Anécdotas Aeronáuticas

Ernesto Miguel Burga Ortiz

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TTG FAP Ernesto Burga Ortiz

Segunda Parte - Tercer Dia




Desde su aterrizaje de emergencia tomaron sus puestos junto al radio y a los cartones y palos que habían juntado para hacer una fogata que ayudara a que los localicen, pero esperaron por horas y ni una sola vez escucharon ni vieron nada, aparte de los cerros que los rodeaban.

     - Jibaja, llama al técnico Villalobos, vamos a conversar mientras almorzamos; Mañuco, tenemos que tomar una determinación ¿Tú qué opinas acerca de salir por nuestros propios medios?

     - Estoy de acuerdo, mi capitán, hasta el momento no hemos escuchado ni aviones ni helicópteros, por dónde nos estarán buscando.

Los cuatro, sentados dentro de la cabina viendo caer la lluvia, con el cuchillo de Jibaja abrieron dos latas de sardinas y dos paquetes de galletas; ese cuchillo era el único instrumento con que contaban para abrir las latas, afortunadamente Jibaja lo llevaba siempre consigo, que de no ser así no les hubiera sido fácil abrirlas; permanecieron en silencio hasta que habló el capitán.

     - Bueno muchachos - dijo Gutiérrez empezando la conversación - llegó la hora de las decisiones, escuché sus opiniones así que voy a decirles mis conclusiones y el porqué; les repito que en esto estamos todos, somos una tripulación, un equipo que debe estar totalmente de acuerdo con la decisión que se tome y bajo una sola idea.
Se quedó en silencio, como buscando las palabras más adecuadas para lo que tenía que decir, miró a sus subordinados y continuó:

     - Considero que debemos de salir solos, por nuestros propios medios, caminando, nadando o como sea - hizo una nueva pausa para ver el efecto de sus palabras; todos parecieron estar de acuerdo, se quedaron en silencio, expectantes a que reanude la explicación - Lo más importante es que estamos sanos y todavía fuertes, en buena condición física, de manera que este es el momento de salir caminando, tenemos víveres suficientes para intentarlo ¿Correcto? - La Rosa y Jibaja asintieron en silencio, moviendo la cabeza en señal de aprobación, en tanto que Villalobos permaneció serio, en silencio, sin aprobar ni rechazar la propuesta - En segundo lugar, tenemos un curso de agua que si lo seguimos nos llevará a un curso mayor y luego a otro, hasta salir.

     - No estoy de acuerdo, mi capitán - dijo Villalobos, bruscamente – la búsqueda se hace por quince días y recién tenemos tres, debemos permanecer en el helicóptero, como manda el manual de supervivencia

     - Miren alrededor – dijo Gutiérrez haciendo un movimiento circular con el brazo extendido, luego señaló la parte más baja del terreno, donde la quebrada se perdía en una curva oscura y por donde discurría el agua en su camino hacia el lejano río - ése es el único camino que tenemos para salir de aquí; no hemos percibido nada que nos dé un indicio de que nos están buscando ¿Qué vamos a esperar? ¿Un milagro? No tenemos que llevar agua - continuó – lo cual es una gran ventaja, podríamos aguantar algunos días sin comer, pero no sin tomar agua; lo que tenemos para comer, sardinas, queso, mantequilla, son productos con mucha sal ¡Agua! ¡Agua es la clave! - pareció reflexionar por unos segundos y continuó - tenemos víveres, pero debemos llevarlos con nosotros, y esas latas pesan, mucho cuidado con ese detalle ¿Estás de acuerdo, Villalobos?

     - No..., yo no estoy de acuerdo, mi capitán – Gutiérrez lo miró, sorprendido, pero lo dejó continuar - creo que deberíamos esperar cinco días siquiera, pero si los tres creen que es lo mejor yo acato – luego, cambiando de tema, se dirigido nuevamente a Gutiérrez – ¿Se acuerda del accidente de esa chica Julianne Koepcke, la que sobrevivió al accidente a Pucallpa un 24 de Diciembre, mi capitán?

     - Claro ¿Por qué? - Gutiérrez esperaba que Villalobos fundamentara su posición de esperar cinco días, pero este continuó explayándose en el caso Koepcke

     - Mi capitán, yo participé en ese rescate, y por mi experiencia en el monte le puedo decir que lo ideal es tener las manos libres y llevar una vara gruesa para ayudarse

     - Sí, ese es un detalle importante, cada uno llevará los víveres que crea va a consumir; calculemos para ocho días, si llevamos mucho peso será más dificultoso, no sabemos cómo será el terreno más adelante y solo contamos con mi pistola, el cuchillo de Jibaja y ese machete viejo y con el mango roto ¡El colmo que ustedes que viven volando en la selva, lo hagan sin equipo de supervivencia! Ni un machete siquiera.

     - La Rosa hizo un gesto de disgusto por las palabras de Gutiérrez - pero no dijo nada - la cosa es que estamos aquí, y solos, por ahora saludables, pero con esta comida iremos de más a menos, no tenemos nada de harinas y estamos racionados, así que cuanto antes mejor

     - ¿Cuándo partimos, mi capitán, mañana? - Preguntó Jibaja

     - Sí, mañana temprano, y ya que estamos de acuerdo empecemos a prepararnos

En tanto seleccionaban las cosas que consideraban apropiadas para la caminata que les esperaba, Gutiérrez y La Rosa conversaban sobre las posibles contingencias que podrían encontrar, de lo cual surgió un amargo comentario

     - Mañuco, no tenemos una sola ayuda, sólo tenemos el machete que estaba en el helicóptero de casualidad, el cuchillo personal de Jibaja y mi pistola - guardó silencio unos segundos y continuó - sigo sin entender cómo es que ustedes vuelan así, mes tras mes, sin lo mínimo indispensable para supervivencia sabiendo que en cualquier momento lo pueden necesitar.

La Rosa no respondió una sola palabra, apretó los labios y guardó hermético silencio.

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