Anécdotas Aeronáuticas

Ernesto Miguel Burga Ortiz

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TTG FAP Ernesto Burga Ortiz

Segunda Parte - Segundo Dia




“Chauchilla” Villalobos se despertó sobresaltado, había tenido la misma pesadilla que en Iquitos pero esta vez pudo recordarla nítidamente; en ella se veía en una selva oscura, de plantas inmóviles, no se escuchaba sonido alguno, ni el canto de algún ave, o el croar de alguna rana, nada.

A pesar de haberse despertado por la pesadilla, esta vez no se sintió asustado, solo curioso ¿Qué significaría eso?

Trató de seguir durmiendo pero le fue imposible, su mente divagaba pensando, ora en la situación que estaba viviendo, ora en su familia o en cosas triviales; a poco empezó a clarear, sobre los cristales de las ventanas corrían hilillos de agua, una lluvia menuda lo empapaba todo. La escena que había visto en su pesadilla volvía una y otra vez ¿Qué significaría? ¿Por qué se le seguía presentando esa escena de una selva oscura, húmeda, silenciosa? Mejor olvidarla, hay otras cosas más urgentes e importantes en qué pensar que en un mal sueño.

Decidió levantarse, se sentía muy incómodo en el improvisado lecho y, a pesar de incorporarse con cuidado, hizo algo de ruido que fue suficiente para que los otros tres empezaran también a desperezarse.

     - ¡Buenos días muchachos, a levantarse! ¿Qué tal han dormido? - era el capitán Gutiérrez instándolos a despertarse y ya con los anteojos puestos.

     - Buenos días mi capitán, yo he dormido muy mal, esta “cama” no es muy cómoda que digamos - respondió el teniente, desperezándose

     - ¿Y tú Chauchilla? - le preguntó al técnico

     - Bien, mi capitán, tranquilo

     - ¿Tú Jibaja?

     - Muy mal mi capitán, casi no he dormido - contestó, en tono quejumbroso...

     - ¿Quéééé? - intervino Villalobos - Oye, anoche creí que un otorongo se había metido al “fierro”, y eras tú que roncabas a pierna suelta ¿y encima dices que casi no has dormido?

     - Bueno mi técnico yo no me acuerdo, estaba dormido - respondió riéndose

Continuaron conversando por un rato esperando a ver si amainaba la llovizna, pero las condiciones no tenían trazas de mejorar; comieron dentro del helicóptero y luego procedieron a hacer un inventario de los víveres disponibles; calcularon que racionando con prudencia tenían para mantenerse más de un mes.

     - Mi capitán - exclamó Villalobos - creo que podremos solucionar lo del agua

     - ¿Si, qué has pensado?

     - Las tapas de las tomas de aire de los motores, sólo habría que lavarlas bien

     - ¿Crees que sirvan, cómo piensas usarlas? - La Rosa estaba intrigado

     - Las lavamos bien, para que el agua no agarre sabor a combustible, y las usamos para juntar agua de lluvia, parecen unas bateas - Villalobos sonreía contento mientras hablaba

     - Buena idea Chauchilla - y luego, dirigiéndose a Jibaja - ¡¡Acción “trinche”!! (Bisoño) ponlas en un lugar adecuado, sitio no te va a faltar - dirigió la mirada a La Rosa - Mañuco, saca las cartas, hay algo que quiero verificar junto contigo

     - Aquí las tengo, mi capitán - dijo La Rosa, al tiempo que las sacaba de uno de los bolsillos del mameluco de vuelos y las desplegaba.

     - Según el planeamiento que hiciste debimos chequear vertical de El Milagro, pero lo hemos visto a la izquierda, eso quiere decir que estamos a la derecha de la ruta

     - Sí, pero no es gran cosa

     - A mi modo de ver creo que estamos fuera de la ruta, porque además, después de El Milagro hemos seguido derivando hacia el norte - La Rosa no hizo comentario alguno - pero bueno, lo importante es tratar de ubicar nuestra posición actual - concluyó Gutiérrez.

Jibaja limpió cuidadosamente las tapas y las dejó dispuestas para recibir la lluvia que pudiera caer en las horas siguientes; alrededor de las cuatro de la tarde amainó la lluvia, pero el cielo permaneció encapotado; desesperanzados vieron morir el día, las horas habían transcurrido sin que escucharan otros sonidos que sus propias voces, ni aviones u otro indicio de que los estuvieran buscando.

En las tapas se había acumulado un poco de agua pero, a pesar del esmero puesto al hacer la limpieza, sobre la superficie se veía flotar rasgos aceitosos y muchos mosquitos y mariposas; decidieron que era mejor aprovechar esa poco agua para hacer una nueva limpieza y si a la mañana siguiente no había agua suficiente bajarían por la quebrada hasta encontrarla; tendrían que aguantarse la sed hasta el día siguiente.

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