Anécdotas Aeronáuticas

Ernesto Miguel Burga Ortiz

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TTG FAP Ernesto Burga Ortiz

Segunda Parte - La Busqueda




Intuto, que estaba a la espera de recibir los reportes del 633, no había recibido información alguna desde que decoló a las nueve de la mañana al iniciar su travesía; según el estimado reportado al partir ya deberían haber chequeado El Milagro pero ninguna aeronave lo había escuchado; Barra 4, la estación central en Lima pedía insistentemente información del helicóptero ¿Qué información podían dar, si ellos tampoco habían recibido reporte alguno? Como si se hubiesen puesto de acuerdo, todos los pilotos de la zona petrolera guardaban silencio, alertas y con la esperanza de escuchar a los camaradas del 633; temiendo lo peor se acabaron las bromas y los comentarios risueños, sólo los reportes indispensables rompían el silencio radial.

La preocupación se transformó en alarma, pidieron a todas las estaciones que restrinjan sus comunicaciones por si había algún reportaje, a helicópteros y aviones se les ordenó permanecer atentos en la frecuencia de ruta y utilizar el radio sólo para lo indispensable.

Lima se enlazó con la central de comunicaciones del Ejército pidiéndole información acerca de algún avistamiento sobre El Milagro en la hora estimada del paso del MI 8, pero los resultados fueron negativos, reportaron no haber visto ni escuchado helicóptero alguno.

Se dio la alerta, sólo quedaba esperar.

La torre de control de Chiclayo pidió a un avión comercial que estaba próximo a llegar que llamara al FAP 633 aprovechando que al encontrarse en altura elevada tenía mayor alcance de transmisión y recepción, sin resultado alguno; conforme pasaban los minutos se hacía evidente que la situación era grave. Cumplida la hora estimada de arribo del helicóptero se le declaró en emergencia. La maquinaria empezó a andar.

El coronel llamó a su secretario y marcó el número que su ayudante le había alcanzado anotado en un papel.

     - Aló, habla el Comandante del Grupo 3, comuníqueme con el doctor La Rosa

El doctor La Rosa escuchó un abrir y cerrar de puertas, voces quedas, cuchicheos, alguien que preguntaba por él, prestó atención porque le pareció raro ese ajetreo fuera de lo común pero no tuvo tiempo de pensar en nada más porque en ese momento se abrió la puerta de su consultorio.

     - Doctor, tiene una llamada, creo que es urgente - el suboficial parecía nervioso

     - ¿Urgente, de quién, qué pasa? – Se sobresaltó, algo le decía que esa llamada era portadora de malas nuevas, con el corazón en la boca tomó el auricular para atender la llamada, mentalmente rechazó la idea de una mala noticia pero ¿Que lo llame personalmente el coronel?

     - Aló, habla el doctor La Rosa, mi coronel, buenos días - Las palabras del coronel le cayeron como un baldazo de agua helada

     - Doctor, le habla el Comandante del Grupo Aéreo 3 ¿Me escucha usted bien?

     - Sí, mi coronel, le escucho perfectamente ¿Qué sucede? – antes que el coronel le contestara intuyó de qué se trataba, entonces escuchó lo que nunca hubiera querido escuchar

     - Doctor, lamento comunicarle que el helicóptero MI- 8 633 que estaba al mando del teniente La Rosa decoló de Intuto a las nueve de la mañana con destino a Chiclayo, pero no ha llegado y lo hemos declarado en emergencia

     - ¿Esta mañana...... a qué hora? ¿MI 8 qué número? ¿633?....... ¿De dónde salió? ¿A Chiclayo? Las preguntas las hacía mecánicamente, casi repitiendo la información que le daban

     - Sí doctor, debió llegar a Chiclayo y no tenemos ninguna información, no hemos recibido reporte alguno de su parte y en los puntos intermedios tampoco

     - ¿Ya los están buscando, mi coronel? - Su voz era algo más que un susurro, sonaba apagada, como resignada

     - Sí doctor, ya empezó la búsqueda, cualquier novedad se la comunico inmediatamente.

