Anécdotas Aeronáuticas
Ernesto Miguel Burga Ortiz
Han pasado ya muchos años, demasiados para mi gusto, pero esa
fue una de esas misiones que nunca olvidas y que la cuentas una y otra vez, y sólo
en momentos muy particulares, porque te marcó para siempre.
Habíamos aterrizado
en el aeropuerto de Trujillo casi a las cinco de la tarde, la jornada había sido
especialmente pesada y no tenía muchas ganas de conversar; del grupo de gente arremolinadas
cerca de las puertas posteriores de la ambulancia se separó una persona que parecía
encaminarse directamente hacia mí, hubiera querido evitarlo, pero no había forma,
lo identifiqué de inmediato y mientras lo veía acercarse empecé a recordar las circunstancias
en que lo había conocido.
Día viernes en la tarde, temporada de verano.
Soltero, listo para la juerga del fin de semana estoy esperando que me llame
mi compadre, hoy iremos al cine y haremos la coordinación para la fiesta de mañana
sábado que estábamos esperando para ir con unas amigas, además que la dueña de casa
hace buenas fiestas y su viejo es buena gente; promete estar buena.
Mientras
espero veo televisión, la programación de la época no es muy buena que digamos,
pero qué importa. Suena el timbre del teléfono, es mi compadre avisándome que no
podrá ir al cine. Ensarte, avisarme a última hora; bueno, seguiré en la tele, felizmente
están dando “Combate”
No bien me siento y cuelgo vuelve a sonar el teléfono,
seguro que se ha olvidado de decirme algo:
- ¿Y
ahora, qué te pasa, ensarte?
- Aló ¿Eco Bravo...?
- Si ¿quién habla? - Uy, la canción, pensé ¿Quién podría
llamarme por mi apelativo si no el ...
- Mi teniente,
soy el Oficial de Operaciones del Escuadrón de Rescate - En un instante se confirmaron
mis temores
- Si, dime - Temí lo peor (%*&*&*$*%*
)
- Mi teniente, mañana a primera hora tiene que ir a
Huacrachuco para evacuar un herido, accidentado en una mina y ...
- Aguanta, aguanta ¡Yo no estoy de servicio mañana y..........! - corté el alegato
pues sabía que era inútil, esa era la orden y se acabó; el Oficial de Operaciones
siguió hablando, pero ya ni lo escuché, o no le presté atención ¿Para qué, si igual
tenía que ir? Y la fiesta, y las chicas, ¿y....? ¡¡ Qué tal raza, yo no estoy de
servicio!! Agarran al más “toyo”, seguro que se han hecho negar, o no han estado
en sus casas o lo que fuera, que les manden memorándum, que........Bueno ¿para qué
requintas, si igual vas a ir? ¡¡Caballero nomás!!
Al día siguiente, sábado,
estuve en la base a las cinco de la mañana; ya todo estaba listo, el plan de vuelo,
la tripulación, el reporte del tiempo, la camilla, bomba, etc.
A las cinco
y treinta ya estaba en el aire, la idea era salir lo más temprano para agarrar la
cordillera todavía “dormida”, o sea antes que las nubes empiecen a desarrollarse
¡Y para regresar a la fiesta!
Mentalmente iba repasando los detalles de
la misión, una y cien veces, para prever posibles eventualidades ¿Hay combustible
en Chimbote? SI ¿En Cajamarca? SI ¿Seguro? SI, ese es el informe ¿Con los dos cilindros
que llevaremos de Chimbote a Huacrachuco, alcanza para ida y vuelta? SI, más que
suficiente. Parece que todo está bien
¿Cómo está el tiempo en la zona de
Huacrachuco? ¿Han conseguido el tiempo en el Marañón? ¿Todavía? Desde que salí les
dije que pidieran el tiempo de la zona a la Guardia Civil, ellos lo piden por telégrafo.
¡¡Llamen a la compañía minera, ellos tienen enlace radial!!
