Canciones de Carlos Gardel

Fue un cantante y actor de cine naturalizado argentino,
considerado el más importante tanguero de la primera mitad del siglo XX.


- A la Luz del Candil
- A Media Luz
- A mi Madre
- Adiós Muchachos
- Adiós para Siempre
- Alma en Pena
- Amargura
- Amores de estudiante
- Amurado
- Anclao en París
- Angustia
- Ansias de amor
- Aquel Tapado de Armiño
- Aquellas Farras
- Aromas del Cairo
- Arrabal Amargo
- Ausencia
- Bandoneón Arrabalero
- Barrio Reo
- Barrio Viejo
- Bésame en la boca
- Beso ingrato
- Bulincito de Mi Vida
- Callejera
- Cambalache
- Caminito
- Caminito Soleado
- Chorra
- Cobardía
- Compadrón
- Confesión
- Corazoncito
- Criollita decí que Si
- Cuando Tú no estás
- Cuesta Abajo
- Dandy
- Desdén
- Dicha pasada
- El Besito
- El día que me quieras
- Esclavas Blancas
- Esta noche me emborracho
- Farabute
- Guitarra Mía
- Haragán
- La Cieguita
- La Cumparsita - Si Supieras
- La Enmascarada
- La Garçonnière
- La última copa
- La Violetera
- Las Flores de tu Balcón
- Leguisamo Solo
- Lejana Tierra Mía
- Los Ojos de mi Moza
- Madreselva
- Mano a Mano
- Margaritas
- Mentira
- Mentirosa
- Mi Buenos Aires Querido
- Mi Manta Pampa
- Mi Noche Triste
- Milonga del 900
- Milonga Sentimental
- Milonguera
- Mis Flores Negras
- Misa de Once
- Misterio
- Murmullos
- Padre Nuestro
- Por una Cabeza
- Poupee de Stamboul
- Recuerdo Malevo
- Rencor
- Ríe Payaso
- Rubias de New York
- Secreto
- Senda Florida
- Sentimiento Gaucho
- Sevilla
- Si soy así
- Siga el Corso
- Silencio
- Soledad
- Sonia
- Sus Ojos se Cerraron
- Tabernero
- Taconeando
- Tango Argentino
- Te aconsejo que me olvides
- Tenemos que Abrirnos
- Tiempos Viejos
- Tomo y Obligo
- Tras cartón
- Trianera
- Tus Besos Fueron Míos
- Una Lágrima
- Uno y Uno
- Volver
- Volvió una Noche
- Yira Yira
- Yo Beso vuestra Mano Señora

(Charles Romuald Gardès; Toulouse, Francia, 1890 - Medellín,
Colombia, 1935) Cantante, compositor y actor argentino de origen francés o tal vez
uruguayo; según esta segunda hipótesis, habría nacido en 1887 en Tacuarembó. A finales
de la década de 1920, la identificación de Gardel con el tango era ya un fenómeno
de ámbito universal. Desde entonces nunca ha dejado de reconocerse su papel esencial
en el desarrollo y difusión del tango y su condición de mejor intérprete de la historia
del género.
Como suele suceder con las figuras de tan enorme dimensión popular,
la biografía del "zorzal criollo" está teñida de leyendas, y su fama póstuma apenas
ha menguado con el paso de las décadas. Durante muchos años fue habitual ver cómo
mucha gente peregrinaba hasta la tumba de Carlos Gardel para pedirle salud y trabajo;
en Argentina, la expresión "es Gardel" equivale a "es incomparable".
Carlos
Gardel tuvo esa infancia castigada por la adversidad que parece caracterizar a todo
héroe arrabalero y triunfador. Su madre, Bèrthe Gardès, nunca llegó a saber con
exactitud quién era el padre de aquel hijo nacido el 11 de diciembre de 1890 en
el hospital de La Grave (Toulouse) y bautizado con el nombre de Charles Romualdo,
si bien una parte importante de los estudiosos sostiene que los datos anteriores
son una fabulación encaminada a ocultar su condición de hijo ilegítimo de Carlos
Escayola y María Lelia Oliva, y que en realidad nació el 11 de diciembre de 1887
en Tacuarembó (Uruguay).
