II. CONOCER PARA OPERAR
La ciencia de los sabios
¿Cuál es
el programa de esta escuela cuya seriedad nos impresiona y donde la
enseñanza manifiesta un ardor que asombra?
Le es necesario al hombre obtener la comunicación con
el Eterno, le es necesario al hombre corporeizado obtener la comunicación
con el espíritu bueno que le asegurará la del Eterno. Actuar es capital,
pero en primer lugar, saber cómo operar, por consiguiente aprenderlo.
“Si
el Creador o, mejor dicho, el hombre mismo, ha puesto por su prevaricación
un velo impenetrable entre él y la Divinidad, que ya no le permite conocer
su esencia, debe sin embargo realizar los más grandes esfuerzos para llegar
a conocer su propia naturaleza y las relaciones que existen entre él y los
demás seres espirituales que, como él, han sido emanados del Seno de la
Divinidad”.
Ahora bien, según la lección de Lyon que acabamos de citar,
“somos más felices que la multitud de nuestros semejantes, puesto que
tenemos la suerte de ser ayudados en este trabajo por las instrucciones de
la Orden de la que no podemos ignorar su autenticidad, por poco que
conozcamos la fuente. Ellas abarcan todo lo que realmente le importa conocer
al hombre”.
La escuela es la Orden, y la Orden es un orden. Un orden,
escribe Martines de Pasqually, es “una sociedad de hombres ligados por
compromisos y motivos con vistas a un mismo fin”. ¿Un orden? Pero todos son
apócrifos, salvo la auténtica Orden. Diferenciemos por lo tanto: el
caballero masón Élu Cohen del universo es “un partidario de la verdadera
Sabiduría”.
Esta Sabiduría, con mayúscula inicial, para evitar cualquier
confusión, es la Sabiduría divina, Dios-Sabiduría, la Sabiduría en Cristo
por quien el Espíritu del Padre procede en el mundo, ya sea como persona,
segunda de la Trinidad, ya sea como personificación. Así, la S
mayúscula es facultativa, como son facultativas las mayúsculas colocadas al
comienzo de los otros nombres divinos (y aquellos que homenajearán más
alto al Santo Espíritu).
En principio, por la razón profunda de que
el artificio tipográfico consolida en la escolástica una metafísica de la
transparencia que la teosofía retoma en su obra. (El riesgo consiste en
erigir la personificación en persona, la energía en cosa, y decaer la
persona en personificación, la cosa en energía, según nuestra opinión).
Después,
porque el Élu Cohen quiere merecer el don de la sabiduría que la Orden le
prepara para recibir y cultivar. Ese don se acrecienta al mismo tiempo que
el verdadero sabio lo aprovecha.
La Sabiduría significa la relación, la
comunicación de su divinidad por la Divinidad; ello significa el Cristo y el
Santo Espíritu, María y la Iglesia; su acción mediadora asociada.
En el
hombre, la Sabiduría se hace sabiduría. Esta sabiduría es la sapientia de la
escolástica medieval, sinónimo de teología mística, la cual es teosofía.
Ciertamente la sapientia es considerada conocimiento afectivo, pero esto
quiere decir que en el cristianismo (también en el judaísmo y en el islam)
la gnosis es agapética, el ágape gnóstico. Saint-Martin lo desarrollará,
Martines no lo ignoró.
Lo mismo que amar al Otro es la forma cristiana de
conocer a Dios. (El Régimen Escocés Rectificado vivirá de este axioma
aplicándolo). La verdadera sabiduría consiste, según el gran soberano de
nuestra Orden, en el conocimiento así cualificado del Ser supremo y de la
materia. El término medio se sobreentiende: el espíritu.
En cuanto a la
parte especulativa, el programa se desarrolla siguiendo la tripartición de
esas tres secciones.
Programa
I.
Conocimiento de la materia.
1. Su origen.
2. Sus esencias constitutivas.
3. Su descomposición
necesaria.
II. Conocimiento del espíritu.
1. Objetivo de la
reintegración de la materia y el alma pasiva.
2. El alma espiritual
activa.
3. Los espíritus malvados.
III. Conocimiento del Ser
supremo.
1. Medio de la reintegración del alma activa.
2. Objeto de
esta reintegración.
3. Los espíritus divinos.
Por
el culto, en forma de teúrgia, completado por una ascesis, el Cohen quiere,
para los fines en lo sucesivo claros, “comprometer al espíritu a
corporeizarse”: “figuras de nubes, de caracteres, u otras, casi siempre
blancas o de cualquier otro bello fuego”. Magister dixit.
La Orden no es una
religión, puesto que su culto no suplanta el culto de la Iglesia, pero, al
contrario que la francmasonería ordinaria, no es solamente religioso, es
cristiano (como el Régimen Escocés Rectificado) y, aún más, forma cuerpo con
la religión cristiana (¿Es esa la pretensión del Régimen Escocés
Rectificado?).
La Orden es judeo-cristiana sin reservas. Nada más
chocante que estos católicos romanos practicantes o aquellos protestantes
piadosos, en el siglo XVIII francés, en una búsqueda intelectual, en el
pensamiento y en la historia, del cristianismo primitivo que su experiencia
espiritual reinventa.
Resumen
El autor anónimo del fragmento que
sigue era cercano a Willermoz, en los archivos en que lo hemos encontrado en
la Biblioteca municipal de Lyon38, avalando y corrigiendo su texto por dos
líneas al margen39.
Siguiendo el programa exhaustivo que ha sido fijado,
resume las materias enseñadas en la Orden y repetidas también, como nunca,
durante las lecciones de Lyon.
La torpeza, lo extravagante a veces de los
giros, fuerzan nuestra incorporación metafórica en la piel del Élu Cohen
medio luchando con un extraño que no podría ser más que un extraño temporal.
