Anécdotas Aeronáuticas
Ernesto Miguel Burga Ortiz
A las seis de la mañana del 25 de Octubre, décimo quinto y último
día de búsqueda, decoló el "Chino " José, quería aprovechar el día al máximo explorando
sistemáticamente cada quebrada de la nueva zona de búsqueda, de inmediato empezó
a tomar altura para dirigirse directamente al punto indicado.
Conforme iba
tomando altura la visibilidad iba disminuyendo, pronto se encontró envuelto en una
atmósfera entre plomiza y azulada, la causa era evidente pues por toda la campiña
se veían grandes columnas de humo, una recientes y otras ya consolidadas; era la
época de quema del rastrojo para preparar la tierra y dejarla lista y abonada para
la temporada de siembra.
El humo se encontraba estabilizado a una cierta
altura formando una capa uniforme, sin solución de continuidad, sobre ella la visibilidad
era excelente horizontalmente, con algunas nubes dispersas; el problema era que
verticalmente se veía muy bien pero mirando en diagonal, hacia abajo, la visibilidad
era pésima y ¿cómo buscar con esa limitación?
Llegado al punto dio varias
vueltas tratando de descubrir algo pero el campo visual era muy reducido y tuvo
que limitarse a mirar lo que estaba casi exactamente debajo de su helicóptero; no
obstante siguió el curso de una y otra quebrada, desde la cumbre hasta llegar al
llano, sin resultado alguno.
Buscó en el valle una zona aparente para aterrizar
y descendió; una vez en tierra apagó el motor pero no bajó del helicóptero, permaneció
sentado y sacó de su maletín de vuelos un manual de tapas rojas del que pasó las
hojas hasta encontrar una en particular; mientras tanto los dos observadores que
lo acompañaban ayudaban al mecánico a bajar los cilindros de combustible.
Permaneció sentado con el manual abierto sobre las piernas, con el dedo índice
de la mano derecha recorrió las líneas de unos gráficos, parecía no estar contento
con el resultado de lo que hacía porque hizo lo mismo por tres veces.
- Mi teniente ¿Cuánto le ponemos de “caldo”?
- No
le pongas nada, tenemos combustible para una hora y cuarto, acérquense, voy a explicarles
- los tres suboficiales se acercaron expectantes - hemos volado casi media hora
¿Han visto algo, no verdad? Yo tampoco, y no vamos a ver nada, con este humo de
los cañaverales que están quemando no puedo descender, volar a esa altura es perder
el tiempo, vamos a volar por abajo
- Mi teniente,
por abajo está el humo ¿Cómo vamos a hacer?
- Ya
he revisado las tablas de operación, y con poco peso podemos operar con agilidad
y seguridad, no nos vamos a poner en peligro ¿Están de acuerdo? El que no quiera
ir se puede quedar a cuidar el combustible - todos estuvieron de acuerdo y pronto
estuvieron en el aire
Esta vez empezaron a revisar las quebradas desde el
valle hacia la cumbre, subiendo y bajando una y otra vez, una y otra vez, los virajes
se sucedían interminablemente, sea para seguir el contorno del terreno o para volver
hacia el valle cuando no podían continuar; siguieron volando y recargando combustible
hasta casi las dos de la tarde.
Comieron frugalmente unas galletas y aguas
gaseosas que habían llevado, volvieron a recargar para lo que sería el último intento
antes de volver al campamento y antes de las tres de la tarde estuvieron nuevamente
en el aire reiniciando la búsqueda.
La entrada a la quebrada no era muy amplia,
un tanto curvada pero nada más; fueron avanzando confiadamente, mirando y mirando
cuando de pronto, casi al llegar a la curva, uno de los observadores lanzó un grito.
- ¡A la derecha, a la derecha, nos estamos pasando!
- de inmediato el otro observador se colocó también en el lado derecho de la cabina
- ¿Dónde, que no veo nada, qué has visto? - preguntaba
a gritos el mecánico, sentado en el asiento del copiloto, al lado derecho.
- ¡Ahí, ahí, junto a ese tronco roto, algo se movía
con fuerza!
José, sentado en el lado derecho maniobró para poder mirar el
lugar señalado, por un instante descuidó el panorama sin percatarse que la curva
hacia la cual se dirigía terminaba abruptamente; cuando levantó la mirada se encontró
casi metido en un embudo formado por las paredes que se cerraban, el humo apenas
por encima del helicóptero y el áspero terreno del suelo; el mecánico se percató
de la situación y apenas si atinó a gritar - ¡Cuidado! – advirtiéndole del peligro;
los observadores, al escuchar el grito del mecánico, se volvieron para mirar hacia
delante quedándose en silencio sin saber qué hacer.
Calmadamente el “Chino”
José levantó un poco la nariz del helicóptero mientras aumentaba la potencia, la
aguja del velocímetro oscilaba mientras la velocidad disminuía poco a poco; el helicóptero
vibró por un momento y luego se quedó estático cuando el velocímetro indicaba cero;
suspendido en el aire giró lentamente hacia la derecha, inspeccionó lo que resultó
ser una falsa alarma, tal vez un animal, y continuó girando, cuando estuvieron enfrentados
a la salida de la quebrada el piloto inclinó la nariz tomando velocidad para iniciar
el retorno.
A las cinco de la tarde abandonó la zona, se sintió acongojado
al pensar en la situación en que podrían estar los camaradas perdidos, tal vez con
su partida se esfumaba para ellos la última esperanza; la caída del sol y el humo
hacían ya peligroso el vuelo y no le quedó alternativa, emprendió el regreso a su
base deseándoles suerte si aún estaban vivos.
-
¿Cómo te fue? No te veo muy satisfecho, siéntate - el mayor le señaló una silla
frente a él
- Mal, mi mayor, llegué al punto señalado
pero no se ha podido hacer una búsqueda efectiva - el piloto se mostraba contrariado
- Sigue, qué pasó
-
Mi mayor, esta es época de quema y hay humo por todo sitio, el humo asciende hasta
determinada altura y ahí se estabiliza por la temperatura; por encima de eso todo
está claro, una que otra nube nada más - guardó silencio mientras sacaba de su mameluco
de vuelos la carta de navegación, la abrió y continuó - toda esta zona es puro humo,
la visibilidad vertical excelente, pero la visibilidad horizontal, pésima
- Ajá, sigue ¿Qué hiciste?
- La búsqueda ha sido muy puntual y muy limitada, no he podido entrar en las quebradas
porque no se veía, tendría que haber pasado casi exactamente encima del “fierro”
para poderlos ver.
- Esta es la época de quema,
así que eso va a continuar mañana y muchos días más, comprendo tu frustración pero
no hay nada más que podamos hacer. Hoy hemos cumplido quince días de búsqueda y
mañana nos replegamos. Punto.
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