     - Gracias, mi coronel, por favor no dejen de comunicarme si es que saben algo - colgó el teléfono y, abatido, se sentó en el sillón detrás del escritorio, apoyó los codos sobre el tablero y colocó la cabeza entre las manos, con los ojos cerrados permaneció inmóvil, en silencio, el suboficial se retiró cerrando la puerta tras de sí.

La noticia lo dejó anonadado ¡Perdido, desaparecido, su hijo Mañuco estaba perdido! ¡No puede ser, Mañuco no puede estar perdido! Su cabeza era un torbellino de ideas y pensamientos contradictorios, no sabía qué hacer, su experiencia como médico asimilado a la Fuerza Aérea le decía que no cabía duda en cuanto a la noticia que acababan de darle, le habían dicho que la búsqueda ya se había iniciado pero ¿Qué decirle a su mamá, a sus hermanos? Su hermana Malena era su adoración, eran tan unidos y engreidotes entre sí ¿Cómo lo tomaría? Su hermano Ricardo, cadete naval, era más un amigo que hermano ¿Lo toleraría mejor? Yo no sabía que iba a traer un helicóptero de la selva, pensaba angustiado ¿Habrá tenido una emergencia, una falla mecánica que lo haya obligado a aterrizar? ¿Se habrá accidentado, estará vivo? ¿Estará herido, necesitará ayuda? Mil y un pensamientos y preguntas lo atormentaban ¿Cómo les digo a su madre, a sus hermanos?

Un extraño silencio se había apoderado de las oficinas cercanas, apenas se escuchaba uno que otro ruido, puertas que abrían y cerraban con delicadeza, llamadas telefónicas que se respondían a media voz, algunos cuchicheos y nada más; con su respetuoso silencio sus compañeros se aunaban a él en ese difícil trance, todos sabían ya la noticia y sabían también que en esos casos, desaparecidos en la selva, son pocas las esperanzas.

Abatido por la angustia apoyó la cabeza sobre los brazos cruzados dejándose llevar por los recuerdos, empezó a llorar, en silencio, sin hacer esfuerzo alguno por contener las lágrimas que brotaban sin cesar, sollozos contenidos le sacudieron los hombros por unos momentos; suspiró profundamente, con mano trémula sacó el pañuelo del bolsillo trasero, se secó los ojos, carraspeó un poco para recuperar la compostura quedándose con la mirada en el vacío.

Le decían Mañuco para diferenciarlos pues ambos, padre e hijo, siguiendo la vieja tradición familiar llevaban el mismo nombre: Manuel. Le pareció que el tiempo había transcurrido demasiado pronto, apenas ayer lo vio salir, en pantalón corto, de la mano de su mamá y arrastrando su pequeña maleta escolar repleta de libros rumbo al colegio La Salle, “su” colegio.

Siempre conductuoso, alegre y palomilla pero también alumno aplicado muy pocas veces lo había visto leyendo alguno de los textos escolares y sin embargo siempre tenía buenas notas, los hermanos lasallistas Hipólito y Jaime, sus profesores, le tenían muy buen concepto, y es que además de ser buen alumno era también muy apegado a la religión, infaltable a las misas dominicales; nacido el cinco de mayo, mes mariano, era devoto de la Virgen y a ella se encomendaba.

Con cuanta ilusión había cursado sus años de cadete con sus alegrías y desencantos, los difíciles exámenes académicos, las preocupaciones de los cursos de vuelo en los cuales muchos habían fracasado, las fiestas a las cuales concurría con sus compañeros, las cordiales y a veces jocosas discusiones que sostenía con su hermano Ricardo, cadete naval - recordaba cada una de ellas – engeridor y orgulloso de su hermana Malena esta lo hizo padrino de Lourdes, su primera hijita, con lo cual le hizo un verdadero regalo, nunca faltó a los cumpleaños de su hermana aun durante los cuatro años que ella vivió en Talara ¿Y ahora, qué le diría a Malena ?