DEL ESTADO PRIMITIVO,
DE LA INMENSIDAD DEL
ESPACIO Y DEL TIEMPO
DIOS EN SU INMENSIDAD
La inmensidad tiene como centro a la Divinidad.
En esta inmensidad semejante a un círculo, la Divinidad ocupa el centro, y
este círculo, o esta circunferencia, sólo existe por su centro. Es de este
centro de donde repercuten sobre todas las partes de la circunferencia, y de
estas mismas partes sobre su centro, las virtudes y la potencia. Pero los
más próximos a este centro y, poco a poco, hasta los más alejados, sus
virtudes y sus potencias son mayores o menores en razón de su distancia al
centro.
Esta inmensidad existía únicamente antes de la prevaricación del
Perverso; y es sólo después del instante de su prevaricación que ha habido
un espacio y un tiempo.
EL GRAN EMANADOR
El Ser supremo, el
Eterno, ha existido siempre en él y por él, y no puede concebirse sin
pensar, querer y actuar, desde que existe, desde la eternidad pasada hasta
en la eternidad futura. Él piensa, quiere y actúa continuamente, bien por la
potencia o por el acto.
Por la potencia, absorbiendo en sí mismo, desde
toda la eternidad, todos los seres, todos los productos que deben resultar
por emanación, pero cuyas facultades no pueden, en tanto que se encuentran
aún en él mismo, ser personales a estos seres, no pudiendo ser personales
más que por la emanación que realiza la Divinidad por su acto.
Por acto,
emana, por el resultado de su pensamiento, voluntad y acción, seres dotados
de potencias y virtudes para actuar por ellos mismos con sus propias
facultades que son, a su imagen, pensar, querer y actuar, y por sus propios
atributos que son, a su semejanza, tener la participación, la potencia, la
fuerza, la justicia, la misericordia, etc. Tales son todos los innumerables
espíritus que están en la inmensidad de la Divinidad, que participan de
todas sus facultades, de sus atributos y de sus perfecciones y que como
ella son indestructibles, rindiéndole un culto, alabándole, glorifi-
cándole, adorándole, etc., continuamente; que, leyendo todos en su
pensamiento, sólo tienen una sola voluntad, formando con su principio una
sola unidad.
Es en este centro que reflejan su amor y es por este centro
que se purifica su amor para repercutir continuamente en ellos.
Pero como
el Eterno, por su potencia y sabiduría infinitas, varía hasta el infinito
sus obras, todos esos espíritus puros emanados de él difieren en su grado de
virtud y potencia, según que estén, en la inmensidad, más próximos o más
alejados del centro de unidad que hace repercutir sin cesar en ellos sus
infinitos atributos.
DE LOS ESPÍRITUS EMANADOS
Todo ser emanado del
Eterno participa de sus facultades y de sus atributos; es su imagen y su
semejanza, como porción de la esencia misma de su principio. Los seres, por
sus facultades, son su imagen, y por sus atributos, su semejanza, diferentes
de su principio en que esas mismas facultades son infinitamente perfectas y
en que esos mismos atributos son infinitos en virtud y en potencia, como
difiere el principio del resultado, el generador de su producto, el Eterno,
que ha tenido y que tendrá todo en él y por él, del ser libre individual, el
cual ha sido emanado de su seno y solo existe por él.
El Eterno tiene su
ley en él y por él y tiene, de igual forma, ley eterna e inmutable como su
ser mismo; el ser emanado recibe la ley de su principio y, participando de
su propia esencia, tiene, a su imagen, las mismas facultades, es decir, el
pensamiento, la voluntad y la acción, y consecuentemente la libertad y la
voluntad para pensar, querer y actuar.
Tiene también, a su semejanza, sus
mismos atributos de potencias, virtudes, fuerzas, etc., con la diferencia
antes explicada, no solamente en relación a sus facultades y a sus atributos
con su principio, sino relativamente a todos los demás seres emanados.
1, 3, 4, 10: LA DIVINIDAD Y LO DIVINO
La Divinidad, por su
naturaleza, porta efectivamente el número 1, pero a causa de esa verdad
encierra 3 facultades inherentes en ella, igualmente le conviene el número
4.
Los seres emanados de la unidad universal, no habiendo recibido su
individualidad más que por las 3 facultades de esta unidad y siendo su
resultado, portan también el número 4. Este número se encuentra por tanto en
su imagen, con su principio generador, donde están igualmente las 3
facultades encerradas en su unidad. El cuaternario de la Divinidad es un
número perfecto, que encierra, con las tres facultades de la unidad, su
operación. Así, encierra todos los números, puesto que sumándolos
progresivamente del 1 al 4:
el resultado es el denario, o la
unidad en su circunferencia y donde más allá de la cual no existe nada.
2: EL PERVERSO Y LA PERVERSIDAD
El jefe de una clase, de un círculo
de espíritus puros, complaciéndose en el grado eminente de sus virtudes y
potencias, quiso igualarse a su principio y formar una unidad opuesta a su
unidad eterna; los espíritus de la clase de su círculo y los espíritus de
otros círculos, o clases, leyeron en su pensamiento. La voluntad del jefe
consintió en su pensamiento. Los espíritus de las cuatro clases, con su
jefe, se adhirieron a su voluntad o la rechazaron permaneciendo unidos a la
unidad suprema.
Por esta prevaricación comenzó el tiempo. Al instante,
para separar lo puro de lo impuro, el mal del bien, la unidad eterna y buena
de la unidad temporal y malvada, el Ser superior creó el espacio.