¡Estos son unos
inútiles! Claro, ellos en la playa, bien lindos, y yo “quemando” en la cordillera;
parece que el tiempo no va a estar muy bueno, a lo lejos se divisan ya algunos cúmulos
en desarrollo ¡¡Encima ni siquiera estoy de servicio!!
Llegamos a Chimbote
y después de recargar y poner abordo dos cilindros emprendimos vuelo hacia Huacrachuco;
el tiempo parecía estable, aunque en verano nunca se sabe a ciencia cierta si continuará
así; habían cúmulos dispersos que me dieron mala espina porque con seguridad crecerían
más tarde; ya veríamos cómo evolucionaban más adelante, ahora concentrémonos en
lo nuestro,
“Atacamos” la cordillera con buena altura, el “fierro” se portaba
como los ángeles y a los 14,000 pies ya tenía claro que podría llegar a Huacrachuco
sin problemas de clima, estábamos bastante bien con la hora, incluso habíamos ganado
algo de tiempo de manera que de seguir las cosas así no tendríamos problema con
la hora o con el clima y podría completar mi periplo el mismo día y regresar a Lima
¡Y a la fiesta!
Alcanzamos la altura de crucero y una vez más, al ver el
río Marañón a miles de pies debajo de nosotros, serpenteando entre las inmensas
moles de los ramales occidental y oriental de la cordillera sentí nuestra insignificancia;
había algo que me molestaba, pero no alcanzaba a identificarlo ¿ Eran las condiciones
meteorológicas? ¿La hora? ¿El combustible? ¿La condición del herido, habría médico
que lo acompañe?
Esas y otras preguntas me hacía mientras nos aproximábamos
a Huacrachuco, que ya teníamos a la vista; descendiendo hice un amplio círculo para
ubicar un lugar apropiado para aterrizar, es decir lo más cerca de la carretera,
plano, con buen ángulo para la aproximación y sobre todo para el decolaje ya con
el peso de los pasajeros ¿Cuántos serían? Cercano a la ciudad y con el viento de
frente.
Pero escrito está que el hombre propone y Dios dispone; aterrizamos
en Huacrachuco pasadas las diez de la mañana y en un par de minutos apareció una
nube de chicos de diferentes edades; siendo sábado los muchachos no tenían clases
¿Y qué mejor que ir a ver el helicóptero? Eso era una novedad que no se iban a perder.
Una vez asentado el polvo que se levantó con el aterrizaje se nos acercaron
varios hombres, entre ellos un policía, al que me dirigí después de los saludos
de rigor
- ¿Y el herido? - le pregunté, al ver que
no había ambulancia ni vehículo alguno
- No lo han
traído todavía, mi teniente
- Oiga, yo vengo desde
Lima ¿y ustedes no han podido traer de la mina al herido?
- Es que no nos han avisado que venían, pero ya han ido a avisar para que lo traigan
- ¿Y cuánto se demoran?
- Como dos horas - Su respuesta me cayó como agua helada, me mató
- ¿Tan lejos está la mina?
- No, no está tan lejos,
está detrás de ese cerro – dijo señalando una mole surcada por la carretera que
trepaba haciendo zigzag
- Bueno, alguien que nos
ayude a bajar los cilindros de combustible
Mientras el mecánico y algunos
pobladores procedían a bajar los cilindros, yo estaba calculando mis posibilidades
de regresar a Lima - me pareció que el clima estaba cambiando y que los “borregos”
(cúmulos) estaban creciendo, mala señal - ¡¡dos horas!! No importa, aun así creo
que puedo llegar a Trujillo sin problema, pero estaré un poco ajustado para continuar
a Lima; en fin, no me queda otra que esperar...........pero ¡¡Dos horas!! Estos
creen que........
