PORTAL DEL RITO ESCOCÉS RECTIFICADO DEL GUAJIRO

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EN LA ESCUELA DE UN GRAN SOBERANO (I)
LA ORDEN DE LOS CABALLEROS MASONES
ÉLUS COHENS DEL UNIVERSO
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Robert Amadou
(1924-2006)


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[El texto de Robert Amadou que presentamos a continuación traducido al castellano constituye el Prefacio a su obra magistral
Las lecciones de Lyon a los Élus Cohens, publicada por Dervy (París, 1999) en la colección El Espíritu de las Cosas.
Aconsejamos hacerse con este libro y estudiarlo en profundidad, meditarlo, practicarlo en definitiva, porque esas lecciones son indispensables para todo Élu Cohen.
Dada la extensión del Prefacio, publicaremos las tres partes que lo componen en tres Boletines sucesivos.]

ADVERTENCIA:
En los textos citados, según manuscrito o texto impreso del siglo XVIIIº o principios del XIXº, la ortografía, puntuación incluida, y la presentación han sido modernizadas. Las abreviaciones han sido unas veces desarrolladas, lo más frecuente, y otras veces explicadas entre corchetes y en notas. Los encabezamientos han sido introducidos. La referencia de las obras es dada completa solamente la primera vez que son citadas. Las obras citadas más frecuentemente o las más útiles son designadas por las abreviaciones siguientes:

AJ = Alice Joly, Un mystique lyonnais [sc. Jean-Baptiste Willermoz] et les secrets de la franc-maçonerie, 1730- 1824, Mâcon, Protat frères, 1938 (fac-sim., Paris, Déméter, 1986). Buen libro de historia.

DB = Louis-Claude de Saint-Martin, Lettres aux Du Bourg (1776-1785), préf. Eugène Susini, Paris, L'Initiation, 1977.

JBW = Louis-Claude de Saint-Martin, “Lettres à Jean-Baptiste Willermoz (1771-1789)”, Renaissance traditionnelle, de julio de 1981 a octubre de 1983 (paginación particular).

LF = René Le Forestier, La franc-maçonnerie templière et occultiste aux XVIIIº et XIXº siécles, éd. A Faivre, préf. Alec Mellor, Paris, Aubier-Montaigne, Louvain, Nauwelaerts, 1970 (fac-sim., Paris, La Table d'émeraude, 1987). Compendio inevitable, a pesar de sus numerosos errores.

NN = Un Chevalier de la Rose Croissante [Albéric Thomas], “Nouvelle notice historique sur le martinésisme et le martinisme” ap. Franz von Baader, Les Enseignements secrets de Martinès de Pasqually, Paris, Chacornac, 1900 (fac-sim. Paris, R. Dumas, 1976). Textos y reseñas cogidos de archivos hoy perdidos o inaccesibles.

“Martinisme” = « Martinisme », 2ª éd. augm., 26340 Les Auberts, Institut Eléazar, 1993 (1ª éd. 1979; una nueva edición ha aparecido en la editorial Dervy).Este manual trata de Martines de Pasqually y de su Orden, de L.-C. de Saint-Martin y de su vía interna, del barón de Hund y de su estricta observancia templaria, de J.-B. Willermoz y de su Orden de los caballeros bienhechores de la ciudad santa, de la Orden Martinista después de Papus. Extensa bibliografía. La crónica saint-martiniana, actualmente publicada en la revista l’Esprit des choses, en la que se da una bibliografía (nº 7), ha puesto “Martinisme” al día en dos ediciones. Un volumen paralelo lo ilustra: Textes martinistes, Paris, SEPP, a aparecer en 1998.

Portrait = Louis-Claude de Saint-Martin, Mon portrait historique et philosophique (1789-1803), Paris, R. Julliard, 196l (nueva edición en preparación).

VR = Gérard (sic pour Gerard) Van Rijnberk, Un thaumaturge au XVIIIº siècle, Martines de Pasqually, sa vie, son œuvre, son Ordre, t. I, Paris, F. Alcan, 1935; t. II, Lyon, P. Derain-L. Raclet, 1938 (reedición autorizada por RA, con introducción, Hildesheim (RFA), G. Olms, 1982). Libro fundamental, erudito e inteligente.

VR, Episodes = G. Van Rijnberk, Episodes de la vie ésotérique, 1780-1824, Lyon, P. Derain, s.d. [1948]. Libro de las mismas cualidades que el precedente.

 

I. UNA ESCUELA EN ORDEN

LA ESCUELA DE PASQUALLY

 

Estas lecciones se impartieron en Lyon y, efectivamente y como debe ser, en una escuela. Pero, ya que había una escuela, y como es necesario nombrarla ahora, la denominaremos Escuela de Burdeos. París, Toulouse y el mismo Lyon podrían disputarle el título, pero tan solo eran sucursales que ciertamente lo debían todo a la primera casa madre, tanto en relación al número de alumnos como a su actividad. “Mi primera escuela”, recordaría posteriormente un anciano conocido como Saint-Martin.
Escuela de Burdeos, para empezar, debido a su fundador, Martines de Pasqually, según la forma usual del patronímico o del hierónimo, en parte transmitido por su familia, con la substancia del saber dispensar, pasaría en la capital de la Guyenne la parte menos oculta de su carrera donde su vida se dedicaría totalmente a conducir sus establecimientos; después de Puerto Príncipe, en 1.774, entró en los círculos de expiación y purificación.
Escuela de Burdeos, por defecto, porque aún se ignora de dónde surgió este personaje, extraño por su lenguaje y simple en sus hábitos, que era “de un desinterés y de una sinceridad por encima de cualquier sospecha”, este auténtico mistagogo. Este es el hecho.
En su tallo germinante, a expensas de los ilustrados radicales, de los filosofistas en bandas y de una logia masónica descarriada, funcionaba sin embargo una escuela de misterios. Estaba constituida como una sociedad iniciática, de ese tipo de sociedades que pasan por secretas y no porque sean clandestinas, sino por consonancia con sus muy altos y profundos objetivos, y porque sus ritos se consideraron secretos. La crítica externa ha dejado al hombre en la oscuridad hasta los veintisiete años, aproximadamente, excepción hecha de la deducción, realizada algunos meses después del acta de defunción, de la fecha de nacimiento.
Ahora bien, en 1.996 fue decisiva una nueva biografía: “Martines de Pasqually, militar”, de Christian Marcenne. El investigador aclara un amplio panorama de la juventud de Martines, aproximadamente después de 1.737, atrasando como consecuencia una docena de años su fecha de nacimiento en torno a 1.727, fecha oficial y admitida actualmente. Sobre todo, en el otro extremo del hilo de Ariadna tomado finalmente, nos esperan la familia y la comunidad religiosa, la infancia y sus años de formación.
Analizando, sin embargo, la estructura administrativa y la enseñanza propia en la escuela de Martines, la crítica interna que declara al mistagogo le especifica, gracias a un cuadro minucioso del sistema y del programa. De lo que se concluye un origen marrano.
Sociedad secreta, el sistema es el de una Orden, ni militar, ni religiosa sino de una compañía donde los miembros se juramentan para vivir según ciertas reglas, siendo relevante en la francmasonería. Precisemos algo más: de la variedad escocesa en la especie masónica, en el seno de un género iniciático o mistérico; escocesa, es decir, en esta acepción, de origen francés e imbuida a la vez de caballería y de ocultismo.
En el programa, una teosofía que parece combinar de manera singular la Kábala teosófica-teúrgica y extática con el cristianismo -¡qué kábala!, ¡qué cristianismo!- en afinidad con las magias, las gnosis y las místicas de la época, que los especialistas califican de intertestamentarias, es decir, entre doscientos años antes y un siglo después del nacimiento de Jesús-Cristo.
Nuestra escuela, nuestra Orden no se propone únicamente, tal como se realiza en la francmasonería, una y diversa, hacer hombres dichosos, cada uno en su estado presente, sino que los remite a su primer estado primitivo, perdido, después de la caída intrínseca al crimen de Adam, al estado de hombre o de verdadero masón. Ese masón que ha recibido verdaderamente la luz colabora con Dios y sus ángeles en liberarse y salvar al mundo; ese maestro que, en verdad, ha resucitado, trabaja en ellos. Al fin y al cabo, la verdadera felicidad.

