Alocución del Serenísimo Gran Maestro Nacional & Gran Prior del
«Directorio Nacional Rectificado de Francia - Gran
Directorio de las Galias »
Con motivo de la Fiesta de la «Refundación» de la
Orden
Sábado 12 de diciembre de 2014 – Lyon
Camille Savoire (1869-1951), en su decisión de despertar el Gran Directorio
de las Galias en 1935, rompiendo con el Gran Oriente de Francia, escribía: «Una
ruptura total con la organización ritual e iniciática del Régimen Rectificado del
Gran Oriente de Francia [es necesaria], para que este pueda existir según las formas
definidas durante del Convento de las Galias y conforme a lo decidido en el Tratado
de Unión con los Directorios de 1776». Camille Savoire subrayaba que el G.O.D.F.
se oponía a la práctica auténtica del R.E.R. y que el Gran Directorio de las Galias
formaría, para cumplir con las exigencias willermozianas, una Orden autónoma e independiente,
compuesta por miembros «deseosos de abandonar las Obediencias francesas cuyas actuaciones
se oponían al carácter de la Francmasonería». Y añadió: «He aquí cómo hemos despertado
regularmente el Rito Rectificado en Francia: este despertar, habiendo sido hecho
de acuerdo y con la ayuda del único poder que tiene la autoridad suprema del Rito
en el mundo y en conformidad con las decisiones de los distintos Conventos de 1778,
1782, 1808 y 1811, y en ejecución de la decisión tomada en 1828 por el Directorio
de la 5ª Provincia de Neustria, delegando en la última de sus Prefecturas, llamada
de Zúrich, sus archivos, prerrogativas, derechos, etc…, con la misión de conservarlos
hasta el día en que el despertar del Rectificado pueda realizarse en Francia y le
permita desprenderse de ellos». Desde el despertar completo del Régimen Rectificado
en Francia en el siglo XX, en 1935, con la constitución del Gran Directorio de las
Galias bajo la iniciativa de Camille Savoire, es evidente que los principios de
funcionamiento propios de la Orden, claramente definidos, estipulados y explícitamente
expuestos en los dos Códigos escritos durante el Convento de las Galias en 1778,
no fueron respetados.
I. EL MARCO OBEDIENCIAL ANDERSONIANO ES AJENO
AL RÉGIMEN ESCOCÉS RECTIFICADO
Es necesario constatar, en primer
lugar, que desde su despertar en el siglo XX, se quisieron utilizar los marcos obedienciales
de la masonería andersoniana con el fin de activar el Régimen Escocés Rectificado,
llegando a situaciones preocupantes. A este respecto, es evidente que la mayoría
de las formas bajo las que sobrevive actualmente el Régimen Rectificado no son en
nada conformes con su esencia, incluidas las formas estructurales distinguidas bajo
el nombre de «Grandes Prioratos» - que a menudo están, en realidad, muy alejadas
de los criterios propios de la rectificación tal y como figuran especificados en
los Códigos escritos en el Convento de las Galias en 1778. Así es, y como ejemplo,
desde este punto de vista ilustrativo, la idea de un «Gran Priorato Nacional» para
la nación Francesa es profundamente incoherente y contradictorio, ya que Francia,
según el Código de 1778, está constituida por tres Provincias (IIª de Auvernia,
IIIª de Occitania y Vª de Borgoña) que, teóricamente, deberían poseer cada una su
Gran Priorato con sus Prioratos regionales vinculados, estos tres Grandes Prioratos
debiendo colocarse bajo la autoridad de un Gran Directorio Nacional con un Gran
Maestro Nacional a la cabeza: «Las Provincias reformadas según el nuevo rito, están
divididas en Grandes Prioratos». De esta forma estamos obligados a constatar que
desde el despertar del Régimen en el siglo XX, bajo los auspicios del Gran Directorio
de las Galias -dicho esto sin olvidar lo que debemos al inmenso e importante trabajo
de aquellos que emprendieron la tarea de dar nuevamente vida a la Orden, así como
a las instituciones que encarnaron el espíritu con una sinceridad que no negaremos
en absoluto- la concepción original de los Códigos fundadores nunca se respetó,
con llevando disfuncionamientos profundos en la lógica organizativa del Régimen
Escocés Rectificado que poco a poco dejó, desde entonces, de pensarse como una «Orden»
de pleno derecho, reduciéndose a un simple Rito, entre otros, en el seno de estructuras
obedienciales multi-ritualísticas, según una concepción absolutamente ajena al espíritu
de la rectificación, aunque se imagina que forma parte de ello al usar títulos y
denominaciones que proceden del corpus semántico willermoziano.
II.
