Anécdotas Aeronáuticas

Ernesto Miguel Burga Ortiz

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¡Perro ecuacho!



Vaya que el día había sido movido, y buen motivo que hubo, hasta con prisionero y todo. Estábamos, con base en “Ch V”, en pleno abastecimiento de víveres y demás a los puestos de vigilancia del Cenepa y Comainas y ese día amaneció totalmente despejado, esplendoroso; como estábamos algo atrasados en nuestra programación empezamos a volar desde muy temprano y suspendimos los vuelos algo pasadas las cuatro de la tarde.

Terminados los vuelos todos estábamos cansados y fuimos al “casino” a tomar un café con Mario y nuestro piloto de buen corazón, ese que se enfureció al ver a una mujer aguaruna cargando una cabeza de plátanos sobre la cabeza mientras su marido iba dos pasos adelante llevando únicamente su pucuna; un momento después se nos unió, como todos los días, el teniente del Ejército, Jefe de la Guarnición ; era un tipo muy ameno que leía mucho y que se desvivía por atendernos, con él manteníamos largas conversaciones vespertinas y nocturnas.

No había transcurrido ni diez minutos cuando vimos que un soldado, con un papel en la mano, se dirigía al paso ligero hacia nuestra ubicación, el teniente EP lo reconoció y se puso de pie para esperarlo, a nosotros nos llamó la atención este gesto y nos quedamos a la expectativa, en silencio, hasta que llegó el mensajero; no era un soldado sino el sargento Inuma a quien él llamaba su “ayudante de campo” o Inuma Pompilio, en alusión a Numa Pompilio, el legendario rey de Roma, o simplemente Pompilio según fuera su estado de ánimo que , al parecer, el sargento interpretaba a la perfección.

- ¡Permiso miniente! (mi teniente) - casi gritó el sargento, haciendo chocar los tacos de sus botas de jebe al cuadrarse y saludar militarmente

- Qué pasa, Pompilio -dijo el teniente, al tiempo que alargaba la mano tara pedirle el papel que le estaban llevando

- Un mensaje urgente, miniente - respondió el sargento, siempre casi gritando, entregándole el radiograma

El teniente, al leer el documento, hizo un gesto de sorpresa y también de preocupación, dobló el papel y se dirigió al capitán Mario Muñiz

- Mi capitán, inmediatamente tiene que salir un helicóptero a Jiménez Banda

- ¿Inmediatamente? ¿Qué ha pasado, algún herido en peligro de muerte?

- No mi capitán, han capturado a un “ecuacho” y hay que traerlo de inmediato - el teniente desdobló el papel y se lo pasó al capitán; en él se leía “Capturamos perro ecuacho Punto Mantenemos bajo custodia Punto Esperamos instrucciones Punto

- Flaco, escucha, estamos muy cansados, por la hora y el tiempo de vuelo ida y vuelta a Jiménez Banda, estaríamos llegando de regreso casi al anochecer ¿No puedes esperar a mañana temprano? ¿Qué va a pasar, si al “ecuacho” ya lo tienen custodiado?

- ¡Nooo mi capitán¡ Eso sería muy riesgoso, de repente sus compañeros nos hacen una incursión nocturna para tratar de rescatarlo, lo mejor es traerlo para interrogarlo y luego lo enviamos a Teniente Pinglo para entregarlo al Jefe del Batallón

- ¡Yo voy en mi Alouette! – exclamó nuestro piloto de buen corazón, presidente, activista y único miembro del movimiento “Por la redención de la mujer aguaruna”, movimiento fundado por él y ante él; con los ojos encendidos, de los que parecía que salían rayos y centellas, henchido de patriotismo y santa cólera continuó - ¡Qué se han creído estos desvergonzados! ¿Creerán que pueden meterse en nuestro territorio como Pedro por su casa? ¡Yo voy a traer al ecuacho ese! - Dicho esto empezó a alejarse a grandes zancadas

- ¡Espera, espera! - lo retuvo Mario –
Tienes que llevar un par de hombres de custodia ¿Tienes esposas? – Le preguntó al teniente del Ejército

- No, mi capitán, pero ahí lo amarran bien y con los dos hombres de custodia es más que suficiente

- La operación la voy a hacer así –intervino nuestro héroe – El asiento del mecánico lo voy a poner mirando hacia atrás, le voy a dar mi pistola para que lo tenga vigilado todo el tiempo, no vamos a llevar fusiles porque no quiero que rompan mi helicóptero.

Efectivamente, hizo los preparativos tal como lo había dicho, y decoló con destino Jiménez Banda; en el tiempo previsto recibimos por “tiki-taka”, que es como le llamábamos a la señal Morse, la confirmación de su llegada; los minutos transcurrían y esperábamos ansiosos hasta que llegó la información de su partida de retorno a”CH V”; el sol caía rápidamente pero no tanto como la ansiedad nos lo hacía parecer, llegaría con buena luz.

- Ojalá no lo hayan maltratado, sería un problema - dijo el teniente EP

- ¿Temes que lo maltraten, por qué crees eso?

- Porque los soldados son alegres y bromistas, en general son amables pero cuando les sale el aguaruna, son capaces de agarrarse a machetazos sin ningún reparo

- ¿Tanto así?

- Claro mi capitán, y lo que pasa es que con frecuencia se encuentran las patrullas nuestras con las de los “ecuachos”, en territorio nuestro o en el de ellos, y las excusas que ambos empleamos son las mismas, que si se perdieron de la trocha, que si están mitayando (cazando), y así; la cosa es que nadie cree porque ambos sabemos que el terreno lo conocemos de memoria, así que nadie se pierde, y por otro lado esta zona está tan batida por los mitayeros que ya no se encuentra ni culebras

- ¿Y entonces? ¿Cómo es que han capturado a un ecuacho?

- Eso, y el calificativo de “perro ecuacho” es lo que me preocupa, mi capitán, si lo han capturado es que algo grave a sucedido, y este idiota del radio operador de Jiménez Banda no llama ni contesta - Al instante empezamos a discutir que si la política internacional, que si la Convención de Ginebra, que si lo llevaríamos hasta Lima o solo sería a Iquitos, para devolverlo a Ecuador, etc.

Por fin el radio operador de Jiménez Banda, con retraso, nos informó de la partida del Alouette; quince minutos antes de la hora prevista para su llegada estábamos ya, nosotros y un montón de gente más, aguzando el oído para detectar su aproximación a la zona de aterrizaje; faltando más o menos cinco minutos, observamos que los soldados y las gentes del lugar se movían inquietos; Inuma, el “ayudante de campo” del teniente, que había permanecido a nuestro lado, mudo como una tortuga, levantó el brazo y señaló algún lugar

- Ya viene miniente, ahorita llega - Efectivamente, tres minutos después llegaba el Alouette ¿Cómo podía haberlo escuchado desde tan lejos?

El helicóptero se posó en el lugar asignado, disminuyó la potencia y se abrió la puerta corrediza; el prisionero saltó a tierra y corrió hacia nosotros, que lo mirábamos sorprendidos, se detuvo y adoptando la posición clásica exhibió sus genitales y desvergonzadamente se orinó frente a nosotros; no sé si fue un gesto de desafío o de burla, lo cierto es que luego rascó un poco la hierba y salió trotando , como perro por su casa, moviendo la cola; sé que se hizo amigo de todo el mundo y supongo que habrá ladrado por mucho tiempo después de nuestra partida ¡Perro ecuacho!


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