Los
espíritus de esas cuatro clases que sólo habían leído en el pensamiento
malvado del jefe, se encontraron de alguna forma mancillados (porque, en la
inmensidad de la santidad y de la pureza, el sólo pensamiento del mal es una
mancha, siendo los ministros de la justicia suprema para contener y
molestar al espíritu perverso y a sus cómplices.
El número 2, no pudiendo
adaptarse, de ninguna manera, personalmente a ningún ser, en tanto que el 2
es una unidad opuesta a otra unidad, este número caracteriza por tanto a
todo ser cuya voluntad perversa e impura se determina al mal y rechaza el
bien, violando por ello la ley, los preceptos y los mandamientos que ha
recibido de su principio.
ESPACIO, TIEMPO, FORMAS
Habiéndose
manifestado el mal por su oposición al bien, enseguida fueron estable- cidos
el tiempo, el espacio y las formas y, por su formación, los espíritus, o
inteligencias, del eje central fueron emancipados para emanar fuera de ellos
las esencias elementarias constitutivas de todos los cuerpos y de todas las
formas; y todas las formas fueron combinadas, cada una de una esencia pura y
simple y relativa al elemento que le era propio para la incorporación, o la
forma, de cada ser.
Estas esencias elementarias no han podido ser más que
en número de 3, relativamente a las tres facultades.
Estando encerrados
todos los perversos en el espacio y el tiempo, su jefe fue arrojado en el
más profundo abismo de la región sensible; los más culpables de sus
cómplices fueron situados en los espacios tenebrosos de esa región y los
demás perversos cuyo único pensamiento se estaba cumpliendo en el de su
jefe, fueron arrojados sobre la superficie de esa misma región.
Los
espíritus impuros, como seres inteligentes ligaron sus pensamientos los unos
a los otros, los menos criminales que estaban sobre la superficie de su
región se volvieron agentes de sus jefes, no teniendo más que una sola
voluntad malvada, y al no poder formar más que actos impuros, sus
producciones, sus resultados, tienden constantemente a oponerse a la
voluntad de su principio y a querer rebajar la gloria y la potencia del
Eterno.
Todos los resultados del ternario sagrado, teniendo el
pensamiento, la voluntad y la acción, a imagen de su Creador, y los
atributos de las potencias y de las virtudes, a semejanza de su principio,
debían estas tres facultades estar siempre activas en ellos y producir por
su acción las operaciones, los resultados; pero ellos estaban obligados a
producirlas conforme a la ley que su Creador les había prescrito.
EL
DEMONÍACO, 5, Y EL TEMPORAL, 6
El jefe de todos los que prevaricaron en
las clases, o círculos, de los espíritus que habían sido emanados o
emancipados para la gloria del Eterno, contraviniendo la ley que habían
recibido, su operación, o más bien su pensamiento y su voluntad malvada, o
perversa, encontrándose en oposición a su ley y por ello mismo al bien,
añadió a su cuaternario 1, que produjo su número quinario, que es el número
demoniaco de él y de todos sus cómplices; el cual, después del tiempo, les
constituyó a todos como seres quinarios, quedando manchados, en cierto modo,
con su operación malvada.
Es este quinario que, necesitando de la
creación del espacio y del tiempo, produjo el senario, es decir, que las
3
facultades de la unidad concurrieron aquí, por decirlo de algún modo, cada
una por su resultado muerto, como consecuencia indirecta; y de este concurso
de las 3 facultades de la unidad junto con las 3 operaciones que resultaron
de ello proviene el senario, que es el número de la creación del espacio y
del tiempo.
El senario temporal, como resultado de estos dos ternarios,
uno de las 3 esencias elementarias constitutivas de las formas corporales,
el otro del vehículo, o principio de vida, tal y como los principios de las
3 clases de animales o de los 3 reinos corporales.
ÚLTIMOS EMANADOS, LOS HOMBRES
Tan pronto como el jefe de todos los perversos con sus
cómplices fueron encerrados en el espacio y el tiempo, fueron separados de
su principio y, no pudiendo más leer en su seno, no teniendo más
comunicación con la verdad ni el conocimiento del bien, condenados por el
Ser supremo, por analogía con el pensamiento malvado y la voluntad impura
que les había hecho caer de su gloria, a tener constantemente solo el
pensamiento y la voluntad perversas y a producir solamente actos de impureza
e iniquidad.
Pero el gran Ser, cuya sabiduría y potencia concilian
siempre su justicia con su misericordia, emanó de su seno seres puros e
inteligentes, revestidos de potencia para operar en el tiempo sobre las
formas y, consecuentemente, con las facultades de incorporarse a sus
voluntades, pero necesitados, por la ley misma de su emancipación, para
actuar y operar allí conforme a aquello que cada uno de ellos había recibido
para su misión y en razón de la cual fueron emancipados por el número
7,
número del sabath.
ADAM, EMANCIPADO, EL PRIMER MEDIADOR
Para
contener aún con mayor potencia al Perverso y a todos sus cómplices, el
Eterno emancipó a una de estas inteligencias, que fue el hombre, y le dio su
verbo de potencia, con el fin de regir el espacio y el tiempo dominando allí
sobre todos los seres inteligentes que habían sido emancipados para actuar y
operar bajo su autoridad superior en todos estos agentes en potencias y en
virtudes. Por el número de su emancipación, él fue el octonario.
Este
jefe fue incorporado por la potencia del Eterno en un cuerpo simple y
glorioso e impenetrable en todos los combates que el Perverso pudiera
librarle. Esta incorporación se opera por la acción del espíritu mayor, que
necesita operarle sus 3 actos resultantes de sus 3 facultades. Recibió
también la potencia de incorporar las potencias de su círculo, que estaban
fuera del espacio y del tiempo, a fin de ser sus agentes, sus ministros y
sus cooperadores.
