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Rito Escocés Antiguo y Aceptado
del Guajiro
La Hermandad para toda la Humanidad
Al término de los funerales de Hiram, Salomón quiso vengar la
muerte de su Gran Maestro Arquitecto.
La desaparición de los tres Compañeros
del lugar de sus trabajos descubría la identidad de los asesinos. Mientras
Salomón meditaba sobre esto, apareció un desconocido -Guardián de los Rebaños, o
sea, la Constelación de la Cabra- quien pidió audiencia y luego revelo que conocía
el lugar donde los tres malhechores estaban ocultos. El Rey reunió a los
Maestros mas ancianos, los cuales eran quince, de los que escogió nueve para la
peligrosa expedición, depositando sus nombres en una urna con ese propósito. El primero en salir fue el nombre de Johaben quien, de esta forma, fue designado
jefe de la expedición; a continuación, de la misma manera, fueron elegidos los otros
ocho Maestros que lo acompañarían.
Después Salomón se recogió en un lugar
más aislado solamente con los nueve Maestro elegidos, revelándoles el lugar desconocido
y determinando con ellos la manera con que capturarían a los criminales para vengar
el asesinato de Hiram. A fin de pasar inadvertidos, los nueve Maestros salieron
esa misma noche, guiados por el pastor Desconocido que se había ofrecido para servir
de guía. A punto de caer el sol, todos llegaron al lugar de la caverna, llamada
Ben-Achar (que significa “hijo del extranjero”, según algunos), en la que acostumbraban
recogerse.
Dos de los asesinos regresaban a la caverna cuando advirtieron
la presencia de los Maestros y huyeron precipitadamente a través de las rocas. Con excepción de Johaben, ocho Maestros los persiguieron a pesar de los obstáculos
del terreno y de estar cansados por el viaje, y acortaron distancia respecto de
los perseguidos hasta que, los asesinos, viéndose finalmente perdidos, sin salvación,
ya frente a un abismo, sin otra vía de escape, prefirieron lanzarse al vacío antes
de que los tomaran prisioneros. Así fue como sus perseguidores sólo lograron
encontrar sus cadáveres.
Johaben, alejado de los demás y a la espera de que
tuvieran éxito en su búsqueda, advirtió que el perro del pastor (el Can Mayor de
las Constelaciones) seguía el rastro de alguien que había entrado en la caverna:
entonces Johaben, descendiendo los nueve escalones tallados en la roca descubre
en el fondo a quien era más culpable, o sea, a quien había asestado el golpe letal
y que a esa hora se disponía a descansar. Al verse descubierto por et Maestro,
sin poder resistir la mirada de éste, el asesino tomó un puñal con el que pensaba
defenderse y lo clavó en su propio pecho, traspasándose el corazón antes de que
Johaben pudiese impedirlo.
Otra leyenda dice que Johaben mató al culpable
y le cortó la cabeza, pero los Misterios de la verdadera Iniciación no permiten
que el Iniciado se vengue y mate al delincuente con sus propias manos, porque ese
derecho es propio de la Ley. Entonces los nueve Maestros descansaron hasta
la alborada del día siguiente, y luego se apresuraron a cortar la cabeza de los
tres criminales; a continuación emprendieron viaje hacia Jerusalén, llegando al
anochecer (del día siguiente, tal vez) porque la distancia desde el puerto de Jaifa
hasta la Capital es de sesenta kilómetros en línea recta. Satisfecho Salomón
con el resultado de la expedición, y en recompensa por el celo puesto de manifiesto
por los nueve expedicionarios, permitió que siguieran gozando del muy merecido titulo
de Elegidos Secretos.
Después se sumaron a ellos otros Maestros que se distinguieron
por sus servicios, y así llegaron a ser quince Elegidos, entre los cuales se hallaba
aquel Pastor Desconocido que guió a los nueve Maestros en busca de los asesinos.
Las tres cabezas y los instrumentos de construcción, cuya finalidad los asesinos habían pervertido tan criminalmente, fueron exhibidos durante tres días para que los obreros los vieran de forma exclusiva.
De esta manera, (ante el crimen
como el castigo permanecieron en secreto; únicamente los iniciados pueden enterarse
de esto, y tan sólo los Maestros pueden comprenderlo.
Los Elegidos adoptaron, para diferenciarse, una faja negra extendida
desde el hombro izquierdo hasta el derecho, y de cuyo extremo colgaba un puñal con
el cual se mató Abibalac el asesino, tal como siglos después, Judas se mató tras
vender a su Maestro. Para reconocerse entre si, usaron palabras y signos
relacionados con la acción llevada a cabo por los nueve primeros y, así, los ascendidos
a este Grado fueron los vigilantes de los obreros y Maestros de la Obra para que
no se repitiera el hecho doloroso ocurrido con el Gran Arquitecto del Templo.
La Leyenda del Grado del Elegido de los Nueve explica extensamente el Mito Solar. La propia leyenda de Hiram y de la persecución de los asesinos enmascara en
cierto sentido mitos y misterios simbólicos más antiguos que nos muestran la constante
lucha entre la Luz y las tinieblas, el bien y el mal, la verdad y el error, y los
ideales y las pasiones del hombre. En el Mito Solar, del que fueron extraídas
todas las leyendas de las religiones, los nueve Maestros son los nueve signos zodiacales
o nueve meses de luz en oposición a los tres meses más oscuros, terrenales y animales,
Escorpio, Sagitario y Capricornio.
