El ultimo organito
Ginamaría Hidalgo
Ginamaría Hidalgo
Las ruedas embarradas del último organito
vendrán
desde la tarde buscando el arrabal,
con un caballo flaco y un rengo y un
monito
y un coro de muchachas vestidas de percal.
Con pasos
apagados elegirá la esquina
donde se mezclan luces de luna y almacén
para que bailen valses detrás de la hornacina
la pálida marquesa y el
pálido marqués.
El último organito irá de puerta en puerta
hasta
encontrar la casa de la vecina muerta,
de la vecina aquella que se cansó
de amar;
y allí molerá tangos para que llore el ciego,
el ciego
inconsolable del verso de Carriego,
que fuma, fuma y fuma sentado en el
umbral.
Tendrá una caja blanca el último organito
y el asma del
otoño sacudirá su son,
y adornarán sus tablas cabezas de angelitos
y
el eco de su piano será como un adiós.
Saludarán su ausencia las
novias encerradas
abriendo las persianas detrás de su canción,
y el
último organito se perderá en la nada
y el alma del suburbio se quedará
sin voz.
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