(El presente escrito es la reproducción de una parte del capítulo:
El esoterismo en China, de la Obra: Historia de la Ciencia Secreta, escrita por
Henry Durville. Entre los libros antiguos, y muy raros, que la Orden Rosacruz tiene
en sus fondos documentales, se encuentra un ejemplar de la primera edición al castellano
de esta obra, lo que le da un valor excepcional a las ya raras, poco conocidas,
pero muy documentadas, obras de este historiador del esoterismo).
Después
de Confucio, el sabio más grande de China, fue Lao Tse el cual nació unos 604 años
antes de Jesucristo. La existencia de Lao Tse nos es menos conocida que la de Confucio,
del cual casi fue contemporáneo.
Desde el punto de vista iniciático, Lao
Tse fue superior a Confucio. Su vida privada nos es poco conocida ya que, como verdadero
sabio, era reservado y no ejerció ninguna acción social exterior. Quedó en la sombra
y, oficialmente, no formó ninguna escuela, aunque, de todas maneras, se puede suponer
que contaba con discípulos directos.
Solamente nos han quedado tres opúsculos
de su obra que, sin ningún género de duda, debía ser mucho más fecunda.
Los
dos primeros, su obra directa, son: el Tao o libro del Camino, y el Té, Libro de
la Virtud o Rectitud. La tercera obra, eco de su enseñanza oral, el Kang Ing - o
Libro de las Sanciones, o mejor dicho, como dice Matgioi que mejor que nadie ha
profundizado el esoterismo chino: "Libro de las acciones y reacciones concordantes".
La traducción del Tao es debida a Matgioi y de ella extraemos esta definición
del sabio:
"Anteriormente los Sabios se ocupaban de la enseñanza. Eran poco
numerosos, profundos, misteriosos y penetrantes. Concentrados en sí mismos era difícil
comprenderlos pero, a pesar de esto, procuraremos determinar su apariencia. Eran
tan circunspectos como quien atraviesa el rio helado; prudentes como quien tiene
miedo por los cuatro costados; indiferentes, como un extranjero: Nosotros somos
cosas duras, vacías como agujeros. Entre nosotros y los Sabios hay como un agua
turbia. Si el sabio se da cuenta, para el movimiento del agua turbia y la convierte
en clara. El Sabio que se da cuenta, y que ha ganado la paz, obtiene una vida muy
larga. De esta manera observa el Camino; no se extiende ni quiere extenderse; se
preserva y no tiene necesidad de renovarse".
He aquí la enseñanza que podemos
sacar de este texto:
El Sabio es un reconcentrado. Esto está conforme con
la enseñanza esotérica de todos los tiempos. Callarse, es uno de los cuatro verbos
iniciadores. Es el cuarto elemento de la Esfinge. El Sabio es profundo, concentrado
y meditativo y su reflexión habitual te abre las puertas del mundo interior. Es
penetrante; efecto de su meditación constante, su pensamiento no se para en la apariencia
sino que se remonta a sus causas y a sus efectos. Es indiferente; absorto en sus
pensamientos no trabaja para el logro de los elogios, como los críticos; la vanidad
que anima a tantos otros hombres, está muerta en su corazón. El que todavía no es
un Sabio, es comparable a una cosa que se hunde; se siente arrastrado por la materia
y las pasiones; como resultado del choque de las olas contra el escollo, se forman
peligrosos torbellinos; lo que aclara más esta comparación es que el no iniciado
es grosero, como las cosas duras y se ve entorpecido por la materia. El sabio está
por encima del agua turbia, es decir, por encima de la materia y de los arrebatos
que someten a los que ceden. El sabio tiene el poder de aclarar el agua turbia,
y he aquí su papel. Habiendo aprendido a crear la Paz y la Calma en su propio corazón,
solo le falta hacer participar a los demás de esta Calma y de esta Paz. Ve a los
otros presos en la materia que los encadena y les ayuda a elevarse hasta las fuentes
puras que no son empañadas por nada bajo ni material. La materia se purifica de
esta forma; el espíritu del adepto se eleva al mismo tiempo que se purifica por
un método apropiado. El Sabio que se encuentra en el Cielo, es decir: cuyo espíritu
se ha desligado, ha obtenido una vida prolongada y allá en las alturas, es en donde
encuentra la paz debida a sus trabajos.
