El Régimen Escocés Rectificado es un sistema masónico y caballeresco,
que fue creado en Francia durante el último cuarto de siglo XVIII, conservando hasta
nuestros días, de manera íntegra en sus rituales toda su pureza de acuerdo al texto
de su constitución original.
El Régimen Escocés Rectificado se estructura
en dos niveles o clases: la Masonería Simbólica y la Orden Interior. Clases que
a su vez se subdividen en los grados de Aprendiz, Compañero, Maestro y Maestro Escocés
de San Andrés para la Masonería Simbólica y las dos etapas de Escudero Novicio y
Caballero Bienhechor de la Ciudad Santa (C.B.C.S.), que componen la Orden Interior.
Adecuado a las exigencias de la regularidad internacional, solo se reconocen
como simbólicos los tres grados de Aprendiz, Compañero y Maestro, resolviéndose
en lo sucesivo esos tres primeros grados fueran admitidos por la Obediencia Masónica
que en cada país ostente la Regularidad Internacionalmente reconocida.
Historia, origen y estructura del RER.
El
Régimen Escocés Rectificado se gestó en Francia entre 1774 y 1782 por obra de dos
grupos de Masones de Lyon y Estrasburgo, entre los cuales podemos citar a Jean y
Bernard de Turkheim y a Rodolphe Saltzmann y sobre todo a Jean-Baptiste Willermoz
(Lyon, 1730-1824) quien fue su alma mater.
La arquitectura del Régimen fue
su obra, y él fue quien dio forma a la doctrina que este Rito implica. Aunque, como
se ha dicho, la Masonería Rectificada nació en Francia, no puede considerarse un
sistema masónico ni un asunto exclusivamente francés.
El Rectificado fue
fruto de una necesidad sentida por muchos Masones de la Europa continental, de poner
en orden y dar sentido a la Masonería existente en esa época. Para situamos, debemos
pensar que estamos en el siglo XVIII, siglo llamado «de las luces» y, yo me atrevería
a decir también, de las sombras.
La Masonería no estaba estructurada como
hoy y la complejidad de las comunicaciones de nuestro mundo actual no era ni tan
siquiera entrevista.
Mientras en Inglaterra la Gran Logia de Londres se debatía
entre dos corrientes masónicas o formas de entender la Masonería encamadas por la
Logia de los Antiguos y la de los Modernos, en la Europa continental la Masonería
de la época estaba dividida en multitud de opciones y formas de entenderla, que
le asignaban finalidades de lo más variopintas.
Unos entendían las logias
como reuniones alquímicas y querían ver a los Masones soplando el atanor; otros,
los espiritistas, pretendían convertir la Masonería en un medio de comunicación
con el más allá. Otros discutían sobre si los Templarios existían antes de la Orden
Masónica o si, por el contrario, la Masonería se había perpetuado por medio de ellos.
En Alemania se daba el fenómeno del pietismo y la estricta observancia templaria
que pretendía reinstaurar la Orden del Temple, pero sin medias tintas, es decir,
reclamando a los distintos gobiernos de los países donde ésta había existido, el
dinero y patrimonio expoliados en la época de Felipe el Hermoso y del Papa Clemente
V. En medio de esta confusión, un reducido grupo de masones inquietos, entre los
cuales se hallaba Willermoz, veían la necesidad de volver a dar sentido a la orden
masónica.
Willermoz, por su condición de mercero al por mayor y de sedero
lionés, proveía a las principales casas de los príncipes europeos y comerciaba con
ellas, y en sus viajes y cartas trataba asuntos tanto comerciales como de sus trabajos
masónicos, de los que la mayoría de los príncipes de la época participaban. Willermoz
mantenía tratos y correspondencia tanto con Laurence Dermott en Inglaterra, como
con el duque de Brunswick y Lunebourg en Alemania, y fruto de esa relación y de
sus respectivas inquietudes, surgió la idea de reunir en una gran Asamblea general
a representantes de las distintas tendencias, con el fin de debatir, estructurar
y definir el verdadero objeto de la Masonería.
Fernando, duque de Brunswick,
se comprometió a organizar dicha asamblea y, para su preparación, dirigió una carta
a los más insignes masones de la época, planteándoles diversas cuestiones por resolver,
para que reflexionaran sobre ellas y encontraran posibles respuestas.
De
las diferentes respuestas que recibió a su encuesta, destaca la de José de Maistre,
masón, filósofo y pensador, y que se halla publicada en un librito titulado La francmasonería.
