PORTAL MARTINISTA DEL GUAJIRO
"Purificaos, pedid, recibid y obrad.
Toda la Obra se halla en estos cuatro tiempos"
En 1991 se publicó en España un curioso libro titulado de Rituales
secretos los Templarios, cuyo autor, oculto tras su nombre iniciático de Frater
Iacobus, revelaba públicamente por primera vez los secretos de esta enigmática Orden,
nacida en el transcurso de la Primera Cruzada y entre cuyos fundadores se encontraba
nuestro profeta Juan de Jerusalén.
Los nueve caballeros que fundaron la Orden
eran grandes Iniciados, según Frater Iacobus, que seguían las instrucciones de quienes
la Tradición Universal denomina Los Superiores Desconocidos, a los cuales habría
de referirse muchos siglos después el gran ocultista y mago S. L. Samuel Liddell
MacGregor Mathers.
Entre los objetivos de los Templarios, se encontraban
la defensa de los Santos Lugares y la fe cristiana, establecer contactos ocultos
con iniciados musulmanes y cabalistas y reunir a todos los pueblos en una suerte
de República Universal donde reinaría la hermandad y se volvería a los misterios
iniciáticos de la antigüedad. También tenían como meta la búsqueda de reliquias
sagradas, principalmente el Arca de la Alianza y Las Tablas de la Ley. Sus integrantes
debían hacer votos de pobreza, obediencia y castidad, y para ser admitidos tenían
que atravesar por una serie de difíciles pruebas iniciáticas.
Según el Frater
Iacobus, los 22 Grandes Maestres que dirigieron los destinos de la Orden a lo largo
de casi 200 años se corresponden con los Arcanos Mayores del Tarot, con las 22 letras
sagradas del alfabeto (alfabeto hebreo) y con las 22 letras del alfabeto mágico
de la Rosa-Cruz.
Entre los cargos presentados para suprimir la Orden del
Temple (Una de las mayores manchas en la tenebrosa historia de la Iglesia Católica
Romana, dice el teósofo C. W. Leadbeater en su libro Antiguos Ritos Místicos) se
encontraban: que no se cuidaban de pecar o cometer injusticias; que se entregaban
a orgías sexuales; que en sus ceremonias de Iniciación se daban besos indecentes;
que sus ritos tenían lugar en horas nocturnas; que renegaban de Cristo pisoteando
y escupiendo un crucifijo; que adoraban y besaban el ano de un ídolo diabólico llamado
BAPHOMET; que el sello de los Templarios, dos caballeros sobre una misma cabalgadura,
simbolizaba un acto de sodomía, etc.
¿Eran culpables los Templarios?, se
pregunta el Frater Iacobus, iniciáticamente hablando, no, de ningún modo. Para el
clero de la época, si, totalmente. Los Templarios querían una vuelta al cristianismo
primitivo y a los misterios iniciáticos antiguos, dentro de una religión universal,
tolerante y evolutiva. Eran, incluso fuera del Temple Oculto, Iniciados, pero también
hombres. Sin embargo, se adelantaron demasiado a su tiempo y no respetaron totalmente
los preceptos religiosos de una época petrificada, como fue la Edad Media.
Estos son los hechos históricos más o menos conocidos. Lo que tal vez no sea
tan conocida, debido a que el descubrimiento del texto de Juan es relativamente
reciente, es que su libro secreto de profecías fue un elemento utilizado contra
los Templarios. Habrían existido siete ejemplares del mismo, tres de los cuales
fueron entregados al Gran Maestre de la Orden, quien a su vez los remitió a Bernardo
de Clairvaux. M. Galvieski, que difundió el texto de Juan de Jerusalén, intenta
reconstruir la historia de estos libros:
Ya en años recientes, otra copia del libro habría llegado a manos
de los bolcheviques, quienes lo destruyeron por considerarlo un documento contrarrevolucionario.
Algunos suponen que es probable que, además del ejemplar encontrado en el Monasterio
de Zagorsk, exista actualmente otro en el Monte Athos, en Grecia, resguardado en
sus inaccesibles bibliotecas.