Pero ¿Qué hace ese fulano ahí? Era un lugareño, viejo y
arrugado, de edad indefinible ¿Cuántos años tendría? Difícil calcular, lo mismo
podría tener sesenta que ochenta , su ropa raída pero limpia, con los zapatos terrosos,
trapo en mano limpiaba la puerta de carga del helicóptero; se notaba que, en medio
de su pobreza, se había puesto sus mejores ropas pero aun así estaba limpiando,
lo que me pareció muy extraño
- ¿Qué hace este hombre,
tú le has dicho que limpie el helicóptero? - le pregunté, intrigado, al mecánico
- No, mi teniente; hace rato nos estuvo ayudando a
bajar los cilindros, pero nada más; después me preguntó si nos podía ayudar en algo
más, pero le dije que no y ahora lo veo con ese trapo
- Oiga señor – le dije al viejo - deje el trapo nomás, no necesita hacer eso
- Es que estoy ayudando
- No gracias, deje nomás, no es necesario
-
Es que
estoy esperando
- Está bien, pero espere más allá
- viejo de miércoles ¿qué querrá?
El viejo me miró y, sin decir una palabra,
se alejó caminando cansinamente, no sé adónde porque en esa pampa no había nada
cercano donde guarecerse del sol y yo me desentendí de él; durante ese lapso de
espera la gente, pasada la novedad de la llegada del helicóptero, en su mayoría
ya se había retirado y quedaban apenas unos adultos y la bandada de muchachos.
Había transcurrido algo más de media hora, cuando alguien dio la voz de que
ya traían al herido; efectivamente, a lo lejos se veía una nubecita de polvo que
bajaba por la zigzagueante carretera ¿Cómo, no era que se demorarían dos horas?
El susodicho viejo, invisible hasta ese momento, apareció como por encanto ¿Dónde
habría estado? No importa, con tal que no friegue
- ¿Cuánto se demorará en llegar? - le pregunté al policía, señalándole la nubecita
de polvo.
- Más de media hora, mi teniente, pero
creo que esa no es la camioneta de la mina; está bajando muy rápido.
- ¿Muy rápido? Ojalá sean ellos, - dije, impaciente
- Es que la carretera es afirmada y no está en tan buen estado, no se puede correr,
además con el herido tienen que venir más despacio - Toma mientras, pensé, tú has
debido pensar en eso; bueno, no queda más que esperar.
Era ya casi las once
de la mañana cuando apareció, rugiendo, una motocicleta; el conductor, con antiparras
y la cabeza blanca por el polvo del camino se detuvo y se dirigió directamente a
mí; era un hombre joven que parecía tener unos cuarenta años
- Hola, buenos días ¿Es usted el piloto?
-
Buenos
días, sí, yo soy el piloto.
- Teniente, soy el ingeniero
a cargo, disculpe usted la demora pero es que no nos han avisado, nos dijeron que
venía un helicóptero de la FAP pero no nos avisaron de su partida; en cuanto vi
el helicóptero he bajado para avisarle que ya están trayendo al herido - esa era
la nubecita de polvo que vimos venía bajando.
-
¿Pero ya lo están trayendo, cuánto demorará en llegar? - dije, mirando el reloj
- Calculo que a eso de la una de la tarde
Más
o menos una hora después el mecánico, que había tenido la iniciativa de hacer el
pre vuelo, se me acercó con cara de preocupación.
- Mi teniente......... nos hemos quedado sin batería
- ¿Quéé, cómo sin batería, qué ha pasado?
-
Nos
olvidamos de conectar el generador y durante el vuelo nos hemos consumido toda la
carga, no podemos ni usar el radio - ¡¡ Eso era lo que me molestaba, me había olvidado
de conectar el generador!!
Efectivamente, si bien el sistema de arranque
debía actuar automáticamente para conectar el generador, este helicóptero había
presentado una falla y era necesario conectarlo manualmente, lo que hicimos sólo
en la primera pierna del vuelo y ahí estaba la consecuencia del descuido. ¿Qué hacer?
El herido estaba por llegar y no sólo no lo podríamos evacuar sino que además inútilmente
lo habríamos sometido al maltrato del viaje de ida y vuelta a la mina.