OLVIDO DE LA DOCTRINA DEL RÉGIMEN RECTIFICADO
Sin embargo, a esta
primera constatación, de por sí muy preocupante, se añade una segunda todavía más
inquietante y no menos significativa, que deriva de la primera y es la consecuencia
casi lógica, poniendo de manifiesto el hecho de que -más allá de la esencia de la
rectificación, que además de un Rito original que se practica en cuatro grados que
forman la clase simbólica, culmina en una Orden interior de esencia caballeresca-,
el Régimen Escocés Rectificado es antes que nada una enseñanza, es decir, una «doctrina»,
según el nombre utilizado por Jean-Baptiste Willermoz, doctrina sabiamente elaborada
e introducida oficialmente en el Convento de las Galias en 1778, y que se confirmó
después en el Convento de Wilhelmsbad en 1782. Sin esta doctrina el Régimen Rectificado,
que además se singulariza en el seno del mundo masónico por este aspecto completamente
único, se reduce a una cáscara vacía, a una corteza superficial cuyo núcleo habría
sido arrancado, una estructura desprovista de substancia, ya que esta doctrina,
que es del dominio de la enseñanza sagrada e invariable de la Orden primitiva, define,
en su naturaleza, lo más profundo y más íntimo del Régimen Escocés Rectificado:
«Orden por excelencia, detentora de los “conocimientos preciosos y secretos que
derivan de la Religión primitiva”». Ahora bien, esta doctrina, hoy precisamente,
se encuentra amenazada, ya que no sólo está muy olvidada y ampliamente abandonada,
sino que incluso a veces, cosa todavía más grave, es deformada, contradicha, y en
algunos casos negada rotundamente, criticada y denunciada como si fuese una «herejía»
por su apego al espíritu del cristianismo transcendente, que sostiene posturas en
relación con el origen del hombre, la razón de la creación del mundo material, su
disposición a la disolución final, refiriéndose a tesis que la Iglesia ha rechazado
o condenado en múltiples ocasiones en el transcurso de la Historia: «La meta de
Willermoz era pues preservar la doctrina de la que Martínez de Pasqually había sido
sólo uno de los transmisores, según lo que éste le había enseñado; mantener, cuando
peligrase la Orden de los Élus Cohen, la verdadera Masonería según el modelo que
Martínez de Pasqually le había revelado como el arquetipo y que garantiza una conformidad
doctrinal con la doctrina de la reintegración». Esta doble situación, que es fácil
de comprobar, y que confirma sin dificultad, con un mínimo de objetividad, un análisis
de los hechos -que incluye el plan estructural y doctrinal del Régimen Rectificado-,
es por lo tanto extremadamente inquietante, obligando a que se impida una deriva
amenazante para lo que tiene de valioso a nivel histórico el depósito willermoziano
y el espíritu de la Reforma de Lyon, Reforma de la francmasonería puesta en marcha
en el Convento de las Galias en 1778. Es esta situación, que era imposible moral,
espiritual e «iniciáticamente» dejar que perdurara como tal, la que nos ha llevado
a reaccionar, emprendiendo, por iniciativa propia, el «despertar» del Gran Directorio
de las Galias el 15 de diciembre de 2012 en Lyon, un camino de «refundación de la
Orden», con el fin de responder a las exigencias presentes del Régimen Escocés Rectificado,
del que tenemos el deber, por nuestro estado de miembros activos y adherentes sinceros
al espíritu de la Reforma de Lyon, de ser los guardianes y vigilantes protectores,
con el fin de que la luz eterna del Fénix pueda continuar expandiéndose en las «almas
de deseo» en busca de verdades celestes.
En el Convento de la Galia en 1778
fue decretada una ley que se convertirá en el mismo «Principio» del Régimen Escocés
Rectificado: es la «Orden», considerada como base y fundamento espiritual -de naturaleza
iniciática-, y no ninguna estructura obediencial, la que legitima y funda la regularidad
de las Logias: «Las Logias no son sino sociedades particulares, subordinadas a la
sociedad general, que les da una existencia y los poderes necesarios para representarla
en esta parte de autoridad que se les confía; esta autoridad parcial emana de la
que reside esencialmente en el centro común y general de la Orden…»
IV. LA ORDEN Y LAS OBEDIENCIAS
Sobre este punto René Guénon
(1886-1951) supo recordar, con cierta pertinencia, lo que vino a influir en la Francmasonería
moderna cuando aplicó a sus formas tradicionales el modelo de estructuras profanas:
«esta “degeneración”, aunque no cambia en nada la naturaleza esencial de la Masonería,
hace perfectamente explicables las numerosas desviaciones que se han producido desde
hace tres siglos, y cuya organización bajo su forma “obediencial” en estructuras
que presentan el defecto evidente de haber sido calcadas de la forma de los gobiernos
profanos, es un carácter muy sintomático de esta modernidad». Sabemos cómo René
Guénon veía en la creación de las obediencias masónicas un mal moderno que había
tenido una responsabilidad directa en la «degeneración» profana de la iniciación:
«En “El Simbolismo” (número de abril), Oswald Wirth, hablando del Porvenir masónico,
denuncia “el error de 1717, que nos valió los gobiernos masónicos, calcados de las
instituciones profanas, con la imitación de un poder ejecutivo, un parlamento, una
administración amiga del papeleo y de las relaciones diplomáticas”; sobre esto,
al menos, estamos de acuerdo con él, como lo prueba además todo lo que hemos dicho
aquí mismo de la moderna degeneración de algunas organizaciones iniciáticas en “sociedades”».
