PORTAL MARTINISTA DEL GUAJIRO
"Purificaos, pedid, recibid y obrad.
Toda la Obra se halla en estos cuatro tiempos"
Habéis sido revestido sucesivamente con los tres grados jerárquicos
de nuestra Orden.
Os saludamos S I (superior incógnito) Cuando hayáis trascrito
y meditado nuestros Cuadernos, a vuestro turno llegaréis a ser Iniciador. Será confiada
a vuestras manos fieles una importante misión: os incumbirá la obligación, pero
también el honor de formar un grupo del cual serás, ante vuestra consciencia y ante
la humanidad divina, el padre espiritual y en ciertas ocasiones, el tutor moral.
No se trata aquí de imponerse convicciones dogmáticas. Ya sea que os consideréis
materialista, espiritualista o idealista; que hagáis profesión de cristianismo o
de budismo; que os proclaméis libre pensador o que seáis un escéptico total. Ello
poco nos importa y no constreñiremos vuestro corazón, planteando a vuestro espíritu
problemas que sólo debéis resolver frente a frente con vuestra consciencia y en
el silencio solemne de vuestras pasiones apaciguadas.
Suponiéndoos abrazado por
un verdadero amor por vuestros hermanos humanos, no busquéis jamás cortar los lazos
de la solidaridad que os ligan estrechamente al reino hominal considerado en su
síntesis. Pertenecéis a una religión suprema y verdaderamente Universal, puesto
que es ella la que se manifiesta y se impone multiforme, es cierto, pero esencialmente
idéntica a sí misma bajo los velos de todos los cultos esotéricos, tanto de Occidente
como de Oriente.
Psicólogo, dad a este sentimiento el nombre que deseéis: amor,
solidaridad, altruismo, fraternidad, caridad... Economista o filósofo, llamadle
socialismo o si queréis colectivismo, comunismo... ¡Las palabras no son nada! El
místico le honra con los nombres de "Madre Divina" o "Espíritu Santo".
Pero, seas lo que fuereis, no olvidéis jamás que en todas las religiones realmente
verdaderas y profundas, es decir, fundamentadas en el esoterismo, la expresión de
este sentimiento constituye la enseñanza primera, capital, esencial de este esoterismo
mismo. La búsqueda sincera y desinteresada de lo verdadero, ¡he aquí lo que vuestro
espíritu se debe a sí mismo!. Fraternal mansedumbre a la vista de los otros hombres,
es lo que vuestro corazón debe al prójimo. Con excepción de estos dos deberes, nuestra
Orden no pretende prescribiros otros, a lo menos de manera imperativa. Ningún dogma
filosófico o religioso es impuesto a vuestra fe.
En cuanto a la doctrina, con
respecto a la cual os hemos resumido los principios esenciales, os rogamos solamente
que meditéis en ella. Es únicamente por medio de la persuasión que la verdad tradicional
desea conquistaros a su causa. Hemos abierto frente a vuestros ojos los sellos del
libro; pero es a vos a quien corresponde asimilar, primero la letra, y después penetrar
en el espíritu de los misterios que este libro encierra. Os hemos endilgado. El
rol de vuestros Iniciadores debe limitarse a esto. Si llegáis por vos mismo a la
inteligencia de los arcanos, mereceréis el título de Adepto; pero tened muy presente
lo que sigue: sería en vano que los magos mas sabios de la tierra quisieran revelaros
las fórmulas supremas de la ciencia y del poder mágico; la verdad oculta no puede
ser transmitida en un discurso; Cada uno debe evocarla, crearla y desarrollarla
en sí mismo.
Sois un Iniciado:
Aquel que otros han puesto sobre la vía; esforzaos
por llegar a ser un Adepto: aquel que ha conquistado la ciencia por sus propios
esfuerzos, en otras palabras, el hijo de sus obras. Nuestra Orden, ya os lo he dicho,
limita sus pretensiones a la esperanza de sembrar en un buen terreno, sembrando
por todas partes la buena semilla.
Las enseñanzas de los S I son elementales,
pero precisas.
Ya sea que este programa particular satisfaga vuestra ambición,
ya sea que vuestro destino os conduzca un día hasta el umbral del Templo misterioso,
desde donde irradia, a través de los siglos, el luminoso tesoro del esoterismo occidental,
escuchad las últimas palabras de vuestros Hermanos Incógnitos; ojala germinen en
vuestro espíritu y fructifiquen en vuestra alma. Os insisto que podéis encontrar
allí en el criterio infalible del ocultismo y que la clave de la bóveda de la síntesis
esotérica está allí, no en otro lugar. Pero, ¿para que insistir si podéis comprender
y creer?
En caso contrario, ¿de que servirá insistir?
Sois libre de considerar
lo que me resta por deciros, como una alegoría mística o como una fábula literaria
sin importancia, o bien hasta como una audaz impostura. Sois libre de así hacerlo,
pero escuchad;¡sembremos donde puede germinar la semilla! ¡Vamos, sembrad!
En
el principio, en la raíz del ser, está lo absoluto.
Lo absoluto, que las religiones
denominan Dios, no puede ser concebido y quien pretenda definirlo, desnaturaliza
dicha noción al limitarla.
Un Dios definido es un Dios finito (Eliphas Levi).
Pero de este absoluto insondable emana eternamente la díada andrógina, formada de
dos principios indisolublemente unidos:
El espíritu vivificador y el Alma Universal.