Memoria al Duque de Brunswick, publicado en Francia y cuyo texto ha traducido el
autor de este trabajo, que esperamos poder ver editado algún día. Pues bien, buena
parte de las reflexiones contenidas en este libro pueden verse convertidas en realidades
en el actual Régimen Rectificado.
La Masonería Rectificada no es más que
un intento de devolver a sus orígenes tradicionales, de reorientar, de rectificar
-como dice su propio nombre- una Masonería que había perdido el rumbo y el sentido.
Si lo comparamos con el homólogo inglés, no se aparta mucho en cuanto a las intenciones
y motivos que llevaron a los masones ingleses en 1723 a constituir la logia de Londres,
sólo que unos cincuenta años más tarde y al otro lado del canal de la Mancha, distancia
que, sin ser grande, en el siglo XVIII resultaba insalvable.
El Convento
de Wilhelmsbad de 1782 es de trascendental importancia. Y no porque fuera el constitutivo
de este Régimen, sino porque sentó las bases a partir de las cuales otros sistemas
masónicos, que las adoptaron total o parcialmente -como es el caso del Rito Sueco
o del Rito de Zinenndorf practicado en Alemania-, se desarrollarán por unos cauces
que permitirán más tarde formar lo que hoy conocemos como la Masonería Regular internacional,
encabezada por la Gran Logia Unida de Inglaterra.
Después de este breve repaso
histórico que nos ha situado en el contexto en que se produjo su nacimiento, podemos
entrar en el detalle de los orígenes del Rectificado.
Desde el punto de vista
formal, el Régimen Escocés Rectificado tiene tres orígenes; desde el punto de vista
espiritual, tiene dos fuentes o inspiraciones.
En cuanto a la estructura
y simbolismo tanto masónico como caballeresco, los tres orígenes del Régimen son
éstos:
Por otra parte, dos son las fuentes espirituales:
A pesar de lo que algunos hayan afirmado, estas dos doctrinas
no sólo no se contradicen, sino que se corroboran mutuamente. Todos nuestros textos
manifiestan una perfecta ortodoxia y, a la vista del conjunto de las distintas confesiones
cristianas existentes, demuestra que el Régimen Rectificado, lejos de dividir a
los cristianos, los congrega.
Partiendo de ahí, Willermoz ha dado a su Sistema
o Régimen una arquitectura concéntrica, organizándolo en tres clases sucesivas cada
vez más interiores al igual que más secretas, siendo desconocida cada clase interior
por la que le era exterior.
Por otra parte, ha dotado al recorrido Iniciático
desarrollado de grado en grado de una enseñanza doctrinal progresivamente más precisa
y explícita, gracias a las «instrucciones» que forman parte integrante del ritual
de cada grado.
Esta concepción del conjunto -arquitectura del Régimen y doctrina-
fue oficialmente aprobada en dos etapas. Primeramente a nivel francés, por el Convento
de las Galias, celebrado en Lyon (entre noviembre y diciembre de 1778) el cual aprobó,
entre otros, el Código masónico de las logias reunidas y rectificadas y el Código
de la Orden de los Caballeros Bienhechores de la Ciudad Santa, de donde proceden
los textos constitucionales particulares todavía en vigor en nuestro Régimen. Luego,
a nivel europeo, por el Convento de Wilhelmsbad, en Alemania (agosto-septiembre
de 1782), celebrado bajo la presidencia del duque Ferdinand de Brunswick-Lunebourg
y del príncipe Charles de Hesse, a la sazón principales dirigentes de la Estricta
Observancia, quienes se adhirieron a lo que en esa época se dio en llamar la «Reforma
de Lyon».
En su estructura original, el Régimen Escocés Rectificado implicaba
tres clases, como en la actualidad, dos ostensibles y una «secreta»:
Se componía de dos etapas:
El Caballero tiene el deber de obrar activamente en la Orden y
en el mundo para poner en práctica las enseñanzas morales, religiosas y doctrinales
recibidas en las logias de San Juan y San Andrés. Logias que no abandona y en donde
debe, ahora más que nunca, dedicarse al servicio de sus Hermanos y al de todos los
seres humanos, en particular mediante el ejercicio de la beneficencia.
En
el siglo XVIII existía, además, una «clase secreta », la de la Profesión. Los Caballeros
que la componían se dividían en dos categorías: los Profesos y los Grandes Profesos,
reunidos en un Colegio metropolitano.