LA INSTRUCCION RELIGIOSA

Enseñar aquello eleva la instrucción religiosa. Esa instrucción indispensable al hombre caído le había sido conferida en primera instancia exclusivamente desde el principio sin división. La prevaricación de Cham, segundo hijo de Noé, de una gravedad que el vulgar ignora, acometió un cambio en el modo de enseñanza.

“Se hizo sentir entonces aún más la necesidad de clasificarla, encerrándola en sus límites justos, y distribuirla con una mayor circunspección. Desde entonces fue dividida en varias y distintas partes:

1ª. La enseñanza de la doctrina dogmática fundamental y del culto interior, siendo reconocida como necesaria para todos, fue destinada a todos sin excepción.
2ª. El conocimiento histórico de las causas originales y de los hechos relativos a la creación del universo temporal y su destino, del objetivo primitivo de la creación del hombre general, de sus funciones temporales en su primer estado, de su caída y de sus deplorables consecuencias y, finalmente, los medios para operar el culto exterior para las necesidades particulares se concentró en un pequeño número de hombres escogidos y quedó reservado a los jefes de las grandes familias, después de ser suficientemente probados. Es allí donde se encuentra el origen de las antiguas iniciaciones secretas más o menos degradadas y corrompidas, según el genio de los pueblos que las adoptaron, cuyos vestigios se encuentran en todas las partes del mundo habiendo servido asimismo de base a la buena mitología, siendo desnaturalizadas en todas partes, pero siendo conservada pura en la santa filiación patriarcal, cuya tradición ha sido transmitida de edad en edad y que ha llegado hasta nosotros.
3ª. El conocimiento de las leyes ceremoniales, de los sacrificios y de las operaciones secretas del gran culto divino y de los grandes nombres divinos, cuya invocación realizada por el operante constituía su virtualidad; la fuerza y los grandes resultados de sus operaciones fueron reservados únicamente al jefe patriarcal que se convirtió en el gran sacerdote general de la familia humana y de sus sucesores”.

Firmado Jean-Baptiste Willermoz (1.730-1.824), myste de primer rango y coautor de las lecciones de Lyon.
He aquí el porqué, he aquí cómo la escuela de Martines reivindicaba el monopolio de una parte de la instrucción religiosa, la parte misteriosa y mistérica que completaba las dos primeras partes inalienables para las cuales su interés y su trabajo iban a la par, sin que en esto último gozara de exclusividad.

CABALLEROS MASONES…

Título oficial de la Escuela: Orden de los Caballeros Masones Élus Cohens del Universo. Masones significa, sin lugar a dudas, franc-masones, pero el contexto inmediatamente insinuado da a la palabra el sentido de hombre verdadero, tal y como el Eterno le había emanado y tal y como la Orden, ver más arriba, la escuela en Orden, le enseñaba a reintegrarse. La obra verifica al hombre. El hombre verdadero comienza por ser el hombre en la obra. Ahora bien, la obra prescrita entre los dos es la de un sacerdote, Cohen en hebreo, donde la elección lingüística es importante.
Este singular régimen de la francmasonería escocesa reivindica la herencia caballeresca; esta le dota de pretendidos “altos grados” que constituyen, en realidad, el adytum [cámara secreta] del templo. Muchos grados del escocismo incorporan la palabra “caballero” y obligan a combatir, como continuidad simbólica o real de las órdenes militares de la Edad Media; el caballero masón, según Martines de Pasqually, se enrola entre las fuerzas del Bien, bajo la forma de símbolos impregnados de la manera más real posible. La más real o la más oculta, incluso en el escocismo.

(Conviene evocar aquí la teoría desarrollada en la Orden de los Caballeros Bienhechores de la Ciudad Santa, segundo conservatorio de la enseñanza martinesista, organizada en 1.778- 1.782, por Jean-Baptiste Willermoz. No hay ninguna ascendencia Cohen de esta orden en la historia, ni seguramente en ningún otro régimen escocés -incluida la misma Estricta Observancia Templaria, que no sería más que una reforma, o sería mejor decir sustitución, al igual que esta palabra es más apropiada a la EOT y a los CBCS en relación a los Élus Cohens-, pero más que una filiación putativa, o sea simbólica; la francmasonería, perfeccionada en el escocismo del que los Caballeros Bienhechores, a instancia de los Élus Cohens tutores, se afirman como los Únicos representantes auténticos, siendo descendiente de las órdenes ecuestres, en especial de la Orden del Temple, del tronco inmutable y desgajado de una Santa Orden primitiva. Es por tanto natural que la instrucción secreta de los Grandes Profesos, cuya clase corona la Orden de los Caballeros Bienhechores, recuerde los deberes de los Élus Cohens, caballeros y masones, traduciendo rápidamente: “No olvidéis que como caballero estáis volcado irrevocablemente al servicio de la humanidad, y no perdáis de vista, como profeso y como masón, que el error del hombre primitivo lo precipitó desde el santuario al porche, y que el único objetivo de la iniciación es el de hacerle remontar desde el porche al santuario” - Explicación final).