Cuando en 1307 el Gran Maestre Jacques de Molay
y sesenta caballeros de Dios fueron arrestados, escribe Galvieski, esgrimieron sus
manuscritos como elemento de cargo; de este modo, el Protocolo Secreto de las Profecías
fue presentado como el dictado de Lucifer, la prueba de que los Templarios estaban
en relación con las fuerzas del mal.
Poco les importó a los acusadores que
el texto de Juan de Jerusalén hablara del Tercer Milenio. Según ellos, describía
el porvenir como un infierno; así pues, habían entregado a los hombres a la voluntad
del maligno. Entre todos los crímenes monstruosos de los que fueron acusados los
Templarios, se repitió el de ser los soldados del diablo, los caballeros del mal,
siendo el protocolo la prueba de su alianza negra.
Juan de Jerusalén nació cerca de Vezelay, Francia, alrededor de
los años 1040 ó 1042. Fue uno de los fundadores de la Orden de los Caballeros del
Temple, en 1118. Murió poco después, en el año 1119 ó 1120, a la edad de 77 años.
Su libro de profecías, o más propiamente dicho Protocolo Secreto de las Profecías,
habría sido conocido por Nostradamus, a quien sirvió de inspiración y guía para
sus propias visiones proféticas.
Un manuscrito descubierto en Zagorsk, cerca
de Moscú, y que data del siglo XIV, califica a Juan de Jerusalén de prudente entre
los prudentes, santo entre los santos y que sabía leer y escuchar el cielo. También
señala que Juan solía retirarse frecuentemente al desierto para rezar y meditar,
y que estaba en la frontera entre la Tierra y el cielo.
Durante su estancia
en Jerusalén, en el año 1099, pudo mantener encuentros con rabinos, sabios musulmanes,
iniciados, místicos y cabalistas, prácticos en las artes adivinatorias, astrológicas
y numerológicas.
Estas profecías estuvieron ocultas durante muchos años,
hasta que en el transcurso de la Segunda Guerra Mundial, en 1941, fueron halladas
por la S.S. en una sinagoga de Varsovia; luego de la caída de la Alemania nazi,
desaparecieron nuevamente, hasta que fueron redescubiertas en años recientes en
los archivos secretos de la K.G.B. soviética, según afirman algunos investigadores.
Las profecías parecen escritas específicamente para este fin de milenio, como
si éste fuera el tiempo en que deben darse a conocer. Todas ellas comienzan con
la frase: Cuando empiece el año mil que sigue al año mil... ; a pesar de su descarnada
crudeza (sobre todo las relativas al SIDA y la contaminación ambiental), son de
una gran belleza poética, lo cual las hace diferentes a otros textos proféticos:
Mis ojos descubren en el cielo lo que será, y atravieso el tiempo
de un solo paso. Una mano me guía hacia lo que ni veis ni conocéis. Mil años habrán
pasado y Jerusalén ya no será la ciudad de los cruzados de Cristo. La arena habrá
enterrado bajo sus granos todas las murallas de nuestros castillos, todas nuestras
armaduras y todos nuestros huesos. Habrá sofocado nuestras voces y nuestras plegarias.
Los cristianos venidos de lejos en peregrinación, allí donde estaban sus derechos
y su ley, no osarán acercarse al sepulcro y a las reliquias si no es escoltado por
los caballeros judíos, que tendrán aquí, como si Cristo no hubiera sufrido en la
cruz, su Reino y su Templo. Los infieles serán una multitud innumerable que se extenderá
por todas partes y su fe resonará como un tambor de un confín al otro de la tierra.
Veo la inmensidad de la tierra. Continentes que Herodoto no nombró sino en sueños
se añadirán más allá de los grandes bosques de los que habla Tácito y en el lejano
final de mares ilimitados que empiezan después de las columnas de Hércules.
Mil años habrán pasado desde el tiempo en que vivimos, y los fondos de todo
el mundo se habrán convertido en grandes reinos y vastos imperios. Guerras tan numerosas
como las mallas de la cota que llevan los caballeros de la orden se entrelazaran,
desharán los reinos y los imperios y tejerán otros. Y los siervos, los villanos,
los pobres sin hogar se sublevaran mil veces, harán arder las cosechas, los castillos
y las villas, hasta que se les queme vivos y se obligue a los supervivientes a volver
a sus cubiles. Se habrán creído reyes.