Este es el Camino. Mientras los demás
se agitan sin objeto, el Sabio que ha sabido encontrar su Camino no se desborda
ni a derecha ni a izquierda y continúa sin desbordarse. Sigue tranquilamente el
curso que se ha formado, sin tratar de darse a conocer, ya que no pierde el tiempo
tratando de alcanzar la gloria vana, ni en deslumbrar a los que se encuentran a
su alrededor. Su camino sube hacia el Templo de la Sabiduría; camina siempre con
el mismo paso, siempre avanzando, despreocupado de todo lo que no sea la asistencia
hacia sus hermanos y su propia perfección. Para el que todavía no ha comprendido
el sentido de la vida, la actitud que asume es una cosa exterior, y así se perfecciona
con tanta lentitud. El sabio toma interiormente la actitud elegida y su perfecto
desarrollo aumenta cuanto menos se muestra exteriormente, ya que emplea todas sus
fuerzas con ese fin y no deja malograr ninguna para conseguir un resultado aparente.
Su vida luminosa y secreta, conserva la calma perfecta, necesaria al ¡ni~ ciado.
Obtiene la serenidad completa de las alturas, no teniendo necesidad de renovarse,
de recomenzar la evolución o de descender de nuevo hacia la tierra y la materia.
Esta peregrinación ha terminado para él ha reunido las potencias superiores y si
se inclina hacia nuestro mundo, lo hace como padre y como guía, ya que, se pierde
en Dios y en las Supremas Armonías. Ha logrado borrar la personalidad humana de
un modo pasivo y, gracias a una sumisión perfecta, a estas divinas armonías, se
funde y se disuelve en una personalidad superior.
¿De qué manera logra llegar
el Sabio a este Tao, a este Camino de la perfección que conduce a lo divino? ¿Cómo
alcanza este Camino, que es el principio original y el orden del Universo? El Tao
de Lao Tse nos lo enseña en los términos siguientes, traducidos por Matgioi: "La
virtud resplandeciente y superior alcanza el Camino. El Camino proporciona la abundancia
de todas las cosas; siendo necesario que el Sabio espere largo tiempo y tenga paciencia.
Acopia paciencia porque, en su corazón, siente ya el apoyo y, esperando además,
obtiene la abundancia; comprende y llama ya que en su corazón existe el espíritu
fiel y recto. Siente la esperanza dentro de su corazón y no ha olvidado nunca estos
nombres: Instruye, dirige y ama a la humanidad. Así, pues, desarrollando esas cualidades,
el Sabio puede alcanzar el Camino".
Lo primero que necesita es la paciencia,
la que obtiene por el espíritu, el cual, desligado de las contingencias, comprende
todo lo que le hace falta y se somete a las leyes que no le es posible cambiar.
Sabe la importancia de lo que le ha sido prometido y, en la espera cierta y apacible
de la recompensa merecida, encuentra la abundancia de todo ya que, liberado de las
cadenas materiales de las humanas acciones, se siente aligerado, naciéndole alas,
que lo sostienen, gracias a la fuerza de los ritmos perfectos que hacen evolucionar
el Universo.
La esperanza es otra cualidad que debe desarrollar en él y que
proviene de un espíritu recto y de un corazón leal. Sabe que en este mundo todo
es armonía y, lleno de fe, se abandona a la Sabiduría del Guía Supremo. Sabe que
una Justicia constante es la soberana de todas las cosas creadas; y hace todo cuanto
puede para que le sea favorable, como premio a una existencia pura. La esperanza
nace en el corazón como consecuencia de cumplir con un deber. Uno de estos deberes
consiste en instruir y dirigir a los hombres, pero ¿cómo lo alcanzaremos? Lao Tse
nos lo enseña: "Las formas de la virtud son la única manera de ver el Camino" "El
Camino es la Totalidad eterna e inmutable. Dentro de él pueden suponerse imágenes
y ver seres sin nombre. Es eterno y profundo; dentro de él se puede concebir la
esencia, inmutable y rígida. Dentro de él existe la continuidad y su nombre no pasará
jamás. Da a todos el nacimiento, la dirección y la aspiración". Aquí la enseñanza
del Sabio chino entra en un dominio esencialmente práctico. El Camino no se adquiere
más que por la práctica de las virtudes. Este camino contiene la Totalidad, es decir:
da la totalidad de todos los conocimientos y este deber, unido al espíritu recto
que juzga y al corazón fiel que obra, es, hablando propiamente, la Sabiduría. Implica
que el Sabio contempla toda la Naturaleza de una sola mirada, como el panorama visto
desde una cumbre elevada. No se le aparecen ya los seres en sus imperfecciones transitorias;
los ve solamente como elementos de un ritmo más perfecto, y el dolor, el pecado,
y la falta son para él como notas falsas de una sinfonía. Siente la necesidad de
no ver errar y sufrir los que tienden hacia el mismo objeto que él ha deseado. Todas
las imágenes, todos los seres le son fraternales, como formando parte de un mismo
total¡~ dad. La vida universal le descubre la Esencia que la ha creado y la modifica
ya que es ella la que lo anima todo haciendo tender la pequeña brizna de hierba
hacia el sol, y el hombre hacia la verdad y la sabiduría. Es necesario no deber
a nadie, más que a sí mismo, el descubrimiento del Camino aunque podamos ser dirigidos
por otro. "Curvado para ser intacto, recto para ser partido. Destruido para ser
colmado. Oculto para ser nuevo. Un poco de favor” conserva; muchos favores, pierden.