Más tarde, en los suburbios de la ciudad de Buenos
Aires, adonde Bèrthe Gardès huyó en busca de unas migajas de fortuna cuando Gardel
aún no había cumplido los tres años, se resignó a ver cómo su vástago o su hijo
adoptivo correteaba entre las casuchas de Retiro, Montserrat o Los Corrales, y se
buscaba la vida pateando calles destartaladas y sucias, creciendo con resentimiento,
congoja e inseguridad.
Charles se convertirá pronto en Carlitos, un muchacho
despierto, simpaticón e irascible cuya única ansia consiste en alcanzar el lujo
de los ricos y ganar montañas de dinero. Con dieciocho años desempeña toda clase
de pequeños trabajos y ya deja oír su aterciopelada voz en esquinas, reuniones familiares
y garitos. Detesta el trabajo duro, rinde culto al coraje, santifica la lealtad
a los amigos y se esfuerza por imitar a los adinerados acicalándose con un esmero
narcisista y casi femenino.
Por aquel entonces, ese "pensamiento triste que
se baila" de incierto origen, llamado tango, comenzaba a hacer furor en París. Sus
intérpretes más destacados viajaban al continente y regresaban con los bolsillos
a rebosar. Carlos, a quien le gusta el canto casi tanto como la "guita", cambia
la s final de su apellido por una l y prueba fortuna en algunos cafés de los barrios
periféricos bonaerenses, en los que se presenta con el sobrenombre de "El Morocho";
ante la sorpresa de propios y extraños, manifiesta una aguda sensibilidad y un temperamento
artístico completamente original.
Su interés y sus aptitudes lo inclinan
hacia el tango canción o tango con letra, escasamente cultivado hasta ese momento.
En efecto, el tango estaba por entonces culminando su proceso evolutivo que lo había
llevado de ser una música alegre (en compás de dos por cuatro y de origen posiblemente
cubano) que se bailaba de forma un tanto procaz en las fiestas de las clases populares
de Buenos Aires, a convertirse en un lamento cantado, una música nostálgica y desgarrada
que los porteños acomodados habían aprendido a admirar y a bailar y que Gardel estaba
destinado a dar a conocer en todo el mundo.
Cuando en 1915 forma pareja con
José Razzano, intérprete de tangos que ya goza de alguna fama, ninguno de los dos
sospecha que en pocos años van a convertirse en ídolos tanto de los entendidos como
de un amplio sector de público. Fue a raíz de una apoteósica actuación en el teatro
Esmeralda de Buenos Aires, en 1917, cuando el personal estilo de interpretar el
tango de Carlos Gardel caló hondo en el público porteño y dio al dúo Gardel-Razzano
una fulminante celebridad.
El tándem se mantendrá hasta 1925, año en que
Gardel debió partir solo hacia Europa. José Razzano, aquejado de una enfermedad
en la garganta, había decidido abandonar el canto. Esta desgracia de su compañero
significará, no obstante, la fama internacional para Gardel. Tres años después de
cruzar el Atlántico, escribe a Razzano: "La venta de mis discos en París es fantástica;
en tres meses se han vendido setenta mil". Bing Crosby, Charles Chaplin y Enrico
Caruso se deleitan con canciones como "Mi noche triste", "Volver" o "No habrá más
penas ni olvido".
Si grande había sido el éxito de Gardel en París, no lo
fue menos en España. Gardel debutó en solitario en 1925 en el teatro Apolo de Madrid
y en el teatro Goya de Barcelona el 5 de noviembre de ese mismo año. Tal fue el
recibimiento y cariño que el público le brindó en la capital catalana al "zorzal
criollo", como también se lo llamaba, que hizo de ella su centro de operaciones
para sus giras europeas, no obstante sus largas estancias en París. En "Che, papusa,
oí" canta Gardel: "Trajeada de bacana, bailás con corte / y por raro esnobismo tomás
prissé", acaso evocando las fiestas al estilo parisino que ofrecía por esa época
la aristocracia barcelonesa, con esmoquin, champán francés y cocaína o plis o plissé,
como llamaban a esta droga.
