PORTAL MARTINISTA DEL GUAJIRO
"Purificaos, pedid, recibid y obrad.
Toda la Obra se halla en estos cuatro tiempos"
En invierno es época de siembra. Allí procuraremos, como el sembrador,
elegir los mejores granos. Análogamente es época de pensar en nuestros objetivos
para el nuevo ciclo, conforme a la experiencia adquirida. El sol se ha alejado del
hemisferio y la tierra se prepara para trabajar interiormente. Los frutos de la
cosecha anterior ya han sido recogidos. Es el momento para seleccionar los mejores
frutos, obtener sus semillas y volver a sembrar. Hay frutos que se pasmaron, se
pudrieron o no se desarrollaron bien. Estos se eliminan y se guardan los mejores.
Análogamente, hay un momento para evaluar los objetivos logrados. De todo lo que
te has propuesto, seguramente habrá metas que no se han conseguido todavía. Esto
no es un fracaso si aprendes de la experiencia. Es decir, si investigas cuales son
las causas que han impedido hasta ahora su logro. Una vez determinados los obstáculos
que lo han impedido, elabora un plan para superarlos y acercarte, de esta manera,
a un éxito final. Los obstáculos pueden ser de diversa índole.
La mayoría seguramente
están en ti mismo. No culpes a nadie de lo que te sucede. No culpes a los demás
si no has logrado todavía determinadas metas. Tal vez no sea tiempo todavía, quizás
tengas que desarrollar otros objetivos antes, tal vez tengas que vencer tus temores,
o emplear más energía y voluntad para conseguirlos. A veces las metas son poco realistas
y en ese caso deberás replantearlas para avanzar por etapas: una escalera se sube
peldaño a peldaño. Un período de amor y solidaridad Nosotros, seres humanos, hemos
vivido cientos de miles de años en estrecho contacto con la naturaleza, siendo parte
de ella misma.
Solamente estos últimos siglos hemos construido ciudades y nos
hemos alejado de ella. Pero todo nuestro ser sigue respondiendo a esos ciclos, llevamos
ese programa en nuestros genes. Imagina una tribu viviendo en cuevas o chozas en
pleno invierno. Para sobrevivir han debido guardar los granos de los alimentos que
cosecharon para alimentarse con ellos en invierno, cuando escasean los vegetales
para comer. También protegen sus animales para tener disponible, especialmente,
leche.
De acuerdo a la dedicación y esfuerzo, es seguro que algunas familias
logran mejores cosechas que otras. Pero si quienes tienen para comer en el invierno
se guardan lo que tienen e incluso lo que no alcanzarán a comer y no comparten con
quienes no tienen lo suficiente, el resultado sería la muerte de algunos miembros
de la tribu. Y esto, lógicamente, perjudica a la totalidad, pues los debilita. De
modo que, por razones de supervivencia, toda la tribu comparte lo que tienen para
pasar la época más difícil. El sol, como hemos dicho, se ha alejado. Hay más frío
y más escasez de todo. El sol es la fuente de vida y de calor.
Sin embargo, el
ser humano observa fácilmente que el sol retornará y la naturaleza volverá a mostrar
su abundancia y esplendor. Los miembros de la tribu se reúnen en torno de una fogata.
El fuego obviamente les da calor, luz y además, probablemente les permite cocinar
algunos alimentos. Juntos, se apoyan y comparten lo que tienen. Esto se va transformando
en una celebración y una ceremonia.
El fuego es la representación del sol, momentáneamente
alejado. Es también el elemento transformador de todo: lo que era sólido lo transforma
en líquido, lo líquido en vapor, lo denso se transforma en algo sutil. Los pueblos
de todos los lugares del planeta comienzan a celebrar el Solsticio de Invierno.
De allí que las fiestas solsticiales se acompañan de fuego. Incluso se colocaron
antorchas en los árboles para iluminar el camino y el lugar de la celebración. En
la noche solsticial se intercambian obsequios. Es noche de solidaridad, de amor
y de esperanza.
Cuando el cristianismo comienza a propagarse en Europa, asimila
estas fiestas solsticiales a sus propios ritos y símbolos. De allí que se fija la
fecha del nacimiento de Jesús en el Solsticio de Invierno (Hemisferio Norte).
El niño Jesús pasa a simbolizar para los cristianos la idea de solidaridad, amor
y esperanza. Por eso se colocan luces en los árboles, a semejanza de las antorchas
que antiguamente se colocaban en el norte de Europa. Por eso se intercambian regalos,
aunque en la mayoría de los cristianos de hoy, pasa a ser simplemente una expresión
de materialismo y consumismo.
Muchos han olvidado que no es importante el valor
material, sino que cada uno debe dar algo de sí que pueda compartir con los demás,
para que juntos, unidos en amor y solidaridad, puedan mejorar su calidad de vida.
Es el momento de tener fe y esperanza que todo irá mejor si tenemos la actitud interior
correcta, si amamos y si somos solidarios.
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