Anécdotas Aeronáuticas
Ernesto Miguel Burga Ortiz
El día 19 iniciaron la jornada con nuevos ánimos, sentían que
haber salvado el obstáculo que significaba la cascada era haber empezado verdaderamente
a acercarse a la civilización, por lógica la quebrada iría ampliándose y seguramente
pronto encontrarían campesinos; después de ver minuciosamente las cartas el capitán
Gutiérrez había dicho que estaba seguro que en tres o cuatro días estarían a salvo,
y confiaban que así sería.
Si bien la vegetación era abundante y abigarrada,
en este punto parecía más densa aun, era sumamente difícil avanzar en medio de esas
zarzas que les rasgaban la ropa y la piel y que llegaban prácticamente hasta el
borde de la quebrada; tuvieron que caminar un buen trecho por el agua, sólo por
momentos se podía caminar por la orilla, en vez de abrirse la quebrada parecía cerrarse
sobre ellos, ya casi parecía un túnel por lo oscuro del ambiente. Y el frío, siempre
el frío.
El día 20 no fue muy distinto, excepto por un incidente que podría
haber sido hasta cómico si no fuera por la gravedad de la situación; avanzaban por
la orilla, que era cada vez más difícil para caminar cuando vieron que al fin la
quebrada parecía abrirse; donde parecía terminar la parte más angosta y donde el
agua era más tumultuosa, y como para facilitarles las cosas, vieron un puente natural,
un grueso tronco que iba de lado a lado de la quebrada, justo cuando les era obligado
cruzarla; Gutiérrez, dando el ejemplo como siempre, subió y empezó a caminar lentamente,
un paso tras otro, Jibaja se aprestó a seguirlo pero retrocedió cuando vio a Gutiérrez
empezar a sacudirse frenéticamente las piernas, enormes hormigas, grandes y negras,
le subían por la ropa, sin pensarlo dos veces se lanzó al agua para librarse de
los peligrosos insectos y sus dolorosas mordidas; el agua no era profunda, apenas
unos treinta centímetros pero igual terminó nuevamente empapado; sus tres compañeros
prefirieron cruzar por el agua.
Llovía casi día por medio y después de esa
primera oportunidad no volvieron a intentar siquiera hacer otro refugio, en las
noches se agrupaban y se sentaban espalda con espalda hasta el amanecer para darse
algo de calor, las lluvia les caía casi directamente, no tenían forma de guarecerse
cubriéndose como podían y con lo que podían, que no era mucho, los tábanos y zancudos
los acosaban día y noche y las plantas les destrozaban la ropa , especialmente a
Jibaja, que era el que siempre iba en punta y a quien Gutiérrez le regaló un overol
de vuelos, color naranja, porque el suyo estaba ya inservible.
Jibaja había
llevado consigo dos botellas pequeñas, de bebidas gaseosas, llenas con sangre de
grado que había demostrado su utilidad cuando estuvo enfermo del estómago y cuando
Gutiérrez se cortó la cara con el machete mientras abría trocha, él mismo no sabía
cómo es que la hoja rebotó y le hizo un corte superficial, algo similar le sucedió
a Villalobos que se hizo un corte en la mano y en ambos casos la solución fue la
sangre de grado, las heridas curaron rápidamente y no hubo infección y, aunque era
incómodo su transporte, las cuidaban con esmero pues no sabían cuándo podrían necesitarlas.
Ante el temor de encontrarse aún lejos de la salida decidieron disminuir las
raciones, al punto de consumir solamente una lata de sardinas entre los cuatro en
todo el día; a eso se sumó la repugnancia que desarrolló Villalobos hacia los enlatados,
tanto al jamón como a las sardinas y al queso, aducía que le caía mal y que le provocaba
náuseas; se negaba a comer y pronto se notó que estaba debilitándose rápidamente,
en las noches se dormía temprano con un sueño pesado hasta la mañana siguiente,
sin interrupción, y había que despertarlo con algo de brusquedad.
El día
21 la situación se puso tensa, Villalobos era ya definitivamente una rémora, cuando
se retrasaba demasiado Gutiérrez disimuladamente disminuía el ritmo de marcha para
darle oportunidad a que se acerque al grupo, pero sus paradas eran cada vez más
frecuentes y Gutiérrez decidió enfrentar directamente el problema.
- Villalobos ¿te sientes muy cansado?
- Un poco
mi capitán, pero con un poco de descanso se me pasa
- Cada vez te retrasas más, no podemos avanzar como deberíamos, estamos comiendo
poco pero tú comes menos todavía ¿Crees que vas a poder seguir así? ¿Por qué no
comes?