Mil años habrán pasado y el hombre
habrá conquistado el fondo de los mares y de los cielos, y será como una estrella
en el firmamento. Habrá adquirido el poder del sol y se creerá dios, construyendo
sobre la inmensidad de la tierra mil torres de babel. Habrá edificado muros sobre
las ruinas de los que levantaron los emperadores de Roma y éstos separarán una vez
más las legiones de las tribus bárbaras.
Más allá de los grandes bosques
habrá un imperio. Cuando caigan los muros, el imperio no será más que agua cenagosa.
Las gentes se mezclarán una vez más. Entonces empezará el año mil que sigue al año
mil.
Cuando empiece el año mil que sigue al año mil,
el hombre estará frente a la entrada sombría de un laberinto oscuro. Y al fondo
de esa noche en la que va a internarse, veo los ojos del Minotauro. Guárdate de
su furor cruel, tú que vivirás en el año mil que sigue al año mil.
Cuando empiece el año mil que sigue al año mil, el oro estará en
la sangre. El que contemple el cielo contará denarios; el que entre en el templo
encontrará mercaderes; los mandatarios serán cambistas y usureros; La espada defenderá
la serpiente. Pero el fuego será latente, todas las ciudades serán Sodoma y Gomorra
y los hijos de los hijos se convertirán en la nube ardiente; ellos alcanzarán los
viejos estandartes.
Cuando empiece el año mil que sigue al año mil,
el hombre habrá poblado los cielos y la tierra y los mares con sus criaturas; mandará,
pretenderá los poderes de Dios, no conocerá límite. Pero todas las cosas se sublevarán;
titubeará como un rey borracho; galopará como un caballero ciego y a golpes de espuela
internará a su montura en el bosque; al final del camino estará el abismo.
Cuando empiece el año mil que sigue al año mil, se erigirán
torres de Babel en todos los puntos de la tierra, en Roma y en Bizancio; los campos
se vaciarán; no habrá más ley que mirar por uno mismo y por los propios. Pero los
bárbaros estarán en la ciudad; ya no habrá pan para todos y los juegos no serán
suficientes; entonces, las gentes sin futuro provocarán grandes incendios.
Cuando empiece el año mil que sigue al año mil, el hambre oprimirá
el vientre de tantos hombres y el frío aterirá tantas manos, que estos querrán ver
otro mundo y vendrán mercaderes de ilusiones que ofrecerán el veneno. Pero éste
destruirá los cuerpos y pudrirá las almas; y aquellos que hayan mezclado el veneno
con su sangre serán como bestias salvajes cogidas en una trampa, y matarán y violarán
y despojarán y robarán, y la vida será un Apocalipsis cotidiano.
Cuando empiece el año mil que sigue al año mil, todos intentarán disfrutar
tanto como puedan; el hombre repudiará a su esposa tantas veces como se case y la
mujer irá por los caminos umbríos tomando al que le plazca, dando a luz sin poner
el nombre del padre. Pero ningún maestro guiará al niño y cada uno estará solo entre
los demás; la tradición se perderá; la ley será olvidada como si no se hubiera anunciado
y el hombre volverá a ser salvaje.
Cuando empiece el año mil que
sigue al año mil, el padre buscará el placer en su hija, el hombre en el
hombre, la mujer en la mujer, el viejo en el niño impúber, y eso será a los ojos
de todos. Pero la sangre se hará impura; el mal se extenderá de lecho en lecho;
el cuerpo acogerá todas las podredumbres de la tierra, los rostros serán consumidos,
los miembros, descarnados; el amor será una peligrosa amenaza para aquellos que
se conozcan sólo por la carne.
Cuando empiece el año mil que sigue
al año mil, aquel que hable de promesas y de ley no será oído; el que predique
la fe de Cristo perderá su voz en el desierto. Pero por todas partes se extenderán
las aguas poderosas de las religiones infieles; falsos mesías reunirán a los hombres
ciegos. Y el infiel armado será como nunca había sido; hablará de justicia y de
derecho y su fe será de sangre y fuego; se vengará de la cruzada.