El hombre y sus agentes, rigiendo el espacio y el
tiempo, debían contener y molestar allí al Perverso, para manifestar sobre
él y sobre sus cómplices la justicia y la misericordia del Eterno, siendo
para esos espíritus perversos el agente bienhechor de su misericordia, el
ministro de su justicia y un ser intermediario, ya que el Perverso, por la
operación de su unidad malvada a la unidad buena, había roto toda
correspondencia con su principio. Todos esos seres inteligentes, así como el
mismo Perverso, eran los únicos seres que existían en el espacio. Todos los
cuerpos cuyas inteligencias se revistieron y todas las formas que
distinguían esas diferentes regiones solo eran de esencia simple e
incorruptible.
SU LIBERTAD
El hombre, para actuar, poseía toda su
potencia, su fuerza y sus virtudes de la correspondencia, o de la
perpendicular, que subsistía de él a su principio, y por esta conexión él
leía continuamente en el pensamiento de su principio operando la voluntad
con tal potencia que podía variar su forma o cambiarla, reintegrando en él
la primera y produciendo otra, que se operaba por el cambio de acción.
El
hombre, después de haber operado los 3 actos para los que su voluntad era
necesaria y por los que venía a manifestar su potencia en la creación, le
quedaba un 4º por hacer, que debía de operar con la libertad de su voluntad:
bueno, si su voluntad era conforme a su ley; abominable, si su voluntad se
apartaba de dicha ley. En el primer caso, el resultado de su acto debía
realizar su cuaternario, en el segundo su resultado iba a ser un ternario.
SU TENTACIÓN
Su ley le prohibía tocar el árbol de la vida y de la
muerte y el árbol de la ciencia del bien y del mal. El árbol de la vida era
la misma potencia del Ser supremo, como único principio, único generador de
todos los seres; el árbol de la muerte era la pena que su ley le infligía.
El árbol de la ciencia del bien era para él su acto, conforme a su ley, de
unir su voluntad a la de su principio, pudiendo en todo momento leer en el
pensamiento mismo de su principio.
Las alegorías de estos árboles de vida
y de muerte, del bien y del mal, no eran sino una alusión para él del buen
uso o del abuso que haría para operar el 4º acto. Si el hombre hubiese
operado según su ley [la del Creador], siempre habría sido dichoso; seguiría
conservando todas sus virtudes, toda su potencia, porque siempre habría
leído
en el pensamiento del Ser supremo y solo habría actuado
consecuentemente según su pensamiento y por la voluntad de este soberano
Ser. Desgraciadamente para él, se complació en los 3 actos de potencia que
acababa de operar, en lugar de glorificar únicamente a su principio.
Este
pensamiento malvado estuvo en oposición a la ley que había recibido de su
principio en relación a su 4º acto. Él quiso, de cualquier manera, crear por
su propia potencia dotada de virtudes para reconocer a su enemigo, pudiendo,
recurriendo a su perpendicular, leer en el pensamiento del Ser supremo. Su
complacencia en su pensamiento malvado consiguió distraerle de todos los
socorros que dependían de él y que podía utilizar para rectificar su
pensamiento, y descuidó todos los medios que tenía a su alcance para
reconocer a su enemigo.
SU PREVARICACIÓN Y SU CAÍDA
El hombre, por
su pensamiento malvado, dio lugar al Perverso de poder leer en él, por la
misma razón de que él era malvado. Se aproximó entonces a él bajo la forma
de una inteligencia y se anunció como enviado del ser bueno. Esta forma bajo
la cual se presentó al hombre le sedujo; la ceguera que operaba en él su
voluntad malvada le impidió reconocer a su enemigo, que le engañó por su
misma forma y su acción demoníaca.
Finalmente, determinó su voluntad para
adherirse a su pensamiento malvado y actúa en consecuencia. Añade una unidad
a su número octonario, lo que produjo el número novenario, número que le
recuerda sin cesar su crimen, su primer estado, aquél de gloria del que ha
caído, etc..., su estado actual de muerte y de corrupción y su próxima
disolución, así como el espacio, el tiempo y todas las formas que están
contenidas en él.
Por este segundo crimen, el Perverso perdió a un
mediador, un ser intermediario por el que podía reconciliarse. El suceso de
su seducción solo sirvió para alejar de él la manifestación de la
misericordia del Ser supremo y para hacer más pesada sobre él su justicia.
SU MUERTE ESPIRITUAL
El hombre, por su acto abominable, habiendo
operado una producción sensible, un ensamblaje impuro, la incorporación de
un menor en un cuerpo elementario, perdió inmediatamente su perpendicular y,
por lo tanto, su potencia y todas sus virtudes. Fue precipitado al instante
con su producción en la región de los padres y las madres, donde se
encuentra muerto espiritualmente, siendo sólo un ser pensativo y no un ser
pensante, poseyendo únicamente una voluntad debilitada, que es la única
facultad que le queda para expiar y purificarse sobre esta región terrestre,
después de haber sido reconciliado temporalmente por el espíritu tras su
arrepentimiento.
EL VERBO DE DIOS, MEDIADOR PARA EL BIEN
La
prevaricación del hombre, jefe de su círculo, necesita igualmente de la
justicia y misericordia del Eterno un mediador muy poderoso, para contener a
los espíritus perversos y para fortificar la débil voluntad del hombre
contra las seducciones de su voluntad malvada, así como para socorrerle en
todos los peligros a los que estaría expuesto en los continuos combates que
le librarían los espíritus impuros; que pudiese vivificar sus facultades,
penetrar con su luz su pensamiento, purificar su voluntad y ayudarle también
a expiar su crimen; que le reconciliara con su principio y que sacara de su
propia esencia sus virtudes, su potencia, su ley, para perfeccionar y
completar la obra de su misericordia y de su mediación.