Además, es la lucha entre la Luz y las
tinieblas, el nacimiento y la muerte, lo activo y pasivo, y lo oscuro y negativo:
es la lucha de las estaciones luminosas contra la estación oscura. Es la
lucha de los dioses del Olimpo contra los Titanes y Gigantes deseosos de dominar
en el orden celestial mediante las pasiones brutales. Es la lucha de los
Devas contra los Asuras, de Indra, Agni y Mitra contra Varuna, quien, igual que
Lucifer, es lanzado al Inferior (Infierno), dejando de ser el dios de la noche estrellada. Es la lucha de Osiris reencarnado en Horus, y de Isis, contra Tifón; de Hércules,
prototipo del héroe consciente de su propia imagen divina, contra los monstruos
o pasiones animales, que se encuentran en su ciclo zodiacal evolutivo, como residuo
de su propio pasado con el cual debe enfrentarse para superarlo. Es la lucha
de Mitra (el Sol), la Divinidad-Luz de la última época de la región iránica, contra
el Toro (Tauro) que es emblema de la naturaleza animal (léase Octavo Grado), a quien
mata y transmuta para absorber sus cualidades positivas. Es la lucha tanto
en la Naturaleza como en la vida; la Luz, el Poder Supremo, ahuyenta las tinieblas
y la oscuridad.
Ante su claridad, el misterio de la noche huye llevando consigo
los temores y el cansancio que se apoderan de nuestro organismo cada vez que anochece. Y en la medida en que se haga la luz en nuestra mente, se aclararán nuestras
preocupaciones y problemas para que nuestra vida sea crecimiento en la Luz.
La ignorancia y el fanatismo sustituyen a la Verdad y a la comprensión encada
uno de nosotros, pero, al dedicarnos al estudio para cultivar nuestra mente, la
ignorancia y el fanatismo, tal como lo hicieron los dos asesinos, se lanzan al abismo
de la aniquilación.
La ambición (compañera de la ignorancia y del fanatismo),
que se oculta en la cueva del corazón del hombre, se destruye a si misma, como lo
hicieron Abibalac, el asesino de Hirarn, y Judas Iscariote, hasta que un rayo del
más puro amor llegue a esa gruta.
Esta versión de la Leyenda de Hiram nos
enseñó con total claridad la Ley de Causa y Efecto, como más adelante la explicaremos,
y que consiste en: "Con la vara que midiereis seréis medidos". El Iniciado
debe matar en su corazón la ignorancia, el fanatismo y la ambición, sustituyéndolos
con sabiduría, tolerancia y altruismo, o con verdad, comprensión y desprendimiento.
La Justicia, representada por la balanza, nunca significa venganza. La
justicia es el equilibrio divino perfecto o la expresión de la Ley Divina del Equilibrio
Perfecto.
Esta Ley es presentada por el número dos, o la dualidad en la trinidad
del hombre.
Impulsado por la ignorancia, el fanatismo y la ambición, el hombre
hace que, injustamente, prevalezca uno de los platillos de la balanza, induciendo
a que quien sufre injusticia alce el peso de su espada. Entonces, quien sufre
ignominia se eleva y encumbra hasta el cielo por ese mismo hecho, mientras que el
tirano se precipita con igual peso, en sentido contrario. De manera que la
Justicia Divina (Ley del Equilibrio, y de Causa y Efecto), al ser tergiversada,
actúa en sentido contrario por el efecto que sigue a toda causa, y por reacción,
la cual acompaña a toda acción. Por consiguiente, tenemos que tratar de buscar,
en la propia persecución de los asesinos de Hiram, un sentido profundo de lo que
aparentemente significa.
En relación con los Misterios de Egipto, Plutarco
dijo: "...debes pensar que ninguna de esas cosas se refiere a lo que aparentemente
cuentan...". De esta manera deducimos que el Noveno Grado encierra muchos
Misterios Iniciáticos ocultos, que exigen que el Maestro se perfeccione a fin de
eliminar sus vicios y pasiones que más quiere y a los que está apegado (para que
mate a sus primos y parientes como el Bhagavad Gita o Canto del Señor lo enseña
con alegorías). Sin embargo, no como los detractores de la Masonería han
procurado difundirlo: que en este Grado se exigía al iniciado el compromiso o juramento
de ejecutar las sentencias de los tribunales secretos, siendo él mismo sacrificado
por los hermanos si no cumplía su promesa.
Sin duda, el Grado tiene, como
emblemas, cabezas cortadas, puñales ensangrentados, lágrimas y atributos fúnebres,
y en su Ritual se emplea con frecuencia la palabra venganza y la divisa: "Vincere
aut Mori". No obstante, ello, esos calumniadores nunca vieron la Luz de la
Verdad para ser capaces de interpretar el simbolismo iniciático.
Después
de estas explicaciones, todo nos induce a creer que el Grado de Maestro Elegido
fue instituido por los Templarios o al menos, éstos lo conocían. La ambición
-simbolizada en el Noveno Grado por el traidor Abiram, o Jubelón, o Abibalac según
el Rito Francés- es asesinado, a su vez, con el puñal del altruismo y del desprendimiento;
y todos los males de la sociedad desaparecen al morir la ambición.
El Noveno
Grado se confiere mediante iniciación y, a tal efecto, el candidato debe tener inteligencia,
moralidad y conocimientos masónicos, además de más de veinticinco años de edad,
poseer el cuarto Grado con un año de antelación, y haber cumplido, como mínimo,
tres años como masón.
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