Alegre como era le encantaba celebrar su cumpleaños, y hasta se atrevía a cantar canciones criollas pero, la verdad, era medio desentonado aunque a él parecía importarle poco pues igual se lanzaba a cantar; cuando volvía de sus vuelos en la selva era seguro que tenía alguna nueva anécdota que contaba siempre con buen humor, que si las hormigas, que si las tortugas tomaban sol sobre los troncos que sobresalían en el río, que si había visto un otorongo tomando agua en una playa y cosas así, siempre tenía algo que contar ¿Y ahora? Perdido, sin noticias.

¿Cuántos años han pasado, cuatro...? Me parece verlo el día que me comentó que pronto saldría de comisión de vuelos, la primera a la zona petrolera, junto con su amigo el “Chivo” Barrantes para recibir instrucción en un helicóptero pequeñito para dos personas apenas y sus intentos por restarle importancia – No te preocupes papá, así es el procedimiento, todos pasamos por lo mismo - trataba de mostrar seguridad, como si se tratara de un piloto experimentado – Esta vez nos toca al “Chivo” y a mí, por quince días, vamos a Teniente López.

¡Quince días! ¡Nunca se cumplió eso! Desde hace años les dicen que salen por quince días y se quedan más, dieciocho, veinte, y encima cuando regresan deben hacer y pagar servicios y vuelven a salir ¡Y su esposa, tan jovencita! Tan enamorados que se les ve, diecinueve años apenas y tener que afrontar un momento tan duro ! Su hijita Patty tiene apenas seis meses y ni siquiera la han bautizado todavía ¡Qué terrible, Señor, ilumíname! Ese día once de octubre de 1974 lo llevaría marcado a fuego por el resto de su vida.

Apenas decretada la emergencia Lima nombró un Jefe de Búsqueda, JEBUS, en la zona; la responsabilidad recayó en el mayor “Eco Bravo”, piloto experimentado y que conocía bien la zona de inmediato dispuso la salida de un helicóptero con la misión de hacer el vuelo siguiendo la ruta que debía haber seguido el 633 hasta El Milagro; a bordo llevaba un médico, un sanitario y dos mecánicos, proporcionar ayuda y auxilio médico oportuno era de suma urgencia, podía ser cuestión de vida o muerte.

La orden fue clara “Sobrevolar la ruta, sin aterrizar, salvo que localizaran al 633”, sin olvidar las limitaciones de hora para el aterrizaje en El Milagro, las condiciones meteorológicas y la disponibilidad de combustible; la seguridad es lo primordial”

Terminó el día 11 sin que se consiguiera información alguna, nadie parecía haberlo visto o escuchado, ni las estaciones de tierra ni las aeronaves que volaban en la zona; ¿Por qué nadie había escuchado reporte alguno? Una posibilidad era que se hubieran visto obligados a aterrizar y a apagar los motores; con los motores apagados y las baterías en mal estado era probable que no los pudieran escuchar; si es que habían aterrizado.

La otra posibilidad era que hubieran tenido una emergencia sin tiempo de reportar su situación, lo cual significaba algo grave, tal vez muy grave.

Al llegar sobre El Milagro el MI - 8 debía haber tenido altitud suficiente para “atacar” la cordillera, lo cual les daba mayor alcance radial, pero no los habían escuchado y tampoco los habían visto sobrevolar, si habían llegado hasta ese punto. ¿Habrían ingresado a la cordillera, sin alcanzar a cruzarla? La conclusión fue hacer búsqueda intensa, con helicópteros, entre Intuto y El Milagro, hasta los contrafuertes de la cordillera, lo que constituiría la línea divisoria; a partir de esa línea, hacia la costa, la búsqueda la harían los aviones.

“Eran ya casi las once de la noche y ya estábamos todos acostados cuando escuchamos que llamaban a la puerta ¿Quién podría ser, y a esa hora? No esperábamos a nadie, intrigada por lo extraño de la hora corrí presurosa; al abrir la puerta me di con la sorpresa de ver a mi madre, mi padre, mis tíos y mi cuñada; solo atiné a hacerlos pasar, me di cuenta que algo pasaba pero no sabía qué, nos acomodamos en la sala, nadie hablaba, hasta que mi papá rompió el silencio.

