El libro del Génesis, en sus capítulos 10 y 11, nos enseña que
Phaleg era un descendiente de Sem, uno de los tres hijos de Noé que supo preservarse
de la influencia perversa de Cham. Así, el nombre de Phaleg, “sustituyendo” felizmente
al de Tubalcaín en los rituales rectificados, nos indica que es claramente, y no
tan solo a causa de una “piadosa locura” proveniente del espíritu perturbado de
un “crisíaco” según “el amable” y caritativo juicio de algunos autores, que la reforma
lionesa [del Régimen Escocés Rectificado] quiere situarse en la descendencia de
Sem. Leamos sobre el particular lo que Jean-Baptiste Willermoz expone, en un argumentario
circunstanciado y apuntalado del que no se puede mantener que dé signos particulares
de perturbación intelectual producida por las visiones de la Señorita Marie-Louise
de Vallière (1731-1814), canonesa de Remiremont, hermana por otra parte del caballero
Alexandre de Monspey (1739-1807), i.o. Eques Paulos a Monte Alto, para justificar
ésta erradicación de Tubalcaín convertida en necesaria, cuando la tenida del Directorio
Provincial de Auvernia, en Lyon, el 5 de marzo de 1785:
“...No se ha considerado
como contradicción dar al Aprendiz esta palabra de reconocimiento [Tubalcaín] después
de haberle hecho dejar todos los metales que son el emblema de los vicios. En efecto,
por una parte, se le enseña que no es sobre los metales que el verdadero Masón debe
trabajar; y por otra, se le pone en situación de creer que Tubalcaín, el Padre e
inventor del trabajo sobre los metales, sería el primer institutor de la Masonería
elevada.
Si Tubalcaín fue el fundador de una iniciación cualquiera, podemos
ver cuál pudiera ser su objeto y objetivos por lo que de él dicen las Escrituras,
y en este siglo en que tantos Masones se ocupan de la alquimia, un Régimen que conoce
los peligros de tales prácticas no debe conservar un nombre que si se ha perpetuado
ha sido por la ignorancia o la falta de atención de unos cuantos que no se han apercibido
de ésta relación y ésta inconsecuencia, y están por ello todavía ligados a aquéllos
que se ocuparían en imitar a Tubalcaín, que fue el primero en tratar los metales.Si
de esta observación se pasa al examen del tiempo en que vivió Tubalcaín, podremos
apreciar que fue antes del diluvio, azote por el cual Dios quiso borrar de la faz
de la tierra las obras de los hombres. Si la iniciación de Tubalcaín se ha propagado,
ésta es impura, y parece importante romper todas las relaciones con ella, motivo
por el que se hace dejar a los Masones los metales, emblema verdadero y conservado
en todos los Regímenes, como para separarlos de aquél que los trabajó primero.Es
después del diluvio, en el tiempo de la confusión de las lenguas, que encontramos
la razón de la fundación de una iniciación secreta que ha debido perpetuarse y que
es el objeto de búsqueda de los Masones.Un estudio de la verdad hecha desde las
más puras intenciones ha conducido a aprender que es en los descendientes de Sem
donde hay que buscar la fundación de la verdadera iniciación. Sem fue bendecido
por Noé, y es fundado creer que Phaleg, hijo de Heber y descendiente de Sem que
fue padre de todos los hijos de Heber, es el fundador de la única y verdadera iniciación,
y este motivo parece determinante para sustituir el nombre de Tubalcaín por el de
Phaleg. Cham, maldito por Noé, habrá tenido su iniciación: todo parece probarlo,
y que su palabra de reconocimiento habrá sido Tubalcaín; es el emblema de los vicios,
y conviene a los hijos de Chanaam quienes la habrán transmitido; pero debemos recordar
que ha sido dicho: que Chanaam sea maldito, que sea respecto a sus hermanos el esclavo
de los esclavos”.
Phaleg encarna pues, como nos ha sido ampliamente demostrado
aquí por Jean-Baptiste Willermoz, en tanto que fundador de las “Justas y perfectas
Logias”, la verdadera “Tradición”, la iniciación santa y pura de los “hijos de Dios”
que se han mantenido en la gracia del Eterno. Por otra parte, Daniel Fontaine, en
un artículo tratando sobre esta cuestión, señalará justamente esta elección prometida
de fecundas bendiciones, por una juiciosa observación semántica: “...la raíz del
nombre de Phaleg es PHAL y quiere decir una elección, una puesta a parte, al mismo
tiempo que una germinación [...]” (D. Fontaine, À propos de Phaleg, Les Cahiers
Verts nº 10-12, Grand Prieuré des Gaules, 1992). Así mismo Jean Tourniac, fundándose
en las mismas conclusiones semánticas, lanza esta sabia y solemne advertencia dirigida
a los adversarios del sentido que representa Phaleg para el Rectificado: “Si la
profecía de Phaleg, tal como la relata la tradición judía, no es “regocijante” –y
la Verdad no tiene porqué ser consolante como recuerda René Guénon- ella es altamente
saludable para los Masones “que tienen dos ojos para ver y oídos para oír”, y que
están atentos a los signos, como el de la Torre de Babel. La maldición profética
tiene valor de advertencia divina y sería imprudente “combatir” a Phaleg, por así
decirlo, sea considerándolo como descalificado por la Orden masónica a consecuencia
de su presencia en los grados azules del Rito Rectificado o inversamente” (J. Tourniac,
Un nom très juif dans un rituel très chrétien : un certain “Phaleg”, in Vie et perspective
de la Franc-Maçonnerie traditionnelle, Dervy, 1978, p. 174).
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