Después
de discutir el tema con el mecánico llegamos a la conclusión que la única alternativa
era conseguir un par de baterías de camión para arrancar el motor y el generador
empezaría a funcionar normalmente; no había opción, tenía que comerme el sapo y
pedir ayuda al ingeniero; este escuchó atentamente mi explicación y mi requerimiento,
escribió en un papel lo que se necesitaba y, de inmediato, partió un motociclista
¡¡hasta la mina y era ya el medio día!! Me estaba ganando la hora y no había mucho
que yo pudiera hacer porque en el pueblo no había baterías de suficiente capacidad.
Y el viejo parado en el mismo sitio, desde no sé qué hora.
La impaciencia
me consumía, el herido estaba por llegar y yo no sabía siquiera si lograríamos arrancar
el motor del helicóptero para evacuarlo, además el clima me estaba jugando una mala
pasada, los cúmulos habían crecido y ya estaba claro que, si lográbamos arrancar,
encontraría malas condiciones para el vuelo: y tal vez tendría que regresar a Huacrachuco,
lo que significaba que todo el esfuerzo habría ido en vano pues no cumpliríamos
con evacuar al herido. Menudo problema.
Pasada la una de la tarde la nube
de polvo se transformó en una camioneta roja en cuya tolva venía el herido, echado
sobre dos colchones superpuestos, se quejaba débilmente y se le veía muy golpeado,
el rostro tumefacto, acompañado por dos hombres que cuidaban de mantener conectada
la botella de suero, a la vez que protegerlo del sol y tratar de darle algo de comodidad,
como si eso fuera posible. El viajecito debió haber sido todo un suplicio, dadas
las condiciones de la carretera y el vehículo empleado.
La poca gente presente
se arremolinó alrededor de la camioneta, inútilmente curiosos, y entre ellos el
viejo de la ropa dominguera, estorbando al tratar de mirar dentro de la tolva; a
una orden del ingeniero rápidamente fueron alejados y la camioneta partió a buscar
un lugar sombreado.
A partir de ese momento mi preocupación dejó de ser la
fiestita y demás tonterías, la atención al herido era lo más importante y quizás
por mi descuido su situación se vería agravada, cuando no en riesgo de perder la
vida, o tal vez hasta fallecer; mi mente era un torbellino de ideas y pensamientos
En esas estaba, recostado en la puerta del helicóptero cuando, de pronto, me percaté
que el viejo estaba cerca, como a unos cinco metros, mirándome en silencio. - Viejo
de miércoles ¿Qué querrá? Que ni me diga nada porque lo mando a la porra, seguro
que sabe que vamos a Trujillo y quiere zamparse ¡Que ni me diga nada!
Una
hora y media después que había partido el motociclista, y yo cansado de mirar la
cumbre de la carretera, cuando apareció la nube de polvo que tan ansiosamente esperaba
ver, y era evidente que venía mucho más rápido que la camioneta que trajo al herido,
pero no tanto como yo hubiera querido.
Pasadas las tres de la tarde llegó
otra camioneta, destartalada y que parecía que se iba a desarmar, con dos ocupantes
en ropa de trabajo; el mecánico del helicóptero revisó el material que habían traído
y rápidamente adecuaron unos cables para intentar el arranque; el ingeniero y yo
presenciábamos las coordinaciones y el trabajo, sin intervenir ni decir nada y en
cinco minutos estuvo todo listo.
- Mi teniente,
felizmente estos amigos conocen muy bien de electricidad y estamos listos para arrancar
- Ingeniero, en cuanto arranque haga avisar para que
traigan al herido, ya no voy a apagar el motor así que, por favor, lo más rápido
posible.
- Hice el arranque normalmente y mientras
desconectaban los cables partió un motociclista para dar aviso; a los pocos minutos
llegó la camioneta y con la ayuda de la gente, y del viejo metete, acomodaron al
herido a bordo
- Mi teniente ¿Cuánta gente vamos
a llevar? Quieren ir tres, más el herido
-
Está
bien, no hay problema de peso, apúrate
- Mi teniente.......
¿Podemos llevar uno más?
- Caramba, ya te he dicho
que no hay problema de peso, que suba de una vez y vámonos que el tiempo está malo.
Me despedí del ingeniero, que estaba a mi lado, recomendándole que se aleje
porque se iba a levantar una gran polvareda, y decolamos.