ÉLUS COENS…

Élus Cohens, elegidos, la alusión en el título de una obediencia masónica no deja lugar a dudas. En el grado de maestro, tercero y último de la masonería azul, el compañero ha muerto, resucita con Hiram. Por Hiram, el arquitecto tirio del Templo de Salomón, víctima de su fe, los elegidos del escocismo tienen por vocación castigar a los asesinos. Martines traslada, explícitamente, el objeto de la venganza designando a los enemigos de Dios. Al hombre verdadero de vengar el honor del Dios vengador, sus enemigos son los suyos y lo inverso nos engaña. El masón es elegido para este fin; los Cohens, que también son caballeros masones, manejan las armas llameantes de las que le provee la Orden. (Los Caballeros Bienhechores dispusieron de otras armas que son análogas, y el cuarto grado simbólico, en el umbral de la Orden Interior de los CBCS, descifra al Cristo bajo Hiram).
La institución feudal de los caballeros ha conocido órdenes a la vez militares y religiosas, y de entre ellas la Orden del Temple es la más deslumbrante. La Orden de los Élus Cohens, correlativamente, quiso que sus caballeros fueran también sacerdotes, militares y religiosos especiales. En sus primeras planchas redactadas en Toulouse en 1.760, Martines de Pasqually parece desdeñar los grados simbólicos a los que desprecia y preconiza los altos grados, a los que asimila a sus caballeros levitas, sus cohanim, sus leviim cohanim.
La Ultima expresión es bíblica (KoHaNIM HaLeVIiM, del libro del Deuteronomio); ella designa al clérigo asignado al santuario central de Jerusalén. Los levitas son los descendientes de Levi, tercer hijo de Jacob, y su tribu está designada a la función sacerdotal. Aarón, hermano de Moisés, ambos levitas, es el ancestro de los sacerdotes propiamente dichos o cohanim. El Eterno mismo lo decidió así en el monte Sinaí. En nombre del pueblo hebreo, los Cohens o Coëns rendían un culto múltiple: sacrificio, don, homenaje, acción de gracias, comunión de fieles con Dios y entre ellos mismos, expiación, purificación y bendición.
¿Será por esta razón por la que Martines “se esfuerza por volver a los principios esenciales de la Masonería a ciertas logias que estaban muy sensiblemente apartadas en esa época”?. Pero en todos los grados de los elegidos el mito instaurador se corresponde con el puñal ritual, y no solamente en los elegidos que son Cohens o en los Cohens de elección, incluso si los élus cohens (antes de los Caballeros Bienhechores) denuncian los otros sistemas masónicos como “apócrifos” y si su realización excepcional (única, diría yo, dejando a Cagliostro en una respetable sombra) del mito en la historia, y en la historia santa, por una liturgia eficaz -donde el derecho al cuchillo sacrificial- puede justificar esta presunción.
El Élu Cohen es por tanto un sacerdote elegido. Su elección no proviene de la raza o de la tribu; proviene de la gracia de Dios y del deseo asumido por el hombre. Elegido de ese modo, el sacerdote, o el Cohen, es un caballero; el caballero, es un sacerdote.
“Esto sería por tanto, de alguna manera, un ensayo de restauración del sacerdocio judaico en la Masonería interior”. Para el que sabe hacer a Guénon llevar la piedra, el contra- sentido indica el buen camino.
El nombre compuesto de Élu Cohen designa tanto a todo miembro de la Orden, franqueados los citados tres primeros grados simbólicos, como a un grado particular de elegido. Este grado de elegido, siempre sinónimo para Martines del Élu Cohen, en sentido restrictivo, “se refiere a la elección especial de la tribu de Levi, destinada al servicio del templo. Él opera virtualmente para la purificación de la forma [es decir, de las envolturas de materia pasiva] y sobre el ser espiritual menor [es decir, el hombre, en tanto que última emanación] que le vuelve susceptible de convertirse en receptáculo de la potencia divina de las acciones espirituales de los jefes regionales terrestres y celestes [de otro modo los buenos ángeles de las dos más bajas inmensidades, dibujadas sobre la Figura Universal aquí abajo] y que, por su renuncia a los cinco sentidos materiales figurados por los cinco metales [durante la ceremonia de iniciación, o de ordenación, del maestro élu], o a los cinco jefes regionales demoníacos, declara querer comenzar su expiación”.
Metódicamente, el élu se distingue del cohen, aunque el ideal, gracias al deseo, sea aquel del Élu Cohen. Distinción sutil con gran sentido: los Élus sólo son receptáculos de operación; los Cohens son verdaderos seres. La acción realiza a la persona plena, el contacto proporciona el ser (Esta noción central de relación conocerá una bella fortuna filosófica y teológica en aquella que Joseph de Maistre nominaba como “el más instruido, el más sabio y el más elegante de los teósofos modernos”, a saber, un cierto hermano Saint-Martin). Ciertamente el ideal reside en ser Élu Cohen, pero la mistagogía se debe encaminar al alumno por grados; de allí el grado estratégico de élu.