A todo esto -para rendir homenaje a Marius Lepage (+1972), gran masón que tomó la
iniciativa de invitar al Reverendo Padre Michel Riquet a la logia-, podríamos añadir
estas líneas que no habría negado Jean-Baptiste Willermoz: «La Orden es de esencia
indefinible y absoluta; la Obediencia está sometida a todas las fluctuaciones inherentes
a la debilidad congénita del espíritu humano» .
V. LA FINALIDAD PRIMITIVA
DE LA FRANCMASONERÍA
Cabe constatar, mientras hoy muchos han perdido
la idea de lo que es la «Orden» según los criterios del Régimen Rectificado, que
ha llegado el momento de volver a los principios de la Reforma de Lyon, tal como
son recordados en una de las Instrucciones que data del Convento de las Galias:
«Buscáis remontaros al objeto primitivo de la Francmasonería y os habéis unido a
una Orden que os comunica con los únicos que os pueden instruir. Si algún día sabéis
hacer que se os reconozca como verdadero caballero Masón de la Ciudad Santa, si
construís constantemente en el Templo del Señor, podréis concebir la esperanza de
alcanzar este objeto tan deseado». Conviene de esta manera recordar que el trabajo
del masón rectificado es no perderse en vanas tareas profanas con las que las formas
obedienciales, por desgracia, llevan a verdaderos buscadores a callejones sin salidas
espirituales, sino intentar remontarse, por una lenta y paciente labor interior,
hacia la «fuente preciosa» que se pierde en la noche de los siglos: «El origen de
la Orden es tan remoto, que se pierde en la noche de los siglos; lo único que puede
la institución masónica, es ayudar a remontaros hasta esa Orden primitiva, que se
debe ver como el principio de la francmasonería…». Así, el Régimen, puesto que de
un «Régimen» se trata cuando se habla del R.E.R., está fundado en la noción de Orden,
noción que no tiene estrictamente nada que ver con la concepción moderna de «obediencia».
Es por ello que el Directorio Nacional Rectificado de Francia - Gran Directorio
de las Galias, en sus «Principios de la Refundación de la Orden en diez puntos»
recuerda: «La “Orden”, desde el punto de vista rectificado, entendido en su principio
más profundo, más auténtico, no se refiere pues a una estructura administrativa
y temporal, sino que es de una dimensión puramente espiritual cuya existencia debe
proteger la Orden de los Caballeros Bienhechores de la Ciudad Santa y defenderla
contra las fuerzas del Adversario». Para ser más precisos sobre el tema, la concepción
estructural obediencial, en realidad procedente de una visión muy moderna, es absolutamente
ajena al espíritu de la rectificación, y querer integrar el Régimen Escocés Rectificado
en los marcos de la masonería andersoniana, haciéndola coexistir con otros Ritos,
o plegándola a unos enfoques y concepciones (societarios, políticos, confesionales,
dogmáticos, etc.), extraños a los principios de la Orden, es una profunda aberración.