Ese sabio
mediador, ese agente poderoso, fue el verbo, la voluntad procedente del
pensamiento eterno, que es la vida y la luz y por lo que todo ha sido
creado. Sus agentes y sus ministros fueron espíritus inteligentes, seres
espirituosos necesitados por su ley para hacer y cumplir la obra por la cual
el Ser supremo les ha emanado y destinado.
Los perversos, condenados a
perseverar en su voluntad malvada y por la obligación de repetir su primer
crimen de oponerse continuamente al pensamiento eterno, a su voluntad, a su
verbo, constituyen, en el espacio y en el tiempo, en razón inversa a la obra
que el verbo opera allí por sus ministros y sus agentes, esta doble ley de
acción y reacción, de donde resulta el contraste tremendo con la pureza, la
santidad, la luz y la vida, y al mismo tiempo estéril, mientras que el otro
[el verbo] vivifica a todos los seres, dispensa su luz sobre todas las
facultades espirituales y, mediante su acción poderosa, hace germinar todas
las virtudes.
EL ESPACIO RECREADO
Después de la prevaricación del
hombre, el Eterno necesitó hacer fuerza de ley sobre sus agentes con el fin
de que operasen actos análogos a aquel por el cual el hombre, por un abuso
deplorable de su voluntad, acababa de contravenir su ley.
Este ser [el
hombre] que había sido emancipado y que había recibido el verbo de potencia
para regir y gobernar el espacio, por él mismo directamente o por
inteligencias secundarias, sus agentes y ministros, para mantener este
espacio y todas las formas contenidas en él en su naturaleza virgen, pura,
simple e incorruptible, habiendo realizado por su prevaricación un acto de
incorporización terrestre, impuro, corruptible y, por ello mismo,
abominable, todo cesa de ser puro y virgen. Los tres elementos se volvieron
compuestos, mixtos e impuros y, por todo ello, novenarios. Desde ese
momento, las formas de los cuerpos tendieron hacia la corrupción y la
disolución, por el combate y la reacción recíproca de esos elementos los
unos sobre los otros.
Esta prevaricación necesita también la fuerza de
ley para la producción de los vehículos de los gérmenes de los cuerpos, ya
que eran por un tiempo corruptibles e impuros, no pudiendo existir sino
sucediéndose los unos a los otros por una generación que, propagándose, por
este mismo acto de propagación recordaban continuamente el origen y la causa
de la corrupción de los cuerpos y de las formas. Tal fue el estado
constitutivo de los cuerpos terrestres y elementarios.
Los cuerpos, no
teniendo más que una existencia momentánea en su forma, sólo se renovaban
sucesivamente los unos a los otros por la generación. No pudiendo nacer,
crecer y conservarse por un tiempo sino mediante la acción y la reacción,
era necesario alimentarles por elementos que tuviesen en ellos la fuerza de
la reacción. Fueron necesarias influencias continuas sobre la tierra, la
matriz de los cuerpos, para producir y formar las formas que, por su acción
y reacción, se volvieron en su mayoría propias para alimentar las formas
corporales. Se hizo finalmente, por la prevaricación del hombre, una segunda
creación o, mejor dicho, este espacio cambió de naturaleza y de objeto
físico.
CONTAGIO DEL CRIMEN PATERNAL
Cuando el primer hombre
cometió su crimen, todos los menores de su círculo, como eran sus agentes,
participaron de ello, por así decir, de alguna manera, y por ello
contrajeron una mancha. Todos los menores que fueron incorporados, y los que
lo serán en lo sucesivo, tendrán por tarea el purificarse de dicha mancha, y
también la tarea que han contraído por los actos impuros de su padre
corporal.
Pero si descuidan los socorros que se les son ofrecidos por el
espíritu mayor y las inteligencias propuestas para asistirles, dirigirles,
inspirarles y fortificarles librándose a los actos de su voluntad impura y
al desarreglo de sus sentidos, deberán entonces expiar esos mismos errores,
lo que aumentará su tarea infinitamente.
NOSOTROS, AQUÍ ABAJO
El
hombre en esta región sensible y bajo el azote de la justicia eterna, su
carrera corporal resulta para él una continua expiación. Sufre por el
intelecto el sensible y siempre tiene que combatir contra el Perverso que le
acciona y le molesta y le aparta de sus ilusiones.
Pero en medio de sus
males, de sus sufrimientos y de sus combates, cuando su voluntad es
conducida al bien, es sostenido por el espíritu mayor, verdadero receptáculo
de las bendiciones y de las misericordias del Eterno del cual él es el
agente poderoso para manifestar su gloria, su potencia, su justicia y su
misericordia, y al que ha autorizado sobre todos los seres contenidos en el
espacio y el tiempo, que están como agentes, como expiantes, o como
sufrientes. Es consolado por las inteligencias propuestas para dirigirle,
que accionan y vivifican sus facultades intelectuales y depuran su voluntad
desordenada haciéndole operar el bien.
Así, por un lado, si él es
accionado por el mal, por el otro lo es por el bien. Estando situado en el
medio, él debe escoger. Si escoge mal, se siente culpable de su elección
malvada.
NOSOTROS, EN EL MÁS ALLÁ
En el hombre separado de su
forma, su ser intelectual tiene que expiar sus manchas, sus iniquidades y su
primer crimen. En ese estado, su pensamiento no será distraído por los
sentidos ni estará sometido por los órganos, expandiendo toda su energía. En
ese estado solo se encontrará ocupado y afectado por su crimen y sus manchas
y, com- batido sin cesar por el Perverso, realizará los más grandes
esfuerzos para superarse, como leer en el pensamiento mismo del Perverso.