Éstos, aunque comprometidos de manera
total con la Orden, no ejercían, en tanto que componentes de esa «clase secreta»,
función de responsabilidad o dirección administrativa alguna, ya que estas últimas
eran competencia únicamente de la Orden Interior. Los Profesos y Grandes Profesos
se dedicaban, mediante el estudio y la meditación, a profundizar en la doctrina
expuesta en los textos («instrucciones secretas») conservados por el Colegio metropolitano,
y estaban encargados de vivificar la Orden, tanto por sus conocimientos como por
su ejemplo de vida. Esta clase al parecer ha desaparecido, o si acaso existe, prosigue
como por otro lado lo hacía en su origen, con una existencia muy discreta.
Según las decisiones adoptadas en el Convento de las Galias y luego confirmadas
por el Convento de Wilhelmsbad, el Régimen Escocés Rectificado -desmarcándose así
de la Estricta Observancia- renuncia a una filiación histórica con la Orden del
Temple, aunque conserva una filiación espiritual con ella, ilustrada por la adopción,
en este mismo Convento, de la denominación de «Caballeros Bienhechores de la Ciudad
Santa». Con ello se hacía referencia a los «pobres caballeros de Cristo» de los
orígenes de la Orden del Temple, y no a la Orden rica y poderosa en que sus sucesores
la convirtieron a lo largo del tiempo y hasta su disolución.
Por su filiación
espiritual, el Régimen Escocés Rectificado reivindica para sí, al igual que la Orden
del Temple, la doble cualidad caballeresca y religiosa. Esta doble cualidad, que
aparece ya desarrollada a lo largo de los grados masónicos y se plenamente por el
armamento, no es para emplear solamente en el mundo de los siglos XII o XVIII, sino
que es atemporal y los medios para llevarla a cabo, cuya naturaleza es esencial,
permanecen inmutables, dado que consisten en la puesta en práctica cotidiana y universal
de las virtudes teologales de la fe, la esperanza y la caridad. se expresa en los
deberes impuestos, no ya solamente a los C.B.C.S., sino también al Masón Rectificado,
desde el mismo grado de aprendiz, como son la defensa de la santa religión cristiana
y el ejercicio de la beneficencia hacia todos los seres humanos y en particular
hacia los más débiles y desvalidos.
El Régimen Escocés Rectificado tiene
por finalidad mantener y fortificar, no solamente en la Orden Interior, sino también
en las logias masónicas, los principios sobre los que se sustenta, a saber:
En definitiva, la realización espiritual que el Régimen Escocés
Rectificado propone como objetivo a sus miembros, proporcionándoles los medios para
conseguirlo, es la de volver a ser seres humanos verdaderos, templos de Dios, Uno
en tres Personas.
Hay una condición sine qua non -como habrá podido apreciarse-
para poder pertenecer a una logia Rectificada, y es la condición de cristiano.
Esta no es una condición restrictiva, sino de puro sentido común, ya que si
no se exige de antemano a todo aquél que entre, más tarde se encontrará que, conforme
vaya avanzando en su carrera masónica, todas las enseñanzas que reciba estarán basadas
en las virtudes que la religión enseña, de acuerdo con la tradición cristiana. Y
se utiliza la palabra cristiana en su más amplia acepción: católica, anglicana,
cristiana ortodoxa, protestante.
Esta es, pues, la principal «regla del juego»:
sólo cristianos o personas dispuestas a llegar a serlo de buena fe.
Bien
mirado, este requisito tan importante no debiera ser un gran obstáculo en una Obediencia
Regular como ésta, que exige y hace firmar a todos cuando ingresan en ella la fe,
es decir, la creencia en Dios como Gran Arquitecto del Universo. Y es preciso decir
aquí que, cuando la Masonería de Tradición se refiere a Dios se trata de un Dios
revelado y no de una vaga concepción de Dios.
Por otra parte, tanto la Masonería
operativa como la especulativa han sido originalmente, y continúa siéndolo, cristiana.
No es el único sistema que para acceder a él exija esta condición: el Rito Sueco
y el Rito de Zinnendorf practicado en el seno de las Grandes Logias Federadas de
Alemania, lo exigen también.
Otra cosa es que, a lo largo del tiempo, y por
razones que alargarían excesivamente su exposición aquí, la Masonería haya sufrido
un proceso de descristianización, sin perder no obstante la exigencia de la fe en
un Dios revelado para poder ingresar en una Obediencia Regular, como es el caso
de la Gran Logia de España. Quien albergue alguna duda al respecto sólo tiene que
revisar alguna de las Old Charges. Si de algo se puede tachar a la Masonería Rectificada
es de haber permanecido fiel a la Tradición.
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