PORTAL MARTINISTA DEL GUAJIRO

"Purificaos, pedid, recibid y obrad.
Toda la Obra se halla en estos cuatro tiempos"

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El Martinismo de
Jean-Louis de Biasi
jlb


Filósofo, conferenciante y escritor, Jean-Louis de Biasi es un estudioso de las diferentes áreas de la Tradición desde hace más de treinta años. Originario de Venecia y del Sur de Francia por su familia, su pasión por el Mediterráneo lo condujo a profundizar en las diversas corrientes espirituales que se desarrollaron en esta zona.

Cuidadoso en conciliar las exigencias críticas de la razón con el aporte de las tradiciones y del trabajo práctico que estas conllevan, su enfoque bastante didáctico permite a cada cual comprender fácilmente el funcionamiento de estas áreas.

El autor coordina diferentes enseñanzas y formaciones a nivel internacional. Un buen número de estas actividades concluyen con iniciaciones específicas. Además de esto dirige una revista masónica francesa en Internet: “La parole circule”, difundida entre más de 1.500 suscriptores de todos los países y de todas las Obediencias. Se estiman en más de 3.000 el número de sus lectores.

De formación técnica es Graduado en Filosofía (la cual enseñó durante más de quince años) y se formó también en terapia Gestalt.

Iniciado en los más altos Grados de las principales tradiciones iniciáticas occidentales, fue pronto introducido en la Orden Aurum Solis, siendo actualmente su Gran Maestro e Gran Patriarca Rosa- Cruz del Orden Kabalística de la Rosa-Cruz. Una parte importante de sus actividades consiste por tanto en perpetuar esta valiosa tradición ogdoádica y hermética.

LA OBRA

Tenemos la gran satisfacción de poder presentar en idioma español una de las más importantes obras sobre el Martinismo escrita en época reciente. Jean-Louis de Biasi recoge y expone de forma clara las principales claves de esta corriente iluminista que, dada sus peculiaridades en la transmisión, no ha estado exenta de incursiones extrañas y de apropiaciones indebidas que no obedecen a otra cosa que al lamentable protagonismo de la debilidad humana que siempre acompaña a la parte más externa de la actuación de los individuos que, ciegos e insensibles al verdadero espíritu, cristalizan su propia cárcel y se empeñan en establecer barreras allá donde sólo debería existir el más absoluto respeto a la diversidad de manifestación de aquello que esencialmente nos une en una sola Verdad, en un solo Dios. La presente obra viene a poner algo de orden, a arrojar parte de la luz primigenia que alimenta a todo martinista, en medio de una diversidad de Órdenes y de tendencias que han caído en el polo opuesto al pretendido por Papus, fundador de la Orden Martinista en Francia, cuyo empeño fue desde un principio colocar el fundamento que tras la enseñanza libre de Saint-Martin aglutinara su influencia iniciática, algo dispersa ya en aquél tiempo, orientando los esfuerzos individuales, canalizándolos, formando un marco alrededor de la doctrina Martinista. La labor que Papus se dispuso a llevar a cabo en su época para salvaguardar el corazón y la semilla del culto primitivo cristiano que se transmitió a través de Martinez de Pasqually y de Louis-Claude de Saint-Martin, así como de otros Maestros del Pasado, es necesaria retomarla hoy en día para unir los disperso, para separar la paja del grano y llegar hasta el corazón del verdadero Martinista que jamás puede verse cercado por las siglas de una Orden, sino que a través de su Orden debería siempre encontrar un puente tendido hacia todos sus Hermanos y Hermanas que en su corazón han sido partícipes de la misma Luz, de la misma Verdad, del mismo Fuego Sagrado que se ha mantenido encendido a través de los siglos en el más absoluto silencio, en la más prudente discreción. Estos seres que humildemente se acercan y participan de la sabiduría divina, encuentran en el Martinismo un lugar clave, un punto de reencuentro con el principio de la Luz tal como lo expresa el Filósofo Desconocido en la siguiente cita de la Tabla Natural que el autor de la presente obra recoge en el apartado de la doctrina Martinista: « El hombre, descubriendo la ciencia de su propia magnitud, aprende que, apoyándose en una base universal, su Ser intelectual se convierte en el verdadero Templo, que las llamas que le deben iluminar son las luces del pensamiento que le envuelven y le acompañan; que el Sacrificio es su confianza en la existencia necesaria del Principio del orden y de la vida; es esta la persuasión ardiente y fecunda ante la cuál la muerte y las tinieblas desaparecen; que los perfumes y las ofrendas son su plegaria, son su deseo y su celo por el reino de la Unidad; que el altar es esta convención eterna fundada sobre su propia emanación y es aquella a la que Dios y el Hombre llegan a advertir, para encontrar el uno su gloria y el otro su felicidad; en una palabra que el fuego destinado a la consumición de los holocaustos, este fuego que nunca se extingue, es aquél de la chispa divina que anima al hombre y que, si se hubiera mantenido fiel a su ley primitiva, lo habría mantenido por siempre como una lámpara brillante emplazada en el trono del Eterno, a fin de iluminar los pasos de aquellos que se hubieran alejado ; ya que, entonces, el hombre no debe dudar que él hubiera sido el testimonio vivo de la Luz y de la Divinidad».

Pese a todos los obstáculos que, desgraciadamente, son los primeros que afloran al mundo corrompido, el verdadero Martinista nunca dejó de ser, tal como decía Papus, “un sembrador de verdades, un modesto y un humilde cuyo corazón ha iluminado el cerebro por la práctica de la devoción y de la caridad...”. Y para ello se aplica en el estudio y en la meditación de la vía de Jesucristo..., pero como bien advierte un texto martinista: “...ocurre que muchos, a fuerza de escuchar el evangelio, se han perdido el espíritu de Jesucristo”. El espíritu de Jesucristo se ha dispuesto en dogmas esclavizantes al servicio del poder temporal, que auxiliado por los espectaculares avances de la ciencia y de la tecnología, han pervertido su origen y han alejado aún más al hombre de su verdadera naturaleza espiritual. Es por esto que, ahora más que nunca, corresponde al Martinismo seguir trabajando de forma silenciosa, pero efectiva y operativa, para no dejar que la Gran Obra pierda el fuego capaz de transmutar su materia más oscura en la Piedra de la Inmortalidad, el Cuerpo del Cristo Glorioso que acoge en su seno la Asamblea de almas regeneradas en comunión perfecta.

“Sembrar, enseñar y cultivar” decía Papus, pero para sembrar es preciso haber encontrado la semilla, y es hacia esta semilla que nos orienta la presente obra, tanto si quien la lee es un Iniciado en una Orden Martinista o simplemente es un profano cuyo corazón se ha sentido llamado por los principios y prácticas que en ella se esbozan.

El Martinismo, ayer, hoy y siempre, seguirá actuando sobre todos los planos, veladamente, desconocido a los ojos del mundo, hasta que el Eterno disponga que es llegado el tiempo de la cosecha y el género humano sea reintegrado al lugar que por naturaleza le corresponde. Su objetivo no es conducir al hombre hacia el esoterismo o hacia su Orden, sino el de servir al cristianismo y guiar a sus hermanos perdidos hacia la Luz de Cristo que ellos han olvidado. “Sin embargo, este deseo vendrá del otro y no será suscitado por el Martinista, que, actuando bajo el orgullo, dejaría de ser cristiano e iniciado”.

Diego Cerrato
Presidente del
G.E.I.M.M.E.




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