Cuando empiece el año mil que sigue al año mil, el fragor de la
muerte provocada avanzará como la tormenta sobre la tierra; los bárbaros se mezclarán
con los soldados de las últimas legiones; los infieles vivirán en el corazón de
las ciudades santas; todos serán, por turnos, bárbaros, infieles y salvajes. No
habrá órdenes ni normas; el odio se extenderá como la llama en el bosque seco; los
bárbaros masacrarán a los soldados; los infieles degollarán a los creyentes; el
salvajismo será cosa de cada uno y de todos, y las ciudades morirán.
Cuando empiece el año mil que sigue al año mil, los hombres se
juzgarán entre ellos según sean su sangre y su fe; nadie escuchará el corazón sufriente
de los niños; se les echará del nido como los pájaros a sus crías; y nadie podrá
protegerlos de la mano armada con guantelete. El odio inundará las tierras que se
creían pacificadas. Y nadie se librará, ni los viejos ni los heridos; las casas
serán destruidas o robadas; los unos se apoderarán del lugar de los otros; todos
cerrarán los ojos para no ver a las mujeres violadas.
Cuando empiece
el año mil que sigue al año mil, todos sabrán lo que ocurre en todos los
lugares de la tierra: se verá al niño cuyos huesos están marcados en la piel y al
que tiene los ojos cubiertos de moscas, Y al que se da caza como a las ratas. Pero
el hombre que lo vea volverá la cabeza, pues no se preocupará sino de sí mismo;
dará un puñado de granos como limosna, mientras que el dormirá sobre sacos llenos.
Y lo que dé con una mano recogerá con la otra.
Cuando empiece el
año mil que sigue al año mil, el hombre comerciará con todo; todas las
cosas tendrán precio, el árbol, el agua y el animal; nada más será realmente dado
y todo será vendido. Pero el hombre entonces no valdrá más que su peso en carne;
se comerciará con su cuerpo como los canales de ganado; tomarán su ojo y su corazón;
nada será sagrado, ni su vida ni su alma, se disputarán sus despojos y su sangre
como si se tratara de una carroña.
Cuando empiece el año mil que
sigue al año mil, el hombre habrá cambiado la faz de la tierra; se proclamará
el señor y el soberano de los bosques y de las manadas; habrá surcado el sol y el
cielo y trazará caminos en los ríos y en los mares. Pero la tierra estará desnuda
y será estéril, el aire quemará y el agua será fétida; la vida se marchitará porque
el hombre agotará las riquezas del mundo. Y el hombre estará solo como un lobo en
el odio de sí mismo.
Cuando empiece el año mil que sigue al año mil,
los niños también serán vendidos; algunos se servirán de ellos como de muñecos para
disfrutar de su piel joven; otros los tratarán como a animales serviles. Se olvidará
la debilidad sagrada del niño y su ministerio; será como un potro que se doma, como
un cordero que se sangra, que se sacrifica. Y el hombre no será más que barbarie.
Cuando empiece el año mil que sigue al año mil, la mirada y
el espíritu de los hombres serán prisioneros; estarán ebrios y no lo sabrán; tomarán
las imágenes y los reflejos por la verdad del mundo; se hará con ellos lo que se
hace con un cordero. Entonces vendrán los carniceros; los rapaces los agruparán
en rebaños para guiarlos hacia el abismo y levantar a los unos contra los otros;
se les matará para tomar su lana y su piel y el hombre que sobreviva será despojado
de su alma.
Cuando empiece el año mil que sigue al año mil,
reinarán los soberanos sin fe; mandarán sobre multitudes humanas inocentes y pasivas;
esconderán sus rostros y guardarán en secreto su nombre y sus fortalezas estarán
perdidas en los bosques. Pero ellos decidirán la suerte de todo y de todos; nadie
participará en las asambleas de su orden; todos serán siervos pero se creerán hombres
libres y caballeros; sólo se levantarán los de las ciudades salvajes y las creencias
heréticas, pero también serán vencidos y quemados vivos.
