Ningún hombre ama a Dios si aborrece a sus semejantes,
Quien pisotea el corazón o el alma de su hermano; Quien busca encadenar,
nublar o ensombrecer la mente Con miedos del infierno, no ha percibido
nuestra meta. Dios nos envió todas las religiones benditas; Y Cristo, el
Camino, la Verdad y la Vida, Para dar descanso al de pesada carga Y paz
para el dolor, el pecado y la lucha. Contemplad al Espíritu Universal que ha
llegado A todas las iglesias, no a una solamente; En la mañana de
Pentecostés una lengua de fuego Rodeando a cada apóstol como un halo brilló.
Desde entonces como buitres famélicos y voraces, Hemos combatido a menudo por
un nombre sin sentido, Y buscado dogmas, edictos o credos, Para enviarnos
los unos a los otros a la hoguera. ¿Está Cristo dividido entonces? ¿Fue Pedro
o Pablo, Para salvar al mundo, clavado al madero? Si no, ¿por qué,
entonces, tales divisiones? El amor de Cristo abarca tanto a vosotros como a
mí Su puro dulcísimo amor no está confinado Por credos que segregan y
levantan una muralla. Su amor envuelve y abraza a toda la humanidad, No
importa lo que nosotros nos llamemos de Él. Entonces, ¿por qué no aceptar Su
palabra? ¿Por qué sostenemos credos que nos separan? Sólo una cosa importa
ser oída; Que el amor fraterno llene todos los corazones. Sólo hay una
cosa que el mundo necesita saber, Sólo hay un bálsamo para todos los dolores
humanos, Sólo hay un camino que conduce hacia los ciclos, Este camino es:
humana compasión y amor.