VI. NECESIDAD PARA EL RÉGIMEN RECTIFICADO DE CONSTITUIRSE EN «RÉGIMEN»
AUTÓNOMO
La conclusión que se impone por sí misma, y se exige imperativamente
para el Régimen Escocés Rectificado -y la comprobación de los años pasados nos confirma
la profunda exactitud de esta declaración, porque el Régimen Rectificado constituido
en el siglo XVIIIº en el Convento de las Galias, en Lyon, en 1778, nunca fue pensado
para existir sometido según formas, reglas o usos, que no sean aquellos definidos
por los fundadores de la Orden, nos fue dada por Robert Amadou (+2006): «El cumplimiento
de los ritos propios al escocismo rectificado supone que éste sea constituido en
un régimen autónomo». El sistema procedente de la Reforma de Lyon -y no en vano
quiso ser una iniciativa de «rectificación» completa de la francmasonería en 1778-,
supera, según sus propios criterios, en eminencia, en autoridad y en conocimiento
los misterios de la iniciación, todos los sistemas, el conjunto de los regímenes
compuestos, y las organizaciones constituidas en «Grandes Logias», que desconocen
la «doctrina de la reintegración», y evidentemente no necesitan, para vivir y desarrollarse,
formas estructurales administrativas conocidas con el nombre de «obediencias masónicas»,
ya que la «concepción obediencial es absolutamente extraña al espíritu de la rectificación»,
de modo que al querer meter el R.E.R. en los marcos de la masonería andersoniana
haciéndolo coexistir, bien con otros Ritos, bien con unos enfoques y concepciones
(societarios, políticos, simbólicos, iniciáticos, confesionales, dogmáticos, etc.),
procedentes de vías «apócrifas», es, como ya hemos dicho, una absoluta aberración.
Así, y que se entienda bien esto: el Régimen Escocés Rectificado es «regular»
en cuanto se beneficia de un vínculo de transmisión efectiva y válida con el «despertar»
realizado en 1935, es practicado con fidelidad a su esencia, con sus principios
organizativos, con los Códigos fundacionales que definen las reglas, y de acuerdo
a su doctrina interna definida en las Instrucciones a todos los grados, y esta «regularidad»
es de naturaleza iniciática y transhistórica, puesto que lo religa única e invisiblemente
con la Orden esencial, primitiva y fundamental que se pierde en la noche de los
siglos.
VII. EL PENSAMIENTO DE JOSEPH DE MAISTRE Y SU PAPEL EN LA
COMPRENSIÓN DEL RÉGIMEN
Para entenderlo mejor y ayudarnos a acceder
a una clara comprensión de lo que representa el Régimen Rectificado, vamos a apoyarnos
en los análisis de un eminente Hermano de la Orden, quien sintetizó los conceptos
fundacionales en el siglo XVIIIº. Este Hermano es Joseph de Maistre (1753-1821),
quien prestó, bajo los designios de la divina Providencia en el corazón de la Historia,
una vigilante atención a la condición del hombre, su caída y su posible «reconciliación»
con Dios, aplicando a las leyes de la analogía que ponen a la luz la correspondencia
entre lo que está arriba y lo que está abajo, una forma de estudio extraordinario
que le llevó a mirar el mundo como la expresión -según la frase de san Pablo, que
retomó en al «Xª Charla» de las “Veladas de San Petersburgo”-, de un «conjunto de
cosas invisibles manifestadas visiblemente (…)» - añadiendo: «No hay nada tan visible
como los vínculos entre los dos mundos; podríamos decir incluso, hablando rigurosamente,
que solo hay un único mundo, puesto que la materia no es nada». Es pues el deseo
de Dios sobre la historia del mundo, su plan, el que Maistre buscó descubrir detrás
de la cronología de los acontecimientos; es este «espíritu rector» el que desveló
en la obra de transformación política, moral y religiosa, el que modeló las naciones
a lo largo del tiempo: «Porque los hombres se han apartado de las vías primitivamente
trazadas por Dios en su acción. Dios, cuyo plan debe cumplirse con o sin nosotros,
por o contra nosotros, vuelve a traer nuestras voluntades culpables a su firme deseo
por las dóciles iniciativas de su redención, toques íntimos por los que podemos
consentir el sufrimiento como una atención divina y utilizar por nuestra aceptación
las prórrogas de la Bondad todopoderosa». Pero si esta enseñanza escatológica y
metafísica existió, podemos preguntarnos legítimamente, pues, si se encuentra preservada
hoy y ¿dónde?
VIII. LA MASONERÍA RECTIFICADA PROCEDE DE LA «VERDADERA
RELIGIÓN ETERNA»
La respuesta a esta pregunta es clara para Maistre,
es la francmasonería rectificada -es decir, enriquecida, transformada y convertida
en depositaria de la doctrina de Martínez de Pasqually-, «rama desprendida y quizás
corrompida de un tronco antiguo y respetable», la que únicamente es detentora de
este antiguo saber. Y es indudable para él que esta extrae sus fundamentos de una
iniciación mucho más anterior a los Templarios, siendo su finalidad primera reencontrar
los elementos dispersos de la ciencia sagrada, las claves de la Revelación primitiva,
«base de la verdadera religión eterna». Maistre, siguiendo en esto a Jean-Baptiste
Willermoz (1730-1824), hizo de ella una verdad central del Régimen Escocés Rectificado,
a saber que la Encarnación del Verbo modificó profundamente, para todos los hombres,
las bases históricas de la vida religiosa; el carácter «liberador» de la Palabra
del Cristo cambia radicalmente los datos clásicos de la relación con Dios y con
el culto que se le rendía desde la caída. Como dice san Pablo: «...no somos hijos
de la esclava, sino de la mujer libre» (Gal. IV: 31).