DEL UNIVERSO

Los Élus Cohens del Universo celebran un culto de naturaleza teúrgica; los Réau-Croix ordenados, en todo momento, por así decir, que son plenamente Élus Cohens, y los miembros subalternos, “recibidos” o “iniciados” u “ordenados” en la jerarquía, en la medida auxiliar de su capacidad. También una primera clase, comprendiendo los tres primeros grados denominados simbólicos, está habilitada para operar relativamente en el primer círculo que es el de los cuerpos de materia aparente; los maestros Élus, en la segunda clase, relativamente en el segundo círculo del ser espiritual y corporal; después en concordancia.
La Orden entera forma sobre la superficie terrestre una circunferencia particular que es el receptáculo de las acciones espirituales celestes; y son admitidos todos los hombres que deseen entrar allí de manera sincera. Tantos hermanos tantos puntos, y el espíritu divino radiando en el centro sobre todos los puntos. En relación con los siete dones del espíritu, siete clases dividen la circunferencia; después, siete grados representados por los seis círculos o divisiones interiores, más uno vital y central: el Réau-Croix, hombre verdadero, en el aspecto del verdadero Dios.
Cambiemos de metáfora descendiendo la escala de grados. Están repartidos, con ese grado de libertad que el simbolismo autoriza, en clases místicamente localizadas.
En lo alto de la escalera, aunque no en la cumbre del templo, sino en realidad en el santo de los santos, el último grado o el primero, séptimo o décimo, está la cuarta clase, no situándose fuera de ella: el Réau-Croix o Maestro Réau-Croix, conocido aquí y allá como Réau-Croix y de Oriente.
En la tercera o cuarta clase, la del templo o del santo, una primera o última triada: Comendador de Oriente, o Aprendiz Réau-Croix, denominado aquí y allá Comendador de Oriente y Occidente; Caballero de Oriente, llamado también Gran Élu de Zorobabel; Gran Arquitecto, o Maestro Gran Arquitecto, o Gran Maestro Cohen (que no significa Gran Soberano de la Orden).
Segunda tríada, segunda o tercera clase, el porche, en todo caso: Maestro Cohen, llamado aquí y allá Maestro Particular, Compañero Cohen y Aprendiz Cohen.
Debajo de la escalera, o mejor dicho, en su base, o sobre el camino que conduce a su pie, en una pendiente muy suave, la primera o última tríada y primera clase, la clase simbólica: Maestro, Compañero y Aprendiz azules.
A propósito, la lista ha omitido un grado, no porque sea insignificante, sino porque no tiene equivalencia en los demás sistemas de los altos grados masónicos, al cual se asimila, en la forma, el sistema enseñado por Martines de Pasqually. Este grado es el de Maestro Gran Élu, o Gran Élu, o Maestro Élu, o Maestro Perfecto Élu, llamado también Maestro Élu Cohen a riesgo de provocar un equívoco instructivo; el Elegido evocado al instante. Entre la clase simbólica y la del porche está la bisagra o la cuña ¿Es el más alto de los grados simbólicos, o el más modesto de los grados del porche? En realidad se acomoda mejor a una clase única específica para él, siendo entonces la segunda, ya que ese grado corresponde a la elección mercuriana de la tribu de Levi por Moisés, por orden del Eterno, mientras que la clase anterior o previa representa al pueblo hebreo, elegido en su conjunto bajo el signo de la luna.
Puesto que existe el Maestro Élu, esperamos de él lo mejor, e incluso la perfección, que su nombre tiene el derecho de incluir en diez letras. En efecto, esté integrado este grado en la primera o en la segunda clase y una clase suprema se concede al Réau-Croix, o esté el Maestro Élu incorporado en una segunda clase entre el umbral simbólico y un porche tripartito, desemparejándolo al de Réau-Croix, siendo entonces, gracias a su presencia, el denario, esta vez se encontraría alrededor del centro intacto (Once grados en el sistema, se ha creído decir: está mal calculado debido a la ignorancia de lo que son los números y los grados).
Otra cuenta favorece los siete grados superiores y, no importa su eventual clasificación, les asigna a tres etapas de la instrucción religiosa en su parte reservada: los hermanos del porche, entrenados por el Maestro Élu, estudiando la naturaleza divina, espiritual, humana y corporal; los del templo, a los que introduce el Maestro Élu, y que aprenden la teúrgia teórica; finalmente los Réau-Croix, séptimo grado en este caso, que practica el culto teúrgico.
Bajo los auspicios del septenario vemos incluso en la circunferencia de los miembros de la Orden una imagen de la circunferencia espiritual trazada por los siete agentes planetarios que dividen la creación universal. Antiguamente, el hombre, en su centro, les comandaba. Hoy en día, deportado, debe de remontar por el mismo camino, pagando a cada uno de estos agentes principales el tributo de expiación y de justicia para que le sean devueltos los siete dones espirituales dilapidados por su desastre, en el sentido tanto literal como figurado de la palabra.
Un joven Élu Cohen, ya filósofo, aún desconocido, deslizaba en su cuaderno estos dos pensamientos: “La palabra de Cohen lleva 34, porque es la incorporación del menor en el elemental”. Sea, en menosprecio de la guematría cabalística, el hombre-Dios, 4, prisionero en el mundo de la creación, 3. Pero los “c… [sc. Cohens] triplican todas las letras hebraicas, a causa de los tres mundos”. El cohen del universo es el hombre aquí abajo en relación activa con los dos mundos. En lenguaje técnico, ese hombre verdadero es el réau; y el réau, cuya vergüenza transmutada en gloria culmina en el Réau-Croix, que significa hombre-Dios de la tierra, elevado por encima de todos los sentidos espirituales, o receptáculo temporal, sobre el cual la gloria y la justicia del Creador se operan y que opera para la gloria y la justicia del Creador.