Cuando empiece
el año mil que sigue al año mil, los hombres serán tan numerosos sobre
la tierra que parecerán un hormiguero en el que alguien clavara un bastón; se moverán
inquietos y la muerte los aplastará con el talón como a insectos enloquecidos. Grandes
movimientos los enfrentarán unos contra otros; las pieles oscuras se mezclarán con
las pieles blancas; la fe de Cristo con la del infiel; algunos predicarán la paz
concertada pero por todo el mundo habrá guerras de tribus enemigas.
Cuando empiece el año mil que sigue al año mil, los hombres querrán
franquear las murallas; la madre tendrá el pelo gris de una vieja; el camino de
la naturaleza será abandonado y las familias serán como granos separados que nada
puede unir. Será, pues, otro mundo; todos errarán sin vínculos, como los caballos
desbocados corriendo en todas direcciones sin guía; desgraciado del caballero que
cabalgue esa montura; carecerá de estribos y se precipitará en la zanja.
Cuando empiece el año mil que sigue al año mil, los hombres no
confiarán en la ley de Dios, sino que querrán guiar su vida como a una montura;
querrán elegir a sus hijos en el vientre de sus mujeres y matarán a aquellos que
no deseen. Pero ¿qué será de estos hombres, que se creen Dios? Los poderosos se
apropiarán de las mejores tierras y las mujeres más bellas; los pobres y los débiles
serán ganado; los poblachos se convertirán en plazas fuertes; el miedo invadirá
los corazones como un veneno.
Cuando empiece el año mil que sigue
al año mil, habrá surgido un orden negro y secreto; su ley será el odio
y su arma, el veneno; deseará siempre más oro y se extenderá su reino por toda la
tierra, y sus servidores estarán unidos entre ellos por un beso de sangre. Los hombres
justos y los débiles acatarán su regla. Los poderosos se pondrán a sus servicios.
La única ley será la que dicte en las sombras; venderá el veneno aun dentro de las
iglesias. Y el mundo avanzará con ese escorpión bajo el pie.
Cuando
empiece el año mil que sigue al año mil, muchos hombres permanecerán sentados
con los brazos cruzados, se irán sin saber adónde, con los ojos vacíos, pues no
tendrán forja en la que batir el metal, ni campo que cultivar. Serán como la simiente
que no puede echar raíces. Errantes y empobrecidos; los más jóvenes y los más viejos,
a menudo sin hogar. Su única salvación será la guerra y combatirán entre ellos,
y odiarán su vida.
Cuando empiece el año mil que sigue al año mil,
las enfermedades del agua, del cielo y de la tierra atacarán al hombre y le amenazarán;
querrá hacer nacer lo que ha destruido y proteger su entorno; tendrá miedo de los
días futuros. Pero será demasiado tarde; el desierto devorará la tierra y el agua
será cada vez más profunda, y algunos días se desbordará, llevándose todo por delante
como un diluvio, y al día siguiente la tierra carecerá de ella y el aire consumirá
los cuerpos más débiles.
Cuando empiece el año mil que sigue al año
mil, la tierra temblará en muchos lugares y las ciudades se hundirán; todo
lo que se haya construido sin escuchar a los sabios será amenazado y destruido;
el lodo hundirá los pueblos y el suelo se abrirá bajo los palacios. El hombre se
obstinará porque el orgullo es su locura; no escuchará las advertencias repetidas
de la tierra, pero el incendio destruirá las nuevas Romas y, entre los escombros
acumulados, los pobres y los bárbaros, a pesar de las legiones, saquearán las riquezas
abandonadas.
Cuando empiece el año mil que sigue al año mil,
el sol quemará la tierra; el aire ya no será velo que protege del fuego. No será
más que una cortina agujereada y la luz ardiente consumirá las pieles y los ojos.
El mar se alzará como agua enfurecida; las ciudades y las riberas quedarán inundadas
y continentes enteros desaparecerán; los hombres se refugiarán en las alturas y
olvidando lo ocurrido, iniciarán la reconstrucción.
Cuando empiece
el año mil que sigue al año mil, los hombres sabrán hacer realidad los
espejismos; los sentidos serán engañados y creerán tocar lo que no existe; seguirán
caminos que solo los ojos verán y el sueño podrá hacerse realidad. Pero el hombre
ya no sabrá distinguir entre lo que es y lo que no es. Se perderá en falsos laberintos;
los que consigan dar vida a los espejismos se burlarán del hombre pueril, engañándole.