Este aspecto del mensaje
evangélico es objeto de una consideración especial por parte de Maistre; esta posibilidad
ofrecida a la humanidad de comulgar, por el sacrificio del Hijo, con los misterios
más secretos de la intimidad del Padre, son para él una oportunidad para llevar
más lejos todavía su pensamiento. El cristianismo para Maistre «ha cambiado el corazón
del hombre. Depuró todas las creencias cuyos fundamentos no es que fuesen totalmente
falsos, sino que estaban corrompidos, rectificando los cultos y haciendo que cesaran
los abusos criminales. En cierto sentido, levantó el velo espeso que ocultaba a
los pueblos la cara de la antigua Isis, llamando a todos los hombres a la herencia
del Padre, iniciando a las multitudes a los misterios esenciales reservados celosamente
hasta entonces. (…) Jesús es el Iniciado por excelencia, el Iniciado absoluto, el
eterno confidente de la Sabiduría del Padre. La humanidad que revistió la llevó
al más alto grado del conocimiento, la hizo entrar transfigurada en el Reino de
Dios. (…) Vino a aportar este reino a todos aquellos que quisieran unirse místicamente
a él. Viviendo, moviéndonos en el Cristo resucitado, iniciado de un género único,
somos iniciados nosotros mismos en los misterios eternos de la Vida». El cristianismo,
según piensa Maistre, es la culminación de las religiones, «La Religión» por definición,
la que conduce a su máxima profundidad la exigencia metafísica universal, la que
encierra los misterios inefables por desgracia olvidados por los sacerdotes, la
que «revela el hombre al hombre» (Del Papa, liv. III, ch. I.); la que es, según
la bella expresión de Louis-Claude de Saint-Martin (1743-1803): «El término y el
reposo de todas las religiones» (El Ministerio del Hombre Espíritu), la religión
de pura interioridad, este cristianismo transcendente, el «más puro espíritu del
cristianismo», tan esencial al Régimen Escocés Rectificado, que pone secretamente
en práctica el indecible trabajo de deificación, de reintegración que, en la paz
del «Absoluto Silencio», desvela en el corazón de cada hombre la Luz sobrenatural
del Espíritu.
IX. EL CRISTIANISMO COMO VERDADERA Y AUTÉNTICA INICIACIÓN
Para los fundadores del Régimen, aquellos que llevaron el nuevo sistema pensado
en el Convento de las Galias en 1778 a la visibilidad de la vida masónica, Moisés
supo realizar la síntesis brillante de los misterios de la Tradición, y la selló
«bajo el triple sello de las palabras sagradas del Bereschit»; esta Tradición fue
continuada por los Profetas del Antiguo Testamento y fue objeto de un estudio riguroso
por parte de algunos ambientes que se inclinaban, en el secreto más grande, hacia
los «arcanos» de la ciencia divina. Además, Maistre, profundamente marcado por la
lectura de los escritos de Orígenes (siglo IIIº), cree en la existencia de una tradición
secreta, de una disciplina reservada, de una ciencia del «Arcano», lo que le llevó
a afirmar que «el cristianismo, en los primeros tiempos, era una verdadera iniciación
en la que se desvelaba una verdadera magia divina» . Esto explica además perfectamente
para él los propósitos de san Pablo sobre la leche reservada a la multitud, y el
alimento sólido dado únicamente a los perfectos: «Os di a beber leche y no alimento
sólido, pues todavía no lo podíais soportar. Ni aun lo soportáis al presente; pues
todavía sois carnales…
Porque todo el que toma sólo leche, no está acostumbrado
a la palabra de justicia, porque es niño. Pero el alimento sólido es para los adultos,
los cuales por la práctica tienen los sentidos ejercitados para discernir el bien
y el mal» (Iª Cor. III:2 y Heb. V:13-14).
Maistre, como un visionario, anuncia:
«el reino de Dios llegará a la tierra como al cielo» (Misceláneas A), y para adelantar
este tiempo liberador nos pide, tal y como lo formulará en las ”Memorias” que mandó
el 17 de junio de 1782 al duque de Brunswick en la perspectiva de la preparación
del Convento de Wilhelmsbad, que trabajemos primero en realizar la unión de las
Iglesias cristianas que restaurará el vestido sin la costura, y después, en forma
de oración urgente, declara: «rindámonos al amor y entremos en la vía real que conduce
a la Ciudad Santa». Con el fin de que nuestras mentes permanezcan imperativamente
en estado de vigila, para ser capaces de entrar en la vía real que nos conduce a
los portales de la Ciudad Santa, el conde saboyano nos da este solemne aviso que
procuraremos meditar atentamente: «Tenemos que estar preparados para un acontecimiento
inmenso en el orden divino, hacia el que nos encaminamos con una velocidad acelerada
que debe llamar la atención de todos los observadores. Oráculos temibles ya anuncian
que los tiempos han llegado» .