EL CULTO PRIMITIVO

El pago del tributo y la felicidad del genio recuperado dictan un culto. Este culto es cuádruple: culto de expiación, culto de purificación, culto de reconciliación y culto de santificación; y cuádruple es la correspondencia: el último culto, que es primordial, en el pensamiento divino, el tercero en la voluntad o en el verbo, el segundo en la acción, y el primero en la operación.
El hombre en su primer estado no tenía operando para sí sino un culto de santificación o alabanza; él era el agente por el cual los espíritus que debía restablecer tenían que operar en los otros tres. Habiendo caído, debe de operarlos todos por sí mismo. La forma del culto también ha cambiado; o mejor dicho, el hombre no puede en lo sucesivo ir más allá de las formas y del culto del Cohen estando sujeto a las leyes ceremoniales. Puesto que los espíritus intermedios se imponen en el estado -son los dioses de la teúrgia establecidos por Martines-, como la forma corporal impone las formas, comenzando por la suya propia, no abusamos de una vía de repuesto. Pero si el trabajo es de ángeles, el culto sirve al Eterno, en provecho de cada Cohen, en provecho de la humanidad, en provecho de los espíritus perversos, y en provecho de todos y de todo (ya que del aniquilamiento se aprovecha la materia) a la gloria del Gran Arquitecto que es Dios.
Willermoz explica el sentido de la sigla “R.+” de la cual hace seguir su firma: no rosa-cruz sino réau-croix. Aunque los rosa-cruz detentan verdaderos conocimientos “su base se encuentra por entero en la naturaleza temporal; operan únicamente en la materia mixta: es decir, mezcla de espiritual y material, teniendo consiguientemente resultados más aparentes que los Réau- Croix, que sólo operan sobre lo espiritual temporal, y cuyos resultados se presentan bajo la forma de hieroglifos”.
Réau-croix significa poderoso sacerdote, los réaux-croix son los únicos que han conservado: “la potencia de ordenación sacerdotal del culto primitivo; estos así ordenados se denominan Cohens”. (Willermoz riza el rizo: así en la Orden de los réaux-croix, denominada Orden de los Caballeros Masones Éus Cohens del Universo, reside “la Orden por excelencia, en toda la fuerza del término”; presagiamos que el culto del sacerdote primitivo no tiene punto de comparación con el del sacerdote cristiano literalmente, porque Jesús-Cristo perfeccionó allí el sacerdocio primitivo; pero en el clero católico romano la teúrgia ha caído en desgracia).
La Orden posee además de su opulento ritual, un libro de referencia. Martines de Pasqually anuncia, en el título, la victoria prometida a los caballeros blancos de la gran guerra cósmica, que no sin motivo son Élus Cohens del universo: Tratado de la reintegración de los seres en su primera propiedad, virtud, y potencia espiritual divina. Las instrucciones explican el ritual, de las cuales muchas son ya parte integrante, y el tratado, del patrimonio de los réau-croix. Lo más importante, las lecciones de Lyon, aquí publicadas; las otras instrucciones catalogadas enseguida abrirán la perspectiva.
El culto cohen surge en parte del judaísmo, se asemeja al culto judío y, con sus holocaustos residuales, al culto judío de los cohanim, pero este no es el culto judío y el sacerdocio cohen, no es el culto judío restablecido, ni para el honor del pueblo elegido para siempre ni para su indignidad temporal. Una y otra de estas cualidades, no obstante, lo caracterizan tras mil setecientos cincuenta años, que para nosotros son dos mil años.
El pueblo judío debe ser visto como el primero de todos los pueblos, depositario de la ley divina, escogido para ser el heredero legítimo. Este pueblo ha infravalorado la mano que le ha colmado de bienes y la herencia ha pasado a otras manos y los elegidos han sido castigados. Pero no estamos subrogados a ese pueblo sino por un tiempo. Ellos guardan la diferencia.
El rosa-cruz en la francmasonería, decía el barón de Tochoudy, “el rosa-cruz es el catolicismo ascendido”. Hagamos la traslación: el Réau-Croix es el judeo-cristianismo ascendido. Así, el culto de los Élus Cohens no está consagrado por su religión a rivalizar con el culto cristiano y, de hecho, se abstiene de ello. Mejor, si el templo masónico puede, y si debe por un cristiano que lo examine, articularse por la construcción sobre la Iglesia, la teúrgia de los élus cohens y, por consiguiente, su templo con su aspecto de circunferencia y su altar cuadrado participan esencialmente del cristianismo.
“Lo uno no quita a lo otro”, escribe maravillosamente Martines a un escrupuloso. Pero también: “Nuestra Orden está fundada sobre 3, 6, 9 buenos preceptos: los tres primeros son los de Dios, los otros tres, los de sus mandamientos y los tres últimos los que profesamos en la religión cristiana”. O sea Noé, el Antiguo Testamento y el Nuevo del que procede la Iglesia.
¿Qué Iglesia? Sin duda, la Iglesia Cristiana. Pero ¿qué es la Iglesia cristiana según el corazón de Martinez?, ¿qué es el cristianismo en el sistema de los neo-cohanim?
En la escuela de Pasqually la sabiduría, o la Sabiduría, divina ha diseminado verdades por todas partes, en particular en el judaísmo, que predominaba antes de la venida del Cristo y que ha dejado huella en la Orden, pero el Cristo, que es la Sabiduría misma, corona, recapitula y sublima esas verdades. Es ese hombre y ese Dios, ese hombre-Dios, ese “hombre-Dios y divino”, como dice Martines, para distinguir al nuevo Adam de entre los hijos del primer hombre, que son todos “hombres-Dios”; es la verdad. Es la verdad y la vida y la vía. Su Iglesia es la Nueva Israel, sin que Israel deje de ser Israel. (Pero preguntémosle: ¿Queda Israel como ella misma, a título honorario, o por su función reajustada?).
Por penosa que sea la ignorancia actual de los sacerdotes que han querido ser la Iglesia, la Iglesia sigue siendo el asilo de la verdad, del espíritu y de la luz, así como de la humillación que conduce al amor y a esa obsesiva felicidad. Sus mismos sacerdotes son poderosos, porque ofrecen el sacrificio real y es su privilegio. La Orden desea ayudar a la Iglesia, enseña a los Cohens a captar el sentido olvidado o escondido de muchas verdades capitales del cristianismo. El principio es seguro. En el uso, o bien posiciones inhábiles o bien la dificultad del tema a veces ponen en situaciones embarazosas. La hipótesis del esoterismo o de la relegación, sea deliberada o accidental, palia esos defectos, sin más.
Concediendo a esta hipótesis el beneficio de inventario y bajo la reserva de prepararla, un tratamiento menos oportunista, e incluso radical, parece sólo apto para apartar las peores dificultades.
El catolicismo no es el cristianismo, replica Saint-Martin a Chateaubriand, elaborando una lista corrosiva en alta mar de sus diferencias. El Cristianismo de Martines no es el de la Iglesia de Roma; y el Filósofo Desconocido es, en este punto crucial, Cohen in aeternum.

“JUDEO-CRISTIANISMO”