Este combate continuo es puramente espiritual, esta expiación es más o menos
fuerte y más o menos duradera según cómo haya entrado aquí de manchado o
impuro y según los esfuerzos que haga, que pueden avanzar o retardar su
expiación.
De este círculo sensible el ser eterno del hombre pasa al
círculo visual, donde debe purificarse, siendo aquí su estado menos penoso y
recibiendo más ayudas.
Finalmente, del visual pasa al racional para
reconciliarse, donde permanecerá hasta el último advenimiento del Cristo y
en donde, después de la disolución del espacio y el final de los tiempos
indicado por el novenario y al cual el denario procederá, volverá a entrar
con todos los demás seres inteligentes en la unidad como en el centro de
toda felicidad.
Pero el hombre que, habiendo prescindido de su forma,
esté unido por sus manchas abominables, por su orgullo, su incredulidad, con
el principio malvado que ha sido el agente opuesto a sus hermanos, va al
abismo portando su pensamiento y su voluntad malvada, para sufrir allí la
privación de todos sus bienes y unirse al centro de la unidad malvada hasta
el fin de los tiempos.
La Figura universal
El
mismo maestro, en el cuadro, ha resumido su doctrina que, según creemos,
sólo es suya en apariencia. Un cuadro del universo en sus tres inmensidades
y, en la cumbre, un arco de la inmensidad divina; el Cuadro universal,
llamado también Figura universal. El mismo Moisés diserta en el Tratado -el
midrach- sobre la reintegración.
Detallamos esta Figura, según el diseño
de Saint-Martin, añadido a su copia del Tratado, para una visión más amplia
y más fina de la doctrina recogida después, y que las lecciones de Lyon
detallan.
Una descripción autorizada
La “descripción” de la Figura
Universal por Jean-Baptiste Willermoz “es una explicación excelente que
facilita mucho la lectura de este cuadro”. El orfebre habla de oro,
escuchemos el consejo de Van Rijnberk, escuchemos a Willermoz.
Preámbulo. “La inmensidad divina que llamamos también mundo divino e
increado [...] domina y separa el espacio universal y los mundos creados, es
una inmensidad sin bordes y sin límites que se incrementa sin cesar y se
incrementa sin fin para contener la inmensa multitud de seres espirituales e
inteligentes que son emanados y forman juntos cuatro clases distintas”.
Primera Clase: Círculo de los espíritus superiores denarios, agentes de
la potencia universal denaria del padre creador.
Segunda clase:
Círculo
de los espíritus mayores octonarios, agentes del verbo de Dios, que es el
ser de doble potencia cuaternaria.
Tercera clase: Círculo de los
espíritus inferiores septenarios, agentes de la acción divina operante, de
potencia cuaternaria divina y operando la triple esencia creadora.
Cuarta
clase: Círculo de los espíritus menores ternarios.
El espacio
universal fue creado para ser el lugar de exilio, de separación y castigo de
los seres culpables que, siendo indestructibles por naturaleza, no podían
ser destruidos.
Despleguemos la carta de ruta de los Élus Cohens.
EL EJE FUEGO CENTRAL
Este espacio está limitado y rodeado enteramente
por una inmensa circunferencia ígnea e impenetrable, denominada
filosóficamente eje fuego central, formada por la multitud de los espíritus
inferiores que han permanecido fieles y que recibieron la orden del Creador
de defender[le] contra toda acción demoniaca, mientras la duración de los
tiempos fijados por la justicia.
EXPLOSIÓN DEL CAOS
Es en ese
maravilloso espacio que, durante la explosión del caos, fueron puestos en
acción y movimiento todas las partes del universo creado, los cielos, los
astros, las estrellas, los planetas, los cuerpos celestes y terrestres y
generalmente todos los seres activos y pasivos de la naturaleza, donde todas
sus partes y cada una en particular operan con una precisión admirable sus
acciones diarias, conforme a las leyes de orden que recibieron del Creador
divino.
EL TERRESTRE
Se compone de dos partes principales: en el
centro de la parte inferior, denominado mundo terrestre, se encuentra el
cuerpo general terrestre de la tierra propiamente dicho, coronado por tres
planetas inferiores denominados Júpiter, Venus y la Luna, que esparcen su
influencia y operan con más inmediatez sobre él en su acción, en
correspondencia con los cuatro planetas superiores.
EL CELESTE
La parte superior del espacio universal, denominado mundo celeste,
encierra a los cuatro planetas superiores llamados Saturno, Sol, Mercurio y
Marte, que forman juntos las cuatro regiones celestes, dominando el universo
y estando en correspondencia con los cuatro círculos espirituales del mundo
supraceleste que los corona y del que hablaremos después. Es en el centro de
las cuatro regiones celestes de ese cuaternario temporal que Moisés ha
situado, con el árbol de la vida, el paraíso terrestre, que los geómetras
materialistas buscan en la tierra. Es en este mismo centro regional que ha
situado al hombre emancipado, puro y santo, imagen y semejanza de Dios, y
que establece la sede de su dominación universal sobre los seres y las cosas
creadas.
EL SUPRACELESTE
Por encima del mundo celeste y de las
cuatro regiones planetarias superiores que lo componen, existe otro espacio
inmenso, denominado inmensidad y mundo supraceleste, creado al mismo tiempo
que los mundos inferiores. Esta inmensidad rodea, protege y defiende de
manera poderosa contra toda acción demoníaca la circunferencia ígnea del eje
fuego central, que limita y bordea para siempre el espacio universal; ella
separa la inmensidad divina increada de los tres mundos inferiores creados;
está habitada y ocupada por la multitud de seres espirituales que el Creador
ha sometido a la ley del tiempo, formando allí, de manera similar a la
inmensidad divina, cuatro clases distintas por su número de acciones, por su
virtud, su facultad y por el grado de potencia temporal del que se
encuentran revestidos.