X. LAS MEMORIAS AL DUQUE DE BRUNSWICK
(1782)
Jean-Baptiste Willermoz había mandado a Maistre los estatutos,
rituales, las instrucciones así como diversos documentos secretos que versaban sobre
la naturaleza misma del trabajo esotérico.
Estas instrucciones, escribió Willermoz
en una carta del 9 de julio de 1779 felicitándolo al mismo tiempo por la calidad
de sus disposiciones, «son susceptibles de aclarar las dudas que podáis tener sobre
la doctrina, no sin antes haberlas estudiado a fondo, estando admitidos en primer
lugar los dogmas de la existencia de Dios, de la espiritualidad y de la inmortalidad
del alma. Pero este estudio debe ser de lo más serio. No hay una sola palabra que
no requiera ser meditada con la mayor atención». Willermoz aclara que, a la vez
que se debe poner por encima de los prejuicios «adquiridos o naturales» para poder
hacer una lectura fructuosa de estos textos, Maistre deberá «escuchar la voz de
su corazón, principio de convicción interna en un asunto en el que el hombre razonable
no debe en absoluto esperar nada del exterior. Puesto que, dice, los sistemas filosóficos
dejan huecos que afligen y atormentan al hombre, mientras que esta doctrina ofrece
una cadena cuyos eslabones están unidos en su lugar y nos presentan un conjunto
que explica y demuestra a nuestra inteligencia todo el universo intelectual y físico
(…), nuestra propia existencia como hombre con todas las relaciones que nos ligan
en esta calidad al resto del universo y a su autor». Después de animarlo a no esperar
nada de los hombres, insiste en el hecho de que «el fuego que debe iluminarnos,
calentarnos, está en nosotros, y un deseo puro, vivo y constante es el único fuelle
que puede avivarlo y extenderlo». Es pues la carta de un consejero y de un guía
la que recibe Maistre, de un maestro que invita a un estudio profundizado de las
verdades metafísicas ignoradas por la razón común, oscurecidas por la pasión y veladas
a las miradas groseras del hombre.
La carta circular del duque de Brunswick
pedía a los hermanos que respondieran a las seis preguntas siguientes:
Como vemos, en esta encuesta se planteaba el conjunto de los problemas que agitaban
de manera grave la Estricta Observancia, pero que, igual y más globalmente también,
interesaban a la Masonería en general en el siglo XVIIIº, en la medida en que se
tocaban aquí cuestiones fundamentales que versaban precisamente sobre el origen,
la finalidad y la naturaleza de esta sociedad particular que, tanto para muchos
profanos como para la mayoría de los iniciados, seguía siendo el objeto de un misterio
impenetrable. Maistre cree «en la realidad de una ciencia que puede poner al hombre
en comunicación con inteligencias de orden superior; da por hecho que el cristianismo,
en los primeros tiempos, era una verdadera iniciación en la que se desvelaba una
verdadera magia divina. Maistre concluía diciendo que en la misma época una élite
de iniciados había tenido acceso a ciertas verdades desconocidas por la mayoría.
Es natural pues que los martinistas, quienes observaban generalmente la práctica
del catolicismo pero vivían también de un catolicismo superior, le hubiesen inspirado
cierta simpatía». Es pues con una real confianza y una fuerza de convicción visible,
con las que desarrolla sus argumentos escribiendo sus «Memorias» que no comprenden
más de sesenta y cuatro páginas con unas letras apretadas. Maistre, para lo que
concierne a la primera pregunta de la carta circular, no da ningún crédito a la
tesis Templaria, y nos da incluso, con motivo de ello, una opinión francamente negativa
respecto a la Orden del Temple: «Si nuestras ceremonias son verdaderamente el emblema
de las vicisitudes de la Orden de los T(emplarios), sólo nos queda el arrepentimiento
de haber sido masones; puesto que habremos empleado en este caso nuestro tiempo
y nuestras facultades de una manera muy poco filosófica…» Como síntesis, saca a
la luz una idea central que ya no abandonará, la del origen primitivo de la verdadera
religión de la que da testimonio en sus misterios de la Francmasonería: «Hagamos,
dijo Maistre, una genealogía clara y digna de nosotros… Remontemos a los primeros
siglos de la ley santa, indaguemos en la antigüedad eclesiástica, preguntemos a
los padres uno tras otro, reunamos, confrontemos los pasajes, demostremos que somos
cristianos… Vayamos incluso más lejos: la verdadera religión tiene mucho más de
dieciocho siglos. Nació el día en que nacieron los días» .