Tocamos fondo: el cristianismo de Martines que vivifica la teoría y la práctica de la Orden de los caballeros masones élus cohens del universo, no es el cristianismo latino ni el cristianismo bizantino, sino el cristianismo de Antioquía; su Iglesia virtual es la Iglesia siria, en tanto que la iglesia siria de Antioquía ha recogido la sucesión de la primera comunidad cristiana de Jerusalén, de la que Santiago, hermano del Señor, fue su primer obispo, y que se fundamentaba en el cristianismo estricto. Su liturgia no se había divorciado de la liturgia judía y su gnosis ortodoxa bebía de las fuentes muy antiguas de ese gnosticismo judío que los cristianos pervirtieron en gnosticismos heterodoxos. (De las mismas fuentes muy antiguas Moshé Idel ha mostrado que deriva la Kábala, por vía del Sefer Iezirah).
Desafiando a los desconcertados cientifistas, persisto en hablar, profesando el judeo-cristianismo, y creo estar autorizado, en condición de explicar, en qué sentido actual se toma y se interpreta esa palabra.
Convengamos en llamar “judeo-cristianismo” a la aparente síntesis de una práctica judía, codificada por Moisés en las implicaciones doctrinales, y de una cristología donde se analiza la fe en Moyses novus, Jesús de Nazareth, el Cristo o el Mesías. Después matizaremos esta definición tan general.
En el primer siglo de nuestra era la abundancia de sectas judías se encuentra mucho mejor asentada por la historia y la arqueología; la de las creencias cristianas también.
No solamente a comienzos de nuestra era la escuela judía de Shammai y la escuela judía de Hillel se acordaban el reconocimiento universal de la jurisdicción sobre los Pueblos de la ley noaquita en siete mandamientos, de los que tres son mayores, oponiéndose sobre su naturaleza salvadora (Shammai, la niega, Hillel, la afirma). Pero aun paralelamente al movimiento de los fariseos, donde coexisten las dos escuelas precedentes, y en parte interferencias evidentes, se desarrolla, a partir del siglo IIIº antes de nuestra era, una corriente apocalíptica, en el doble sentido de la palabra apocalipsis: los misterios del reino de los cielos revelados y la previsión de los últimos tiempos. (Una anfibología similar caracteriza la profecía y el profetismo).
El primer movimiento condujo al judaísmo propiamente dicho, talmúdico y rabínico; la segunda corriente, representada por los esenios, los samaritanos al margen, y al margen también una apertura a los musulmanes mutazilitas, desembocó en el karaísmo, en el hassidismo y en la kábala medieval, más que milenaria.
En el primer caso, se trataría de una tradición legalista y, en el segundo caso, una tradición mística, remontando, la una por escrito y la otra oralmente, hasta Moisés, el maestro común. La expansión le la kábala en el seno del judaísmo normativo y la atadura de los esoteristas a la letra pura, si no a la pura letra de la Torah, validan las pasarelas, así como las usurpaciones esenciales. (Lo mismo que en el rabinismo, tendencias gnósticas han caminado en el cristianismo normativo).
Los cristólogos han sido durante dieciocho o diecinueve siglos, altos o bajos, pobres o ricos, en un mayor grado o con más matices, actuantes de la naturaleza humana o divina, de la naturaleza humano-divina o de las dos naturalezas humana y divina de Jesús-Cristo; de la humanidad y de la divinidad del Mesías crucificado y resucitado.
Entre los judíos flotantes se encontraba también en la época la idea y la imagen y el mismo lugar del Mesías que los cristianos personificaron en rabbi Ieshuah. La resurrección de Jesús, hijo de María, verifica su advenimiento, más allá del escandaloso suplicio, y entusiasmó a sus discípulos que vivieron, murieron y revivieron con él, en él y para él.
Ninguna tesis cristológica es herética antes del concilio de Nicea en 325. Antes, como después, se habilitaron diferentes teologías, rindiendo cuenta de un mismo dogma cristiano. El cristianismo puede no ser paulino, o no ser totalmente paulino. La carta de Santiago, al menos, no paulina, pertenece al canon de las Escrituras y Pablo ¡se presta a tantas interpretaciones! Escritos gnósticos reputados como heterodoxos erigen a Pablo de Tarso, que pasó por otra parte como enemigo jurado de sus adeptos, como doctor eminente, o primero, lo que invita a reflexionar sobre la gnosis necesaria.
A la unión del judaísmo con la cristología no le faltaron influencias en sus formas respectivas. Así, de la persona terrestre y celeste del Mesías, Hijo o hijo del hombre o Hijo o hijo de Dios, se introdujeron categorías angelológicas, así como un mesianismo marcado al lado de los apocalipsis. Así, de una inevitable teoría de las dos alianzas, la antigua y la nueva, tal y como anota la Epístola de Bernabé, esbozándola, se expresa en las homilías pseudo-clementinas. Después de todo, la interpretación convierte en arbitraria la distinción de formas respectivas. La síntesis parece perfecta, pero ¿es una síntesis?
Puede ser oportuno tener la síntesis por artificial, en suma, y ver en el judeo cristianismo el resultado de un esfuerzo por cristianizar el judaísmo, precisamente para introducir en el judaísmo una cristología. Pero el esfuerzo consigue, en realidad, sacar esta cristología del judaísmo en favor de la venida y de la recepción del Mesías, desenmascarando allí esta cristología.
Cuando los gentiles y los judíos se esfuerzan en ponerse de acuerdo y conservar, son llevados respectivamente a un judaísmo de incircuncisos y a un cristianismo de circuncisos. La fórmula de Edmund Schweizer es dichosa, aunque la elección de la circuncisión como criterio de mínimos de cristianos sea discutible, ya que este criterio fue discutido entre los cristianos y la obligación de ser circuncisos es abrogada en el concilio de Jerusalén en el 50 o en el 51, pero ¿un judeo-cristianismo que consentía la intolerancia estando obligado a renegar de sí mismo? Entre estos cristianos de origen judío, la mayor parte fariseos, que seguían la totalidad de la ley, comprendida la circuncisión, y estos cristianos para los que el judaísmo estaba superado por el cristianismo, en los que la ley pudo servir de regla de vida pero no como medio de salvación, estaban los cristianos, Judíos o Gentiles, que no exigían toda la ley, sino una parte, que comprendía especialmente las leyes dietéticas, pero donde la circuncisión particularmente faltaba. Santiago y su compañía parecen haber sido de esta primera especie. Los últimos son tanto como los primeros, según nuestra convención, los “judeo-cristianos”.
Ninguna otra meta, sin embargo, en los unos, en su variedad, y los otros que reconocen el resultado del desarrollo dogmático, del final histórico desconocido u olvidado.
En realidad, digamos, la síntesis, si se quiere, es espontánea, natural; la resolución histórica del judaísmo se desarrolla en judeo-cristianismo y el cristianismo congenia allí al mismo tiempo que es congénito al judaísmo.
No se podrá olvidar, finalmente, la helenización del cristianismo a la cual el judeocristianismo escapa aún menos que los Judíos de Palestina (por no decir nada de la Diáspora o de la Biblia hebraica que fue traducida al griego, en el siglo IIº antes de nuestra era, por los Alejandrinos) no quedando impermeables al entorno helenístico en el cual fueron vencidos durante tres siglos. En el seno de la comunidad judeo-cristiana, los “Hebreos” -aquellos que fueron calificados como tales y que eran indígenas- hablaban arameo y seguían toda la Ley; los helenófonos conocidos como “Helenistas”, donde la mayor parte no habían sido menos de origen judío, se permitían la crítica.