LOS MENORES, O LOS HOMBRES
El cuarto
círculo, que los sabios han denominado círculo de los espíritus menores
cuaternarios, es un aspecto del centro divino al cual se encuentra unido por
su línea perpendicular. Es en este círculo que le ha complacido al Creador
emanar de su seno y establecer la clase general de las inteligencias humanas
denominadas hombres, por el acto absoluto de su sexto pensamiento de
creación, por ser su cabeza de emanación, sexto pensamiento del que se ha
hecho un sexto día, como si en Dios pudiera haber tiempo, día o intervalo.
ADAM
Es de este mismo círculo del que quiso después emancipar y sacar
al primer hombre que llamamos Adam, aunque ese no sea su verdadero nombre, y
enviarle, puro y santo, a habitar el centro de las cuatro regiones
superiores del mundo celeste estableciendo allí la sede del dominio
universal, en donde le revistió sobre todas las cosas creadas. Es también en
ese centro regional que debían ser emancipados y enviados a su vez todos los
otros menores-hombres de su clase que pedirían al Creador la emancipación
para venir a ayudarle en sus augustas funciones, para oponérseles a la
multitud de espíritus rebeldes y comprimir todos juntos su acción perversa.
Partir del ternario
Las lecciones
de Lyon están irrigadas por la ciencia de los números, reflejan sobre este
punto, como sobre todos los demás, la doctrina del maestro. El lector lo
afrontará en su momento. Después el cuadro de los principales ternarios
llamará su atención.
El
ternario fue escogido, de entre las diez páginas del libro del hombre,
porque él hace comenzar con lo que se tiene. 3 es el número del modo
universal, según todo es producido, y el número de las formas producidas;
número del verbo y del santo espíritu en acción, número de sus agentes
creadores; número de nuestro mundo, de nuestra pobreza o riqueza.
Exhortación de la Sabiduría
MI VOLUNTAD
“No,
yo no quiero que tú te alejes más tiempo de mí, quiero preservarte de ese
estado de muerte en el que te hundes a cada instante. Quiero enseñarte a
observar mis obras, quiero que reconozcas mi verdad en todos tus pasos.
Entonces ya no vacilarás más en tomarme por guía, y tu alma reconocerá que
solo puede ser firme e inquebrantable viviendo eternamente según mi ley”.
EL TERNARIO
“Conociendo por lo tanto que es la
primera ley de los cuerpos, pronto juzgarás que es también la que he
empleado, la más simple, para limitar mis producciones materiales. Juzgando
después que mi ley era una y enemiga de la confusión, este ternario debe ser
universal y servir de principio a todo lo que tiene a los seres con forma;
tú examinarás, en efecto, si puede aplicarse a todo, lo buscarás en todas
partes, y lo que sea más satisfactorio lo encontrarás por todas partes”.
Ahora bien, no
hay ningún triángulo sin un centro, y el centro o la vida sólo pertenece al
Ser creador, mediatamente o inmediatamente. De ahí el santo cuaternario. El
cuaternario es la esencia divina para la emanación espiritual de todo ser
espiritual de vida. Insignes, la emanación cuaternaria del hombre y su
emancipación, igualmente cuaternaria, marcándole, entre todos los espíritus,
con la cifra 4.
Así, de Dios al hombre, éste es el cuarto término,
exterior al ternario, y del hombre a Dios, el cuarto término, en la misma
situación, él es Dios. El alma menor corresponde, en efecto, en el hombre,
con el intelecto, el intelecto con el espíritu, y el espíritu con la
Divinidad. Nunca tres sin cuatro, Dios siempre incluido. Así, divino,
humano, divino-humano y humano-divino, el cuaternario completa el denario
por él mismo dominando sobre el senario del doble triángulo, número de la
creación y ley de todos los números.
La matesis
La matesis es la
ciencia universal de la medida y el orden. Las palabras complementan
formulando el adjetivo, y la ciencia de la medida y el orden, para ser
verdaderamente universal, debe de ser también la ciencia de la desmesura y
del desorden. Lo es a los fines de una técnica de revisión en medida y en
orden. La técnica de los sabios deriva de su ciencia. La ciencia de los
números es el armazón de la ciencia de los sabios. Con palabras, profesor
circunspecto y experimentado de la escuela privada de los Cohens, Willermoz
describe al Príncipe Charles de Hesse-Cassel esta matesis, donde el ternario
preside.
LA CIENCIA UNIVERSAL
“Pienso que existe para el hombre
actual una ciencia universal por la que puede llegar a conocer todo lo que
se relaciona con su composición ternaria del espíritu, el alma y el cuerpo
en los tres mundos creados, es decir, en la naturaleza espiritual, en la
animal temporal y en la elementaria corporal.
No hago aquí mención al
cuarto mundo, el divino, porque no es dado al hombre, en su estado actual,
el leer inmediatamente en este mundo y, si en alguna ocasión lo hace, no es
más que subsidiariamente.
Por esta ciencia puede esperar apropiarse de
las virtudes de los tres mundos y procurarse los frutos.
La ciencia
universal, abarcando las tres naturalezas, se subdivide también en tres
clases o géneros de conocimientos naturales y relativos; y cada una de esas
clases es aún susceptible de algunas subdivisiones particulares, lo que
multiplica mucho las ramas de los conocimientos humanos [...].
LOS CONOCIMIENTOS SUPERIORES
Yo dividiría por tanto la masa entera de
conocimientos en dos géneros únicamente, y para distinguirlos denominaría a
uno superior y al otro inferior, pero como tanto el uno como el otro
pertenecen exclusivamente al dominio del ser intelectual o activo del
hombre, y nunca de la incumbencia de su naturaleza inferior pasiva, el
primero puede aumentar su bienestar temporal por el socorro de los dos
géneros, y multiplicar por ellos los goces propios a su naturaleza y a su
estado actual mixto.