XI. LA
UNIÓN DE LAS IGLESIAS CRISTIANAS EN TORNO A LA IDEA DEL «CRISTIANISMO TRANSCENDENTE»
Para Joseph de Maistre, igual que para los fundadores del Régimen Rectificado,
existe una incomparable superioridad «iniciática» del cristianismo, y es vano e
inútil buscar una fuente más «pura» que la iniciación masónica: «Conformémonos con
el Evangelio y dejemos las locuras de Memphis… Remontémonos al origen de las cosas
y demostremos por una filiación innegable que nuestro sistema une al depósito primitivo
los nuevos dones del Gran Reparador». Como dice muy bien y con pertinencia Emile
Dermenghem, «La opinión personal de Maistre es muy clara: la iniciación masónica,
la ciencia oculta moderna, es de esencia absolutamente religiosa y cristiana. Incluso
parece que su opinión sobre la verdadera fuente de la iniciación deba buscarse en
el cristianismo primitivo, depuración y expansión misma de una tradición más antigua,
en una palabra, en la Cábala judeocristiana» . Así, los hermanos de la Orden deberán
dedicarse muy especialmente a la «unión de las iglesias cristianas y a la instrucción
de los gobiernos», tendrán por tarea buscar «todo lo que puede contribuir al avance
de la religión, a la extirpación de las opiniones peligrosas, en una palabra, a
elevar el trono de la verdad sobre las ruinas de la superstición y del escepticismo»;
aquí está uno de los proyectos más esenciales para Maistre, el que le inspira quizás
el pasaje más elocuente, desde el punto de vista político, de sus Memorias. Hay
que reconocerlo, la unidad de la cristiandad, a la que Maistre aspira, representa
para él un objetivo prioritario por el estado inquietante en el que se encuentra
Europa. Por lo tanto, no pierde la oportunidad de recordar: «sería tiempo de borrar
la vergüenza de Europa y del espíritu humano. De qué nos sirve tener una religión
divina, ya que hemos desgarrado el vestido sin costura, y que los adoradores del
Cristo, divididos por la interpretación de su Libro Santo, ¿no son llevados a excesos
que harían sonrojar a Asia? … ¿No sería digno proponernos el avance del cristianismo
como una de las metas de nuestra Orden?». Después, Maistre prosigue en el mismo
sentido, insistiendo, con un sentido político y táctico ya muy pertinente que encontraremos
más tarde en sus escritos, sobre un método ingenioso capaz de eludir muchos obstáculos:
«Este proyecto tendría dos partes, puesto que hace falta que cada comunión trabaje
por sí misma, y trabaje por acercarse a los demás. Sin duda esta empresa parecerá
quimérica a muchos hermanos, pero ¿por qué no intentaríamos lo que dos teólogos,
Bossuet y Molanus, intentaron en el siglo pasado, con alguna esperanza de éxito?
… Sin embargo, jamás esta unión tendrá lugar mientras se trate públicamente. La
religión ya no debe ser considerada hoy en día sino como una pieza de la política
de cada Estado, y ¡esta política es de un temperamento tan irritable! En cuanto
se le ponga el dedo, entra en convulsión. El orgullo teológico hará nacer nuevos
obstáculos, de modo que esta gran tarea solo puede prepararse secretamente… Trabajaremos
lenta pero seguramente… estableciendo comités de correspondencia compuestos sobre
todo por sacerdotes de diferentes comuniones… estudiosos e iniciados en la Orden.
Como, según la expresión enérgica de un antiguo Padre, el universo fue antiguamente
sorprendido de encontrarse ario, haría falta que los cristianos modernos se encontrasen
sorprendidos de verse unidos» .
