PORTAL DEL RITO ESCOCÉS RECTIFICADO DEL GUAJIRO

La Hermandad para toda la Humanidad

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Instrucción Moral del
Grado de Aprendiz Francmasón
Con la Explicación del Ceremonial de Recepción

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Mi querido Hermano,

Vuestra recepción en nuestra Orden es uno de los acontecimientos más importantes de vuestra vida. Confundido hasta hace un momento entre la muchedumbre de los mortales que vegetan sobre la superficie de la Tierra, acabáis de ser separado de ella. Desde hoy, formáis con nosotros una clase distinta de hombres consagrados, por gusto y por deber, al ejercicio de las virtudes y al estudio de los conocimientos que conducen a ellas. Veis la luz, mi querido Hermano, pero no parece lucir más que para reprocharos vuestra ignorancia. Habéis sido sometido a pruebas y ceremonias cuyo significado os es desconocido, y tenéis ante vos los emblemas y jeroglíficos cuyo sentido os está aún oculto. El velo que cubre nuestros misterios no podrá ser levantado ante vos más que a medida que vuestra inteligencia los descubra, el primer instante de vuestra entrada en la Orden no puede ser suficiente. El desarrollo perfecto será pues algún día la recompensa a vuestro celo, a vuestras virtudes y a vuestra perseverancia.

No obstante, encargado hoy por la respetable Logia del cuidado de instruiros sobre las especiales circunstancias de vuestra recepción, os debo las explicaciones que convienen a vuestro grado. Escuchadlas pues atentamente: son dadas para elevar vuestro espíritu, nutrir vuestro corazón, y ejercitar ampliamente vuestra inteligencia.

Se ha empezado por conduciros a un lugar sombrío, apartado y solitario, en el que os habéis encontrado separado tanto de los que acababais de dejar, como de aquellos hacia los que os llevaban vuestros deseos.

Se os ha querido enseñar por esto que es en el silencio, el retiro y la calma de los sentidos, que el sabio se despoja de sus pasiones, prejuicios, y que da pasos seguros en el sendero de la virtud y de la verdad.

La imagen de la muerte ofrecida allí es para enseñaros que, para vivir bien, el hombre debe pensar a menudo en el instante en el que dejará esta vida.

Las tres preguntas que os han sido propuestas a meditar, tienden a haceros entrever lo que debe ser un verdadero Masón, así como la base de todos sus deberes. y el Venerable Maestro os ha presentado de nuevo las mismas preguntas en las tres máximas que habéis recibido en el curso de vuestros viajes.

Las precauciones que se han tomado en vuestra preparación para asegurarnos de vuestros verdaderos motivos y de vuestras disposiciones, os prueban las excelencias de la Orden y la sublimidad de sus trabajos, que exigen la circunspección más escrupulosa en la elección de los miembros admitidos a participar de sus misterios.

Se os ha pedido vuestra espada, símbolo de la fuerza, para enseñaros, al devolvérosla, el único verdadero y legítimo uso que debéis hacer de ella como Masón.

Se os ha quitado el sombrero, símbolo de la superioridad, para prepararos a la docilidad que deberéis a los que serán encargados de instruiros y de dirigiros.

Todos los gozos figurados por las joyas y los metales están sujetos a las vicisitudes de la fortuna, y a menudo exponen al hombre a privaciones penosas. Se os ha despojado de ellos para haceros sentir los peligros de estar demasiado ligado a ellos, y para enseñaros que es necesario recogeros sobre vos mismo para procuraros goces más duraderos y verdaderos.

Se os ha despojado de vuestras vestimentas, y habéis entrado en Logia ni desnudo ni vestido. Se os ha enseñado por ello que, a pesar de las diferencias exteriores, los hombres, proviniendo de la misma fuente, nacen todos iguales, y no adquieren entre ellos otra distinción real que la que da el mérito y la virtud. Pero si el Masón iluminado tiene el derecho de apreciar tal distinción, tiene también el deber de respetar, sobre todo, las diferencias de estado y de rango determinadas o permitidas por la divina Providencia.

En fin, se os han vendado los ojos. En ese estado de oscuridad se os ha conducido a la Logia, habéis sido anunciado en ella por tres golpes como «el hombre que busca», y estos tres golpes os han procurado la entrada.

Sentisteis en efecto vuestra ignorancia sobre nuestros misterios. Nos hemos asegurado que deseabais sinceramente salir de la oscuridad en la esperanza de mejorar entre nosotros, y que inquieto de vuestro estado, buscabais la ruta más rápida y segura para descubrir la Luz. Pero una vana curiosidad podría distraeros, una falsa luz podría perderos: se os ha reducido a dejaros guiar por aquellos a los que entregasteis vuestra confianza, y habéis recibido el premio por ello. Los tres golpes os han enseñado que con deseos puros y ardientes no se pregunta, ni se busca, ni se llama en vano, y la entrada de la Logia os ha sido abierta. Continuad pues preguntando, buscando, y golpeando con tales sentimientos: es el único medio de llegar al término feliz de vuestras esperanzas.

Introducido en la Logia en calidad de perseverante, habéis sido entregado a las manos de un guía que os era desconocido. Pero él conocía vuestros deseos, y su deber era secundarlos; el Venerable Maestro le ha dado la Orden de ello, y os ha inducido a tener la mayor confianza en él. ¿Podíais rechazársela? Estabais en las tinieblas, y no podíais salir de ellas más que por su socorro.