Preocupado repasé
los cálculos de tiempo de vuelo y combustible, las condiciones de vuelo habían desmejorado
ostensiblemente y era seguro que encontraríamos lluvia, pero por la ubicación de
Huacrachuco, detrás de los cerros, no podía hacer una adecuada apreciación, de manera
que decidiría sobre la marcha supeditado a lo que encontrara; esperaba poder cruzar
el Marañón por el bien del herido, retornar a Huacrachuco podría ser fatal para
el herido.
En cuanto me fue posible, sorteando lluvias , me zambullí en
el cañón del Marañón en dirección al oeste, hacia la costa; si bien el cañón estaba
bastante despejado y cómodo para volar, lo importante no era volar a lo largo del
río sino cruzar hacia la parte occidental de la cordillera, y esta no parecía que
daría muchas facilidades, las nubes pegadas a los cerros y lluvias en las cañadas
hacían difícil la navegación; además de la lluvia, que trataba de evitar para mantenerme
en contacto visual, encontré bastante turbulencia, lo que debió ser muy molesto
y doloroso para el herido.
Afortunadamente en determinado momento me encontré
en una especie de callejón formado por las nubes, pero era un callejón que me permitió
ver que haciendo altura encontraría mejores condiciones para volar; inmediatamente
inicié un ascenso en espiral manteniendo el contacto visual y, aunque no había oxígeno
para los pasajeros, era la mejor alternativa aun cuando hicimos más altura de lo
que hubiera deseado.
Volamos algo más de media hora esquivando los cúmulos
pero finalmente se hizo evidente que estábamos dejando atrás el frente de mal tiempo
y que las condiciones irían mejorando conforme nos alejábamos de la cordillera,
parece que esto asustó a los pasajeros, porque no los escuché hablar una sola palabra;
en cuanto me fue posible empecé a descender para no prolongar el tiempo que los
pasajeros estaban sin oxígeno, aunque creo que no se escaparon de un buen dolor
de cabeza.
¿Habrían avisado a Trujillo para que nos espere la ambulancia?
Sería muy triste que llegáramos y el pobre herido tuviera que esperar, ya bastante
estaba pasando, así que llamé al control de Trujillo, les informé la situación y
ellos ofrecieron hacer las coordinaciones.
Aterrizamos en Trujillo casi
a las cinco de la tarde y, efectivamente, había una ambulancia esperando por nosotros;
apagué el motor y, una vez detenido el rotor, se acercó un grupo de personas que
se hicieron cargo del herido, llevándoselo para embarcarlo en una ambulancia; del
grupo que se arremolinaban cerca de las puertas posteriores se separó un hombre
que pareció encaminarse directamente hacia mí, hubiera querido evitarlo, pero no
había forma, lo identifiqué de inmediato ¡¡ Dios mío, el viejo metete!! ¿Qué hace
acá? ¡Razón tenía yo cuando pensé que se quería zampar y venirse a Trujillo! Bueno,
no importa, ya estamos acá, que le valga su astucia, de repente él también tiene
una fiesta, como yo
- Señor....... - se dirigió
a mí, pero no dijo nada más.
- Si, dígame - le contesté
de buen talante ¿Qué querrá ahora?
- Gracias.......
- parecía querer decir algo más pero no pudo hablar; mirándome a los ojos alargó
su mano rugosa, áspera y tosca, de campesino, para estrechar la mía, mientras sus
ojos se llenaban de lágrimas; me quedé desconcertado, sin saber qué decir, pero
sentí que su mano apretaba fuertemente la mía, mientras parecía recuperarse un tanto
- Gracias, muchas gracias...... soy el padre del herido........
-
se le quebró la voz y ya no pudo continuar, me soltó la mano y sin decir más dio
media vuelta y se alejó.
Viejo bandido, te saliste con la tuya, me dejaste
con un nudo en la garganta pero no sabes el regalo tan hermoso que me hiciste al
permitirme estrechar tu mano y escuchar tu sentido “Gracias, muchas gracias”
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