Y muchos hombres se convertirán en perros rastreros.
Cuando empiece
el año mil que sigue al año mil, los animales que Noé embarcó en su arca
no serán, entre las manos del hombre, más que bestias transformadas según su voluntad;
y, ¿quién se preocupará de su sufrimiento vital? El hombre habrá hecho de cada animal
lo que habrá querido. Y habrá destruido numerosas especies. ¿En qué se habrá convertido
el hombre que haya cambiado las leyes de la vida, que haya hecho del animal vivo
pella de arcilla? ¿Será el igual de Dios o el hijo del diablo?
Cuando
empiece el año mil que sigue al año mil, se deberá temer por hijo del hombre;
el veneno y la desesperación le acecharán; no se le habrá deseado más que por uno
mismo, no por él o por el mundo; será acosado por el placer y a veces venderá su
cuerpo. Pero incluso el que sea protegido por los suyos estará en peligro de tener
el espíritu muerto; vivirá en el juego y en el espejismo. ¿Quién le guiará cuando
no tenga maestros? Nadie le habrá enseñado a esperar y a actuar.
Cuando empiece el año mil que sigue al año mil, el hombre se creerá Dios,
aunque no habrá progresado nada desde su nacimiento. Atacará vencido por la ira
y por los celos. Y su brazo estará armado con el poder del que se habrá adueñado;
Prometeo cegado podrá destruirlo todo a su alrededor. Será un enano de alma y tendrá
la fuerza de un gigante; avanzará a pasos inmensos pero no sabrá qué camino tomar.
Su cabeza estará cargada de saber pero ya no sabrá porque vive o porque muere será,
como siempre, el loco que gesticula o el niño que gime.
Cuando empiece
el año mil que sigue al año mil, regiones enteras serán botines de guerra.
Más allá de los límites romanos e incluso en el antigua territorio del imperio;
los hombres de las mismas ciudades se degollarán; aquí habrá guerra entre tribus
y allá, entre creyentes. Los judíos y los hijos de Alá no dejarán de enfrentarse
y la tierra de Cristo será su campo de batalla; pero los fieles querrán defender
en todo el mundo la pureza de su fe y ante ellos no habrá más que duda y poder;
entonces la muerte avanzará por todo el mundo como estandarte de los tiempos nuevos.
Cuando empiece el año mil que sigue al año mil, multitudes
de hombres serán excluidos de la vida humana; no tendrán derechos, ni techo, ni
pan; estarán desnudos y no tendrán más que su cuerpo para vender; se le expulsará
lejos de la torre de Babel de la opulencia. Se agitarán como un remordimiento o
una amenaza; ocuparán regiones enteras y proliferarán: escucharán las prédicas de
la venganza y se lanzarán al asalto de las torres orgullosas; habrá llegado el tiempo
de las invasiones bárbaras.
Cuando empiece el año mil que sigue al
año mil, El hombre habrá entrado en el laberinto oscuro; tendrá miedo y
cerrará los ojos, pues ya no sabrá ver; desconfiará de todo y temerá a cada paso,
pero será empujado hacia delante y no le será permitido detenerse. La voz de Casandra
será, sin embargo, potente y clara. Pero él no la oirá pues querrá poseer más cada
día y su cabeza se habrá perdido en las fantasías; los que serán sus maestros le
engañarán y no tendrá más que malos consejeros.
Llegados plenamente
al año mil que sigue al año mil, los hombres por fin habrán abierto sus
ojos; ya no estarán encerrados en sus cabezas o en sus ciudades; se verán y se oirán
de un lado a otro de la tierra; sabrán que lo que golpea a uno hiere al otro. Los
hombres formarán un cuerpo único del que cada uno será una parte ínfima, y juntos
construirán el corazón, y habrá una lengua que será hablada por todos y nacerá así,
por fin, el gran humano.
Llegados plenamente al año mil que sigue
al año mil, el hombre habrá conquistado el cielo; creará estrellas en el
gran mar azul sombrío y navegará en esa nave brillante, nuevo Ulises, compañero
del sol, hacia la odisea celeste. Pero también será el soberano del agua; habrá
construido grandes ciudades náuticas, que se nutrirán de las cosechas del mar; vivirá
así en todos los rincones del gran dominio y nada le será prohibido.