El Venerable Maestro, después de haberse asegurado de la sinceridad de vuestros deseos, de la firmeza de vuestras resoluciones, y del consentimiento de la Logia, os ha entregado a las pruebas antiguas que era indispensable haceros sufrir y sin las cuales no podíais ser recibido. Estas pruebas os han sido figuradas por tres viajes misteriosos que se os han hecho hacer, por diversos caminos en la oscuridad alrededor de la Logia, teniendo la punta de una espada desnuda sobre el corazón. Pero no habríais podido hacerlos sin un guía seguro y fiel para dirigir vuestra marcha: este guía os ha sido dado, no os abandonará jamás si no le rehuís vos mismo. El Segundo Vigilante ha sido encargado de contaros vívidamente sus funciones en el curso de vuestros viajes. Pero antes de comenzarlos habéis sido declarado sufriente.

Mi querido Hermano, no es nada raro ver a los hombres desear, buscar, y perseverar en sus deseos. A menudo, sólo la curiosidad puede ser el móvil: todos los hombres quieren saber y conocer, y la mayor parte de ellos se hacen ilusiones sobre los motivos de sus búsquedas; se vanaglorian incluso de sobrepasar el espíritu de aquellos cuyo socorro les sería necesario. Pero un ojo ejercitado no se equivoca por ello, permanece sordo a sus demandas, y quedan rodeados de silencio, de tal forma que no se ve en ellos el signo característico de la sinceridad y de la pureza de sus deseos. Pero es mucho más raro el verlos consentir voluntariamente en sufrir para encontrar, en hacer todos los sacrificios del amor propio, de los prejuicios y de las privaciones penosas que el amor exige. Es, no obstante, aquél el único carácter del verdadero deseo y de la perseverancia; he aquí por qué, mi querido Hermano, se os ha declarado sufriente.

Estos tres estados del hombre que busca, del perseverante y del sufriente, están de tal forma ligados en el hombre deseoso, que hemos creído un deber el recordároslos en conjunto volviéndolos a trazar en cada uno de vuestros viajes. Los tres viajes en la oscuridad os han figurado la carrera penosa que el hombre debe recorrer, los trabajos inmensos que debe de hacer sobre su espíritu y su corazón, y el estado de privación en el que se encuentra cuando es abandonado a sus propias luces. La espada sobre el corazón indica el peligro de las ilusiones a las que está expuesto durante su curso pasajero, ilusiones que no puede rechazar más que velando y depurando sin cesar sus deseos. Las tinieblas que os rodeaban os señalan también las que cubrían todas las cosas en el principio de su formación. En fin, el guía desconocido que os ha sido dado para hacer este camino os indica el rayo de luz que es innato en el hombre, gracias al cual siente el amor por la verdad y puede llegar hasta su Templo.
Destinado a entrar en este Templo, se os ha hecho subir los tres primeros peldaños. Pero no habiendo llegado aún vuestro tiempo, la puerta ha permanecido cerrada; y se os ha hecho descender nuevamente. El Venerable Maestro os ha invitado a no descorazonaros por los obstáculos. No obstante, por esta primera tentativa, habéis adquirido la edad de tres años, primer número misterioso de la Orden.

Habéis sido conducido por tres pasos en escuadra a Oriente, y allí, después de haber sido interpelado por tres veces a declarar si era por un puro y libre deseo de vuestra voluntad que pedíais ser recibido, la rodilla derecha sobre la escuadra y la punta del compás sobre él corazón, habéis solemnemente tomado, en presencia del Gran Arquitecto del Universo vuestros compromisos.

Los tres pasos Masónicos que os han llevado a Oriente os anuncian lo que debéis al autor de todas las cosas, a vuestros Hermanos, y a vos mismo. La escuadra os indica que si cumplís con exactitud y regularidad todos estos deberes, debéis esperar el llegar a la verdadera Luz de Oriente. La interpelación que os ha sido hecha, os enseña que si el hombre ha perdido la luz por el abuso de su libertad, puede recuperarla por una voluntad firme e inquebrantable en la práctica del bien. El compás sobre el corazón es el emblema de la vigilancia con la que deberéis reprimir vuestras pasiones y regular vuestros deseos. y vuestro juramento os liga irrevocablemente a todo lo que vos habéis prometido a Dios y a vuestros Hermanos.

Habéis pronunciado este compromiso teniendo la mano derecha sobre el Evangelio y sobre la espada del Venerable Maestro que estaba puesta encima de éste. El Evangelio es la Ley del Masón, que debe meditar y seguir sin cesar. La espada que estaba puesta por encima significa la fuerza de la fe en la palabra de la verdad, sin la cual, la Ley sola no sabría conducir al Masón a la verdadera Luz.

Debo preveniros ahora que una sabia precaución, dictada por las leyes de la prudencia, ha hecho cambiar en una asamblea general de la Orden la antigua fórmula del juramento Masónico en uso hasta entonces, y que en esta época ha sido sustituido por el compromiso que habéis pronunciado. No obstante, como la antigua fórmula podría tener alguna relación con los misterios de la Orden, el Convento General, aboliéndolo de la práctica, decretó, sin embargo, que sería conservado en la instrucción que recibís ahora. Es pues mi deber darle lectura.

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