El hombre perfecto lo reúne todo en un solo conjunto y es el modelo de los demás
hombres. No se ve, pero brilla; no se agita, pero trabaja; no se apresura, pero
siempre tiene méritos. No es excesivo pero dura mucho tiempo. No se agita, razón
para que los demás no se agiten contra él. Desde mucho tiempo atrás lo que estaba
curvado permaneció intacto. Hablar de esta manera es enseñar a los ignorantes. Lo
que es intacto sube al Camino" Según Lao Tse el sabio vive completamente desconocido;
se disimula voluntariamente y no desea hacer gala de erudición o de su inteligencia.
La opinión de los demás por benévola que sea, no es el objeto que quiere alcanzar;
no ve a los que sobrepasa por su saber o su autoridad, solo ve lo que le falta para
llegar a la perfección aspirada con todas sus fuerzas. Es completamente modesto
dentro de su incontestable superioridad. No tiene orgullo. Hasta la cumbre conquistada
suben solamente los humildes que han sabido apartase de todo lo que no era el objeto
de su santa aspiración.
El sabio se complace en la vida interior. Sabe que
todo lo que está inclinado permanece intacto y que todo lo que evoluciona vive replegado
bajo un velo.. Para obtener lo Absoluto se reconcentra en sí mismo La enseñanza
de Lao Tse es completamente metafísica. Pero esta metafísica es pasiva para el carácter
oriental, tal como nos lo revelan todas las iniciaciones. El Tao enseña que el hom~
bre debe abstenerse de todo deseo; de esta manera el Sabio se librará del imperio
de las pasiones y una vez liberado, no cometerá las acciones individuales que sólo
tienden a la satisfacción del deseo.
En su segunda obra: el Te, Lao Tse describe
así al Sabio, en el que todo hombre debe convertirse: "Quien sabe, no habla. Quien
habla, no sabe. El Sabio cierra la boca y los ojos, se tiende para pensar activamente;
abre el corazón y reune todas las luces interiores, mezclándose al exterior vulgar.
Piensa siempre profundamente; no se acuerda ni de amigos ni de enemigos; desdeña
a la vez beneficios y pérdidas, honores e infortunio. Su ejemplo es beneficioso
para todos los hombres".
El que no ha llegado aún a la Sabiduría, habla,
y hace gran estrépito de su vacío e ignorancia; está lleno de vanidad, porque no
ha encontrado el Camino y no conoce la dulzura y el poder de la meditación solitaria
y los dones que procura. Si supiera reflexionar, el silencio exterior le sería tan
necesario como la calma interior. Al contrario de él, el Sabio calla; voluntariamente
cierra los ojos; renuncia a los vanos ruidos mundanos, sabe aislarse hasta sin dejar
la vida activa, medita; ensancha su corazón con el maravilloso eco de las voces
interiores Su meditación abre en él el tesoro de luces escondidas y cuando ha llegado
a ser dueño de este dominio, puede volver a la vida activa para efectuar el bien
necesario. Nadie le hará perder los bienes que ha adquirido. No busca las amistades,
pero su talento les atrae . Sus amigos le rodean en el camino qué les es común.
