Anécdotas Aeronáuticas
Ernesto Miguel Burga Ortiz

A las seis de la mañana del 25 de Octubre Gutiérrez escuchó unos 
ruidos en la habitación contigua, parecía ser el entrechocar de platos, u ollas, 
o ambos ¿qué importaba? Por un instante creyó que se encontraba todavía en el monte, 
se sentía descansado y el extraño olor de los pellejos y pieles, de saber Dios qué 
animal, que le habían servido de colchón y cobijas ya no le pareció tan molesto 
¿Qué me importa que huelan a diablos? Seguramente yo no huelo tampoco muy bien, 
ya son quince días de estar con la misma ropa, tantas veces sudada, tantas veces 
mojadas, y no se habían cambiado ¿de qué serviría? Lo importante es que estamos 
a salvo - se incorporó y se puso de pie, desperezándose.
     
- A levantarse muchachos que hoy nos vamos a Lima -palmeó con fuerza-vamos, vamos, 
ociosos, nos deja el carro ¿Cómo has amanecido Chauchilla, muy hinchado? - se acercó 
al camastro de Villalobos - ¿Te duelen los pies? A ver cómo siguen
Los pies 
del mecánico seguían tan hinchados como la víspera, pero algo amoratado, definitivamente 
no estaba en condiciones de hacer una cabalgata de varias horas con los pies colgando, 
se tendría que quedar a esperar que le envíen ayuda.
Los tres salieron para 
asearse, la mañana estaba fresca y luminosa y hacía rato que el sol brillaba iluminando 
el valle, ese día sería sin duda un día de cielo despejado y caluroso; se sentaron 
a la mesa para tomar desayuno, huevos fritos y yucas, que les supo a gloria, y café 
caliente; la pulpera quiso llevarle a Chauchilla el desayuno a la cama, pero él 
se levantó cojeando y con ayuda de Jibaja se sentó con sus compañeros.
Gutiérrez 
quería arreglar con la pulpera el pago por los víveres consumidos pero esta se resistía 
aduciendo que era de cristianos ayudar al prójimo, y además ellos era de la aviación; 
fue muy emotivo ver cómo en medio de su evidente pobreza se mostraban generosos.
     - Señora, por favor cuiden al técnico Villalobos, denle 
lo que solicite, el grupo que venga a llevárselo pagará sus gastos, no se preocupe 
usted por eso
     - No se preocupe, señor capitán, nosotros 
lo cuidaremos, tan bueno que es el señor Villalobos - este comentario le valió algunas 
bromas de despedida 
     - Buena Chauchi, provecho con 
la conquista, aprovecha para pedir doble rancho - durante un rato siguieron las 
bromas, hasta que a las nueve estuvieron listos para partir
Apenados por 
dejar atrás a Villalobos, compañero de tantas vicisitudes, emprendieron la caminata 
hacia la casa del teniente gobernador acompañados por los peones; este los esperaba 
¡con otro desayuno! rancho frío para los cuatro y caballos para el viaje.
El viaje hacia la punta de carretera lo iniciaron sobre un camino de herradura 
marcado por miles de pisadas de las cabalgaduras de otros viajeros; flanqueados 
por árboles que les daban sombra la jornada no parecía difícil, los tres aviadores 
estaban exultantes y, a voz en cuello, se pusieron a cantar “Allá en el Rancho Grande, 
allá...
Pronto dejaron atrás la protección de los árboles y pudieron ver 
en toda su dimensión el viaje que les aguardaba, el camino se veía como un tajo 
que subía por la ladera desnuda; durante varias horas estarían expuestos al sol 
de la mañana y el único que tenía sombrero era Daniel, el teniente gobernador, en 
tanto que ellos no tenían con qué protegerse, los pocos árboles espaciados y raquíticos 
que habían de vez en cuando a la vera del camino no los protegería en absoluto, 
la cosa era muy diferente a como les pareció inicialmente. 
Con paso cansino 
los caballos ascendían siguiendo el sendero bañados por el sol de la mañana, por 
ratos las curvaturas del terreno les permitía estar a la sombra lo que les daba 
breves minutos de alivio pero pronto llegaron a una amplia curva que los dejó a 
merced del inclemente sol.
Habían transcurrido más de tres horas, siempre 
en subida al paso que cada cabalgadura había adoptado, por lo que se habían espaciado 
un poco, a la cabeza el teniente gobernador, luego Gutiérrez , La Rosa y finalmente 
Jibaja, cuyo caballo parecía ser más viejo, o el más remolón; habían calculado que 