No obstante, la primera especie será siempre
relativamente superior a su objetivo que es totalmente espiritual. Por ella,
la inteligencia, liberándose a alguna clase del sensible a la cual está
ligada, lo eleva a su más alta esfera, y estoy convencido de que en ella se
encuentra el conocimiento del verdadero culto y del verdadero ministerio
sacerdotal, por el cual el ministro ofrece su culto al Eterno, por la
mediación de nuestro divino Señor y Maestro J.-C., para la familia o nación
que él representa.
Es también solamente en ella que he recibido las luces
e instrucciones y en la que he tenido le felicidad de adquirir algunas
pruebas que siempre han sido el consuelo de mi vida”.
Estas líneas
son del 8 de julio de 1.781. Tres años antes su autor confió durante el
convento de Lyon la doctrina de Martines a los Caballeros Bienhechores
cuando salían armados de sus recuerdos y reflexiones; preparó con los
directores alemanes de la Estricta Observancia Templaria la extensión de su
reforma a nivel internacional, tras el convento del año siguiente en
Wilhelmsbad. Soñaba con adaptar la teúrgia Cohen para que la Orden sucesora
tuviera su parte.
“El sistema de la Orden de los Grandes Profesos
difiere esencialmente de los prece- dentes en que, no prometiendo ningún
resultado físico y anunciando únicamente un objetivo espiritual y moral al
alcance de todos aquellos que son admitidos, cumple perfectamente el
objetivo. Pero si a este primero se le añade otro, lo cual también me parece
posible, que promete algunos sucesos físicos en la ciencia natural, antes de
anunciarlo, se debe -así me lo parece- estar seguro de poder proporcionar a
los elegidos los medios ciertos de procurarse la prueba de su verdad”.
El sueño de Willermoz no se realizó, sin duda, simplemente porque el
Régimen Escocés Rectificado es el Régimen Escocés Rectificado, según el
proyecto planeado de Willermoz, atrapado en su propia trampa, y que la Orden
de los Élus Cohens es la Orden de los Élus Cohens, refractaria a todo
bastardeo.
Es por lo que los masones rectificados, con mayor razón si han
accedido a la Gran Profesión, son los mejores candidatos a los Cohens y
viceversa. Sobre este punto, el demiurgo de los Conventos de Lyon y de
Wilhelmsbad no se engañó. El Régimen Escocés Rectificado solo vela para la
doctrina de la Reintegración y por la Reintegración, como la Orden da los
Élus Cohens. En el uno y en la otra sólo difiere el modus operandi.
Elogio
Alabando la calidad del mistagogo, el sedero
lionés y el gentilhombre tourinés coinciden, el incorregible socio y el
“Robinson de la espiritualidad”. “Ese hombre extraordinario como no he
conocido otro igual” escribía Jean-Baptiste Willermoz de Martines; y
Saint-Martin: “Ese hombre extraordinario que ha sido para mí el único hombre
vivo, de los que yo conozco, a quien no pude conocer del todo”.
Incluso después de
distanciarse de la teúrgia ceremonial, porque encontraba en ella demasiada
mezcla con el astral, el Filósofo Desconocido, fascinado por reencontrar en
Jacob Boehme a la Sofía y al Rey del mundo, del que su primer maestro no
había soltado palabra, dedujo que su primer maestro no creía a sus alumnos
dignos de alcanzar tan altas verdades. (Martines les hablaba con palabras
veladas).
No tendrá de él ninguna verdadera queja, antes de hacer este
juicio, más que la de no haberle conocido lo suficiente: “Si Martines de
Pasqually, que era nuestro maestro, hubiera querido conocerme, me habría
conducido de un modo que no hizo, haciendo de mí otra persona”, pero
enseguida la dispensa: “aunque tenga sin embargo obligaciones indecibles
agradezco a Dios todos los días haberme permitido participar, aunque en
pequeña medida, de las luces de este hombre extraordinario [...]”. Esto se
escribió en 1789 como muy pronto y jamás fue desmentido. Y la teúrgia
ceremonial nunca fue execrada.
“La sociedad fundada hacia 1.760 por
Pasqually es, tanto por sus doctrinas como por su objeto, el más interesante
de los grupos ocultistas que en aquella época se abrigaron bajo la acacia
masónica”, constata René le Forestier (1868-1951). El escepticismo de este
historiador de la Orden, que la ha estudiado en profundidad, con fortuna
desigual, rescata la banalidad del veredicto exonerado de toda apelación.
Salvo el pasado y lo relativo, Saint-Martin, nuestro primer profesor,
coincide, junto con d’Hauterive, tercer citado, con Willermoz, sobre su
estado de iniciados: “nosotros nos decimos filósofos Élus Cohens” y “somos
pues masones espirituales”.
Los caballeros masones Élus Cohens del
Universo son filósofos dignos de ese nombre en la época de las cacatúas
parlantes cuya raza no se encuentra aún extinta. Su Orden, su escuela, es la
confraternidad de los sabios filósofos del universo Élus Cohens.
La
filosofía servida por Martines de Pasqually es la doctrina tradicional de la
reintegración, perfecta en Jesús-Cristo, que legitima únicamente las
sociedades de misterios. Todos los martinistas la abrazan, por definición, a
riesgo de enmendarla en el detalle o en la técnica correlativa. Ella
sostiene la teología-teosofía del judeo-cristianismo o del cristianismo de
la Iglesia oriental de Oriente. El mundo espera una llamada de Pentecostés;
esta es su esperanza.
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