿Estuviste por esa zona?
- Sí mi capitán, y seguro que nos escuchaba solo por momentos porque estábamos metidos
en las quebradas subiendo y bajando, como ayer fue el día quince y último de la
búsqueda quería buscar en cada quebrada, creo que no estábamos tan lejos, pero el
tiempo y el humo me limitaron demasiado.
Todos nos quedamos en silencio.
Durante la explicación que me daba Gutiérrez hubo algo que surgió con mucha
fuerza: la ubicación del helicóptero accidentado coincidía, casi exactamente, con
lo dicho por los espiritistas, y había un segundo detalle más extraño y preocupante,
habían dicho también que los cuatro tripulantes estaban vivos y en buenas condiciones
pero que nos apresuremos porque uno estaba en peligro de muerte, y hasta la víspera,
25 de Octubre en la mañana, los cuatro estaban muy bien, pero en la tarde La Rosa
había caído abatido y Gutiérrez lo había dejado delirando. La víspera se habían
cumplido los 15 días de búsqueda oficial, estibamos ya en el día 16 ¿Se cumpliría
también esta segunda parte?
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