en un primer tramo irían hasta alcanzar la cumbre del abra, en donde tomaron un 
descanso y almorzaron ; permanecieron en el lugar algo más de media hora y de inmediato 
reanudaron la marcha, esta vez cuesta abajo.
Paulatinamente los caballos 
se distanciaron y nuevamente quedaron en la misma posición, los dos Daniel iban 
a la cabeza, casi juntos, un poco más atrás, algo retrasado iba La Rosa y finalmente, 
bastante retrasado iba Jibaja.
“Poco a poco me fui rezagando, y es que mi 
caballo era lerdo y yo que nunca antes había montado no sabía cómo apurarlo; aproximadamente 
tres horas después llegamos a terreno más o menos llano y a la distancia vi que 
se apearon el teniente gobernador y el capitán, poco después llegó el teniente y 
se reunieron junto a un puquio al que nos había llevado nuestro guía.
De 
lejos vi que el capitán y el teniente se lavaban la cara, y luego el teniente La 
Rosa se puso a beber agua; alcancé a decirle al capitán que mejor no tomaran agua 
ni se mojaran la cabeza porque el agua seguramente era muy fría y eso les podía 
hacer daño; el capitán me hizo caso y no bebió más que un par de sorbos pero La 
Rosa ya había bebido abundantemente, y algo que me llamó la atención fue que el 
teniente, que era bien blanco, un poco rosado, estaba con la cara encendida, casi 
roja. Luego partimos los cuatro.
No había transcurrido ni media hora y los 
caballos se mantenían juntos, seguramente porque el camino era muy angosto y el 
barranco muy profundo, cuando el teniente empezó a dar muestras de no encontrarse 
bien; decía que no sentía las piernas; inmediatamente desmontamos y empezamos a 
caminar, sujetando a los caballos por las riendas, con la idea de activar un poco 
la circulación.
El teniente La Rosa pareció sentirse mejor así que volvimos 
a montar pero a los pocos minutos empezó a gritar ¡Me caigo! ¡Me caigo! aunque se 
mantenía firme en el caballo; asustados por lo angosto del camino y lo profundo 
del barranco desmontamos inmediatamente y sujetamos al teniente, lo ayudamos a bajar 
y lo tendimos en el suelo, no había sombra alguna para protegerlo del sol así que 
le dimos un poco de sombra con nuestros cuerpos. El teniente Gobernador dijo que 
estábamos cerca de un caserío y que mejor era que él vaya a pedir ayuda; en esa 
espera, que se nos hizo eterna, el teniente La Rosa empezó a delirar, murmuraba 
palabras ininteligibles, a cantar y a dar voces.
¡Virgen del Carmen, si me 
han hecho un hechizo, perdónalos, perdónalos!
Se quedó en silencio por un 
rato, hasta que empezó a murmurar algunas palabras que al comienzo no lograba entender 
hasta que dijo algo claramente ¡Amén! ¡Había estado rezando! Luego elevó la voz 
y se puso a cantar “Salve salve, cantaba María, quien más pura...” al terminar entonó 
otra canción religiosa “El trece de mayo la Virgen María...” Nuevamente se quedó 
en silencio por un rato y de pronto empezó a clamar ¡Amaliaaaa, Amaliaaaa! Después, 
pareció quedarse dormido, con la respiración anhelante, algo angustiosa, murmurando 
entrecortadamente... llena eres de gracia... tú eres entre todas... de tu vientre 
Jesús... ruega por nosotros los... Y en la hora de nuestra... ¡Madre mía...!
El teniente gobernador se demoró más de una hora en regresar acompañado de tres 
hombres, premunidos de unas varas largas y una frazada con las cuales hicieron una 
parihuela para llevar al teniente; caminamos casi veinte minutos hasta llegar a 
la primera casucha, a la entrada del pueblo, en donde pusimos al teniente, que respiraba 
con dificultad, sobre una tarima en lo que parecía ser una de las dos habitaciones 
de que contaba la casa.
El capitán conversó un momento con el teniente gobernador 
y luego se dirigió a mí.
     - Jibaja, debo partir de 
inmediato para buscar ayuda, nada hago mirando a Mañuco; en cuanto pueda, yo regreso 
con ayuda, yo mismo los voy a traer, no sé qué voy a hacer pero voy a regresar con 
ayuda; acompaña al teniente La Rosa, cuídalo en lo que puedas. 
     
- De acuerdo, mi capitán, buena suerte, aquí lo esperamos.



	
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