No se acuerda de los enemigos, de los celosos, ni de las malas acciones. Los malos
no sabrían arrebatarle el sólido tesoro de los bienes interiores. Pero este no le
afee~ ta, ni los beneficios ni las pérdidas. Desdeña los honores y los bienes de¡
mundo porque, lo que posee vale mucho más. Su ejemplo y la contemplación de su feliz
desprendimiento comunica a todos ideas de virtud, de evolución y de bien supremo.
El KAG-ING, atribuído a Lao Tse, aunque no con seguridad, nos instruye sobre
el papel de la voluntad: “La suerte feliz o desgraciada del hombre sobre la tierra
no es inevitablemente determinada; el hombre atrae por su voluntad, al proceder,
lo favorable y lo adverso. La acción y la reacción, le siguen como su propia sombra,
dándole su valor". Según el iniciador chino, el hombre debe desarrollar su voluntad,
pero esa voluntad debe ejercerse de modo pasivo. No es propiamente una acción, sino
un llamamiento a las fuerzas superiores que deben dirigir el ser hacia el perfeccionamiento.
Para obtener la perfección, el hombre debe esperarlo todo de los poderes celestes
y de los antepasados que lo rodean".
"Hay, ha dicho Lao Tse, fuera- -ti y
dentro de la tierra, fuerzas inteligentes que registran el movimiento de las acciones
de los hombres; estas fuerzas disminuyen periódicamente el total de las existencias
sobre la tierra, siguiendo la débil o la fuerte influencia salida de las acciones
humanas; estas supresiones equivalen a la pobreza progresi~ va, a una cantidad de
privaciones y de dolores, al odio ajeno, a los suplicios y desgracias y a las calamidades
generales, enviadas por las influencias planetarlas adversas y finalmente, cuando
están agotados todos los periodos, a la muerte". Para conocer y convertir en favorables
a estas fuerzas superiores, Lao Tse preconiza la vida interior; quiere que el adepto
destierre de su corazón toda mundanidad para encontar de esta manera más facilmente
el Camino. La virtud principal consiste en no obrar mal y soportar las contrariedades
como una prueba. Haciendo un llamamiento a las fuerzas se obtienen, no bienes materiales,
sino un aumento de pruebas que disminuyen el número de las existencias terrestres.
Para ganar el Cielo más aprisa, se apela a la pobreza, a las desgracias, a los suplicios
y a las catástrofes que despojan el alma de todo lo que tenía de terrestre; entonces,
doblemente liberadora, llega la Muerte.
Estas ideas del Sabio han sido muchas
veces repetidas por los filóso~ fos. Una de las obras más curiosas, en nuestra opinión,
es el "Tratado de las Influencias Errantes" de Quangdzu, traducido también por Matgioi.
Este libro parece mejor adaptado a una vida más próxima a nosotros. La verdad que
nos transmite es menos abstracta y menos árida. Sus consejos, impregnados siempre
de la más pura moral, son menos metafísicos y en general más accesibles que los
de sus predecesores. Copiemos algunos párrafos:
“El Señor de las Alturas es dulce y bueno. El Sabio tiene algo de sus manifestaciones
y caminan uno detrás del otro. El Sabio recibe de él sus ideas. Su voluntad
convierte en feliz el hogar y le colma de bienes".
“En el momento de su intención, la mala acción es conocida y retenida por
Dios".
"Piensa con el espíritu antes de obrar, para que te permita proceder según
tus deseos".
"Es necesario pronunciar el nombre de origen, el de su pueblo, la época
del asunto, y consultar el oráculo. El espíritu te dirá si, en estas condiciones,
hay medio o no de conseguirlo".
"El que caminando se eleva y llega a ver todas las cosas desde este punto
elevado, es superior y puede comprenderlo".
"Para curar, el perfecto cono~ cimiento del espíritu es suficiente, no hay
necesidad de tomar el pulso. Es conveniente que los hombres sean como el oro
y los diamantes y no como las cosas vulgares que pueden conservarse y comprarse
con dinero. El que conserva la ciencia en su espíritu, se asemeja al oro y a
los diamantes y está lleno de felicidad y de riquezas. El que no la guarda,
abriga en sí la miseria y la pobreza".
"Esta ciencia dice que se puede curar pensando en conseguirlo y siguiendo
las voluntades del Cielo, La ciencia actúa y llega la curación inmediatamente.
De todas maneras para salir victorioso es necesario siempre obrar con franqueza
y confianza"...