AL ORIENTE DEL ORIENTE

La profesión de fe trinitaria de Etienne, el protomártir, antes de su lapidación, sentenciado por una locura que había poseído al sanedrín, es primitiva, ejemplar. Tiremos allí de los hechos de los Apóstoles, capítulo VII, versículos 55 y 56, con los capítulos iniciales hoy en uso: “Lleno del Espíritu Santo y fijando los ojos hacia el cielo, vio la gloria de Dios y a Jesús de pie a la derecha de Dios. Y dijo: ‘He aquí que veo los cielos abiertos y al Hijo del hombre de pié a la derecha de Dios’”.
¿Por qué los creyentes similares habrían sido privados de celebrar, algunos de entre ellos, a la vez el Sabbat, día del Eterno, nuestro Dios, y el domingo, día en el que el Señor Cristo venció la muerte?
Los judeo-cristianos “helenistas”, originarios de Chipre, tal como Bernabé, y de Cireneo, emigran a Antioquía, capital de Siria-Seleucida, tercera ciudad del Imperio después de Roma y Alejandría y sede del comes Orientis. Las conversiones en masa y, por primera vez, los cristianos, fueron denominados cristianos.
Santiago fue condenado a muerte, desde el año 62, por el sanedrín que preside Anan, fue dilapidado según Flavio Josefo, pero previamente precipitado desde el pináculo del Templo según san Clemente de Alejandría (y Hégésippe), y por último el cráneo hecho pedazos a patadas.
Una nueva ola de emigración, que interesa a los “Hebreos”, entre el 62 y el 70, pero sobre todo entre el 62 y el 66, cuando comienzan los cuatro años de la primera revuelta judía, lleva a los judíos cristianos de Transjordania principalmente a Pella.
Sin embargo, Santiago y sus sucesores llegarán a ocupar los primeros puestos en la lista de los grandes sacerdotes del Templo, cuya función desaparecerá con el lugar de culto en el 70.
Pero únicamente en el 135 Jerusalén desaparecerá, después de ser aplastada la última revuelta judía contra el emperador Adriano que habría profanado su santo nombre en aquel de Aelia Capitolana. En esta fecha se detiene la lista de los quince obispos de Jerusalén transmitidos por Eusebio de Cesarea. En lo sucesivo, la Iglesia de Jerusalén no estará ya en Jerusalén. Solo quedarán cristianos, gentiles, cristianos puntualmente y formalmente judaizados. Estos son los que volverán sus ojos a Roma, pero los exiliados no trasladaron la santidad de la Villa.
En Jamniah, o en Yavneh, en Judea, el sanedrín, refugiado después de la catástrofe, trata de reorganizar el judaísmo en medio de las naciones; el legendario concilio de Jamniah, símbolo de deliberaciones que se prolongarán muchas décadas, fija el canon de las Escrituras, explica que las buenas acciones reemplazan en adelante los sacrificios, estableciendo una liturgia provisional. Entre dieciocho bendiciones, una de ellas consiste en una contra-bendición: la bir-kat ha-minim apunta (al menos en esta época) a los judeo-cristianos. Esta excomunión ritual de los nosrim se sitúa en torno al año 90, y del 70 al 170 (controversia de Justín con el rabino Tryfón) se extiende en el siglo en que el judeo-cristianismo estalla. No es una síntesis que se descompone, sino la unidad que se rompe.
En la otra frontera, las comunidades mayoritarias, la Gran Iglesia, temprana, hegemónica, ignoran o detestan, aíslan, destierran poco a poco a las comunidades judeo-cristianas que se debilitan y que se dividen arbitrariamente en grupúsculos: ebionitas, simaquitas, cerintianos, nazarenos, elkesaitas…
El maniqueísmo nacerá en medio judeo-cristiano. Su fundador innova en la locura de Elkessai (en torno al año 100), inmiscuyéndose en el encuentro habitual de los judeo-cristianos con el espíritu santo, o el Espíritu Santo, que especifica en su beneficio una investidura profética desorbitada. Pero ¿cómo la revelación concedida, la tercera en el tiempo histórico, en la posteridad de Abraham, había correspondido con las dos precedentes si el islam no hubiese sido sembrado y si no hubiese germinado en el mismo terreno, inspirando el conjunto? El islam, exactamente, después del siglo VIIº, entra abiertamente en composición con el judeo-cristianismo, al cual le es inherente desde siempre, como lo es el cristianismo al judaísmo.
En el siglo IVº, sólo subsisten algunos grupos dispersos de judeo-cristianos, especialmente en Arabia, donde el islam naciente les encontrará, y una descendencia a menudo bastarda, sobre la cual contrasta la Iglesia siriaca.
La gloriosa Iglesia judeo-cristiana de Antioquía, en el siglo IIº, es el centro geográfico de entonces y el centro espiritual para siempre de la Iglesia siriaca. Siguiendo el rastro de la influencia de algunos testigos eminentes, Ignacio a la cabeza, pero también Saturnino y Teófilo, por ejemplo, numerosos aspectos capitales del cristianismo y de las sectas gnósticas, en esta Antioquía del siglo IIº, pueden explicarse por la presencia y la preeminencia del judeo- cristianismo. ¡Cuántos elementos históricos, literarios y teológicos han sido así conservados, mientras que en otra parte habrían sido totalmente abolidos, y se perpetuaron, en la esencia, en su vitalidad cristiana!
Desde que san Pedro estableció en Antioquía su primera iglesia patriarcal, antes de ir a Roma, la Iglesia siriaca es la madre de las Iglesias orientales. (De esta Iglesia de los orígenes, la Iglesia copta es la hija, en la época apostólica, y la Iglesia armenia, en el siglo IIº. La primera, única en mantener la circuncisión obligatoria, alcanzará una nueva síntesis, cuyo carácter original al mismo tiempo que particular es muy defendible, aportando o dejando libre un componente egipcio, es decir, faraónico y helenístico. Cagliostro es un gran copto, el será el Gran Copto para los franc-masones de Occidente, en el siglo del iluminismo).
La Orden de los élus cohen aparece como conciliable sin contratiempos con el cristianismo y la Iglesia cristiana, cuando nada les opone, y nada les opone, con tal de que se asigne la masonería explícitamente judeo-cristiana de Martines y la confesión cristiana asociada a la corriente más antigua, más desconocida y, teológicamente, más desacreditada de la historia del cristianismo primitivo. Entonces, la aparente conciliación se descubre como harmonía preestablecida, articulación esencial y, en consecuencia, incluso original.
La teología de Martines gira en torno a Cristo. El malentendido, la incoherencia, procede de que esta teología difería de las teologías protestantes y de la teología católica romana.
Pero es necesaria una Iglesia y esta será, para Martines, procedente del país de las tres religiones, para Saint-Martín, y para casi todo su entorno, la Iglesia católica romana, a falta de algo mejor, a falta de conocer algo mejor, pero con la reserva de su mejora. La Iglesia de Roma recibía mejor a los cohen, no solo porque la mayoría de entre ellos habían nacido en ella, como confesión religiosa dominante, sino también en virtud de sus pompas más que en su teología. Al menos dos cristianos reformados se convirtieron al catolicismo romano bajo de la influencia difusa de la Orden: Bacon de La Chevalerie, sustituto general de Martines, a partir de 1768, que asistirá a una de las lecciones de Lyon, y Jean-Jacques Du Roy d'Hauterive que pronunciará las otras veintiuna y cuya familia no estaba próxima a la abjuración.
Además de sus ritos reservados, los Cohens -ninguna dispensa prevista en derecho para los hermanos protestantes admitidos en calidad de tales - están obligados a la práctica católica romana, comprendiendo sus ejercicios devocionales, pero se añaden prescripciones judías semejantes a la Iglesia judeo-cristiana y en conformidad con su ministerio del culto ligado al judaísmo de su cristianismo.