El misterio de esta unión constituye el Gran Arcano del Verbo.
El Verbo es el
hombre colectivo, considerado en su síntesis divina, antes de su desintegración.
Es el Adán Celeste antes de su Caída; antes que este ser universal se moralizará,
pasando de la Unidad a la Diversidad; de lo absoluto a lo relativo; de lo colectivo
a lo individual; de lo infinito al espacio; y de la eternidad al tiempo.
He aquí
algunas nociones de la enseñanza tradicional acerca de la Caída Adánica.
Incitados
por un móvil interior, cuya naturaleza esencial debemos callar en esta oportunidad,
móvil que Moisés llama "Nahash" y que podemos definir, si queréis, como
la sed egoísta de existencia individualizada, un gran número de verbos fragmentarios,
consciencias potenciales vagamente animadas a la manera de una emanación en el seno
del verbo absoluto, se separaron de ese verbo que les contenía.
Se apartaron
ínfimos submúltiplos de la Unidad Madre que les había engendrado. Simples rayos
de este sol oculto, hirieron al infinito en las tinieblas de su naciente individualidad,
pues deseaban independizarse de todo principio anterior, en una palabra: deseaban
autonomía.
Pero, así como el rayo luminoso no tiene sino una existencia relativa,
en relación con la fuente que lo ha producido, estos verbos, igualmente relativos,
desprovistos de principio auto divino y de luz propia, se fueron obscureciendo a
medida que se alejaban del verbo absoluto. Cayeron en la materia, embuste de la
sustancia en delirio de objetividad, en la materia que es al no-ser lo que el espíritu
es al ser.
Descendieron hasta la existencia elementaria; hasta la animalidad,
hasta el vegetal, hasta la existencia mineral. Descendieron hasta las potencialidades
de estas cosas, sobre el plano astral, bien entendido, y que es el plano normal
de la involución, mientras que el plano físico es el plano normal de la evolución.
En virtud de este movimiento ascendente y repercusivo, que se denomina evolución,
los seres aparecen gradual y progresivamente sobre el escenario del mundo material,
partiendo de los más elementarios.
Así nació la materia, que fue asimismo una
elaboración del espíritu y el Universo concreto tomó una vía ascendente, que va
remontándose desde la piedra, apta para la cristalización, hasta llegar al hombre,
capaz de pensar, de orar, de sentir lo inteligible y de consagrarse a sus semejantes.
Esta repercusión sensible al espíritu cautivo, sublimando las formas progresivas
de la materia y de la vida, para tratar de salir de su prisión, ha sido constatada
por la ciencia contemporánea, la que la estudia bajo el nombre de evolución.
Pero, antes de ascender, el espíritu descendió; es lo que nosotros llamamos involución.
Pero, ¿cómo o submúltiplo verbal se detuvo en un punto determinado de su caída?
¿Qué fuerza le ha permitido volver en su camino, desandando lo andado?
¿Cómo
la consciencia obscurecida de su divinidad colectiva se ha despertado finalmente
en él, bajo la forma aún bien imperfecta de la sociabilidad?...
Son tantos los
profundos misterios relacionados con este asunto, que no los podemos abordar en
esta oportunidad; sin embargo, los podréis comprender si la Providencia os ayuda.
Pero, aquí me detengo.
Os hemos conducido ya bastante sobre el sendero; habéis
quedado premunido de una especie de brújula oculta que os permitirá, si no a extraviaros
jamás, a lo menos encontrar el camino correcto. Algunos de estos datos sobre la
GRAN OBRA del destino humano, son precisos. A vos os corresponde deducir el resto
y obtener la solución del problema. Pero, comprended bien querido hermano.
Por
tercera y última vez os conjuro.
Comprended bien que el altruismo es la única
vía que conduce hacia la meta única, hacia la meta final. Me refiero a la reintegración
de lo múltiple en la unidad divina; es la única doctrina que proporciona el medio
para lograrlo, mediante la liberación de las trabas materiales, para ascender a
través de las jerarquías superiores, hasta llegar al astro central de la regeneración
y de la paz. No olvidéis jamás que el Adán Universal es un todo homogéneo, un ser
viviente, del cual somos los átomos y las células orgánicas que lo constituyen.
Vivimos todos los unos en los otros, los unos por los otros; y si no fuéramos individualmente
salvados (para hablar en el lenguaje cristiano), por cierto que no cesaríamos de
sufrir y de luchar hasta que todos nuestros hermanos fueran salvados como nosotros.
Hasta el egoísmo inteligente llega a la misma conclusión que la ciencia tradicional:
la fraternidad universal no es un embuste; es una realidad, es un hecho real.
Quien trabaja para los demás, trabaja para sí mismo.
Quien mata o hiere al
prójimo, se mata o hiere a sí mismo, el que lo ultraja se insulta a sí mismo.
Que no os amedrenten estos términos místicos: somos los matemáticos de la ontología,
los algebristas de la metafísica.
Recordad, hijo de la tierra, que vuestra gran
ambición debe ser reconquistar el Edén Zodiacal, de donde jamás debíais haber descendido,
y entrar finalmente en la inefable unidad, fuera de la cual nada sois y en cuyo
refugio encontraréis, después de tantos trabajos y tormentos, esa paz celeste, ese
sueño consciente que los hindúes conocen bajo el nombre de NIRVANA: La Beatitud Suprema de la Omnisciencia en Dios.
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