- Me dan náuseas mi capitán, no puedo tragarlo
- ¿Te das cuenta que estás cada vez peor, por qué no
dejas esa maleta que arrastras como si tuvieras un tesoro?
- Noo mi capitán, de ninguna manera la voy a dejar - respondió secamente con terca
actitud
- ¡Tú verás, nosotros no te vamos a cargar
tu maleta, allá tú!
Durante los días de convivencia en Intuto se había desarrollado
una fuerte relación personal entre Gutiérrez y La Rosa, ambos de buen carácter pero
de acendrada formación militar se complementaron perfectamente entablando una amistad
franca y sincera que se había puesto de manifiesto en más de una oportunidad y que
pronto se vería sometida a prueba.
Después de la áspera conversación sostenida
entre Gutiérrez y Villalobos el ambiente quedó enrarecido, Jibaja se apartó del
grupo permaneciendo taciturno y pensativo, como si algo le molestara interiormente
y que no se animaba a expresarlo; con cada minuto que transcurría era más evidente
la debilidad de Villalobos, pronto colapsaría ¿Y entonces?
- Mi capitán - dijo Jibaja de sopetón, mientras se acercaba - estamos perdiendo
tiempo, yo me voy a adelantar para buscar ayuda
- ¿Cómo dices? ¿Qué te vas a adelantar? - Gutiérrez se puso de pie y lo enfrentó,
La Rosa igualmente se incorporó permaneciendo a la expectativa
- ¡Estamos juntos y juntos vamos a continuar! Sigue descansando que yo te avisaré
cuando sea necesario.
- ¡Pero es que estam...! –
Gutiérrez lo interrumpió sin dejarlo continuar
-
¡Yo te voy a avisar cuando se tome otra decisión! - Jibaja mantuvo la mirada un
par de segundos y se apartó sin decir más.
Gutiérrez y La Rosa se volvieron
a sentar, Jibaja se alejó unos metros y se sentó, solo, apartado de los dos oficiales
y de Villalobos que dormía pesadamente.
- ¿Qué opinas
Mañuco? - Gutiérrez estaba preocupado, aunque no lo demostraba.
- Me parece que la situación se agrava, a Jibaja lo veo muy inquieto, medio desesperado
¿Qué vamos a hacer si Chauchilla “se echa”?
- No
sé, ya veré cuando se dé la situación, solamente una precisión que creo que es hasta
innecesario preguntarte ¿Me vas a apoyar en la decisión que tome en ese momento?
- ¡Daniel, mi capitán! Claro que no era necesario
preguntármelo, pero me alegro que lo hayas hecho porque así tengo la oportunidad
de decírtelo directamente, te apoyaré hasta las últimas consecuencias, las que sean,
tenlo por seguro
- Sabía que esa iba a ser tu respuesta;
este es un primer campanazo de una situación que puede llegar a la insubordinación.
Ya veremos.
Se quedó sumamente preocupado, la crisis era inminente y Gutiérrez
quería estar preparado; era más que evidente que Villalobos estaba a punto de desfallecer,
las alucinaciones que había tenido eran la demostración de que estaba cerca del
colapso, quizás fuera ese mismo día. Ojalá no fuera así.
De otro lado, Mañuco
también denotaba agotamiento, desde el día anterior se retrasaba y su respiración
era algo entrecortada y sibilante ¿Tendría fiebre? Parecía tener alguna afección
a los bronquios y el rostro lucía algo encendido, aunque él decía que era por la
caminata y que se sentía bien.
Cansado pero muy lejos de estar agotándose,
la energía y entusiasmo del capitán no decayeron un instante y constantemente los
animaba a no desmayar; Jibaja era el que mejor aspecto tenía, era evidente que los
días de frío, lluvia y hambre no le habían afectado tanto como a los otros.
Si Villalobos se rendía ¿Qué hacer? ¿Abandonarlo? Nunca ¿Cargarlo? ¡Imposible!
¿Dejarlo acompañado, mientras los otros dos continuaban en busca de ayuda? ¿Dejar
que Jibaja, por estar en mejores condiciones, parta solo en busca de ayuda? ¿Cuántos
días podrían soportar? ¿Qué hacer? Estas y otras preguntas lo atormentaban, sabía
que sería una decisión muy difícil
¿A cuántos condenar, a uno o a dos? ¿Y
a quién?
Copyright © 2018 - Todos los derechos reservados - Emilio Ruiz Figuerola