Llegados plenamente al año mil que sigue al año mil, los hombres
podrán penetrar en las profundidades de las aguas; su cuerpo será nuevo y ellos
serán peces, y algunos volarán más altos que los pájaros como si la piedra no cayera.
Se comunicarán entre ellos pues su espíritu estará tan abierto que recogerá todos
los mensajes, y los sueños serán compartidos y vivirán tanto tiempo como el más
viejo de los hombres, aquel del que hablan los libros sagrados.
Llegados
plenamente al año mil que sigue al año mil, el hombre conocerá el espíritu
de todas las cosas, la piedra o el agua, el cuerpo del animal o la mirada del otro;
habrá penetrado los secretos que los dioses antiguos poseían y empujará una puerta
tras otra en el laberinto de la vida nueva. Creará con la fuerza con que brota una
fuente; enseñara es saber a la multitud de los hombres, y los niños conocerán la
tierra y el cielo mejor que nadie antes que ellos. Y el cuerpo del hombre será más
grande y más hábil. Y su espíritu habrá abarcado todas las cosas y las habrá poseído.
Llegados plenamente al año mil que sigue al año mil, el hombre
ya no será el único soberano, pues la mujer empuñará el cetro; será la gran maestra
de los tiempos futuros y lo que piense lo impondrá a los hombres; será la madre
de ese año mil que sigue al año mil. Difundirá la dulzura tierna de la madre tras
los días del diablo; será la belleza después de la fealdad de los tiempos bárbaros;
el año mil que viene después del año mil cambiará en poco tiempo; se amará y se
compartirá, se soñará y se dará vida a los sueños.
Llegados plenamente
al año mil que sigue al año mil, el hombre conocerá un segundo nacimiento;
el espíritu se apoderará de las gentes, que comulgarán en fraternidad; entonces
se anunciará el fin de los tiempos bárbaros. Será el tiempo de un nuevo vigor de
la fe; después de los días negros del inicio del año mil que viene después del año
mil, empezarán los días felices; el hombre reconocerá el camino de los hombres y
la tierra será ordenada.
Llegados plenamente al año mil que sigue
al año mil, los caminos irán de una punta de la tierra y del cielo a la
otra; los bosques serán de nuevo frondosos y los desiertos habrán sido irrigados;
las aguas habrán vuelto a ser puras. La tierra será un jardín; el hombre velará
sobre todo lo que vive; purificará lo que ha contaminado; así sentirá que toda esta
tierra es su hogar, y será sabio y pensará en el mañana.
Llegados
plenamente al año mil que sigue al año mil, todos serán como movimientos
ordenados, se sabrá todo del mundo y del propio cuerpo; se soñará con la enfermedad
antes de que aparezca; todos se curarán así mismos y a los demás. Se habrá entendido
que es necesario ayudar para mantenerse, y el hombre, después de los tiempos de
cerrazón y de avaricia, abrirá su corazón y su bolsa a los más desposeídos; se sentirá
caballero de la orden humana y así por fin un tiempo nuevo empezará.
Llegados plenamente al año mil que sigue al año mil, el hombre
habrá aprendido a dar y compartir; los días amargos de la soledad habrán pasado;
creerá de nuevo en el espíritu; y los bárbaros habrán adquirido el derecho de ciudadanía.
Pero eso vendrá después de las guerras y los incendios; eso surgirá de los escombros
ennegrecidos de las torres de Babel. Y habrá sido necesario el puño de hierro para
que se ordene el desorden. Y para que el hombre encuentre el buen camino.
Llegados plenamente al año mil que sigue al año mil, el hombre
sabrá que todos los seres vivos son portadores de luz y que son criaturas que deben
ser respetadas; habrá construido las ciudades nuevas en el cielo, sobre la tierra
y sobre el mar. Conservará en la memoria lo que fue y sabrá leer lo que será; ya
no tendrá miedo de su propia muerte, pues en su vida habrá vivido muchas vidas y
sabrá que la luz nunca se apagará.
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