No recuerdo cómo es que empezó a tratar de decirnos algo que no llegábamos a entender, hasta que después de dar vueltas y hablarnos acerca de no sé qué del destino y de la vida por fin nos dijo lo que se le atragantaba en la garganta: el helicóptero que pilotaba mi hermano Mañuco, con otros tres tripulantes, no había llegado a Chiclayo que era su punto destino.

Extrañamente no recuerdo con mucha precisión las palabras de mi papá, pero nunca podré olvidar su expresión de dolor, como si en esas palabras se le fuera la vida; la habitación se volvió un caos, las preguntas de mi madre, de mi cuñada y mías se repetían una y otra vez mientras mi padre procuraba, inútilmente, mantener la compostura y calmarnos un poco.

¿Qué ha pasado? ¿A qué hora ha sido? ¿Qué te han dicho? ¿No tienen ninguna noticia? ¿Has vuelto a preguntar? ¿Los están buscando? ¿Quiénes los están buscando? Las preguntas eran repetidas una y otra vez y las respuestas de mi padre eran siempre las mismas: sólo se sabe que salieron y no llegaron, no hay otras noticias, los están buscando desde que se declaró la emergencia, no sé cuántos son los que están buscando pero lo están haciendo con aviones y helicópteros.

Al escuchar la mala noticia de labios de mi padre me sentí caer en un pozo negro, sin fondo, no podía pensar, el dolor y la angustia me ahogaban ¡Mi hermano Mañuco estaba desaparecido! ¡No es cierto! ¡No puede ser cierto!.. Anteayer, después del terremoto que remeció Lima me había llamado para averiguar por el estado de la familia y por los daños que pudieran haberse producido... le conté que por nuestra parte no había pasado de un buen susto pero nada más.... se despidió tranquilizado por mis palabras y yo contenta de haberle dado tranquilidad.... ¡Y ahora, perdido!

Pronto tuve que volver a la realidad, mi madre y mi cuñada me necesitaban, haciendo un enorme esfuerzo me tragué las lágrimas para consolarlas y no perdieran el control, pero ¿Cómo consolar a una madre en un momento como ese? Y mi cuñada ¡Tan jovencita, tiene apenas 19 años, no puede ser cierto lo que está sucediendo! ¡Recién tienen un año y medio de casados! ¡Su hijita Patty tiene sólo seis mesecitos! ¿No va a conocer a su padre?

Desde ese día estuvimos siempre acompañados, a mi casa llegaban mis padres, mi hermano, mis tíos, primos, amigos, compañeros y colegas, todos con palabras de aliento y esperanza, pero los días pasaban y la respuesta era siempre la misma: no tenemos noticias.

No sé cómo se enteró, seguramente a través de los diarios, pero sin anunciarse, como un amigo más, llegó el padre Salvador Piñeiro; en esas circunstancias tan duras para todos pero en especial para mí, se presentó a sí mismo manifestándome que era condiscípulo del Colegio La Salle, sus palabras fueron un bálsamo para mi alma dolorida, no trató de darnos falsas esperanzas ni disfrazar la situación, pero nos ayudó a encontrar resignación y aceptar los designios del Señor, fue la roca sobre la cual nos apoyamos, fue el amigo que escuchó mis cuitas, fue el hermano que nos condujo espiritualmente.

Aferrados a la fe, estando en el mes del Señor de los Milagros, íbamos a pedirle de rodillas que los protegiera y los trajera pronto a casa; hicimos cadenas de oración para pedir el pronto regreso del hijo amado, del hermano tan querido, del amigo sin igual; pero los días transcurrían sin cambios, sin noticias, nuestras fuerzas y esperanzas eran cada vez menos, la angustia, el miedo, la desesperanza nos traspasaba el alma."

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