CONCLUSIÓN: EL RÉGIMEN RECTIFICADO
DEBE CONSAGRARSE A LA «REVELACIÓN DE LA REVELACIÓN»
Estamos pues
en presencia de un amplio proyecto, proyecto de restablecimiento de «la unidad cristiana»,
proyecto también de lucha contra la indiferencia en materia religiosa, en un momento
en que el «libre pensamiento», el cientifismo, tomaban una importancia considerable
en las mentes, y en que los fermentos viciados de una falsa concepción del laicismo
se expandían peligrosamente y darán los frutos amargos que conoceremos en 1792:
«en el momento en que el cristianismo perdió tanto terreno en las mentes y en el
que los falsos sabios, arrancando el trigo de la cizaña, curaron los prejuicios
“como la gangrena cura el dolor”». Maistre quería hacer del Régimen Rectificado
el instrumento efectivo del enderezamiento de la fe y de la religión, pero según
una concepción «transcendente y ecuménica», lejos de todos los dogmatismos, y además,
abordando el conocimiento del «cristianismo transcendente». Maistre lo designa como
que deba consagrase, según la magnífica expresión que emplea, a la «revelación de
la Revelación», al conocimiento sublime, puesto que «cualquier hombre conducido
a las creencias cristianas estará necesariamente encantado de encontrar la solución
de muchas dificultades penosas en los conocimientos que poseemos». Es la apertura
hacia la contemplación de las verdades sagradas y del conocimiento de misterios
olvidados por la Iglesia desde el siglo VIº, preparación inicial a su puesta en
marcha, y sobre todo su exposición doctrinal completa, en el seno de la clase no
ostensible de la Orden. Es el tiempo de la búsqueda profundizada sobre la naturaleza
iniciática del cristianismo, del sentido real de las alegorías sagradas, de los
misterios de la Escritura: «Que algunos se adentren valientemente en los estudios
eruditos que pueden multiplicar nuestros títulos e iluminar los que poseemos. Que
otros, que su ingenio llame a las contemplaciones metafísicas, busquen en la naturaleza
misma de las cosas las pruebas de nuestra doctrina. Que finalmente otros (y ¡agradara
a Dios que haya muchos!) nos digan lo que han aprendido de este espíritu que sopla
donde quiere, como quiere y cuando quiere» .
Estamos pues, como comprobamos,
en presencia de un auténtico programa de conocimiento esotérico, de una «vía», en
el sentido tradicional del término, de iluminación interior, de interiorización
de la fe y de su realización metafísica en el corazón de los hermanos, en la viva
y concreta encarnación, en cada uno, del «cristianismo transcendente». Maistre se
encuentra completamente en estas líneas, en este verdadero «Manifiesto» de naturaleza
espiritual y metafísica, pero también en toda la perspectiva metafísica, escatológica
y doctrinal del Régimen Rectificado. Joseph de Maistre presentía que los tiempos
estaban cerca para que “el hombre revestido con su cuerpo de gloria” sea por fin
recibido en el seno de “la Unidad”, reintegrado en su verdadera naturaleza divina,
en su primera propiedad, virtud y potencia espiritual primitiva, no-separado de
su verdadero origen. Estos conocimientos no sólo están en el corazón de las enseñanzas
de nuestro Régimen, sino que además hay que profundizar en la doctrina para descubrirlos
y comprometerse después en un camino verdaderamente iniciático, fiel a la perspectiva
del Régimen Rectificado, y no extraviarse por vías engañosas que alejan de la meta
fijada en la Orden por sus fundadores en el siglo XVIIIº.
Así pues, estamos
convencidos, si nos consideramos miembros del Régimen Rectificado, ello después
de Jean-Baptiste Willermoz y Joseph de Maistre, de que vendrán los tiempos en que
la cabeza de la serpiente será aplastada y en que la celeste y santa Jerusalén con
sus doce puertas descenderá con esplendor (Ap. XXI), puesto que el momento se acerca
para que el hombre reencuentre su herencia perdida, reciba de nuevo su vestimenta
de blancura, abandonando para siempre su terrible e insoportable “vestimenta de
piel” con la que fue recubierto para su mayor vergüenza, puesto que “las almas habiendo
pecado al alejarse de su Creador, han merecido ser encerradas en diversos cuerpos
como en una prisión …y este es el mundo actual” (Misceláneas B, 2 dic. 1797); son
éstas las tinieblas oscuras de la corrupción y de la generación en las cuales la
humanidad fue aprisionada y en las que gime desde hace siglos por su castigo y de
la que aspira, legítimamente, a ser definitivamente liberada.
Maistre, como
un visionario, anuncia a modo de conclusión, que lo haremos nuestro puesto que resume
todo a lo que aspiramos, todo lo que obramos y trabajamos en el seno de la Orden,
lo que se puede designar como la «revelación de la Revelación»: “Cuando lo que está
afuera, (…) cuando la vida o la generación exterior se haga semejante a la vida
interior o angélica. Entonces sólo habrá un nacimiento. Ya no habrá sexo. El macho
y la hembra no formarán sino uno y el reino de Dios llegará a la tierra como en
el cielo” (Misceláneas A).
Amen +
Jean-Marc Vivenza
Johannes-Marcus,
i.O. Eq. a Crucis Mysterio
Lyon, sábado 13 de diciembre de 2014
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