La voz, la estampa y la simpatía de Gardel arrollaban,
especialmente entre las mujeres. Reveladora es la entrevista "a la sombra de Gardel",
que salió publicada en Tango Moda, en 1929. La sombra era una bella francesa que
seguía al ídolo por todas partes después de haberlo visto actuar una vez en el cabaret
de Florida de París. "Cuando por la noche me retiro a mi cuarto del hotel, doy por
muy bien pagados mis esfuerzos si le he oído cantar tres o cuatro canciones", confesaba
esta admiradora incondicional. Sus películas, como Flor de durazno, rodada en Argentina
en 1917, Luces de Buenos Aires y Cuesta abajo, en Francia en 1931 y 1934, y Tango
Bar, en Estados Unidos en 1935, además de Melodía de arrabal, El tango en Broadway,
El día que me quieras y Cazadores de estrellas, entre otras, contribuyeron a incrementar
su fama, gracias a su magnífica voz y a su fascinante personalidad.
Su forma
de cantar los pequeños dramas existenciales de sus tangos va a significar una revolución.
Nadie es capaz de imitar el fraseo de Gardel ni su habilidad para metamorfosearse
en los personajes de sus canciones. Además, su figura simpática, mezcla de pícaro
y castigador siempre bien vestido y repeinado, se convierte en un modelo para los
porteños. Ahora es un triunfador nato, modelo de "el que llegó", un mito rioplatense
admirado por los hombres y adorado por las mujeres.
A pesar de esta imagen,
Gardel fue en la intimidad un hombre tortuoso, retraído y contemplativo, atenazado
por una oscura tristeza y víctima fácil del abatimiento. En cuanto a su vida sentimental,
confesaría que nunca se había enamorado de mujer alguna, "porque todas valen la
pena de enamorarse y darle la exclusividad a una es hacerle una ofensa a las otras".
En 1934, después de haberse paseado en olor de multitud por escenarios de Europa
y Estados Unidos, Carlos Gardel inició una gira por toda Hispanoamérica provocando
el delirio. Los teatros se llenaban de un público rendido al cantante argentino,
que lo aclamaba y lo continuaría aclamando hasta después de su muerte.
El
24 de junio de 1935, cuando se encontraba en la cúspide de su fama, el cantor murió
en un accidente de aviación cuyas causas nunca se han aclarado, al menos no para
los millones de apasionados del tango que en todo el mundo entonces lloraron la
muerte de su ídolo y aún hoy hablan de él en tiempo presente. Gardel viajaba de
Bogotá a Cali en un F-31 de la compañía Saco. Hecha escala en Medellín, el avión
recorrió la pista para alzar el vuelo, pero apenas había despegado se precipitó
a tierra, chocando con otro avión alemán que esperaba en la cabecera de la pista.
Un velo de misterio rodeó el suceso. Corrieron rumores acerca de un tiroteo
entre Gardel y uno de sus acompañantes, con el piloto del aparato como víctima inocente
e involuntario causante de la tragedia. Sin embargo, y según el testimonio de los
dos únicos pasajeros que lograron salvarse de los veintiuno que viajaban en el vuelo,
la verdadera causa del accidente parece haber sido el fuerte viento reinante que
hizo que el piloto perdiera el control del trimotor en el momento del despegue.
A la confusión del accidente se sumaría después la leyenda de un cantor encapuchado
cuya voz sorprendía por su parecido con la de Gardel; muchos afirmaron que el ídolo
se había salvado y seguía cantando, pero no deseaba mostrar su rostro totalmente
desfigurado; a ser eso cierto, el cuerpo velado por las multitudes en el estadio
del Luna Park no habría sido el suyo. Pero es su espíritu lo que cuenta: un mar
de melancólicos lo lloró entonces y siguió lamentando la pérdida de la voz más triste
y cálida que el tango ha dado nunca.
