Pocos hubieran imaginado, hace apenas cinco o seis años, que una masonería de corte netamente cristiano pudiera hacer pié en América Latina. A contrapelo de lo que parecía ser la tendencia inevitable -un giro abierto y vigoroso hacia el agnosticismo en algunos casos, y la defenestración lisa y llana de la tradición espiritual de la Orden en otros- algunos creímos que había llegado la hora de recuperar para nuestros países uno de los ritos masónicos más antiguos, poseedor de una doctrina que aún conserva la esencia de la Tradición Iniciática Cristiana. Así las cosas, los ojos se volvieron hacia la vieja Europa y comenzó una etapa histórica para la masonería en este lado del Atlántico.
Cinco años después de que el primer Triángulo Masónico Rectificado desembarcara en México, hoy comienzan a consolidarse logias en México DF (Santo Grial), Buenos Aires (Cruz del Sur Nº7) y Costa Rica (San Juan de la Perseverancia), a la vez que otros Triángulos Rectificados, algunos ya constituidos y otros en formación, preanuncian que el número de logias practicantes del Rito Escocés Rectificado crecerá, inexorablemente, en los próximos años.
La presencia de Maestros Escoceses de San Andrés, en ambas puntas del extenso continente hispano parlante, comienza a asegurar la continuidad y la presencia del rito y augura el pronto desembarco de la Orden Interior, que conforma la estructura fundamental del denominado Régimen Escocés Rectificado.
Como ocurre con la masonería en su conjunto, el R. E. R. no está exento de diferencias internas que hacen que hoy se practique bajo diferentes Obediencias. Sin embargo, el hecho que quiero destacar, más allá de la cuestión obediencial –siempre inestable en la masonería contemporánea- es la experiencia latinoamericana. Una experiencia que se encuentra en plena etapa dinámica y que ha requerido una suerte de reaprendizaje, especialmente para aquellos que provenimos del R.·.E.·.A.·.A.·., rito hasta hoy casi hegemónico en el continente.
La Masonería Rectificada, nacida de la unión de los reformistas de Lyon liderados por Willermoz con la Orden de la Estricta Observancia Templaria, comandada por el duque Ferdinand de Brunwick, se presenta ante nosotros con una extrema sencillez. Alejada de las planchas eruditas, de la acumulación de grados y honores, el R. E. R. vuelve su mirada al Evangelio y retorna a la simpleza del cristianismo más puro, invitando al iniciado a morir para vivir en plenitud con el desafió espiritual al que se ha sometido de su libre y espontánea voluntad. Se nos hace entonces la pregunta más frecuente ¿Para qué sois masones si sois cristianos? La pregunta lleva consigo el germen de la confusión que reina en la masonería. ¿Por qué razón habría de ser incompatible con el cristianismo un arte que nació a la sombra –o mejor dicho en los cimientos- de las catedrales?
El Régimen que vio la luz en la localidad alemana de Wilhelmsbad, en el Convento que lleva su nombre, llevado a cabo en 1782, intentaba precisamente poner fin a esta confusión. Fue entonces cuando se erigió la figura del arquitecto Phaleg para que todos comprendiesen el origen de la confusión babeliana.
Los fundadores del R. E. R. ya habían visto con preocupación lo que hoy seguimos viendo en el seno de tantas obediencias que atraen a los buscadores de influencias, a los cazadores de negocios, a los que buscan refugio a su soledad y su fracaso. En pleno siglo XVIII, Willermoz, Joseph de Maistre y muchos otros ya conocían las “logias de taberna” en las que reinaban los dioses paganos con Baco a la cabeza, apartándose a pasos firmes de aquella Orden que habían soñado los grandes maestros de los tiempos operativos.
América Latina poco conoció de esta masonería espiritual e iniciática nacida del deseo de algunos hombres de retornar al Reino espiritual del que algún día fueron separados. El continente latinoamericano vio llegar en las naves europeas a una masonería revolucionaria, convertida en elemento de penetración política, cuyo principal anhelo era el de expandir los ideales de la Revolución Francesa o abrir nuevas rutas al comercio, asegurando su influencia en los Estados que comenzaban a nacer en estas tierras. Desde entonces, los masones de este lado del Atlántico fueron percibidos como agentes republicanos cuya prioridad se encontraba dirigida principalmente a la acción emancipadora y a la derrota definitiva de las monarquías y de la Iglesia. Esa percepción es la que lleva a muchos HH.·. a preguntarse qué sentido tiene una masonería cristiana. La respuesta es sencilla: El mismo que tenía hace siglos, cuando un maestro masón construía su propio Templo Interior en la medida que construía uno real, capaz de impactar en el alma y en el corazón de los fieles, con su luz, sus proporciones, sus columnas y su lenguaje de piedra.
Curiosamente es mucho más sencillo para un monje entender por qué un cristiano necesita abrazar la vía iniciática de la masonería que para muchos masones liberales comprender qué puede llevar a un masón a integrar el cristianismo en sus rituales. Nuevamente la respuesta es sencilla: Fueron los monjes benedictinos quienes hicieron las primeras constituciones masónicas; fueron ellos quienes hicieron la primera descripción simbólica del Templo de Salomón y fueron ellos quienes escribieron en sus manuales qué virtudes debían esperarse de alguien que pretendiera construir un Templo.
Si esta masonería no fuera necesaria, si se tratase de una mera infiltración religiosa como muchos pretenden cuando –de mala fe- asocian al Rectificado con la Iglesia Católica o con el Opus Dei, no hubiera encontrado suelo fértil en la extensa América Hispana. Y esto, precisamente, es lo que está sucediendo: El Rectificado se expande; los HH.·. preguntan, se interesan, comienzan a comprender que sus rituales han sido mutilados a piacere por algunas Grandes Logias y encuentran, en la sencillez de nuestro Rito, los agujeros que explican el sentido final, como si de pronto se completase un abecedario que había sido furtivamente cercenado.
¿Qué sucederá en el futuro? Me animo a decir que, como siempre, todo dependerá de una rara virtud que escasea en la modernidad: La permanencia. Cuando un puñado de hombres, empeñados en una causa justa, se mantiene de pie –Adhuc Stat, dice nuestra Divisa del Primer Grado- todo es posible. Y lo que ha ocurrido aquí es que un puñado de HH.·. decidió permanecer de pie. En definitiva, ¿No hemos aprendido acaso que la voluntad es una de las virtudes que transforma la Piedra?
El R. E. R. no cesará de crecer. Los que nos atacan, los que nos resisten, tendrán que comprender que ha llegado el momento de honrar la tolerancia, aún con los masones cristianos, aunque resulte increíble tener que escribir esto. Se acostumbrarán a nuestros tricornios, al color verde de los Maestros Escoceses, a una nueva literatura que regresa a las fuentes de nuestra Tradición con la pluma de los viejos Maestros Fundadores y de otros nuevos, cuyos nombres ya comienzan a reverberar en nuestras tierras, como Jean François Var, Jean Marc Vivenza, Daniel Fontaine a la espera de que surja una literatura masónica propia que haga honor a nuestra masonería cristiana. Salud a todos los HH.·. Rectificados de América Latina. Hagamos honor a la hora y recordemos que después de todo “Sic Transit Gloria Mundi”
Publicado por Eduardo R. Callaey
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