LA ORDEN ETERNA EN LOS TIEMPOS MODERNOS

La Orden es eterna, asegura Pasqually. En su época, el gran soberano Martines de Pasqually es único y su incumbencia cubre la parte septentrional; entre los siete jefes soberanos universales de la Orden, es uno de los siete jefes principales de los doce estandartes de Israel.
Ese gran soberano, aquí evocado con prudencia y discreción, como gran maestro supremo de la Orden, reclama a Jean-Baptiste Willermoz operar y rogar “en favor de la salud y la tranquilidad del alma y del espíritu de ese jefe principal que vos no conocéis, lo mismo que para todos vuestros hermanos R.+, ¡y del que debo guardar silencio hasta que él mismo se dé a conocer!”. Seis años después de la muerte de su maestro, Jean-Baptiste Willermoz no desistirá: sobre el jefe supremo de los Réau-Croix, siete grandes soberanos, dom Martines decía haber encontrado a dos de sus colegas, uno en Italia y otro en “Asia” (¿es en China donde el Tratado de la reintegración parece sugerir un viaje?).
A pesar de que el gran soberano de nuestra región confunda su filiación iniciática con su filiación natural y disimule tan poco el papel personal que juega para organizar su asociación, elaborar su doctrina y componer su ritual, sus discípulos impacientes se veían obligados a seguir el proceso de sus trabajos y ayudarle en todo lo posible. Pero lo principal sería consultar los archivos de la Orden bajo su custodia.
Los primeros estatutos de la Orden de los Élus Cohens y de su Tribunal Soberano, así como el Templo de Versalles, datan de 1767; Martines salió de Francia en 1772 y murió en Puerto Príncipe en 1774, un mes y medio después de haber enviado nuevos estatutos generales para ser firmados por los hermanos del gran templo de Lyon, que no llegaron a esta ciudad hasta el 5 de noviembre (¿Dónde está hoy ese documento?).
Su segundo sucesor a la cabeza de la Orden rechazará, en noviembre de 1780, a los que le reconocían (al contrario de Willermoz y los suyos), apelando a su celo del uso de su autoridad.
La degradación comenzó ya antes de la desaparición física del maestro, que desapareció en primer lugar de la Francia metropolitana donde los Réau-Croix continuaban operando. En 1822, sólo uno había sobrevivido, según su propia declaración, y no le quedaban ya más que dos años de vida: éste era Jean-Baptiste Willermoz. ¡Olvidó al abad Fournié!
El resurgimiento tuvo lugar en París, en 1942-1943, por la gracia de un vínculo espiritual, y la Orden de Caballeros Masones Élus Cohens del Universo ha retomado hoy en día fuerza y vigor (Lo mismo que los Caballeros Bienhechores de la Ciudad Santa, que florece en nuestros días, en el seno del Régimen, que no es otro que el Rito Escocés Rectificado).
El Capítulo de Toulouse, sin embargo, siguió persistiendo en su ser, al menos hasta 1792, bajo el impulso de d’Hauterive. Se distingue así a unos pocos hermanos entre el centenar de miembros, apenas distribuidos en una docena de templos que la Orden albergará durante sus trece años de existencia oficial (Cuando Las Casas accedió a la gran soberanía, eligió una autonomía provisional, a la espera de que el hijo de Martines de Pasqually fuera mayor de edad).
D’Hauterive fue el más perseverante en el formalismo teúrgico que se complacía en modificar, y el menos servil, después de Saint-Martin, a las formas masónicas de las que en sus principios concomitantes había reprochado el olvido a Martines. El abad Pierre Fournié, piadoso, simple y constante, caminó en el espíritu de la Orden, usque ad mortem, y murió siempre como clérigo tonsurado el 7 de abril de 1825 a los 88 años, habiendo nacido en Burdeos el 3 de febrero de 1738. Los dos finalizaron sus días en Inglaterra.
Willermoz, el primero de los nombrados, el más antiguo de estos cuatro Réaux-Croix, nacido en 1.730, cambió las formas completamente instituyendo a sus Caballeros Bienhechores de la Ciudad Santa. En su nueva sociedad, abolió las operaciones teúrgicas elementales y reglamentarias, pero disimuló aquí de forma correlativa los conocimientos misteriosos de Martines y dota de un valor teosófico a la beneficencia donde concurren todos los masones. La nostalgia de la teúrgia ceremonial le poseerá hasta el final, por él mismo y por la Orden substituida ¿Quién desenredará la madeja, en parte invisible, de las quimeras, camuflajes y manipulaciones que esta les inspiró?
Cincuenta años llenos de sufrimientos y esmeros consoladores me han servido para arrancar que el Filósofo Desconocido cesó de serlo y ese suceso responde al deseo que formula, en su pseudónimo provocador, Louis-Claude de Saint-Martin (1743-1803): no tenía más que lo último de la viuda para ofrecer a sus semejantes, pero les conjuró a no rechazarlo antes de haber probado el precio; ahora bien, este precio tiende al infinito. Era el único notorio, encubierto por los principiantes, convirtiéndose en el más famoso discípulo de Martines. Pero los supuestos maestros le traicionaron pretendiendo entenderle sin escucharle.
Irónico retorno de las cosas: después de haber recuperado el academicismo en provecho de Saint-Martin (y del iluminismo, y del esoterismo y del ocultismo), me incumbe disculpar el academicismo recuperador de Saint-Martin (y de toda teosofía). ¡A esos hombres del torrente, el torrente les arrastra!
Contra ellos, Saint-Martin, exalta, ante los hombres de deseo tanto de hoy en día como de ayer y anteayer, el espíritu Cohen, no importa que haya sublimado las operaciones o que las haya alterado, no obstante sin abolirlas, demostrando y cantando la iniciación por lo interno y una cristúrgia por dentro del corazón: su vía sólo tiene por objetivo la reintegración.
La Orden Martinista, que el Dr. Gerard. Encausse (1865-1916), Papus, de su nombre de iniciado, fundó en 1887-1892, ahora muy ramificada, tiende a su propósito cuando tiende a Saint- Martin y a Martines por Saint-Martin.
A comienzos de los años 1770, los hombres de deseo en presencia de los cuales habló el Muy Poderoso Maestro Saint-Martin en carne y hueso son Élus Cohens regulares y regularmente asambleados al oriente de Lyon. Sus lecciones Observan la ortodoxia martinesista. Saint-Martin ocupa, a petición, un puesto de repetidor. Hauterive también, su émulo en la Orden y, circunstancialmente, su colega.
Su anfitrión, Jean-Baptiste Willermoz, los reunirá como participantes y, tras su partida, les reemplazará.

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